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C7: Ahora le pertenece a Reinhardt. 

Salieron de aquella habitación, pasando de nuevo por el sitio en donde estaban las bailarinas y regresaron al salón de puertas. Ambos salieron de la puerta de la derecha para luego ir a la izquierda. Allí atravesaron un pasillo, llegando a un depósito. Después, Charlie movió una caja y quitó una alfombra que ocultaba una puerta en el suelo. La abrió y se introdujo en ella, bajando una escalera. Al tocar el piso, llegaron a una habitación pequeña y oscura. Caminaron en línea recta hasta llegar a una puerta, la cual Charlie abrió y, finalmente, se encontraban en el lugar oculto del Paraíso Nocturno.

Era un sitio clandestino, un cabaret subterráneo con una entrada oculta. Charlie y Jordan entraron por el depósito, y éste era la entrada únicamente para el hombre amanerado y Reinhardt, además de las bailarinas. Sin embargo, había otra entrada para el público.

El lugar ya se hallaba repleto, aunque el de arriba aún estaba vacío. Ambos funcionaban y les hacía ganar dinero, pero claramente el cabaret clandestino era el que los hacía millonarios.

—"Paraíso Nocturno" tiene un lado oscuro, y es éste —reveló—. Aquí es donde se vende el alcohol y donde se llevan a cabo los verdaderos espectáculos. También es en donde hombres hacen espectáculos para otros hombres, pero no siempre, sino en días específicos. También se presentan tra-vestis. Lo de arriba es solo para aparentar, pero, aun así, nos deja algo de dinero, aunque no tanto como este. Lo que viste arriba es el salón que cumple todas las leyes, pero aquí abajo, no hay reglas. Incluso pueden matarse entre sí y nadie lo impedirá —advirtió—. Estábamos buscando un pianista para el sitio legal, pero ya que formas parte de la mafia, este será tu lugar a partir de ahora.

La expresión de Jordan se volvió aún más nerviosa.

—Solo dime una cosa… ¿Qué tan peligroso es este lugar?

—Bastante —admitió Charlie—. Los hombres se vuelven bastante irritantes y agresivos a medida que avanza la noche. Tienes que saber enfrentar situaciones difíciles porque no podré defenderte y Reinhardt ni siquiera volteará a mirarte si algo te ocurre. Si te matan aquí, ese será tu fin. Tendrás que apañártelas sola… o, mejor dicho, solo.

Jordan tragó saliva, entendiendo la gravedad de la situación.

Esa noche, el chico tenía un trabajo importante que hacer. Debía tocar el piano en el cabaret clandestino y animar a los clientes.

El lugar estaba dividido en dos niveles: el de arriba (legal) y el de abajo (ilegal). Los clientes rotaban entre ambos para que la policía no sospechara nada. Era un movimiento constante de personas, asegurándose de que siempre hubiera acción tanto en el piso superior como en el inferior.

Arriba, los clientes disfrutaban de un ambiente más relajado. Algunos venían para pasar un buen rato, disfrutar de un espectáculo y compartir con mujeres. A veces, preferían quedarse en la parte superior por la tranquilidad y el ambiente agradable. Por otro lado, el nivel inferior era mucho más animado y caótico debido a la presencia de alcohol. La situación allí abajo era siempre más desordenada y emocionante.

La rotación de clientes era constante y ambos niveles del cabaret siempre estaban llenos. Era impresionante cómo cada noche se llenaban hasta el tope. Los hombres que no estaban satisfechos con su matrimonio o que tenían problemas familiares iban al cabaret para desahogarse y disfrutar de la compañía de las bailarinas, que a menudo ofrecían servicios extras. Sin embargo, también había clientes problemáticos.  Si el conflicto era entre clientes, nadie intervenía. Pero si era entre un cliente y un empleado del cabaret, y el cliente se volvía demasiado difícil de manejar, los guardias se encargaban de echarlo, aunque eso no sucedía con frecuencia. Los clientes eran cruciales para mantener el negocio en marcha y echarlos podría causar problemas, incluyendo posibles denuncias.

Jordan, curioso e inquieto, se acercó a Charlie.

—Por cierto, necesito saber algo. ¿Me pagarán por trabajar aquí?

Charlie lo miró sorprendido durante un instante, para luego echarse a reír ante la pregunta.

—¿De qué te ríes? —cuestionó Jordan, un poco molesto puesto que sentía que no le estaba tomando en serio.

—Es gracioso cómo preguntas eso. El hecho de haberte dejado vivir debería ser más que suficiente para ti, ¿pero preguntas que si se te pagará? —respondió Charlie, con una sonrisa.

—Es que de verdad lo necesito. Digo, tengo que pagar el hotel en el que me estoy hospedando —explicó Jordan.

Charlie dejó de reír y se puso serio.

—¿En verdad no te conformas con que se te haya perdonado la vida? —articuló, en lo que su mirada tachaba al chico de descarado.

—Lo hubiera sido si me dejaban ir, pero me vi forzado a quedarme y unirme a ustedes. Estar dentro de la mafia es como estar muerto en vida —insinuó—. Además, tengo que pagar por el hostal en el que me estoy hospedando y comprar comida para sobrevivir.

—Espero que no seas así de bocón frente a Reinhardt, pues él te arrancará la lengua sin dudarlo —advirtió—. Quizás ganes algo de dinero, pero no por ser pianista. Tendrás que hacer muchas más cosas si deseas que se te pague, y debe valer la pena. Por otro lado, ¿quién dijo que volverás a tu hostal? Ya no puedes. A partir de ahora, vivirás aquí en el cabaret y comerás lo que nosotros comemos. Debes tener en cuenta, Jordan, que tu vida ya no te pertenece. Ahora le pertenece a Reinhardt. 

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