La Navidad la celebraron en casa de Ulises, con Leonardo como invitado, quien, a pesar de las reticencias iniciales, logró encajar muy bien en esa extrovertida y agradable familia. Él le llevó regalos para el bebé de Maritza y de Xiomara, pese a que no la conocía, “pero”, dijo, “conozco a Nelson y él es el padre”.
El Año nuevo, la fiesta fue en casa de la madre de Ulises, quien también invitó a Leonardo, le había caído muy bien y le tomó cariño, dijo que lo había sentido como a un hijo, y no le gustaría que estuviera solo en fechas tan especiales.
Como sorpresa, la familia de Maritza, en pleno, viajaron a visitarlos, por lo que la cantidad de gente era mucha, sin embargo, parecía no notarse pues la casa de la mujer era tres veces más grande que la de Ulises.
Poco antes de las doce de la noche, en la despedid
Maritza se sentó frente a su esposo en el elegante restaurant en el que la había citado. Sostuvo su mirada unos segundos y luego bajó la cara, ni un “hola”, mucho menos una sonrisa de parte de su esposo, la recibió.―¿Cómo estás? ―le preguntó ella en tono bajo. ―Nos vamos a ir de viaje ―le explicó él con tono autoritario―, vamos a tomar un crucero por el Mediterráneo, estaremos veinte días fuera.―¿Veinte? ¿Y tu trabajo? Jamás lo dejas.―Esta es una ocasión especial, es mi regalo de aniversario, no todos los días se cumplen diez años de feliz matrimonio.Ella sonrió entre confundida y nerviosa, ¿feliz matrimonio? Su matrimonio era cualquier cosa, menos feliz.―Ahora, después de almuerzo, quiero que vayas a comprarte ropa, quiero que seas la más lind
Dos días más tarde, Maritza y Ricardo subían al crucero prometido. El maquillaje que ella usaba ocultaba un pequeño moratón en su pómulo.―Nelson, llévala al camarote, yo iré a dar una vuelta por ahí ―le dijo Ricardo al escolta de su esposa―. Espérame lista ―le ordenó a su mujer con tono frío.―Está bien.El guardaespaldas siguió camino al lado de la mujer sin emitir palabra alguna. Abrió la puerta de la habitación y la dejó así para que ella entrara.―Descanse, mañana será un largo día, hay muchas actividades planificadas.―Dudo que duerma, mi esposo quiere entrenar la ropa que usted me compró y después de esto… ―respondió con amargura enseñando el golpe que le había dado hacía dos noches.El hombre alzó su mano
El mesero dejó la bandeja sobre el mesón de la cocina y resopló furioso, apoyado en la mesa para calmarse.―¿Pasó algo, jefe? ―preguntó Johan, otro de los empleados.―¿Siempre se topan con gente así de desagradable?―¿Cómo esa tipa? ―replicó Ignacio, un mesero que entraba en ese momento a la cocina―. No. Esa mujer es de lo peor, voy a ir yo a hacer el recambio de platos.―A mí me tocó un tipo así una vez, era un hombre, qué terrible, me hizo llorar ―intervino Xiomara.―¿Por qué no me lo dijiste?―El cliente siempre tiene la razón, ¿no? Sobre todo, estos ricachones.―¡No!―¿Y por qué no le dijo nada a ella ahora?―Porque a mí no me ofenden sus palabras, pero no por eso voy a permitir que les hagan lo mismo a ustedes, ella se aprovecha de su condici&oa
El salón estaba repleto de gente. Aquel viernes era la fiesta de cumpleaños de dos pasajeros y todos estaban invitados. A decir verdad, el crucero no era tan grande como los que solían aparecer en las revistas de viaje, pero era bastante cómodo y, como era para pocos pasajeros, la fraternidad era fácil de llevar.Maritza y Ricardo llegaron algo tarde, él había querido disfrutar de su mujer antes de bajar, ya que no había podido hacerlo desde que subieron al barco, pero cayó dormido en cuanto tocó la cama y, al final, no pudo hacer nada. Al despertar, Bruno y Nelson se encontraban allí esperando a que se recobrara. Maritza estaba lista, sentada en una silla ante el tocador, rogando que no hiciera salir a los empleados para abusar de ella, pues, lo que hacía él en la intimidad con su mujer, no tenía otro nombre.A mitad de la fiesta, Ricardo ya hab&iac
―Lo siento ―atinó a decir ella y se hizo a un lado para que él pasara.―Vaya, no es tan valiente sin su marido, al parecer.―Por favor, no estoy de humor.―Ah, claro, perdón, es que hoy al almuerzo la vi de muy buen humor.―Creo que, si sigue molestándome, tendré que llamar a su jefatura, señor…―No le diré mi nombre, ¿cree que soy estúpido?―Bastante, le diré, pero no al punto de pensar que no sabe siquiera su nombre.―¿Usted se cree muy inteligente?―Más que usted.―Lo dudo.―Permiso, no tengo ganas de discutir.―¿Espera que le crea eso? Usted es la reina de la discusión.―Usted es muy fastidioso y demasiado engreído, ¿no se lo habían dicho? Demasiado para un simple mesero.―Claro, como usted se cree la condesa del Godess Carité…
―Ayer no sé qué pasó, estuve todo el día durmiendo, Bruno me tuvo que llevar a su camarote porque no fui capaz de nada, dice que no me quisieron llevar a nuestra habitación, se suponía que estabas durmiendo o esperándome y ninguna de las dos opciones daba para que entraran al cuarto ―le contó Ricardo a su esposa al almuerzo el día siguiente―. ¿Tú qué hiciste?―Me dijo Nelson que no estabas disponible, así que anduve por aquí, por allá, almorcé en la piscina ―omitió lo de los juegos a propósito―. Ya no nos atiende el mesero del principio, ahora nos atiende solo la chica. Después, leí toda la tarde en la cubierta mientras tomaba el sol. ¿Por qué quedaste tan mal? ¿Hasta qué hora bebiste?―No lo recuerdo. Recuerdo que estábamos discutiendo y me dejaste solo… hasta ahí recu
Dos días más tarde, se llevó a cabo la fiesta para elegir a las candidatas a reina del crucero, un concurso que partió por iniciativa de un grupo de pasajeros de hacía unos años y que se replicaba en cada viaje. Las mujeres podrían postularse a sí mismas o alguien más podía inscribirla, siempre y cuando ella estuviera de acuerdo. No se trataba de un concurso de belleza, más bien, se trataba de un concurso de simpatía y generosidad. Podía participar cualquier mujer, pasajera, empleada del crucero o empleada de los propios pasajeros.Así fue como Xiomara fue designada por sus compañeros de la cocina como su representante; la señora Gianna Russo, por su esposo; también Maritza Zegers fue propuesta por Ricardo, además de otras cinco mujeres que fueron elegidas por diversas personas.―Muy bien ―dijo el locutor del evento―, aquí t
Aquel día era especial para los católicos que se encontraban a bordo del hermoso crucero. Era feriado en la mayor parte del mundo, pues se celebraba la Asunción de la Virgen, claro que en el barco todos los días eran iguales.A las once, se celebró una misa a la que acudieron casi todos los pasajeros y, por supuesto, las candidatas a reina. El padre a cargo ofició una misa muy bella, respetuosa con las creencias de los demás y enfocada más a la solidaridad, a compartir tiempo y dinero con los más desprotegidos y también al amor, diciendo que, por más dinero que una familia tuviera, eso no compensaba el amor que se debían profesar unos a otros, incluso pidió que en ese mismo barco se debía compartir con los demás, aprender de los otros, pues estar en un lugar “encerrados”, por más lindo que fuera, no reemplazaba la libertad de correr p