C6: En un mundo machista, es mejor ser hombre.

"Veremos hasta donde eres capaz de llegar por mantenerte con vida". Esto parecía más una advertencia de que tocar el piano no era lo único que haría.

—Charlie —agregó Reinhardt—. El chico quedará a tu cargo.

El hombre salió del salón, a lo que Charlie suspiró.

—Eso pensé. Pasé de ser tu sepulturero, a ser tu niñera —rechistó, hablándole a Jordan.—. Ven, tenemos trabajo que hacer.

Charlie se aproximó al muchacho y lo tomó del brazo con suavidad para levantarlo de la silla. Lo llevó nuevamente hacia la puerta que se encontraba al lado del escenario, atravesaron un pasillo y llegaron hasta otro salón, en donde habían varias puertas. Charlie lo llevó a la puerta derecha, en donde se hallaban varias mujeres que trabajan en el cabaret como bailarinas y… algo más.

Al entrar en la habitación donde las chicas se preparaban para el espectáculo, todas las miradas se dirigieron hacia Jordan. Una de las chicas, con una sonrisa curiosa, se acercó a él.

—¿Y este hombrecito quién es? —preguntó.

Otra se asomó a su rostro, a lo que Jordan retrocedió por impulso, pero las mujeres estaban acostumbradas a ser encimosas.

—¡Tiene la cara muy suave y una piel preciosa! —comentó, estirando las mejillas de Jordan.

—G-Gracias, señorita —logró decir el joven.

Charlie empezó a espantarlas con la mano, tal y como alguien espantaría a unas moscas.

—Ya, ya, salgan del camino —las regañó, pero su voz en realidad estaba cargado de cariño hacia ellas—. Ustedes sigan con lo que están haciendo. Nosotros tenemos cosas que hacer.

Con eso, atravesó la pieza y llevó al chico hasta otra puerta que daba a una habitación más pequeña, apartado del bullicio de las bailarinas.

En la habitación, Charlie hizo sentar a Jordan frente a un espejo. Era donde las chicas generalmente se maquillaban y peinaban.

—Te haré un cambio —reveló—. Luces totalmente desaliñado y necesitas estar presentable para tocar el piano esta noche —explicó mientras sacaba unas tijeras y un peine.

Charlie comenzó a recortar el cabello de Jordan, observando los mechones descuidados.

—¿Por qué tienes el cabello tan maltratado? ¿Quién te lo cortó? —preguntó.

—Yo mismo me lo corté —alegó.

—Eso explica mucho —continuó trabajando por el cabello de Jordan, haciéndole un corte decente.

Cuando terminó, le dio un vistazo final.

—Ahora luces mucho mejor —dijo con satisfacción. Lo hizo levantarse de la silla y comenzó a observarlo atentamente.

—¿Q-Qué tanto me ves? —cuestionó, inquieto.

—Tienes el pelo oscuro —señaló en modo pensativo—. La piel un poco quemada por el sol del campo, me imagino. Estatura no muy alta y complexión delgada… —se acercó a un armario de ropa y extrajo algunas prendas—. Quiero que te vistas con algo más apropiado, así que ponte esto. Te quedará muy bien considerando tu tono de piel —le entregó un pantalón con tirantes y una camisa, casi lo mismo que llevaba puesto, pero en estilo y marca era por mucho más hermoso y elegante.

También le entregó un saco y un sombrero ne-gro, no de paja como acostumbraba usar, sino de buen material.

—Póntelo —impuso.

—E-Está bien.

Ambos permanecieron mirándose uno al otro, a lo que Charlie levantó una ceja.

—¿Qué estás esperando, niña?

—¿D-Debo hacerlo delante de ti? —preguntó, cohibida.

—Ah, tienes razón. Estoy acostumbrado a ver mujeres desnudas aquí, pero tú no eres una de las bailarinas —cayó en cuenta y luego le dio la espalda—. Cámbiate rápido, no giraré hacia ti hasta que me avises.

Entonces, Jordan empezó a quitarse la ropa, dejando ver lo que utilizaba para aplanarse los senos.

En el campo, Jordan creció en un orfanato. Fue abandonado por su madre, quien fue abusada por el capataz de la granja en la que trabajaba. Debido a que ésta era muy pobre para criarlo, decidió dejarlo en el orfanato que abandonarlo en cualquier sitio a su suerte.

En ocasiones, solían llegar regalos al orfanato por parte de gente rica. Entonces, cuando Jordan ya era una adolescente, quiso quedarse con un corsé que había entre los obsequios.

En la actualidad, para poder aplanar sus senos, Jordan modificó dicho corsé y empezó a usarlo en el pecho. De esta forma, los senos no se le notaban en absoluto.

—Por cierto, te agradecería que ya no mencionaras que soy una chica —indicó el joven.

—Tengo curiosidad de saber la razón por la cual escondes tu género —replicó Charlie—. Sin embargo, entenderé si no quieres contármelo.

—Ah, pues… —se rascó la nariz—. En un mundo machista, es mejor ser hombre, ¿no? —dio una respuesta vaga, a lo que Charlie hizo una mueca de desacuerdo.

—Qué idea tan tonta —rechistó—. Es evidente que quieres evadir la pregunta, así que no insistiré.

Ambos se quedaron callados por un momento.

—Aunque debo admitir que, lo que más curiosidad me da, es el por qué Reinhardt te dejó vivir.

Jordan se quedó inmóvil por un instante.

—¿Tan extraño es? —cuestionó.

—Sí que lo es. Como te había dicho, no he conocido un traidor o un intruso que haya sido perdonado por el boss. Tú eres el primero.

—¿El "boss"?

—El jefe —aclaró—. ¿Terminaste?

—Ya falta poco —salió de su estado tieso y continuó vistiéndose—. ¿Esta ropa es tuya? —le preguntó de repente.

—No, no es mi talla —indicó.

—Entonces, ¿cómo es que hay ropas de hombres? —agregó, intrigado—. Es un cabaret de bailarinas, ¿no? ¿O es que alguna de ellas usa esto?

—Se te ha pasado el miedo bastante rápido, ¿cierto? Estás muy hablador —mencionó, sarcástico—. Aquí no solo trabajan mujeres, también lo hacen hombres, y no me refiero únicamente para trabajos de carga, sino que hay hombres que hacen lo que algunas mujeres. Hay todo tipo de gustos, ¿sabes? Y hay hombres a los que le gustan hombres, como a mí.

—Oh… —Jordan no esperaba una respuesta tan directa—. Ya estoy listo.

Charlie volteó hacia su dirección y lo miró de arriba abajo, evaluando el resultado.

—Muy bien —dijo—. Ahora, un consejo. Tienes que ocultar tus ademanes femeninos. No quieres que te descubran, ¿cierto? Así que debes actuar de manera más masculina y saber lidiar con la gente del cabaret. Los hombres, cuando se ponen borrachos, pueden volverse muy irritantes y hacer bromas pesadas difíciles de soportar.

—¿Borrachos? —lo miró con rareza—. Pero he visto el bar del salón y no hay nada de alcohol allí. Además, si se pusieran a beber, la policía los descubriría rápidamente.

Charlie negó con la cabeza.

—En realidad, no tocarás allí —replicó—. Ven conmigo.

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