Salieron de aquella habitación, pasando de nuevo por el sitio en donde estaban las bailarinas y regresaron al salón de puertas. Ambos salieron de la puerta de la derecha para luego ir a la izquierda. Allí atravesaron un pasillo, llegando a un depósito. Después, Charlie movió una caja y quitó una alfombra que ocultaba una puerta en el suelo. La abrió y se introdujo en ella, bajando una escalera. Al tocar el piso, llegaron a una habitación pequeña y oscura. Caminaron en línea recta hasta llegar a una puerta, la cual Charlie abrió y, finalmente, se encontraban en el lugar oculto del Paraíso Nocturno.
Era un sitio clandestino, un cabaret subterráneo con una entrada oculta. Charlie y Jordan entraron por el depósito, y éste era la entrada únicamente para el hombre amanerado y Reinhardt, además de las bailarinas. Sin embargo, había otra entrada para el público.
El lugar ya se hallaba repleto, aunque el de arriba aún estaba vacío. Ambos funcionaban y les hacía ganar dinero, pero claramente el cabaret clandestino era el que los hacía millonarios.
—"Paraíso Nocturno" tiene un lado oscuro, y es éste —reveló—. Aquí es donde se vende el alcohol y donde se llevan a cabo los verdaderos espectáculos. También es en donde hombres hacen espectáculos para otros hombres, pero no siempre, sino en días específicos. También se presentan tra-vestis. Lo de arriba es solo para aparentar, pero, aun así, nos deja algo de dinero, aunque no tanto como este. Lo que viste arriba es el salón que cumple todas las leyes, pero aquí abajo, no hay reglas. Incluso pueden matarse entre sí y nadie lo impedirá —advirtió—. Estábamos buscando un pianista para el sitio legal, pero ya que formas parte de la mafia, este será tu lugar a partir de ahora.
La expresión de Jordan se volvió aún más nerviosa.
—Solo dime una cosa… ¿Qué tan peligroso es este lugar?
—Bastante —admitió Charlie—. Los hombres se vuelven bastante irritantes y agresivos a medida que avanza la noche. Tienes que saber enfrentar situaciones difíciles porque no podré defenderte y Reinhardt ni siquiera volteará a mirarte si algo te ocurre. Si te matan aquí, ese será tu fin. Tendrás que apañártelas sola… o, mejor dicho, solo.
Jordan tragó saliva, entendiendo la gravedad de la situación.
Esa noche, el chico tenía un trabajo importante que hacer. Debía tocar el piano en el cabaret clandestino y animar a los clientes.
El lugar estaba dividido en dos niveles: el de arriba (legal) y el de abajo (ilegal). Los clientes rotaban entre ambos para que la policía no sospechara nada. Era un movimiento constante de personas, asegurándose de que siempre hubiera acción tanto en el piso superior como en el inferior.
Arriba, los clientes disfrutaban de un ambiente más relajado. Algunos venían para pasar un buen rato, disfrutar de un espectáculo y compartir con mujeres. A veces, preferían quedarse en la parte superior por la tranquilidad y el ambiente agradable. Por otro lado, el nivel inferior era mucho más animado y caótico debido a la presencia de alcohol. La situación allí abajo era siempre más desordenada y emocionante.
La rotación de clientes era constante y ambos niveles del cabaret siempre estaban llenos. Era impresionante cómo cada noche se llenaban hasta el tope. Los hombres que no estaban satisfechos con su matrimonio o que tenían problemas familiares iban al cabaret para desahogarse y disfrutar de la compañía de las bailarinas, que a menudo ofrecían servicios extras. Sin embargo, también había clientes problemáticos. Si el conflicto era entre clientes, nadie intervenía. Pero si era entre un cliente y un empleado del cabaret, y el cliente se volvía demasiado difícil de manejar, los guardias se encargaban de echarlo, aunque eso no sucedía con frecuencia. Los clientes eran cruciales para mantener el negocio en marcha y echarlos podría causar problemas, incluyendo posibles denuncias.
Jordan, curioso e inquieto, se acercó a Charlie.
—Por cierto, necesito saber algo. ¿Me pagarán por trabajar aquí?
Charlie lo miró sorprendido durante un instante, para luego echarse a reír ante la pregunta.
—¿De qué te ríes? —cuestionó Jordan, un poco molesto puesto que sentía que no le estaba tomando en serio.
—Es gracioso cómo preguntas eso, pero sí, Jordan, te pagaremos por tus servicios —respondió Charlie, con una sonrisa.
—Es que de verdad lo necesito. Digo, tengo que pagar el hotel en el que me estoy hospedando —explicó Jordan.
Charlie dejó de reír y se puso serio.
—¿No es suficiente con que se te haya perdonado la vida? —articuló, en lo que su mirada tachaba al chico de descarado.
—Lo hubiera sido si me dejaban ir, pero me vi forzado a quedarme y unirme a ustedes. Estar dentro de la mafia es como estar muerto en vida —insinuó—. Además, tengo que pagar por el hostal en el que me estoy hospedando y comprar comida para sobrevivir.
—Espero que no seas así de bocón frente a Reinhardt, pues él te arrancará la lengua sin dudarlo —advirtió—. Quizás ganes algo de dinero, pero no por ser pianista. Tendrás que hacer muchas más cosas si deseas que se te pague, y debe valer la pena. Por otro lado, ¿quién dijo que volverás a tu hostal? Ya no puedes. A partir de ahora, vivirás aquí en el cabaret y comerás lo que nosotros comemos. Debes tener en cuenta, Jordan, que tu vida ya no te pertenece. Ahora le pertenece a Reinhardt.
Era el mediodía cuando el sol intenso calentaba la carretera repleta de polvo, y a su vez, iluminaba a un joven delgado de aspecto desaliñado que levantaba el pulgar con la esperanza de conseguir un aventón hacia la ciudad. Vestía una camisa blanca desgastada que se pegaba a su espalda debido al sudor, unos pantalones amarronados con tirantes y unos zapatos viejos del mismo color. Sobre su cabeza, reposaba un sombrero de paja deteriorado, el cual ofrecía poca protección a su rostro contra el calor. Su piel estaba ligeramente bronceada debido a su exposición a los rayos solares. Con la nariz y los pómulos enrojecidos a causa de los rayos ultravioletas, observaba la manera en que una fila de vehículos pasaba frente a él y ninguno se detenía para ofrecer su ayuda. Finalmente, tras varios intentos fallidos, un camión que transportaba árboles talados redujo la velocidad y se detuvo delante de él. Un hombre mayor, con barba canosa y semblante cansado, asomó la cabeza por la ventanilla.
Jordan frunció el ceño, mostrándose claramente perplejo. Antes de que el hombre se fuera, lo agarró del brazo.—¿A qué te refieres? ¿Por qué me estás diciendo eso? —preguntó, sintiendo la desesperación brotar en su voz.—No tengo nada más que decirte, niña. Ya vete, no hay lugar para ti aquí. Además, ¿cuántos años se supone que tienes? Este no es sitio para alguien como tú. Vete ya.—Pero… ¿por qué me dices eso? ¿Por qué me tratas como si fuera mujer? No soy mujer —insistió Jordan, sin soltar el brazo del hombre.Éste levantó una ceja, mirándolo como si acabara de decir algo completamente absurdo.—¿De qué estás hablando, niña? Puedo reconocer a una mujer desde kilómetros. Trabajo en esto, veo mujeres todos los días. ¿Quieres verme la cara de tonto?Jordan se quedó mudo, sin poder creer lo que oía.—No entiendo lo que dices. Te repito que no soy una mujer —declaró con seguridad. El hombre entornó los ojos, observándolo más de cerca.—¿Acaso estás tratando de hacerte pasar po
Decidido a ayudar, Jordan se arrojó al mar y llegó hasta el hombre. Comenzó a jalar las cadenas para sacarlas de la roca, pero fue inútil. También pensó en romper la piedra, pero eso era aún más complicado.Jordan subió a la superficie, tomó aire y volvió a sumergirse. Recordó la llave que uno de los hombres había arrojado al agua y empezó a buscarlo esperanzado. Quizás, podría ocurrir un milagro y encontrarlo.Buscó frenéticamente entre las piedras del fondo, sintiendo la desesperación crecer con cada segundo que pasaba. Finalmente, sus dedos rozaron algo metálico. Era la llave, la cual había sido arrojada cerca de Reinhardt para que éste se desesperara por querer tomarla y se ahogara más rápido. Jordan la tomó y se aproximó al hombre encadenado. Aun con sus manos moviéndose a causa de la agresividad del agua, logró abrir las cerraduras. Reinhardt, libre de las cadenas, nadó rápidamente hacia la superficie e inhaló una gran bocanada de aire, recuperándose en cuestión de segundos.
Reinhardt se mantuvo impasible. Sus ojos, oscuros y vacíos, no mostraban ni un rastro de emoción. La mano que sostenía el arma estaba firme, sin el más mínimo temblor, como si apuntar a la cabeza de Jordan fuera una acción cotidiana.—¿Crees que me importa? —dijo él, con una voz baja y helada, carente de cualquier rastro de humanidad. No había titubeo en su tono, ni rastro de compasión.En ese momento, Charlie intervino rápidamente. —Reinhardt, esto no es necesario. Este… muchacho vino ayer a pedir empleo y le dije que no. Ha vuelto para insistir, pero no hay nada para él aquí. Solo déjalo ir —farfulló. Sabía que Jordan no era hombre, pero seguía pensando en que solo era una jovencita que quizás tenía sus propios problemas y que esa era su forma de enfrentarse al mundo. Reinhardt no bajó el arma, pero Jordan creyó ingenuamente que Charlie podría ser capaz de controlarlo. —S-Sí, así es —se puso de pie lentamente—. P-Pero ya que me han rechazado por segunda vez, me voy p-para no
Jordan, por su parte, no reconoció a Reinhardt, pues no había visto su rostro claramente aquella noche. Reinhardt se quedó en silencio por un momento y decidió no revelar la razón por la que lo conocía. Se puso de pie y guardó su arma.—Veamos qué puedes hacer —articuló, a lo que Jordan fijó sus ojos llorosos en su rostro y lo miró con extrañeza. —¿Q-Qué… dijiste? —su nariz enrojecida brillaba debido a la luz del sótano. Reinhardt lo tomó del brazo y lo levantó del suelo con una fuerza bruta, llevándolo fuera de la habitación. Cada paso resonaba en el vacío del cabaret hasta que finalmente llegaron al gran salón donde se llevaban a cabo los espectáculos nocturnos.De pronto, el hombre empujó a Jordan hacia una silla frente al piano. —Siéntate —impuso, en lo que su voz resonó en la vastedad del sitio—. Quiero escuchar cómo tocas. Viniste para solicitar trabajo como pianista, ¿no? Ahora demuéstrame que tienes talento. Jordan se quedó confundido por la repentina orden del hom
"Veremos hasta donde eres capaz de llegar por mantenerte con vida". Esto parecía más una advertencia de que tocar el piano no era lo único que haría. —Charlie —agregó Reinhardt—. El chico quedará a tu cargo.El hombre salió del salón, a lo que Charlie suspiró. —Eso pensé. Pasé de ser tu sepulturero, a ser tu niñera —rechistó, hablándole a Jordan.—. Ven, tenemos trabajo que hacer. Charlie se aproximó al muchacho y lo tomó del brazo con suavidad para levantarlo de la silla. Lo llevó nuevamente hacia la puerta que se encontraba al lado del escenario, atravesaron un pasillo y llegaron hasta otro salón, en donde habían varias puertas. Charlie lo llevó a la puerta derecha, en donde se hallaban varias mujeres que trabajan en el cabaret como bailarinas y… algo más. Al entrar en la habitación donde las chicas se preparaban para el espectáculo, todas las miradas se dirigieron hacia Jordan. Una de las chicas, con una sonrisa curiosa, se acercó a él. —¿Y este hombrecito quién es? —preg