Jordan Miller, una joven que se ve forzada a abandonar el campo en donde creció, se disfraza de hombre con el propósito de sobrevivir y pasar desapercibida en la gran ciudad. Sin embargo, su vida toma un giro inesperado cuando, por una cuestión de humanidad y sin conocer a quién está salvando, se lanza al agua y rescata al temido líder de la mafia, Reinhardt Barone, quien había sido emboscado y estaba a punto de ahogarse. Después de aquel acto heroico, Jordan regresa a su hospedaje sin siquiera saber la identidad de aquel hombre, pues éste había desaparecido minutos después de haber sido salvado. Sin embargo, debido a circunstancias del destino, Jordan termina coincidiendo nuevamente con Reinhardt y acaba siendo arrastrada hacia su despiadado mundo. Poco a poco, comienza a sobresalir, ganándose la atención de Reinhardt, quien se siente cada vez más fascinado por la misteriosa luz que irradia "este joven". Sin darse cuenta, su atracción se convierte en una obsesión que lo lleva a comportarse de una manera que jamás pensó hacerlo. Pero, ¿qué sucederá cuando Reinhardt descubra que el joven que lo tiene cautivado no es quien aparenta ser, sino una mujer que ha desafiado todos los peligros para sobrevivir?
Leer más—Entonces, ¿dices que mi esposa te interesaba hasta anoche? —preguntó Royal—. ¿Quieres hacerme creer que Kisa ya no te interesa desde que descubriste que ahora somos una pareja de verdad?Marshall sostuvo la mirada de Royal con firmeza, aunque sabía que nada de lo que dijera cambiaría lo difícil de aquella situación.—Escucha, Royal —comenzó—. Me interesara o no, eso no importa. Yo no intentaría nada porque ahora sé que ella es tu mujer. Cuando ella solo era la niñera de Coral, me interesaba mucho, es cierto. Me llamaba la atención por quién era, por cómo se comportaba, por lo dedicada que era. Es por eso que me acerqué a conocerla mejor cuando trabajaba en gestión de llamadas. Pero siempre fui respetuoso. Nunca traté de cruzar ningún límite, ni de irrumpir en tu casa solo para acercarme a ella. Siempre fui respetuoso contigo y con ella. Para ser honesto, nunca quise lastimarte. Pensaba, de verdad, que Kisa no te importaba en absoluto. Te conozco desde hace muchos años y sé que Kisa n
Kisa parpadeó, mostrándose impactada.—¿De verdad? Entonces era cierto? —preguntó con cautela.—Sí, alguien vestido de ne-gro, con una mascarilla, había aparecido incluso frente a su puerta y la golpeó varias veces, pero no se pudo identificar al sujeto. Era imposible saber quién era, pero estaba claro que la situación era peligrosa.Royal hizo una pausa, como si recordarlo lo incomodara.—No podía dejar que se quedara sola allí. Me dijo que quería venir a la mansión, tú sabes que eso fue lo primero que me pidió.—Sí, lo recuerdo.—No quería traerla aquí —añadió rápidamente Royal—. Sabía que sería completamente inapropiado, así que, como te lo comenté incluso antes de salir de la mansión para ir a su departamento, la llevé a un hotel. También llamé a uno de los guardias de seguridad de la empresa para que fuera a vigilar el lugar. Quería asegurarme de que se sintiera segura, porque ella estaba aterrada.—¿Y por qué no llamaste a la policía? Royal se pasó una mano por el pelo, visible
—¡No! ¡Suéltame, Reinhardt! ¿Qué vas a hacer? ¡¿Qué vas a hacer?! —gritó Jordan, luchando desesperadamente por liberarse. Su cuerpo se retorcía, sus piernas se movían frenéticamente, pero Reinhardt, con su fuerza y destreza, lo mantenía inmóvil. Luego, dejó de presionar su nuca para agarrarlo de ambos brazos y sujetarlo por detrás, forzándolo a quedar doblado, de cara al escritorio. A pesar de su resistencia, el cuerpo de Jordan comenzó a ceder bajo la presión. Algunos arañazos aparecieron en su piel, algunos de la lucha violenta que se desató entre los dos. —Te voy a dar las nalgadas más duras que debí haberte dado hace tiempo —expuso Reinhardt, mientras su rostro mostraba una sonrisa cruel, como si estuviera disfrutando de la humillación que le estaba imponiendo a Jordan—. Lo haré con tanta fuerza que la huella de mi mano quedará perfectamente sellada en tu piel, tan roja que te arderá como no te puedes imaginar. Te prometo que recordarás este momento cada vez que te sientes.—¡No
Reinhardt, quien había estado escrutando a Jordan sin pronunciar una sola palabra, notó cómo éste comenzaba a moverse, intentando irse, como si pensara que tenía la oportunidad de simplemente escapar de su prisión. La frustración que lo embargaba se transformó en furia cuando, sin pensarlo, agarró con fuerza las muñecas de Jordan y las levantó hacia arriba, presionándolas contra la pared con tal fuerza que Jordan se sintió completamente inmovilizado. Los brazos del chico quedaron estirados y sin libertad para moverse.Jordan, sintiendo la presión de su captura, comenzó a retorcerse.—¡Déjame ir, suéltame, carajo! —gritó, y cada exclamación estaba impregnada de una ira que quemaba en su garganta. Pero Reinhardt no cedió, no lo soltó, no lo liberó. No quería hacerlo. El control, la supremacía, se volvían esenciales para él.Entonces, como si el impulso de dominarlo no fuera suficiente, Reinhardt se asomó y lo besó con brusquedad, como un intento de apagar la ira de Jordan con un acto de
Jordan, por su parte, también estaba siendo consumido por la rabia. Lo que Reinhardt le decía, lleno de enojo, no lo incomodaba ni le daba miedo, y no estaba actuando solo por la influencia del alcohol. Era la furia de haberlo visto con aquella mujer tan deslumbrante lo que lo llevaba a actuar de esa manera, ya que Jordan sentía que nunca podría ser así, que nunca podría verse tan radiante debido a las circunstancias que lo obligaban a vivir como un hombre. Sabía que Reinhardt jamás lo elegiría y eso lo destruía, pero ¿por qué? ¿Por qué le molestaba tanto que el Jefe no lo tomara en serio? ¿Qué quería realmente? ¿Casarse con Reinhardt? ¡Eso era imposible!Junto a ese hombre nunca podría tener la vida tranquila y simple que alguna vez imaginó. Con Reinhardt, todo era violencia, muerte, disparos y una montaña de cuerpos sobre la cual había edificado su imperio. ¿Eso era lo que deseaba? ¿Que un asesino como Reinhardt se enamorara de él? Era simplemente una locura.—¿Eso es todo lo que ti
Reinhardt no le dio tiempo para reaccionar. Con rapidez y sin piedad, colocó ambos brazos a los costados de Jordan, apresionándolo aún más contra la pared, como si quisiera asegurarse de que no pudiera escapar. El contacto de sus cuerpos, tan cercanos, hacía que Jordan se sintiera vulnerable y asfixiado por la proximidad de Reinhardt.La mirada del Jefe, sin embargo, fue lo más aterrador. No había ira, no había enojo, solo una expresión sombría, vacía, pero intensamente peligrosa. Jordan, totalmente desconcertado, miró a Reinhardt fijamente y, con el ceño fruncido, le exigió una explicación.—¿Qué es lo que estás haciendo? —preguntó, sin modular el tono de su voz, pero no recibió respuesta alguna.Sin embargo, Jordan no tenía intención de quedarse en esa posición mucho tiempo. Si Reinhardt no pensaba hablar, prefería irse.—Si no vas a decir nada, voy a volver al salón. Tengo que tocar el piano —dijo con firmeza, como si fuera la única forma de recuperar algo de control en la situaci
Jordan empujado por el alcohol que ya comenzaba a nublar su juicio, decidió probar más. No estaba seguro de lo que hacía, pero algo dentro de él le decía que siguiera el juego. Comenzó a beber más rápido y cada trago fue subiéndole la temperatura corporal. El ardor del licor lo hacía sentir vivo, pero a la vez fuera de control. Sus pensamientos se volvían más pesados, más lentos, como si el alcohol hubiera bajado el volumen de su conciencia.Los hombres en la mesa comenzaron a reírse, a hacer chistes y hablar sobre su apariencia. Uno de los clientes, específicamente el que lo había invitado a la mesa, empezó a hacer ciertos comentarios.—Oye, pianista, eres un chico bastante lindo. Mira esa cara, parece la de una chica, ¿te lo han dicho?En lugar de sentirse incómodo como en otras ocasiones, Jordan, borracho y relajado por el alcohol, se echó a reír. No había nada en él que lo frenara.—¿La cara de una chica? ¿Por qué me ofendes así? —cuestionó, divertido.La risa de los hombres aumen
Jordan, sobresaltado por el modo en que Reinhardt había exclamado, pues no era muy habitual que lo hiciera, volteó con cautela, dando unos pasos hacia el escritorio. —No te dejaré pasar una más —declaró el Jefe—. Si vuelves a entrar en mi oficina de la misma forma en la que lo hiciste antes, te colocaré una soga en el cuello y te colgaré del techo.Jordan, en su interior, luchaba contra las palabras que se estaban formando en su garganta, pero no dijo nada. No podía. No sabía qué decir, y aunque la amenaza de Reinhardt se repetía una y otra vez en sus oídos, no sentía miedo. Lo que más le dolía era la presencia de esa mujer, Simone, esa figura perfecta que había irrumpido en su vida. Nada de lo que Reinhardt dijera o hiciera podría compararse con lo que sentía en ese momento. Los celos lo consumían y el dolor lo quemaba por dentro.Reinhardt lo miró fijamente, como esperando alguna respuesta, pero Jordan, simplemente, asintió.—¿Porqué no contestas apropiadamente? —regañó el Jefe—. D
La mujer, que no mostraba ni un atisbo de incomodidad, se levantó de inmediato. Sus movimientos eran fluidos, elegantes, y con una gracia que solo una mujer acostumbrada a ser admirada podría tener.Mientras Simone se alejaba, Reinhardt no desvió la vista de Jordan ni un solo segundo, como si quisiera dejar en claro que su presencia allí no solo era inoportuna, sino completamente irrelevante.—Esto es intolerable, campesino. Es la segunda vez que irrumpes en mi oficina de esta manera. ¿Qué te crees que estás haciendo? ¿Has olvidado cuál es tu lugar? —su voz, como un látigo, golpeó el ambiente. Pero, para sorpresa de Reinhardt, las palabras no tuvieron el impacto esperado. Jordan no se encogió ante él, no mostró temor ni sumisión. En su lugar, estaba una rabia tratando de ser reprimida, un dolor tan profundo que su corazón parecía latir en contra de su propio cuerpo.Jordan, a pesar de la furia de Reinhardt, no sentía ni miedo ni pavor. No tenía temor de las amenazas, ni siquiera de es