El salón estaba repleto de gente. Aquel viernes era la fiesta de cumpleaños de dos pasajeros y todos estaban invitados. A decir verdad, el crucero no era tan grande como los que solían aparecer en las revistas de viaje, pero era bastante cómodo y, como era para pocos pasajeros, la fraternidad era fácil de llevar.Maritza y Ricardo llegaron algo tarde, él había querido disfrutar de su mujer antes de bajar, ya que no había podido hacerlo desde que subieron al barco, pero cayó dormido en cuanto tocó la cama y, al final, no pudo hacer nada. Al despertar, Bruno y Nelson se encontraban allí esperando a que se recobrara. Maritza estaba lista, sentada en una silla ante el tocador, rogando que no hiciera salir a los empleados para abusar de ella, pues, lo que hacía él en la intimidad con su mujer, no tenía otro nombre.A mitad de la fiesta, Ricardo ya hab&iac
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