Decidido a ayudar, Jordan se arrojó al mar y llegó hasta el hombre. Comenzó a jalar las cadenas para sacarlas de la roca, pero fue inútil. También pensó en romper la piedra, pero eso era aún más complicado.
Jordan subió a la superficie, tomó aire y volvió a sumergirse. Recordó la llave que uno de los hombres había arrojado al agua y empezó a buscarlo esperanzado. Quizás, podría ocurrir un milagro y encontrarlo. Buscó frenéticamente entre las piedras del fondo, sintiendo la desesperación crecer con cada segundo que pasaba. Finalmente, sus dedos rozaron algo metálico. Era la llave, la cual había sido arrojada cerca de Reinhardt para que éste se desesperara por querer tomarla y se ahogara más rápido. Jordan la tomó y se aproximó al hombre encadenado. Aun con sus manos moviéndose a causa de la agresividad del agua, logró abrir las cerraduras. Reinhardt, libre de las cadenas, nadó rápidamente hacia la superficie e inhaló una gran bocanada de aire, recuperándose en cuestión de segundos. Jordan, por su parte, intentó seguirlo, pero la cadena se enredó por su pie. Luchó por liberarse, pero la falta de aire lo venció y perdió el conocimiento al instante, pues no tenía la suficiente resistencia como para aguantar varios minutos sin respirar, tal y como lo hizo Reinhardt. Mientras tanto en la superficie, Reinhardt se disponía a acercarse a la orilla del puerto. Sin embargo, notó que el chico no lo seguía. Sin dudarlo, se sumergió de nuevo y vio a Jordan inconsciente, atrapado entre las cadenas. Con rapidez, desenredó la cadena de su pie y lo elevó hacia arriba. Reinhardt salió a la orilla sosteniendo a Jordan con un brazo y lo recostó en el suelo. Cuando pensaba presionar su pecho para aplicar primeros auxilios, Jordan empezó a toser por su cuenta y escupió toda el agua que había ingerido, en lo que Reinhardt dio unas palmadas a su espalda mientras el chico se recuperaba. Quería preguntarle su nombre y hablar con él en cuanto recobrara la fuerza y el sentido, sin embargo, al mirar a su alrededor, notó que unos guardias se acercaban con linternas. —¡Oigan! ¿Qué están haciendo ustedes allí? —vociferó uno de ellos desde la distancia. Reinhardt entendió que no era seguro que siguiera en ese sitio, así que se levantó rápidamente y se alejó corriendo. Los guardias llegaron hasta Jordan y se dispusieron a ayudarlo. —Oye, niño, ¿estás bien? —preguntó uno, a lo que Jordan asintió. —Estoy bien —sintió dolor en el pecho al hablar. —¿Qué ocurrió? ¿Por qué estás empapado? ¿Entraste al mar? —agregó el guardia. —Solo andaba caminando por la orilla, pero… —Jordan notó que el hombre que salvó ya se había ido y no esperó a que los guardias llegaran a ayudarlo, así que asumió que era mejor no entrar en detalles—. Tropecé y caí, pero pude salir y ya estoy bien —dijo, tratando de sonar convincente. Los guardias lo ayudaron a levantarse, mientras que Reinhardt desaparecía en la oscuridad. Después de lo ocurrido, Jordan regresó al hostal. Ya era de noche cuando llegó a su habitación, se cambió de ropa porque estaba empapado y se acostó en la cama, mirando al techo y a las telarañas en las paredes. Se puso a pensar en cómo había gente capaz de lanzar a otros al mar para hacerles daño y hacerlos desaparecer. Cuestionó todo hasta que se quedó dormido. Al día siguiente, decidió olvidar aquel incidente y se levantó con el propósito de encontrar trabajo. Fue rechazado en todas partes, con todo tipo de excusas. Nadie quería contratarlo por su aspecto de campesino y su apariencia joven y delgada, y nadie le creía cuando aseguraba que podía realizar trabajos pesados. De esa forma, era difícil encontrar una oportunidad. Durante la hora del almuerzo, fue a un local de comida barato y contó el dinero que tenía. Calculó que solo le alcanzaba para tres días más. Necesitaba encontrar trabajo pronto para poder sobrevivir y pagar el hostal, o mudarse a un lugar mejor. Siguió buscando hasta que empezó a atardecer. Se le cruzó por la cabeza volver al cabaret y probar suerte de nuevo. Por lo tanto, se dirigió al lugar y tocó la puerta, pero nadie respondió. Tan solo por impulso, intentó abrirla con la manija y la puerta se abrió, lo cual lo sorprendió. Debió volver a cerrarla y retirarse, pero la curiosidad lo invadió y terminó entrando. —¿Hola? —articuló, cruzando el umbral con cautela. Sin embargo, solo obtuvo el silencio como respuesta. Se mantuvo unos minutos observando el sitio, mirando el escenario, el piano, el bar que solo servía agua, soda y una mezcla de jugos raros. De pronto, vio una puerta al costado del escenario y decidió entrar. Caminó por un pasillo y, a medida que avanzaba, escuchó una voz que reconoció como la de Charlie. Iba a llamarlo, pero decidió retroceder. Sabía que si lo encontraban ahí, podría meterse en problemas por haber entrado sin autorización. Mientras intentaba irse, escuchó algo que lo inmovilizó. Charlie hablaba sobre unas cajas de licor que llegarían a la ribera. Describía el barco que las transportaría, la ruta por la que vendría y cómo burlarían a los guardias marítimos y a la policía por el asunto de la ley seca. Claramente estaban planeando algo ilegal. Jordan, sabiendo que estaba en peligro, trató de salir sin ser percibido, pero tropezó y cayó. Las voces se detuvieron y de pronto escuchó unos pasos que se acercaban hacia su posición. —¿Qué estás haciendo aquí? —cuestionó Charlie, reconociendo a Jordan al instante. —S-Solo vine para ver si me podían dar el empleo —respondió el chico, bastante nervioso. —Ya te he dicho ayer que no. No tienes nada que hacer aquí, así que vete —impuso Charlie, agitando la mano para espantarlo. Antes de que Jordan pudiera levantarse, un hombre imponente apareció en donde ambos estaban. Sus ojos grises y mirada penetrante intimidaban a cualquiera. Tenía la piel bronceada, el cabello oscuro y un cuerpo musculoso que parecía a punto de romper su camisa. Llevaba pantalones ne-gros, zapatos relucientes y un aroma que se percibía desde la distancia. Jordan quedó maravillado por un instante, pero esa maravilla se desvaneció cuando el hombre sacó un arma y le apuntó en la cabeza . —¿Quién mier-da eres tú? —dijo el hombre, con voz fría y autoritaria. Jordan sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral mientras miraba el orificio del arma a poca distancia de su frente. Su respiración se detuvo por un momento y su corazón comenzó a latir desbocado, como un tambor en sus oídos. Levantó las manos lentamente, intentando no hacer ningún movimiento brusco. Sus piernas empezaron a temblar visiblemente y un sudor frío comenzó a perlársele en la frente. La sensación de miedo puro lo paralizó y creyó que se terminaría orinando en los pantalones. —P-Por favor, n-no dispares —tartamudeó, apenas en un susurro. Sus ojos estaban muy abiertos, reflejando tanto pánico como súplica—. N-No quiero morir. El hombre que le apuntaba era nada menos que Reinhardt Barone, al que había salvado de ahogarse la noche anterior. Sin embargo, en ese momento, ninguno reconoció al otro.Reinhardt se mantuvo impasible. Sus ojos, oscuros y vacíos, no mostraban ni un rastro de emoción. La mano que sostenía el arma estaba firme, sin el más mínimo temblor, como si apuntar a la cabeza de Jordan fuera una acción cotidiana.—¿Crees que me importa? —dijo él, con una voz baja y helada, carente de cualquier rastro de humanidad. No había titubeo en su tono, ni rastro de compasión.En ese momento, Charlie intervino rápidamente. —Reinhardt, esto no es necesario. Este… muchacho vino ayer a pedir empleo y le dije que no. Ha vuelto para insistir, pero no hay nada para él aquí. Solo déjalo ir —farfulló. Sabía que Jordan no era hombre, pero seguía pensando en que solo era una jovencita que quizás tenía sus propios problemas y que esa era su forma de enfrentarse al mundo. Reinhardt no bajó el arma, pero Jordan creyó ingenuamente que Charlie podría ser capaz de controlarlo. —S-Sí, así es —se puso de pie lentamente—. P-Pero ya que me han rechazado por segunda vez, me voy p-para no
Jordan, por su parte, no reconoció a Reinhardt, pues no había visto su rostro claramente aquella noche. Reinhardt se quedó en silencio por un momento y decidió no revelar la razón por la que lo conocía. Se puso de pie y guardó su arma.—Veamos qué puedes hacer —articuló, a lo que Jordan fijó sus ojos llorosos en su rostro y lo miró con extrañeza. —¿Q-Qué… dijiste? —su nariz enrojecida brillaba debido a la luz del sótano. Reinhardt lo tomó del brazo y lo levantó del suelo con una fuerza bruta, llevándolo fuera de la habitación. Cada paso resonaba en el vacío del cabaret hasta que finalmente llegaron al gran salón donde se llevaban a cabo los espectáculos nocturnos.De pronto, el hombre empujó a Jordan hacia una silla frente al piano. —Siéntate —impuso, en lo que su voz resonó en la vastedad del sitio—. Quiero escuchar cómo tocas. Viniste para solicitar trabajo como pianista, ¿no? Ahora demuéstrame que tienes talento. Jordan se quedó confundido por la repentina orden del hom
"Veremos hasta donde eres capaz de llegar por mantenerte con vida". Esto parecía más una advertencia de que tocar el piano no era lo único que haría. —Charlie —agregó Reinhardt—. El chico quedará a tu cargo.El hombre salió del salón, a lo que Charlie suspiró. —Eso pensé. Pasé de ser tu sepulturero, a ser tu niñera —rechistó, hablándole a Jordan.—. Ven, tenemos trabajo que hacer. Charlie se aproximó al muchacho y lo tomó del brazo con suavidad para levantarlo de la silla. Lo llevó nuevamente hacia la puerta que se encontraba al lado del escenario, atravesaron un pasillo y llegaron hasta otro salón, en donde habían varias puertas. Charlie lo llevó a la puerta derecha, en donde se hallaban varias mujeres que trabajan en el cabaret como bailarinas y… algo más. Al entrar en la habitación donde las chicas se preparaban para el espectáculo, todas las miradas se dirigieron hacia Jordan. Una de las chicas, con una sonrisa curiosa, se acercó a él. —¿Y este hombrecito quién es? —preg
Salieron de aquella habitación, pasando de nuevo por el sitio en donde estaban las bailarinas y regresaron al salón de puertas. Ambos salieron de la puerta de la derecha para luego ir a la izquierda. Allí atravesaron un pasillo, llegando a un depósito. Después, Charlie movió una caja y quitó una alfombra que ocultaba una puerta en el suelo. La abrió y se introdujo en ella, bajando una escalera. Al tocar el piso, llegaron a una habitación pequeña y oscura. Caminaron en línea recta hasta llegar a una puerta, la cual Charlie abrió y, finalmente, se encontraban en el lugar oculto del Paraíso Nocturno.Era un sitio clandestino, un cabaret subterráneo con una entrada oculta. Charlie y Jordan entraron por el depósito, y éste era la entrada únicamente para el hombre amanerado y Reinhardt, además de las bailarinas. Sin embargo, había otra entrada para el público.El lugar ya se hallaba repleto, aunque el de arriba aún estaba vacío. Ambos funcionaban y les hacía ganar dinero, pero claramente el
Tras escuchar esto, Jordan tragó saliva.—Ya ni siquiera soy dueño de mí mismo, ¿eh? —dijo con sarcasmo y con un toque de miedo—. Eso no es nada esperanzador. —Veo que entendiste —añadió—. Si no quieres tener problemas, haz tu trabajo como corresponde y trata bien a los clientes. Sé amable, sonríeles aunque no te agraden y si se acercan a conversar contigo, no te atrevas a evitarlos o a ignorarlos. Actúa como si fueras amigo de ellos y haz que siempre quieran regresar. Si recibo quejas de ti constantemente, significa que eres una piedra en el zapato que tendré que quitar. Por lo tanto... —Charlie le dio una fuerte nalgada, lo que hizo que Jordan diera un paso por delante—. Haz tu mejor esfuerzo.Después de aquella pequeña plática esclarecedora, Charlie y Jordan se adentraron entre la gente, quienes rodearon al anfitrión. En ese momento, Charlie aprovechó para presentar al chico ante los clientes.Jordan saludó con la mano y con ligeros movimientos de cabeza, además de una ligera sonri
El hombre parpadeó repetidamente, mostrándose confundido e indignado.—¿Qué... dijiste? —cuestionó con voz autoritaria.—¿Acaso también eres sordo? —encaró Jordan—. ¡Dije que quites tu maldito trasero del piano! —resaltó, esta vez con más fuerza.El señor se puso de pie y se acercó al chico, inclinándose hacia su rostro con una expresión de desafío.—¡Hic! ¡Insolente! ¿Cómo... cómo te atreves a hablarme así, eh? ¿Quién te... crees que eres? —regañó, clavándole el dedo índice en el pecho. Estaba tan cerca de Jordan que éste podía percibir el aliento desagradable del sujeto, a lo que realizó una mueca de repulsión—. ¡Hic! ¡Tú, un... un simple pianista de... de quinta! —escupió, con las palabras arrastradas—. ¡No sabes con... quién estás hablando! ¡Yo soy... hic... importante, más que tú! ¡Tienes que... que respetarme! ¡Hic! ¡Tienes que hacer lo... que te digo, ¿entiendes?! ¡Yo soy el... cliente! ¡Este lugar... prospera gracias a... mi dinero, eh!Jordan, irritado por la soberbia del hom
Ambos se miraron fijamente durante unos segundos que parecieron una eternidad. Reinhardt apartó la vista para dirigirla hacia el hombre en el suelo, que estaba gimiendo de dolor por las heridas en el rostro y la que le había hecho Jordan en la cabeza con la botella de vidrio. Acto seguido, miró a Charlie, que solo se encogió de hombros.Con un gesto de su mano libre, Reinhardt indicó a los clientes que podían continuar con su noche y que restaran importancia a lo que acababa de pasar. Luego, sacó a Jordan de allí jalándolo del saco y lo llevó a una habitación vacía. Lo soltó con un empujón firme y lo fulminó con la mirada.—Te di una oportunidad para conservar tu vida y a las pocas horas haces que me arrepienta de haberte perdonado —declaró con una expresión sombría—. Es tan solo tu primera noche aquí y ya fuiste capaz de agredir a uno de mis clientes. ¿Qué se supone que debo esperar de ti de ahora en adelante?Jordan se quedó mudo por un instante. Reinhardt le estaba hablando de fren
Reinhardt permaneció impasible en todo momento. Entrecerró los ojos y contempló a Jordan sin realizar alguna expresión que revelara lo que estaba pensando. Ya que se hallaba lo suficientemente cerca del chico, decidió dar un paso más, invadiendo su espacio personal.Jordan, instintivamente, retrocedió. Aunque Reinhardt pudo haber interpretado esto como una muestra de debilidad, en realidad, el joven lo hizo por puro instinto de supervivencia, procurando mantener una distancia segura.Reinhardt se inclinó ligeramente hacia él y Jordan miró hacia un costado, a lo que el hombre arqueó una ceja.—Por un momento pensé que me estabas perdiendo el miedo, pero me doy cuenta de que no es así —articuló—. Aún con todo el temor que sientes hacia mí, eres capaz de sacar esa lengua larga y hablarme de esa forma, diciéndome en mi propia cara que no seguirás las indicaciones con respecto a los clientes y que harás lo que te viene en gana. Sin embargo, déjame recordarte algo, campesino: te he perdonad