Jordan, por su parte, no reconoció a Reinhardt, pues no había visto su rostro claramente aquella noche.
Reinhardt se quedó en silencio por un momento y decidió no revelar la razón por la que lo conocía. Se puso de pie y guardó su arma. —Veamos qué puedes hacer —articuló, a lo que Jordan fijó sus ojos llorosos en su rostro y lo miró con extrañeza. —¿Q-Qué… dijiste? —su nariz enrojecida brillaba debido a la luz del sótano. Reinhardt lo tomó del brazo y lo levantó del suelo con una fuerza bruta, llevándolo fuera de la habitación. Cada paso resonaba en el vacío del cabaret hasta que finalmente llegaron al gran salón donde se llevaban a cabo los espectáculos nocturnos. De pronto, el hombre empujó a Jordan hacia una silla frente al piano. —Siéntate —impuso, en lo que su voz resonó en la vastedad del sitio—. Quiero escuchar cómo tocas. Viniste para solicitar trabajo como pianista, ¿no? Ahora demuéstrame que tienes talento. Jordan se quedó confundido por la repentina orden del hombre que amenazaba con asesinarlo hacia tan solo unos minutos. ¿Qué lo hizo cambiar de opinión? —¿Qué estás esperando? —cuestionó Reinhardt con impaciencia—. Hazlo de una vez. Jordan se dejó caer en la silla y extendió las manos sobre el piano, las cuales temblaban sin control. Sus ojos se cristalizaron a causa del terror que estaba experimentando, su visión se tornó borrosa debido a que las lágrimas se habían amontonado en su mirada y no podía ver bien la partitura que tenía enfrente. Además, se puso tieso, incapaz de mover los dedos por el nerviosismo. —¿Acaso mentiste? ¿No tienes ningún talento? —agregó Reinhardt, tras observar que el chico solo se quedó con las manos en el aire, por encima de las teclas. —Estoy muy nervioso ahora mismo —habló finalmente, abrumado por la atmósfera tensa—. Por favor, solo dame unos minutos para calmarme. —No tengo unos minutos —replicó Reinhardt con frialdad—. Solo me estás haciendo perder tiempo valioso. Tengo muchas cosas que hacer, pero aquí estoy, desperdiciando el tiempo mirando a un campesino que ni siquiera tiene integridad de palabra. Reinhardt siempre fue un hombre muy directo y frívolo. La única razón por la que dejó vivir a Jordan fue porque sentía que le debía la vida y odiaba sentirse en deuda con alguien. Entonces, su manera de pagarle que le salvó la vida, fue perdonándole la vida. Sin embargo, no podía dejarlo libre después de lo que oyó, y tampoco significaba que iba a ser suave con él. Jordan respiró profundamente, intentando calmarse. —Por favor, puedo hacerlo. Solo necesito un momento. Reinhardt resopló con impaciencia. —Hazlo ahora mismo o no me servirás para nada. Si esta misma noche no puedes tocar, no me eres de utilidad. —E-Espera —soltó Jordan—. Puedo hacerlo, lo juro. Sin embargo, cuando empezó a tocar, sus dedos fallaron. Las notas se mezclaron desastrosamente, a lo que Reinhardt exhaló con pesadez, pasándose la mano por la cabeza. —¿Te estás burlando de mí? ¿Crees que estoy aquí para reírme contigo? —refunfuñó. —P-Por favor, déjame intentarlo de nuevo —suplicó Jordan—. A-Además, si me sigues presionando de esta manera, no podré hacerlo. Necesito estar relajado para poder tocar bien. —No me interesa cómo te sientas —alegó Reinhardt con dureza—. Si no puedes hacerlo, entonces no me queda otra opción que enterrarte bajo el cemento de este cabaret. —¡Deja de decirme eso! —exclamó de repente, harto de las amenazas—. ¡Si sigues insinuando que me matarás, nunca podré relajarme! ¡Necesito tranquilidad para tocar el piano, así que cállate! —¿Quién te crees que eres para hablarme así, mal-dito campesino? —se acercó a él con un aura completamente amenazadora, a lo que Charlie intervino colocándose frente a él. —Reinhardt, por favor, ¿por qué no dejas que me haga cargo de este niño? —preguntó. —No —dijo él, tajante—. Tengo que verlo con mis propios ojos y escucharlo con mis propios oídos. Yo decidiré si vale la pena mantenerlo o no aquí. —Quiero tocar y demostrarte que soy bueno en esto —indicó Jordan—. Pero no puedo estar tranquilo si se la pasa amenazándome. Me pone muy nervioso. —Qué infantil eres —siseó Reinhardt y se volteó hacia otra dirección, dándole la espalda al chico—. No te miraré, así que toca de una vez. Jordan, con las manos aún temblorosas, respiró profundamente, tratando de calmarse. Estiró los dedos, inhaló y exhaló varias veces, hasta que finalmente comenzó a tocar. Al principio las notas salían inseguras, pero poco a poco una melodía armoniosa empezó a surgir. La música llenó el salón y Jordan se fue relajando, encontrando su ritmo. Reinhardt, al escuchar la melodía, se dio cuenta de que Jordan sí tenía talento. A decir verdad, era demasiado bueno en ello. Cuando la pieza terminó, Jordan estaba menos tenso, aunque aún nervioso. Reinhardt se giró y lo miró fijamente. —A partir de ahora, formas parte de nosotros —declaró—. Veremos hasta donde eres capaz de llegar por mantenerte con vida."Veremos hasta donde eres capaz de llegar por mantenerte con vida". Esto parecía más una advertencia de que tocar el piano no era lo único que haría. —Charlie —agregó Reinhardt—. El chico quedará a tu cargo.El hombre salió del salón, a lo que Charlie suspiró. —Eso pensé. Pasé de ser tu sepulturero, a ser tu niñera —rechistó, hablándole a Jordan.—. Ven, tenemos trabajo que hacer. Charlie se aproximó al muchacho y lo tomó del brazo con suavidad para levantarlo de la silla. Lo llevó nuevamente hacia la puerta que se encontraba al lado del escenario, atravesaron un pasillo y llegaron hasta otro salón, en donde habían varias puertas. Charlie lo llevó a la puerta derecha, en donde se hallaban varias mujeres que trabajan en el cabaret como bailarinas y… algo más. Al entrar en la habitación donde las chicas se preparaban para el espectáculo, todas las miradas se dirigieron hacia Jordan. Una de las chicas, con una sonrisa curiosa, se acercó a él. —¿Y este hombrecito quién es? —preg
Salieron de aquella habitación, pasando de nuevo por el sitio en donde estaban las bailarinas y regresaron al salón de puertas. Ambos salieron de la puerta de la derecha para luego ir a la izquierda. Allí atravesaron un pasillo, llegando a un depósito. Después, Charlie movió una caja y quitó una alfombra que ocultaba una puerta en el suelo. La abrió y se introdujo en ella, bajando una escalera. Al tocar el piso, llegaron a una habitación pequeña y oscura. Caminaron en línea recta hasta llegar a una puerta, la cual Charlie abrió y, finalmente, se encontraban en el lugar oculto del Paraíso Nocturno.Era un sitio clandestino, un cabaret subterráneo con una entrada oculta. Charlie y Jordan entraron por el depósito, y éste era la entrada únicamente para el hombre amanerado y Reinhardt, además de las bailarinas. Sin embargo, había otra entrada para el público.El lugar ya se hallaba repleto, aunque el de arriba aún estaba vacío. Ambos funcionaban y les hacía ganar dinero, pero claramente el
Era el mediodía cuando el sol intenso calentaba la carretera repleta de polvo, y a su vez, iluminaba a un joven delgado de aspecto desaliñado que levantaba el pulgar con la esperanza de conseguir un aventón hacia la ciudad. Vestía una camisa blanca desgastada que se pegaba a su espalda debido al sudor, unos pantalones amarronados con tirantes y unos zapatos viejos del mismo color. Sobre su cabeza, reposaba un sombrero de paja deteriorado, el cual ofrecía poca protección a su rostro contra el calor. Su piel estaba ligeramente bronceada debido a su exposición a los rayos solares. Con la nariz y los pómulos enrojecidos a causa de los rayos ultravioletas, observaba la manera en que una fila de vehículos pasaba frente a él y ninguno se detenía para ofrecer su ayuda. Finalmente, tras varios intentos fallidos, un camión que transportaba árboles talados redujo la velocidad y se detuvo delante de él. Un hombre mayor, con barba canosa y semblante cansado, asomó la cabeza por la ventanilla.
Jordan frunció el ceño, mostrándose claramente perplejo. Antes de que el hombre se fuera, lo agarró del brazo.—¿A qué te refieres? ¿Por qué me estás diciendo eso? —preguntó, sintiendo la desesperación brotar en su voz.—No tengo nada más que decirte, niña. Ya vete, no hay lugar para ti aquí. Además, ¿cuántos años se supone que tienes? Este no es sitio para alguien como tú. Vete ya.—Pero… ¿por qué me dices eso? ¿Por qué me tratas como si fuera mujer? No soy mujer —insistió Jordan, sin soltar el brazo del hombre.Éste levantó una ceja, mirándolo como si acabara de decir algo completamente absurdo.—¿De qué estás hablando, niña? Puedo reconocer a una mujer desde kilómetros. Trabajo en esto, veo mujeres todos los días. ¿Quieres verme la cara de tonto?Jordan se quedó mudo, sin poder creer lo que oía.—No entiendo lo que dices. Te repito que no soy una mujer —declaró con seguridad. El hombre entornó los ojos, observándolo más de cerca.—¿Acaso estás tratando de hacerte pasar po
Decidido a ayudar, Jordan se arrojó al mar y llegó hasta el hombre. Comenzó a jalar las cadenas para sacarlas de la roca, pero fue inútil. También pensó en romper la piedra, pero eso era aún más complicado.Jordan subió a la superficie, tomó aire y volvió a sumergirse. Recordó la llave que uno de los hombres había arrojado al agua y empezó a buscarlo esperanzado. Quizás, podría ocurrir un milagro y encontrarlo.Buscó frenéticamente entre las piedras del fondo, sintiendo la desesperación crecer con cada segundo que pasaba. Finalmente, sus dedos rozaron algo metálico. Era la llave, la cual había sido arrojada cerca de Reinhardt para que éste se desesperara por querer tomarla y se ahogara más rápido. Jordan la tomó y se aproximó al hombre encadenado. Aun con sus manos moviéndose a causa de la agresividad del agua, logró abrir las cerraduras. Reinhardt, libre de las cadenas, nadó rápidamente hacia la superficie e inhaló una gran bocanada de aire, recuperándose en cuestión de segundos.
Reinhardt se mantuvo impasible. Sus ojos, oscuros y vacíos, no mostraban ni un rastro de emoción. La mano que sostenía el arma estaba firme, sin el más mínimo temblor, como si apuntar a la cabeza de Jordan fuera una acción cotidiana.—¿Crees que me importa? —dijo él, con una voz baja y helada, carente de cualquier rastro de humanidad. No había titubeo en su tono, ni rastro de compasión.En ese momento, Charlie intervino rápidamente. —Reinhardt, esto no es necesario. Este… muchacho vino ayer a pedir empleo y le dije que no. Ha vuelto para insistir, pero no hay nada para él aquí. Solo déjalo ir —farfulló. Sabía que Jordan no era hombre, pero seguía pensando en que solo era una jovencita que quizás tenía sus propios problemas y que esa era su forma de enfrentarse al mundo. Reinhardt no bajó el arma, pero Jordan creyó ingenuamente que Charlie podría ser capaz de controlarlo. —S-Sí, así es —se puso de pie lentamente—. P-Pero ya que me han rechazado por segunda vez, me voy p-para no