"Veremos hasta donde eres capaz de llegar por mantenerte con vida". Esto parecía más una advertencia de que tocar el piano no era lo único que haría.
—Charlie —agregó Reinhardt—. El chico quedará a tu cargo. El hombre salió del salón, a lo que Charlie suspiró. —Eso pensé. Pasé de ser tu sepulturero, a ser tu niñera —rechistó, hablándole a Jordan.—. Ven, tenemos trabajo que hacer. Charlie se aproximó al muchacho y lo tomó del brazo con suavidad para levantarlo de la silla. Lo llevó nuevamente hacia la puerta que se encontraba al lado del escenario, atravesaron un pasillo y llegaron hasta otro salón, en donde habían varias puertas. Charlie lo llevó a la puerta derecha, en donde se hallaban varias mujeres que trabajan en el cabaret como bailarinas y… algo más. Al entrar en la habitación donde las chicas se preparaban para el espectáculo, todas las miradas se dirigieron hacia Jordan. Una de las chicas, con una sonrisa curiosa, se acercó a él. —¿Y este hombrecito quién es? —preguntó. Otra se asomó a su rostro, a lo que Jordan retrocedió por impulso, pero las mujeres estaban acostumbradas a ser encimosas. —¡Tiene la cara muy suave y una piel preciosa! —comentó, estirando las mejillas de Jordan. —G-Gracias, señorita —logró decir el joven. Charlie empezó a espantarlas con la mano, tal y como alguien espantaría a unas moscas. —Ya, ya, salgan del camino —las regañó, pero su voz en realidad estaba cargado de cariño hacia ellas—. Ustedes sigan con lo que están haciendo. Nosotros tenemos cosas que hacer. Con eso, atravesó la pieza y llevó al chico hasta otra puerta que daba a una habitación más pequeña, apartado del bullicio de las bailarinas. En la habitación, Charlie hizo sentar a Jordan frente a un espejo. Era donde las chicas generalmente se maquillaban y peinaban. —Te haré un cambio —reveló—. Luces totalmente desaliñado y necesitas estar presentable para tocar el piano esta noche —explicó mientras sacaba unas tijeras y un peine. Charlie comenzó a recortar el cabello de Jordan, observando los mechones descuidados. —¿Por qué tienes el cabello tan maltratado? ¿Quién te lo cortó? —preguntó. —Yo mismo me lo corté —alegó. —Eso explica mucho —continuó trabajando por el cabello de Jordan, haciéndole un corte decente. Cuando terminó, le dio un vistazo final. —Ahora luces mucho mejor —dijo con satisfacción. Lo hizo levantarse de la silla y comenzó a observarlo atentamente. —¿Q-Qué tanto me ves? —cuestionó, inquieto. —Tienes el pelo oscuro —señaló en modo pensativo—. La piel un poco quemada por el sol del campo, me imagino. Estatura no muy alta y complexión delgada… —se acercó a un armario de ropa y extrajo algunas prendas—. Quiero que te vistas con algo más apropiado, así que ponte esto. Te quedará muy bien considerando tu tono de piel —le entregó un pantalón con tirantes y una camisa, casi lo mismo que llevaba puesto, pero en estilo y marca era por mucho más hermoso y elegante. También le entregó un saco y un sombrero ne-gro, no de paja como acostumbraba usar, sino de buen material. —Póntelo —impuso. —E-Está bien. Ambos permanecieron mirándose uno al otro, a lo que Charlie levantó una ceja. —¿Qué estás esperando, niña? —¿D-Debo hacerlo delante de ti? —preguntó, cohibida. —Ah, tienes razón. Estoy acostumbrado a ver mujeres desnudas aquí, pero tú no eres una de las bailarinas —cayó en cuenta y luego le dio la espalda—. Cámbiate rápido, no giraré hacia ti hasta que me avises. Entonces, Jordan empezó a quitarse la ropa, dejando ver lo que utilizaba para aplanarse los senos. En el campo, Jordan creció en un orfanato. Fue abandonado por su madre, quien fue abusada por el capataz de la granja en la que trabajaba. Debido a que ésta era muy pobre para criarlo, decidió dejarlo en el orfanato que abandonarlo en cualquier sitio a su suerte. En ocasiones, solían llegar regalos al orfanato por parte de gente rica. Entonces, cuando Jordan ya era una adolescente, quiso quedarse con un corsé que había entre los obsequios. En la actualidad, para poder aplanar sus senos, Jordan modificó dicho corsé y empezó a usarlo en el pecho. De esta forma, los senos no se le notaban en absoluto. —Por cierto, te agradecería que ya no mencionaras que soy una chica —indicó el joven. —Tengo curiosidad de saber la razón por la cual escondes tu género —replicó Charlie—. Sin embargo, entenderé si no quieres contármelo. —Ah, pues… —se rascó la nariz—. En un mundo machista, es mejor ser hombre, ¿no? —dio una respuesta vaga, a lo que Charlie hizo una mueca de desacuerdo. —Qué idea tan tonta —rechistó—. Es evidente que quieres evadir la pregunta, así que no insistiré. Ambos se quedaron callados por un momento. —Aunque debo admitir que, lo que más curiosidad me da, es el por qué Reinhardt te dejó vivir. Jordan se quedó inmóvil por un instante. —¿Tan extraño es? —cuestionó. —Sí que lo es. Como te había dicho, no he conocido un traidor o un intruso que haya sido perdonado por el boss. Tú eres el primero. —¿El "boss"? —El jefe —aclaró—. ¿Terminaste? —Ya falta poco —salió de su estado tieso y continuó vistiéndose—. ¿Esta ropa es tuya? —le preguntó de repente. —No, no es mi talla —indicó. —Entonces, ¿cómo es que hay ropas de hombres? —agregó, intrigado—. Es un cabaret de bailarinas, ¿no? ¿O es que alguna de ellas usa esto? —Se te ha pasado el miedo bastante rápido, ¿cierto? Estás muy hablador —mencionó, sarcástico—. Aquí no solo trabajan mujeres, también lo hacen hombres, y no me refiero únicamente para trabajos de carga, sino que hay hombres que hacen lo que algunas mujeres. Hay todo tipo de gustos, ¿sabes? Y hay hombres a los que le gustan hombres, como a mí. —Oh… —Jordan no esperaba una respuesta tan directa—. Ya estoy listo. Charlie volteó hacia su dirección y lo miró de arriba abajo, evaluando el resultado. —Muy bien —dijo—. Ahora, un consejo. Tienes que ocultar tus ademanes femeninos. No quieres que te descubran, ¿cierto? Así que debes actuar de manera más masculina y saber lidiar con la gente del cabaret. Los hombres, cuando se ponen borrachos, pueden volverse muy irritantes y hacer bromas pesadas difíciles de soportar. —¿Borrachos? —lo miró con rareza—. Pero he visto el bar del salón y no hay nada de alcohol allí. Además, si se pusieran a beber, la policía los descubriría rápidamente. Charlie negó con la cabeza. —En realidad, no tocarás allí —replicó—. Ven conmigo.Salieron de aquella habitación, pasando de nuevo por el sitio en donde estaban las bailarinas y regresaron al salón de puertas. Ambos salieron de la puerta de la derecha para luego ir a la izquierda. Allí atravesaron un pasillo, llegando a un depósito. Después, Charlie movió una caja y quitó una alfombra que ocultaba una puerta en el suelo. La abrió y se introdujo en ella, bajando una escalera. Al tocar el piso, llegaron a una habitación pequeña y oscura. Caminaron en línea recta hasta llegar a una puerta, la cual Charlie abrió y, finalmente, se encontraban en el lugar oculto del Paraíso Nocturno.Era un sitio clandestino, un cabaret subterráneo con una entrada oculta. Charlie y Jordan entraron por el depósito, y éste era la entrada únicamente para el hombre amanerado y Reinhardt, además de las bailarinas. Sin embargo, había otra entrada para el público.El lugar ya se hallaba repleto, aunque el de arriba aún estaba vacío. Ambos funcionaban y les hacía ganar dinero, pero claramente el
Era el mediodía cuando el sol intenso calentaba la carretera repleta de polvo, y a su vez, iluminaba a un joven delgado de aspecto desaliñado que levantaba el pulgar con la esperanza de conseguir un aventón hacia la ciudad. Vestía una camisa blanca desgastada que se pegaba a su espalda debido al sudor, unos pantalones amarronados con tirantes y unos zapatos viejos del mismo color. Sobre su cabeza, reposaba un sombrero de paja deteriorado, el cual ofrecía poca protección a su rostro contra el calor. Su piel estaba ligeramente bronceada debido a su exposición a los rayos solares. Con la nariz y los pómulos enrojecidos a causa de los rayos ultravioletas, observaba la manera en que una fila de vehículos pasaba frente a él y ninguno se detenía para ofrecer su ayuda. Finalmente, tras varios intentos fallidos, un camión que transportaba árboles talados redujo la velocidad y se detuvo delante de él. Un hombre mayor, con barba canosa y semblante cansado, asomó la cabeza por la ventanilla.
Jordan frunció el ceño, mostrándose claramente perplejo. Antes de que el hombre se fuera, lo agarró del brazo.—¿A qué te refieres? ¿Por qué me estás diciendo eso? —preguntó, sintiendo la desesperación brotar en su voz.—No tengo nada más que decirte, niña. Ya vete, no hay lugar para ti aquí. Además, ¿cuántos años se supone que tienes? Este no es sitio para alguien como tú. Vete ya.—Pero… ¿por qué me dices eso? ¿Por qué me tratas como si fuera mujer? No soy mujer —insistió Jordan, sin soltar el brazo del hombre.Éste levantó una ceja, mirándolo como si acabara de decir algo completamente absurdo.—¿De qué estás hablando, niña? Puedo reconocer a una mujer desde kilómetros. Trabajo en esto, veo mujeres todos los días. ¿Quieres verme la cara de tonto?Jordan se quedó mudo, sin poder creer lo que oía.—No entiendo lo que dices. Te repito que no soy una mujer —declaró con seguridad. El hombre entornó los ojos, observándolo más de cerca.—¿Acaso estás tratando de hacerte pasar po
Decidido a ayudar, Jordan se arrojó al mar y llegó hasta el hombre. Comenzó a jalar las cadenas para sacarlas de la roca, pero fue inútil. También pensó en romper la piedra, pero eso era aún más complicado.Jordan subió a la superficie, tomó aire y volvió a sumergirse. Recordó la llave que uno de los hombres había arrojado al agua y empezó a buscarlo esperanzado. Quizás, podría ocurrir un milagro y encontrarlo.Buscó frenéticamente entre las piedras del fondo, sintiendo la desesperación crecer con cada segundo que pasaba. Finalmente, sus dedos rozaron algo metálico. Era la llave, la cual había sido arrojada cerca de Reinhardt para que éste se desesperara por querer tomarla y se ahogara más rápido. Jordan la tomó y se aproximó al hombre encadenado. Aun con sus manos moviéndose a causa de la agresividad del agua, logró abrir las cerraduras. Reinhardt, libre de las cadenas, nadó rápidamente hacia la superficie e inhaló una gran bocanada de aire, recuperándose en cuestión de segundos.
Reinhardt se mantuvo impasible. Sus ojos, oscuros y vacíos, no mostraban ni un rastro de emoción. La mano que sostenía el arma estaba firme, sin el más mínimo temblor, como si apuntar a la cabeza de Jordan fuera una acción cotidiana.—¿Crees que me importa? —dijo él, con una voz baja y helada, carente de cualquier rastro de humanidad. No había titubeo en su tono, ni rastro de compasión.En ese momento, Charlie intervino rápidamente. —Reinhardt, esto no es necesario. Este… muchacho vino ayer a pedir empleo y le dije que no. Ha vuelto para insistir, pero no hay nada para él aquí. Solo déjalo ir —farfulló. Sabía que Jordan no era hombre, pero seguía pensando en que solo era una jovencita que quizás tenía sus propios problemas y que esa era su forma de enfrentarse al mundo. Reinhardt no bajó el arma, pero Jordan creyó ingenuamente que Charlie podría ser capaz de controlarlo. —S-Sí, así es —se puso de pie lentamente—. P-Pero ya que me han rechazado por segunda vez, me voy p-para no
Jordan, por su parte, no reconoció a Reinhardt, pues no había visto su rostro claramente aquella noche. Reinhardt se quedó en silencio por un momento y decidió no revelar la razón por la que lo conocía. Se puso de pie y guardó su arma.—Veamos qué puedes hacer —articuló, a lo que Jordan fijó sus ojos llorosos en su rostro y lo miró con extrañeza. —¿Q-Qué… dijiste? —su nariz enrojecida brillaba debido a la luz del sótano. Reinhardt lo tomó del brazo y lo levantó del suelo con una fuerza bruta, llevándolo fuera de la habitación. Cada paso resonaba en el vacío del cabaret hasta que finalmente llegaron al gran salón donde se llevaban a cabo los espectáculos nocturnos.De pronto, el hombre empujó a Jordan hacia una silla frente al piano. —Siéntate —impuso, en lo que su voz resonó en la vastedad del sitio—. Quiero escuchar cómo tocas. Viniste para solicitar trabajo como pianista, ¿no? Ahora demuéstrame que tienes talento. Jordan se quedó confundido por la repentina orden del hom