―Ayer no sé qué pasó, estuve todo el día durmiendo, Bruno me tuvo que llevar a su camarote porque no fui capaz de nada, dice que no me quisieron llevar a nuestra habitación, se suponía que estabas durmiendo o esperándome y ninguna de las dos opciones daba para que entraran al cuarto ―le contó Ricardo a su esposa al almuerzo el día siguiente―. ¿Tú qué hiciste?
―Me dijo Nelson que no estabas disponible, así que anduve por aquí, por allá, almorcé en la piscina ―omitió lo de los juegos a propósito―. Ya no nos atiende el mesero del principio, ahora nos atiende solo la chica. Después, leí toda la tarde en la cubierta mientras tomaba el sol. ¿Por qué quedaste tan mal? ¿Hasta qué hora bebiste?
―No lo recuerdo. Recuerdo que estábamos discutiendo y me dejaste solo… hasta ahí recu
Dos días más tarde, se llevó a cabo la fiesta para elegir a las candidatas a reina del crucero, un concurso que partió por iniciativa de un grupo de pasajeros de hacía unos años y que se replicaba en cada viaje. Las mujeres podrían postularse a sí mismas o alguien más podía inscribirla, siempre y cuando ella estuviera de acuerdo. No se trataba de un concurso de belleza, más bien, se trataba de un concurso de simpatía y generosidad. Podía participar cualquier mujer, pasajera, empleada del crucero o empleada de los propios pasajeros.Así fue como Xiomara fue designada por sus compañeros de la cocina como su representante; la señora Gianna Russo, por su esposo; también Maritza Zegers fue propuesta por Ricardo, además de otras cinco mujeres que fueron elegidas por diversas personas.―Muy bien ―dijo el locutor del evento―, aquí t
Aquel día era especial para los católicos que se encontraban a bordo del hermoso crucero. Era feriado en la mayor parte del mundo, pues se celebraba la Asunción de la Virgen, claro que en el barco todos los días eran iguales.A las once, se celebró una misa a la que acudieron casi todos los pasajeros y, por supuesto, las candidatas a reina. El padre a cargo ofició una misa muy bella, respetuosa con las creencias de los demás y enfocada más a la solidaridad, a compartir tiempo y dinero con los más desprotegidos y también al amor, diciendo que, por más dinero que una familia tuviera, eso no compensaba el amor que se debían profesar unos a otros, incluso pidió que en ese mismo barco se debía compartir con los demás, aprender de los otros, pues estar en un lugar “encerrados”, por más lindo que fuera, no reemplazaba la libertad de correr p
Xiomara se acercó a Nelson para preguntarle acerca de su rival.―La llevaré a su camarote, ¿puedes avisarle al médico? Me gustaría que la viera, el golpe en su espalda parece que fue muy duro.―Ya está avisado, irá a su cuarto a verla.―Gracias ―le dijo sin quitar su vista de los ojos de la mesera.―No hay de qué. ¿Puedo ayudar en algo más?Nelson entonces miró hacia el barullo que había, su jefe se había soltado de su escolta, pasó a llevar a unos niños que jugaban alrededor de la piscina y los había botado, unos hombres querían detenerlo para pedirle explicaciones, pero él parecía no escuchar; iba directo hacia Ulises.―Yo voy a llevarla en brazos, ¿puedes ir abriéndome paso?―Claro, claro. Vamos.Al día siguiente del incidente, Xiomara fue al camarote de su co
A eso de las seis de la tarde, Nelson regresó al cuarto de Maritza para darle su medicamento y avisarle que se preparara para la fiesta de la noche, la cual comenzaría a eso de las ocho.―No sé si ir ―protestó ella de mala gana.―¿No se siente bien? ―inquirió él con preocupación.―No es eso, es que después de lo que pasó ayer…―Después de lo que pasó ayer, todos preguntan por usted, están al pendiente de su recuperación y muchos quieren ver a su candidata favorita.Maritza sonrió con tristeza. ―Jamás debí inscribirme.―Usted no se inscribió ―le recordó él.―Pero igual…―¿Podía evitarlo? No piense en ello, además, hay mucha gente que de verdad está preocupada por usted, el que quedó mal ayer fue su esposo, él
En cuanto llegó Maritza al salón, varios de los pasajeros se acercaron a ella para saber de su estado de salud. La señora Russo fue la última en saludarla.―¿Cómo está, niña?―Bien, señora Russo, gracias, ¿y usted?―Yo bien. ¿Cómo está su espalda?―Bien, ya casi no duele. Muchas felicidades ―cambió de tema―, espero que le queden muchos años junto a su esposo.―Y yo espero lo contrario para ti con tu esposo.Maritza bajó la cabeza.―Ese hombre no le conviene, niña, no se gana nada con estar tantos años con un hombre que no vale la pena. Si mi esposo me hubiera hecho una sola de las cosas que le ha hecho el suyo, créame que no estaría celebrando mi aniversario en este momento.―Sí, bueno, ya no seguiré con él, así que puede quedarse tranquila.
Xiomara escogió Medallita de la suerte, de Alfredo de Angelis, canción que, según dijo antes de interpretarla, era la canción de sus abuelos, cuando su abuela murió, él no la volvió a bailar con nadie más, pues esa era su canción especial, por lo que a ellos iba dedicada. Su interpretación fue fabulosa y ganó muchos aplausos, sobre todo de Maritza, quien no sentía ningún tipo de envidia por esa chica, al contrario, la sentía casi como a una hermana, por ridículo que pareciera. Melissa Blades, otra de las candidatas, cantó Only you de The Platters, Maritza se percató de que no dejó de mirar a Bruno en todo momento. Su voz era muy hermosa, tanto, que dejó a todos sin aliento. Ella viajaba sola, pero no era problema, pues era muy extrovertida y risueña, aunque, en cierto modo, atemorizaba a los hombres
Los vidrios rotos se esparcieron por todo el suelo. Los gritos de la gente no se hicieron esperar. Ulises la tenía abrazada y, cuando el primer impacto pasó, él soltó un poco su amarre. Ella estaba conmocionada, temblaba en sus brazos.―Tranquila, tranquila. ¿Está herida?―Creo que no.―Perfecto, ¿puede caminar?―Ella se puso en pie y se dio cuenta de que él tenía sangre en la cara por un corte en la cabeza.―Oh, por Dios, está sangrando.―No se preocupe, no es nada. Vamos. ¿Está bien? ¿Segura?―Sí, sí, los Russo, Xiomara…―Creo que la explosión fue en esa parte del barco ―informó con pesar el hombre.―¿Qué pasó?―No lo sé, debo ir a ver, ¿quiere quedarse aquí?―¿Sola? No, gracias.―Vamos.La tomó de
―¿Qué haremos? ―preguntó la mujer.―Intentar sobrevivir hasta que nos rescaten.―¿Cree que vengan?―Deberían. Lo que se hace en estos casos es barrer el lugar, espero que las olas traigan algo más que a personas desagradables hasta aquí.―Si tan mal le caigo, ¿por qué me salvó?―Porque mi ética me impide dejar morir a alguien si está en mis manos ayudarlo. No se sienta especial.―Créame que es lo que menos siento en este momento, de hecho, preferiría estar a millones de kilómetros bajo el agua.―¿Millones de kilómetros? ―repitió en tono burlón―. Bueno, de haberlo sabido…Ella no dijo nada, bajó por donde mismo había subido, aunque en realidad no tenía caso, al fin y al cabo, toda la isla era igual, no había mucha diferencia entre un lugar y otro, a