Capítulo 11

En cuanto llegó Maritza al salón, varios de los pasajeros se acercaron a ella para saber de su estado de salud. La señora Russo fue la última en saludarla.

―¿Cómo está, niña?

―Bien, señora Russo, gracias, ¿y usted?

―Yo bien. ¿Cómo está su espalda?

―Bien, ya casi no duele. Muchas felicidades ―cambió de tema―, espero que le queden muchos años junto a su esposo.

―Y yo espero lo contrario para ti con tu esposo.

Maritza bajó la cabeza.

―Ese hombre no le conviene, niña, no se gana nada con estar tantos años con un hombre que no vale la pena. Si mi esposo me hubiera hecho una sola de las cosas que le ha hecho el suyo, créame que no estaría celebrando mi aniversario en este momento.

―Sí, bueno, ya no seguiré con él, así que puede quedarse tranquila.

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