El marido de Maritza es un guapo millonario que dejó de ser el príncipe azul para convertirse en un maldito ogro. Para arreglar la situación que están viviendo, Ricardo, el marido ejemplar, decide que pasarán su décimo aniversario en un lujoso crucero, donde, según él, las olas del mar los mecerá para volver a reencontrarse, pero el destino tiene preparada otra cosa y, en altamar, ese aniversario será inolvidable.
Leer másLa Navidad la celebraron en casa de Ulises, con Leonardo como invitado, quien, a pesar de las reticencias iniciales, logró encajar muy bien en esa extrovertida y agradable familia. Él le llevó regalos para el bebé de Maritza y de Xiomara, pese a que no la conocía, “pero”, dijo, “conozco a Nelson y él es el padre”.El Año nuevo, la fiesta fue en casa de la madre de Ulises, quien también invitó a Leonardo, le había caído muy bien y le tomó cariño, dijo que lo había sentido como a un hijo, y no le gustaría que estuviera solo en fechas tan especiales.Como sorpresa, la familia de Maritza, en pleno, viajaron a visitarlos, por lo que la cantidad de gente era mucha, sin embargo, parecía no notarse pues la casa de la mujer era tres veces más grande que la de Ulises.Poco antes de las doce de la noche, en la despedid
La Navidad llegó en todo su esplendor. Las luces adornaban las calles, casas y edificios de la ciudad, el centro estaba lleno de gente haciendo sus compras de última hora.―Bien, creo que ya tenemos todo ―meditó Maritza, casi para sí misma, mientras se movía por la cocina guardando todo, Ulises la seguía con la mirada, incapaz de seguirla con su cuerpo―. Leche, crema, pollo, carne… Lástima que aquí no haya pan de Pascua, espero que me resulte el que estoy haciendo. El Cola de mono, infaltable. ¡Ojalá mi nana estuviera aquí para hacer su rico Cola de mono! ¿Qué más, qué más? Sí, al parecer está todo.―Supongo que recuerdas que la doctora te dijo que debías tratar de descansar, ¿o no lo recuerdas?―Pero si me levanté tarde. Mañana es Navidad, ahora guardo esto y estamos. Me iré
Leonardo llegó a la hora indicada a la casa que compartían Ulises y Maritza, allí los esperaban los tres con Jorge, o Nelson, como lo conocía el visitante.―¿Te molesta que estén ellos presentes? ―le preguntó la mujer luego de servirle un jugo y acomodarse en la sala.―No, no, para nada.―Tú dirás, la última vez que nos vimos no parecías dispuesto a hablar.―Bueno… Yo… Lo que pasa es que este tiempo me ha servido mucho para pensar en lo sucedido y creo que te debo una explicación.―¿A mí? ¿Por qué?―Porque tú eras su esposa, su mujer.―Título que él no respetó.―Sí, lo sé, quiero que sepas que yo no sabía que él te maltrataba, de haberlo sabido… No, en realidad no habría servido de mucho. Yo sabía que
Bruno se acercó a su excompañero que entraba al aeropuerto en ese momento.―Ahora ya no sé ni cómo te llamas ―le dijo en tono de broma.―Sabes que en esta profesión no tenemos nombre.―Tú dejarás esto, sobre todo ahora que serás padre.―Sí. ¿Tú qué harás?―También me saldré. Me aburrí de ser el perro guardián de tipos sin moral. Me ha costado mucho darme cuenta de que esta no es la vida que quiero. Murió mucha gente por mi culpa y lo lamento tanto.―Te diste cuenta y cambiaste tu camino, eso es lo importante.―Sí, aunque tengo que hacer un último trabajo.―¿Cuál?―El curita, él fue quien hizo explotar el barco, yo le dije que aprovecháramos la llegada de la familia de los Russo para sacar a Zegers, que la señora Maritza habría e
Un par de días después, Maritza fue dada de alta. En el departamento de Nelson, la esperaba Ulises, quien la apretó en un abrazo y luego la besó con profundidad, no le importó que estuviera su mamá, ni su hermano, ni la familia de ella.―Te extrañé tanto, condesa, tanto ―le dijo, emocionado, cuando la soltó―. Quería ir a verte, pero no me lo permitían, el lugar era de alta seguridad, no cualquiera entraba, querían estar seguros de que no había peligro para ti, al fin y al cabo, esa explosión fue para asesinarte a ti y el tipo que lo hizo seguía prófugo.―Sí, a lo que llegan algunas personas por ambición, pero bueno, nada que hacer, aquí estoy, vivita y coleando, como dicen en mi país.―Con que estés viva me conformo, mi bella condesa.La volvió a besar.―Tengo que saludar a
Una enfermera entró a la sala.―¿Cómo está, más tranquila? ―preguntó.―Sí, no recuerda nada, pero está calmada.―¿Sabes quién eres y por qué estás aquí? ―interrogó a la enferma como si fuera una niña que no entiende.―Sí, sé quién soy, pero no por qué estoy aquí, ¿qué pasó?―Se tomó una serie de pastillas que podrían haberla matado, ahora debe quedarse aquí hasta que se recupere ―le informó la enfermera.―No recuerdo nada, debí perder la razón.―Sí, estaba muy descompensada, es lógico, de todas maneras, luego de las experiencias vividas.―¿Cuándo podré irme?―Ya le dije que debe recuperarse, va a venir un siquiatra a verla, él decidirá si puede quedarse aqu&ia
―Puede ser ―respondió el escolta con tranquilidad―, ella me dijo que disfrutara de la fiesta, había estado tratando todo el crucero que yo también me divirtiera, incluso, esa noche, quería que me sentara con ella a la mesa, lo cual no era apropiado, por cierto, creo que se sentía incómoda al verme trabajando. Tal vez le dijo que ella me dio “libre”, ¿no es así? De otro modo, no sé qué podría haberles dicho.―Efectivamente, pero veo que usted no lo toma así.―Mi trabajo es 24/7, con mis descansos, obvio, pero no tengo horario, por lo que dejarla esa noche a su merced no fue profesional de mi parte y me arrepiento por ello.―¿Y qué hay de la relación entre el señor Ulises Areleus y la señora Zegers?―¿Relación? Que yo sepa ellos no tienen más relación que la de haber quedado solos en una
Un nuevo beso que se alargó hasta que él la soltó de golpe y se levantó.―Lo siento, si sigo…Ella se levantó y le tomó una mano.―Yo también quiero estar contigo.―Pero a ti no se te nota ―respondió algo divertido mirando su pantalón.―Es cierto ―admitió ella con una sonrisa.―Vamos al comedor, la mesa ya estaba puesta, así que poco es lo que tenían que hacer.Ulises se acercó a Maritza y acunó su rostro entre sus manos.―Te amo, mi condesa, te amo y estoy dispuesto a esperar el tiempo que sea necesario para estar contigo. Así sea un día o mil ―le dijo antes de darle un dulce beso.Ricardo resopló molesto, furioso en realidad. Hacía un par de días se había despertado de un coma en el que cayó tras sufrir una septicemia por la herida de la pi
Ulises contempló a Maritza antes de entrar a la casa, como un bobo, no pudo disimular su nerviosismo. Su madre le pegó un pequeño codazo y entraron.―Buenas noches ―saludó Anthea a sus anfitriones.―Buenas noches ―saludaron de vuelta.―Hola, Xiomara; hola, Maritza ―saludó Ulises.Xiomara le dio un abrazo, ella tampoco lo había visto después de su regreso.―Me alegro tanto, jefe, que esté bien, nos dio mucho susto.―Y yo me alegro de que tú estés bien, ¿has sabido de los demás chicos?―Todos se salvaron, aunque Ignacio está hospitalizado todavía, con una pierna rota, están evitando amputársela.―No me habían dicho eso, lo visitaré. La verdad, es que pocas noticias me han dejado ver, no puedo trabajar y casi no puedo salir, según dicen estoy con estrés postraumático. ―Neg