Nunca creí en cuentos de hadas, mucho menos en finales felices. Mi mundo es un cabaret, donde las luces son fugaces, los aplausos son vacíos, y los hombres no ven más allá de mis piernas. Todo lo que quiero es lo que puedo contar: billetes, joyas, lujos. El amor, si es que existe, no paga las cuentas. Pero entonces llegó Vicente "el Toro" Mendoza. Alto, oscuro, peligroso... y completamente obsesionado conmigo. Dice que me quiere, que soy suya. Lo dice con esa voz que podría convencer a una tormenta de detenerse y con esos ojos que me prometen el mundo, aunque sé que ese mundo está teñido de sangre. No puedo negar que me atrae, que me quema con cada mirada y me desarma con cada toque. Pero su amor no es normal; es salvaje, posesivo, capaz de derribar a cualquiera que se interponga. Y yo, con toda mi indiferencia, he aprendido a temerle tanto como desearle. ¿Quién gana cuando un depredador se enamora de una mujer que se niega a ser su presa? ¿Cuánto puedo resistir antes de que su pasión me consuma por completo? En este juego de poder, secretos y deseo, solo sé una cosa: si Vicente Mendoza me ama, eso podría ser mi ruina… o mi salvación.
Leer másVicente me sostiene un segundo más, sus manos recorren mi cintura como si intentara marcarme, pero yo le devuelvo una sonrisa controlada, como quien acaricia a un animal salvaje sabiendo que, por ahora, no va a atacar. Así es Vicente: pura intensidad, pura violencia contenida bajo esa fachada de poder. Y a veces, aunque no lo admita, es útil tener a alguien como él.Cuando me suelta, me doy la vuelta con calma, como si no acabara de calmar una tormenta en formación. El espectáculo en el cabaret continúa, pero yo siento los ojos de Vicente clavados en mí mientras me alejo. A él le gusta pensar que puede protegerme, que su fuerza bruta es lo que mantiene mi mundo en equilibrio. Lo que no sabe es que ya he calculado cada uno de sus movimientos mucho antes de que él siquiera lo piense.Subo de nuevo a mi despacho, la música y las risas del cabaret amortiguándose detrás de la puerta cerrada. Luis ya está de regreso, esperando con más noticias, como siempre.—Valentina lo sabe —dice sin pre
Ah, la ironía. El Lobo se está ahogando y ni siquiera se da cuenta de que el bote salvavidas en el que confía tiene agujeros.—¿Qué información le dieron? —pregunto, divertida.—Lo que querías que escuchara —dice Luis—. Le contamos que planeabas un gran movimiento la próxima semana, algo que te pondría en la mira de la policía. Ahora él cree que puede adelantarse a ti.—Perfecto. Que siga persiguiendo sombras —digo, con una sonrisa satisfecha—. Mientras él se preocupa por mis falsos movimientos, nosotros lo acorralamos sin que se dé cuenta.Luis asiente, complacido con cómo se está desarrollando todo. Pero entonces añade algo que no esperaba:—También hay algo más. Uno de sus hombres se acercó demasiado a Valentina.Valentina. De todas las personas que podrían estar involucradas, tenía que ser ella. Mi mejor chica, la que tiene más influencia entre los ricos y poderosos que frecuentan el club. Los hombres la adoran, las mujeres la envidian, y yo sé que, aunque juega sus propios juegos
Luis asiente en silencio. Él sabe que esto no es solo un juego de poder. Es personal. El Lobo intentó desafiarme en mi propio terreno, y eso no se lo perdono a nadie.De repente, el celular de Luis suena, rompiendo el momento. Lo toma rápidamente y responde con un simple "sí". Luego me mira, con esa expresión de "aquí vamos otra vez".—Es el contacto en la policía. Parece que ya hay rumores de los cuerpos de algunos de los aliados del Lobo apareciendo en lugares incómodos. Alguien está haciendo limpieza.Levanto una ceja, divertida.—¿Qué? —digo, con un tono despreocupado—. ¿Acaso él también tiene problemas para mantener sus "lealtades"?—Parece que sus nuevos aliados no son tan confiables como pensaba. Algunos ya empezaron a desaparecer, y no por accidente.—Interesante —murmuro—. Puede que ni siquiera tengamos que ensuciarnos las manos si se autodestruye primero.Pero sé que eso es un pensamiento demasiado optimista. El Lobo puede perder algunos peones en el camino, pero aún no ha t
El Lobo me mira, tratando de evaluar si estoy bromeando o no. No lo estoy. Sabe que no puede ganarse a esta multitud con palabras ahora. No después de que he dejado claro quién es el verdadero poder aquí.—Esto no ha terminado, Valeria —dice, con un tono peligroso—. Puedes tener la ciudad por ahora, pero yo no he dicho mi última palabra.—Por supuesto que no lo has hecho —respondo, con una sonrisa helada—. Pero te aseguro que será la última vez que la digas.El silencio en la sala es ensordecedor mientras El Lobo se gira y sale del almacén. Nadie lo sigue. Todos se quedan allí, mirándome, esperando mi siguiente movimiento. Lo he conseguido. Ahora todos saben quién manda.—Se acabó el espectáculo, chicos —digo, con una sonrisa ligera, pero peligrosa—. La ciudad sigue siendo mía.Y con eso, me doy la vuelta, dejando que las sombras me envuelvan de nuevo mientras salgo del almacén. El Lobo puede seguir aullando en la distancia, pero pronto se dará cuenta de que en esta ciudad no hay luga
Silencio absoluto. ¿Sorprendida? Yo no. Estos tipos son como ovejas, siempre buscando un pastor que los guíe. Pero yo no soy una oveja, y mucho menos voy a dejar que este tipo se autoproclame pastor de mi ciudad.Decido que es el momento. Salgo de las sombras y camino hacia el centro de la sala, mi paso firme resonando en el eco del almacén. Todos los ojos se giran hacia mí, y la tensión en el aire aumenta un par de grados.—Bueno, bueno… parece que las cosas han cambiado mientras yo no miraba —digo, mi tono cargado de sarcasmo—. ¿De verdad crees que puedes simplemente entrar aquí y declarar que ahora eres el jefe?El Lobo me mira, sorprendido al principio, pero rápidamente su rostro se endurece. Claramente no esperaba que alguien lo interrumpiera. Mucho menos yo.—¿Y tú quién eres? —pregunta, con una voz que pretende ser dura, pero no llega a intimidarme.Sonrío, sin apresurarme. Quiero saborear el momento.—Valeria —digo, como si no fuera obvio—. Y parece que no te has informado bie
Cuando llegamos, el lugar está tan mal iluminado como esperaba. Los alrededores están llenos de coches lujosos, pero el edificio parece desmoronarse. Lo clásico, pienso. Grandes hombres con grandes egos, pero siempre eligen esconderse en lugares que se caen a pedazos. Supongo que creen que los hace parecer más duros.—¿Entramos de una? —pregunta Luis, encendiendo otro cigarrillo.—No. Vamos a observar primero. Quiero ver quién entra y quién sale antes de mostrar mi cara.Nos quedamos en el coche, y en cuestión de minutos, los jugadores empiezan a llegar. Reconozco a algunos de ellos. Aliados de Rodrigo, sin duda, pero también otros nombres menos familiares. Todos parecen tensos, nerviosos. Es evidente que ninguno sabe realmente qué esperar de esta reunión.Un coche negro, mucho más discreto que los demás, se detiene en la entrada. Un hombre bajo y robusto, vestido con un traje oscuro, sale del vehículo. No es nadie que reconozca de inmediato, pero la forma en que los demás lo observan
Me levanto del sillón, dejo la copa de vino vacía en la mesa y camino hacia la ventana, mirando las luces de la ciudad. Mi ciudad. Rodrigo está acabado, y pronto todos lo sabrán. Pero esta llamada me recuerda que, incluso cuando estás en la cima, siempre hay quienes quieren derribarte. Es un ciclo sin fin. Y ahora, uno de esos "quienes" ha decidido hacer su jugada.Mi celular vuelve a vibrar, esta vez un mensaje de Luis:"Los hombres de Rodrigo ya están hablando. La policía tiene más de lo que necesitan. Morales va a cerrar el caso mañana."Bien. Todo va según lo previsto. Sin embargo, esa llamada anónima sigue rondando mi mente. Hay algo en la voz de ese tipo, algo que me dice que no es un jugador ordinario. Alguien con acceso, alguien con poder. Pero ¿quién?Mi celular vuelve a vibrar, y ahora es Luis llamando. Respondo, esta vez con algo más de cautela.—¿Qué pasa? —pregunto sin rodeos.—Valeria, tenemos un problema —dice Luis, con su voz grave—. Acabo de enterarme de que algunos d
Me dejo caer de nuevo en el sillón, disfrutando el suave calor del vino bajando por mi garganta. Esta sensación, esta calma antes de la tormenta, es una que siempre disfruto. El silencio que precede a la caída de un imperio.El celular vibra una vez más. Es Morales, el capitán de policía, y sé exactamente lo que va a decir antes de que lo haga.—Rodrigo ha sido arrestado —su voz suena satisfecha, como si él fuera quien se llevara el crédito por todo—. Su gente ha empezado a hablar. Está cantando como un pajarito.Me río suavemente.—Era de esperarse. Cuando alguien como Rodrigo pierde el control, lo único que le queda es vender a quien sea para salvarse a sí mismo. ¿Qué le has prometido?Morales se toma un momento antes de responder sabiendo que no puede mentirme.—Protección. Le dije que podríamos considerar una reducción de cargos si colabora.Ahí está. Rodrigo, el gran capo, ahora confiando en un trato con la policía. Patético.—Y va a colaborar, ¿no? —pregunto, aunque ya sé la res
Me siento junto a la ventana, observando la ciudad con una calma inusual. Rodrigo está a punto de ser arrestado, sus hombres lo traicionarán uno por uno, y cuando el polvo se asiente, yo seré la única que quedará en pie. Mi plan ha funcionado a la perfección.El sonido de sirenas a lo lejos es casi musical. El final de Rodrigo ha llegado, y no puedo evitar sentir una satisfacción profunda al pensar en cómo todo ha salido según lo planeado.—¿Y ahora qué? —pregunta Luis, encendiendo otro cigarrillo.Lo miro, sonriendo.—Ahora, tomamos lo que es nuestro. La ciudad es nuestra, Luis. Y nadie más va a poder quitárnosla.El sonido de las sirenas se vuelve más intenso. Rodrigo será arrestado, y la ciudad volverá a su equilibrio. Un equilibrio que yo he diseñado, que yo controlo. Todo está donde debe estar.Y entonces, el verdadero juego comienza.,Las sirenas suenan a lo lejos, cada vez más intensas, como una melodía que anuncia el desenlace inevitable. Rodrigo, nuestro querido Rodrigo, está