Jordan Miller, una joven que se ve forzada a abandonar el campo en donde creció, se disfraza de hombre con el propósito de sobrevivir y pasar desapercibida en la gran ciudad. Sin embargo, su vida toma un giro inesperado cuando, por una cuestión de humanidad y sin conocer a quién está salvando, se lanza al agua y rescata al temido líder de la mafia, Reinhardt Barone, quien había sido emboscado y estaba a punto de ahogarse. Después de aquel acto heroico, Jordan regresa a su hospedaje sin siquiera saber la identidad de aquel hombre, pues éste había desaparecido minutos después de haber sido salvado. Sin embargo, debido a circunstancias del destino, Jordan termina coincidiendo nuevamente con Reinhardt y acaba siendo arrastrada hacia su despiadado mundo. Poco a poco, comienza a sobresalir, ganándose la atención de Reinhardt, quien se siente cada vez más fascinado por la misteriosa luz que irradia "este joven". Sin darse cuenta, su atracción se convierte en una obsesión que lo lleva a comportarse de una manera que jamás pensó hacerlo. Pero, ¿qué sucederá cuando Reinhardt descubra que el joven que lo tiene cautivado no es quien aparenta ser, sino una mujer que ha desafiado todos los peligros para sobrevivir?
Ler maisJordan no se echó para atrás. No bajó la mirada. Su voz, aunque rota por momentos, resonó decidido entre ellos.—Reinhardt... —lo llamó, suavemente, aunque por dentro sentía que se desgarraba—. Entiendo que estés enojado, pero no voy a aceptar que digas que mis sentimientos son una farsa. No voy a aceptar que creas que yo planeé todo esto. Ni siquiera me tenía tanta fe. ¿De verdad crees que yo estaría tan confiada de que tú te fijarías en mí? Tienes a tantas mujeres hermosas desfilando a tu alrededor... ¿De verdad crees que yo pensaba que... que con esta ropa de campesino, con este corte mal hecho... ¿De verdad crees que yo pensaba que destacaría para ti?Se llevó una mano temblorosa al pelo, casi con desprecio hacia sí misma.—Tan solo mira a Simone. Mírala. Es hermosa. Luego, mírame a mí, Reinhardt. Comparada con ella, yo no tengo absolutamente nada que llame tu atención. ¿De verdad crees que yo daba por hecho que tú me elegirías? ¿Que mi supuesto "plan" funcionaría a la perfección?
Jordan se frotó la mandíbula, recuperando el aire poco a poco. No es que Reinhardt la hubiese asfixiado, pero la forma en que la había sujetado le robó el aliento. Se incorporó despacio, mirándolo con los labios entreabiertos, como si buscara palabras que pudieran atravesar el muro que ahora se levantaba entre ambos.—Reinhardt —pronunció—. Estás equivocado. Es verdad que mentí sobre mi nombre... sobre mi género. Pero no mentí sobre quién soy. No inventé un personaje. No fingí una máscara como dices. Yo... fui siempre quien soy.Su cuerpo seguía temblando ligeramente, pero no se echó para atrás. No se acobardó.—Actué como he sido toda mi vida. Dije lo que pensaba. Hice lo que creí correcto. Cada palabra, cada acción, cada sentimiento hacia ti... fue real. Me enamoré de ti, Reinhardt. Te amé sin disfraz. Sin mentiras.Un destello casi imperceptible cruzó los ojos de Reinhardt y un tic involuntario se hizo presente en la comisura de su párpado, apenas un segundo. Además, una punzada ag
—Lograste que hiciera el ridículo delante de ti —siguió Reinhardt—. No tienes idea de lo patético que me siento en este momento.Sus palabras quedaron flotando entre ambos, como cenizas después de un incendio devastador.Las lágrimas finalmente resbalaron por las mejillas de Jordan, silenciosas, quemándole la piel como ácido, y sus ojos temblaban mientras trataba de hablar pese a la presión firme de la mano de Reinhardt sobre su mandíbula.—Por favor... —suplicó, con la voz quebrada, luchando por hacerse escuchar—. Por favor, hablemos... Reinhardt, escúchame... —jadeó con dificultad—. Las cosas no fueron así... Escúchame, por favor... —cerró los ojos un segundo, tragándose el nudo en la garganta—. Yo iba a decírtelo... cuando estuvimos en la granja... iba a contártelo todo... Iba a decirte toda la verdad.—¿Ah, sí? —espetó él con sarcasmo—. ¿Eso era lo que pensabas decirme? ¿Y qué pasó, entonces, con todas las otras veces que tuviste la oportunidad de confesarlo y no lo hiciste?Jorda
Jordan, temblando, levantó sus manos despacio y atrapó la muñeca de Reinhardt, la misma con la que sostenía brutalmente su mandíbula. No intentó apartarla, pues de todos modos no lo lograría. Solo la sostuvo allí, como un gesto pequeño, frágil, casi suplicante.Pero Reinhardt no se inmutó.—Aunque es absurdo que te lo pregunte... —gruñó él—. Sé perfectamente por qué decidiste engañarme. Lo hiciste para huir de Zaid. Te disfrazaste para desaparecer de su radar, para que no pudiera encontrarte. Y también sé que él tenía razón cuando dijo que tú me buscaste. Que sabías que éramos enemigos, y por eso decidiste que querías mi protección. Entonces, lo que hiciste aquella noche en el muelle, salvarme la vida, fue parte de tu maldito plan.Jordan quiso negar, quiso gritar que no, pero su garganta no emitió sonido alguno. La presión emocional era demasiado aplastante.—Todo lo planeaste —refunfuñó Reinhardt—. Llegaste a mi cabaret, a mi vida, presentándote como si no recordaras absolutamente n
Jordan sintió cómo las palabras le subían por la garganta. Aunque dudó y quiso permanecer en silencio, algo más fuerte la impulsó a hablar.—Reinhardt, yo...Pero no pudo terminar.—Cállate —la voz grave de él la atravesó antes, autoritaria.No necesitó gritar. No necesitó levantar siquiera el tono. Aquella orden, dicha en un tono bajo y frío, cayó sobre Jordan como una sentencia inapelable, cerrándole la boca antes de que pudiera siquiera formar otra sílaba.Por instinto, ella obedeció. No reclamó. No discutió. No desafió. Bajó levemente la vista, sin poder sostenerle los ojos más allá de unos segundos. Todo su cuerpo se puso rígido, como si fuera una presa acorralada.Reinhardt no le dio espacio para hablar. No quería escucharla. No todavía.—¿Te divertiste? —preguntó de repente, sin levantar la voz, pero haciéndola retumbar en el pecho de Jordan—. ¿Te divertiste disfrazándote de hombre y tomando el papel de inocente campesino?Jordan apretó los puños contra su costado. No se atreví
Su cabello había crecido un poco más durante aquellos días de encierro. No era que le llegara a los hombros ni mucho menos, pero ya era lo suficientemente largo como para que algunos mechones sueltos le molestaran en la frente. Jordan pasaba gran parte del tiempo apartándolos hacia un costado, intentando mantenerlos fuera de sus ojos. La ropa que vestía seguía siendo la misma de siempre: ropa de hombre. No tenía prendas femeninas y, de todas formas, no planeaba cambiar su aspecto por el hecho de que Reinhardt supiera ahora su verdadero género. Ella seguía siendo la misma, incluso en esas circunstancias, confinada en aquella habitación.Un día, mientras leía uno de sus libros, concentrada en las palabras para no pensar en el peso de la incertidumbre, escuchó que la puerta se abría. Instintivamente, sin apartar del todo la vista de su lectura, pensó que sería Simone trayéndole la comida, como siempre.—¿Ya es hora de comer? —soltó Jordan, sin levantar la cabeza al instante. Sin embargo,
Simone pareció quedarse unos segundos sumida en sus pensamientos, como si analizara cada posibilidad con detenimiento, hasta que finalmente volvió la mirada hacia Jordan.—O tal vez —comenzó a decir en voz baja—, Reinhardt está planeando algo mucho peor. Quizá solo está esperando a que tu herida sane, no para matarte inmediatamente... sino para hacerte pagar de otra manera, para que entiendas cuán furioso está contigo. Y, ¿sabes cuál es la peor forma de tortura, Jordan? —Simone hizo una breve pausa—. Aquella que nunca se termina. Esa que no te mata, pero tampoco te deja vivir. La que sigue y sigue, aunque supliques, aunque llores, aunque le implores que te quite la vida... pero no lo hace. Y cuando crees que finalmente vas a romperte del todo, cuando piensas que ya no puedes soportarlo más, te cura. Te da tiempo para sanar, para recomponerte, para recobrar las fuerzas... solo para empezar todo otra vez. Será un ciclo interminable. Y lo peor, es que ni siquiera tendrías la opción de ac
Jordan cerró los ojos un momento, dejando que el cansancio la envolviera, pero enseguida los volvió a abrir con dificultad. El pecho le dolía, el recuerdo del disparo regresaba con fuerza, como una sombra pesada sobre su mente.—Es un poco difícil que no me preocupe —murmuró, mirando el techo—. Creí que iba a morir cuando recibí ese balazo... Y cuando caí al río y sentí que me estaba ahogando, pensé que definitivamente ese sería mi fin. La corriente era fuerte, no podía nadar, no podía luchar. No puedo creer que realmente esté viva.Simone, sentada a un lado de la cama, le dedicó una mirada comprensiva.—Pues te aconsejo que sigas descansando, que te repongas... y que reúnas toda la fuerza necesaria. Porque te hará falta.Jordan giró la cabeza lentamente hacia ella, frunciendo el ceño.—¿Por qué dices eso? —preguntó con desconfianza.Simone bajó un poco la vista, como si calibrara sus palabras antes de soltarlas.—Porque la situación se ha vuelto bastante difícil para ti —respondió—.
Un zumbido sordo fue lo primero que Jordan percibió, incluso antes de abrir los ojos. Todo su cuerpo se sentía pesado, como si una fuerza invisible lo mantuviera anclado al colchón. Lentamente, muy lentamente, logró entreabrir los párpados, solo para ser cegada por una luz intensa que la obligó a cerrarlos de nuevo.El dolor le atravesó la cabeza como una ráfaga, punzante y persistente. Una sensación de mareo la envolvió y sus propios párpados parecían pesar una tonelada. Con esfuerzo, llevó una mano temblorosa hasta su frente, como si pudiera calmar el latido doloroso que sentía en las sienes.A lo lejos, como si viniera desde un túnel lejano, escuchó una voz. Era femenina, pero demasiado lejana y distorsionada para entender lo que decía.Intentó abrir los ojos otra vez, parpadeando en un intento torpe de enfocar algo, pero todo a su alrededor era una masa de sombras y luces borrosas.Por instinto, trató de incorporarse. Su cuerpo, sin embargo, no respondió como ella quería. Apenas l