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BAJO EL DOMINIO DEL MAFIOSO
BAJO EL DOMINIO DEL MAFIOSO
Por: Yaz Salo
C1: El Paraíso Nocturno.

Era el mediodía cuando el sol intenso calentaba la carretera repleta de polvo, y a su vez, iluminaba a un joven delgado de aspecto desaliñado que levantaba el pulgar con la esperanza de conseguir un aventón hacia la ciudad. Vestía una camisa blanca desgastada que se pegaba a su espalda debido al sudor, unos pantalones amarronados con tirantes y unos zapatos viejos del mismo color. Sobre su cabeza, reposaba un sombrero de paja deteriorado, el cual ofrecía poca protección a su rostro contra el calor. Su piel estaba ligeramente bronceada debido a su exposición a los rayos solares. Con la nariz y los pómulos enrojecidos a causa de los rayos ultravioletas, observaba la manera en que una fila de vehículos pasaba frente a él y ninguno se detenía para ofrecer su ayuda.

Finalmente, tras varios intentos fallidos, un camión que transportaba árboles talados redujo la velocidad y se detuvo delante de él. Un hombre mayor, con barba canosa y semblante cansado, asomó la cabeza por la ventanilla.

—¿A dónde vas, muchacho? —preguntó el hombre con voz ronca.

—A la ciudad —respondió el joven, señalando el horizonte.

—Sube, voy para allá —dijo el camionero, abriendo la puerta del copiloto.

El joven trepó al asiento, cargando su vieja maleta ne-gra. El vehículo reanudó su marcha, con el rugido del motor resonando en la tranquila carretera rural. Durante un rato, ambos viajaron callados, acompañados solo por el sonido del transporte y el paisaje que pasaba velozmente a su alrededor.

—Hace un calor infernal hoy —comentó el camionero, rompiendo el silencio.

—Sí, es insoportable —asintió el joven, limpiándose el sudor de la frente con el dorso de la mano mientras se quitaba el sombrero y empezaba a abanicarse con él.

El camionero observó el cabello mal cortado del joven por un breve momento, pero no hizo ningún comentario al respecto. Solo se encogió de hombros y le restó importancia.

Después de varios minutos de trayecto, ambos divisaron un control policial que se encontraba unos metros más adelante. La patrulla de la policía de tránsito estaba deteniendo vehículos para inspecciones de rutina. El joven no pudo evitar mostrar un semblante nervioso, lo cual no pasó desapercibido para el camionero.

—¿Pasa algo, muchacho? —preguntó el hombre mayor.

—No, no pasa nada, es solo que los policías me ponen un poco inquieto —respondió el joven, tratando de sonreír.

—No tienes nada que temer, chico. Solo están asegurándose de que ningún camión de carga entre de manera ilegal con botellas de licor. Ya sabes, por el asunto de la ley seca.

La Ley Seca prohibía la venta, producción y transporte de alcohol. El propósito de esto era disminuir el crimen y los problemas de salud que ocasionaban su consumo, pero lo que en verdad hizo fue dar un gran empujón al mercado ne-gro y a las mafias.

—Este camión es totalmente legal —agregó el señor—. Así que solo mirarán un momento, revisarán nuestros documentos y ya está. Es rutina habitual.

—¿Está bastante acostumbrado a esto, no es así? —preguntó el joven.

—Sí, bastante. Es cosa de todos los días —asintió el camionero.

El camión se detuvo al recibir la señal del oficial y un policía se acercó a la ventanilla del conductor.

—Buenos días, caballeros. Quisiera ver sus documentos, por favor —pidió el oficial.

—Claro, por supuesto —respondió el camionero, entregando sus documentos al oficial.

El oficial hizo un gesto a sus compañeros, quienes comenzaron a revisar el camión. Mientras tanto, revisó primero los documentos del conductor y luego pidió los del joven, quien, absorto en sus pensamientos, tardó un momento en reaccionar.

—Ah, sí, claro, mis documentos —dijo el joven, entregando su identificación al oficial.

El policía miró la identificación del joven y luego lo observó detenidamente.

—Es una identificación nueva —comentó el oficial.

—Sí, así es. La saqué hace poco —respondió el joven.

—Jordan Miller —leyó el policía en voz alta—. Y según esto, tienes veinticinco años. Pero… —le echó un vistazo al rostro del chico—. No luces de esa edad.

El corazón de Jordan aumentó su velocidad de latidos y sintió una gota de sudor deslizándose por su frente.

—Qué pícaro es usted, señor policía. Lo tomaré como un halago —sonrió de oreja a oreja para simpatizar con él, pero el oficial solo levantó la ceja, mostrándose totalmente serio y sin ninguna intención de seguirle la corriente—. O tal vez no —se encogió en su asiento, colocándose el sombrero.

—Hay muchas personas que han estado haciendo identificaciones falsas últimamente por el asunto de la ley seca. Espero que no sea tu caso —insinuó el oficial.

Jordan se secó el sudor de la frente.

—Para nada, señor policía. Como puede ver, mi identificación es completamente legal. La saqué hace poco porque la anterior ya venció, pero esta es totalmente legítima —aseguró.

El oficial asintió y devolvió la identificación.

—Está bien. Solo ten cuidado, joven. La ciudad puede ser un lugar difícil y no querrás arruinar tu vida.

—¿Hay algún problema con el chico, oficial? —intervino el camionero, notando la tensión en la conversación.

—No, no hay ningún problema —respondió el policía, aunque seguía mirando a Jordan con desconfianza.

—Este muchacho es el hijo de un amigo, es del campo —dio un par de fuertes palmadas a la espalda de Jordan, haciendo que éste se fuera por delante—. Le estoy haciendo el favor de llevarlo a la ciudad para ver a su padre.

—Ah, así que de eso se trata —articuló el oficial, creyéndose la historia.

Cuando sus compañeros confirmaron que no había nada sospechoso en el camión, el oficial les dio el paso.

—Pueden continuar con su viaje —dijo, a lo que el camionero asintió con la cabeza.

Mientras reanudaban la marcha, Jordan soltó un largo suspiro. Tras ver esto, el camionero se rió ligeramente.

—No mentías cuando dijiste que los policías te ponen bastante nervioso —comentó.

—Sí, bueno, es solo que cuando notan que me pongo inquieto, empiezan a decirme cosas y eso me pone aún más nervioso. Pero no tengo nada que ocultar —dijo Jordan—. ¿Quiere usted revisar mi maleta? —ofreció.

—No, no, para nada. Te ves como un chico bastante sensato —respondió el hombre mayor.

Jordan solo hizo una mueca que parecía ser una sonrisa y decidió permanecer callado durante el resto del viaje.

—¿Dónde quieres que te deje? —preguntó el camionero cuando comenzaron a entrar en una zona más transitada.

—En cualquier lugar donde haya movimiento, por favor —respondió Jordan.

El camionero asintió y se detuvo en una esquina concurrida. Jordan bajó del camión con su maleta y, antes de que el conductor pudiera irse, se giró de nuevo para hablarle.

—Espere, señor. ¿Sabe de algún lugar en el que pueda trabajar? Necesito hacerlo urgentemente. Como verá, soy del campo y no tengo mucho dinero. Necesito algo con lo que pueda sostenerme a largo plazo, además de un sitio en donde pueda instalarme.

—¿Qué sabes hacer? ¿Qué talento tienes? —preguntó el camionero.

—Puedo hacer muchas cosas. Atender de camarero, arreglar objetos descompuestos, hacer recados… Incluso puedo hacer trabajos pesados.

—No luces como alguien que pueda hacer trabajos pesados —dijo el camionero, con una sonrisa burlona.

—Oiga, no sea prejuicioso, señor —replicó Jordan con una mirada desafiante.

El camionero soltó una risa.

—¿Tienes alguna idea de algún instrumento? ¿Del piano, tal vez? —agregó.

—Oh, sí. La verdad es que me enseñaron a tocar el piano en el instituto al que iba —respondió Jordan.

—Bueno, precisamente tengo un conocido que está buscando un pianista. Es en un… cabaret, un lugar donde las mujeres hacen presentaciones para atraer hombres.

—¿Me podría dar más información, por favor?

—Claro, el lugar se llama "El Paraíso Nocturno". Está a unas dos cuadras de aquí.

—¡Lo buscaré! ¡Muchas gracias, señor! ¡Espero volver a verlo algún día para devolverle el favor! —exclamó, agitando la mano mientras se alejaba.

—¡Por supuesto, ten por seguro que te buscaré para que me pagues! —le respondió con una sonrisa. El chico claramente le había caído bastante bien.

Jordan comenzó a caminar con su maleta balanceándose a su lado. Tras unos minutos de andar por las calles abarrotadas, finalmente encontró el lugar. Un letrero brillante indicaba "El Paraíso Nocturno". En la entrada, una publicidad anunciaba la búsqueda de un pianista. Jordan respiró hondo y empujó la puerta que estaba entreabierta, encontrando el interior sorprendentemente silencioso y vacío.

Una mujer salió desde el fondo del local, claramente sorprendida por la llegada del chico y su apariencia juvenil. ¿Qué hacía un niño en un lugar como ese?

—¿Necesitas algo? —preguntó, mirándolo con extrañeza.

—Estoy buscando trabajo. Un buen hombre me ha dicho que aquí podrían dármelo —dijo Jordan, intentando sonar seguro.

—Oh, ya veo. Espera aquí, traeré a Charlie.

La mujer se alejó y, al poco rato, apareció un hombre de complexión delgada, el cual se acercó con un andar gracioso y ligero, casi flotando. Cada paso era meticuloso y elegante, con los pies colocados uno delante del otro en una línea recta, como si desfilara por una pasarela invisible. Sus caderas se balanceaban ligeramente, añadiendo un ritmo cadencioso a su caminar.

Llevaba una camisa de seda de color lavanda, perfectamente ajustada a su torso y metida dentro de unos pantalones de lino blancos que caían con suavidad hasta sus zapatos mocasines de cuero marrón claro. El pantalón, ligeramente acampanado, rozaba apenas el suelo con cada paso. Completaba su atuendo un cinturón fino de cuero que enfatizaba su cintura delgada.

Su nombre era Charlie.

—¿Qué estás buscando aquí? —preguntó sin rodeos, observando a Jordan detenidamente de pies a cabeza.

—¡Hola! —saludó con entusiasmo—. Mi nombre es Jordan, estoy buscando trabajo y me han dicho que aquí buscan contratar.

—Recibimos a personas todos los días, pero tú no estás dentro de los estándares de este sitio —dijo el hombre, evaluando a Jordan.

—¿Q-Qué? —soltó, confundido—. ¿Por qué? Ni siquiera le he mostrado lo que puedo hacer.

—Escucha, aquí buscamos mujeres con un cuerpo voluminoso, con buenas curvas y atributos destacables. Tú estás realmente muy plana y no puedo ayudarte, lo siento.

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