Un día que parecía rutinario para Kisa Maidana cambia drásticamente cuando encuentra a una niña desesperada que le pide ayuda para su padre, quien parece inconsciente dentro de su auto. Kisa, sin dudarlo, auxilia a la pequeña Coral y llama a emergencias. El hombre, identificado como Royal Fankhauser, un poderoso CEO, es trasladado al hospital en estado crítico. Mientras los médicos intentan reanimarlo, Kisa permanece con Coral, ofreciéndole apoyo emocional y consuelo en medio de la incertidumbre. Royal es declarado muerto debido a la ausencia de signos vitales y es trasladado al área forense. Sin embargo, lo inesperado ocurre: despierta debido a que sufre de un extraño trastorno llamado catalepsia, que lo dejó en un estado que simulaba la muerte, un secreto que había guardado celosamente. A pesar de su recuperación, un malentendido desata el caos. Royal acusa a Kisa de intento de secuestro y violencia tras encontrar inexplicables moretones en el cuerpo de Coral. Kisa termina en la cárcel, enfrentándose a las consecuencias de una situación que nunca buscó. Sin embargo, Coral se había encariñado profundamente con Kisa, viendo en ella una figura protectora y maternal. Cuando Royal descubre su error y el papel crucial de Kisa en proteger a su hija, se ve obligado a disculparse. Más allá de eso, el CEO ve en ella la oportunidad de darle a Coral algo que le falta: una madre. Entre disculpas, propuestas y nuevos desafíos, Royal le ofrece un trato a Kisa, planteándose un futuro inesperado en el que ella no solo se convertiría en la tutora de Coral, sino también, quizás, en algo más. ¿Aceptará Kisa formar parte de la vida de Royal y Coral, o las diferencias entre ellos serán un obstáculo insuperable?
Leer másPor otro lado, Marfil también se encontraba en el campus, en la zona de su facultad, sentada en una banca mientras revisaba su celular. Aunque intentaba concentrarse en las notificaciones y mensajes sin importancia, su mente seguía atrapada en la noche anterior. Las palabras de Lucas, su mirada dolida, el peso de lo que pasó… todo le daba vueltas.De repente, una voz familiar la sacó de su ensimismamiento.—¡Marfil!Ella levantó la mirada, y al enfocar, vio que era Richard. —Hola, Richard… ¿qué pasa? —preguntó con cautela.Richard se acercó con su habitual sonrisa, pero el cuerpo de Marfil reaccionó antes que su mente: se puso de pie y dio un paso hacia atrás, como por instinto.—Nada. Solo quería saludarte —replicó Richard—. ¿Cómo estás? No me has enviado ningún mensaje estos días.Marfil echó un vistazo rápido a su alrededor y notó cómo algunas miradas curiosas se posaban sobre ellos.—Richard, será mejor que no te acerques tanto… al menos aquí, en la universidad.Richard frunció e
—Lucas… ¿te das cuenta de lo que me estás diciendo? —cuestionó Marfil, en lo que las lágrimas empezaron a arremolinarse en sus ojos—. Me estás tratando como si yo fuera de lo peor.—¿Y no lo eres? —disparó él sin titubeos—. ¿No lo eres acaso? —Lucas dio un paso hacia ella—. Dime, Marfil. Explícame cómo se supone que debo pensar distinto. Cómo se supone que debo seguir creyendo en ti, si cada cosa que haces solo me decepciona más. Si cada palabra que sale de tu boca me hunde más.Hubo un silencio repentino, hasta que Lucas dijo lo siguiente.—Dime solo una cosa… y ten el valor de ser sincera conmigo, como tanto te gusta decir. Dices que entre Richard y tú no hay nada. Que el beso que se dieron fue robado. Que no pasó nada más. Así que... ¿podrás negar que te acostaste con Richard? Contéstame, ¿te acostaste con él?—No —dijo Marfil con la voz quebrada, negando con la cabeza una y otra vez—. No, Lucas.Pero él no se conformó con eso. La tomó de los hombros con firmeza, sin violencia, per
—No… no lo inventó —admitió Marfil, bajando la mirada por un instante antes de volver a enfrentarlo—. Eso sí pasó. Richard… él me robó un beso. Pero no fue algo que yo quisiera, Lucas. No fue consensuado. Tú sabes que Richard y yo nos hicimos amigos, y eso era todo, solo eso. Nunca hubo nada más. Él me besó sin que yo lo esperara, sin que yo lo permitiera, ¿entiendes? Y justo en ese momento fue que Abigail nos vio.Lucas apretó la mandíbula.—¿Sabes qué, Marfil? No te creo ni una sola palabra. No te creo porque siempre es lo mismo contigo. Siempre dices lo que más te conviene. Desde el principio hablaste de que querías a un millonario que te resolviera la vida. Que estabas cansada de vivir con lo justo, ¿te acuerdas? Y Richard es precisamente ese tipo de hombre. Millonario, poderoso, soltero ahora… Justo lo que buscabas, ¿no?La mirada de Marfil se quebró por un instante, pero Lucas no se detuvo.—Y qué casualidad que te volviste tan amiga de él —continuó, con un dejo de burla amarga—
Lucas abrió los ojos de golpe y su cuerpo se tensó por reflejo, como si hubiera despertado de una pesadilla.—¿Cómo entraste? —preguntó, con la voz ronca, todavía atrapado entre el sueño y la sorpresa.Tardó unos segundos en procesar lo que veía. Ella, Marfil, acuclillada a su lado como una aparición, mirándolo detenidamente. Su vista buscó rápidamente la ventana abierta y su mente ató los cabos en silencio.«¿Volvió a subir por el árbol?», pensó.—Hola, Lucas —saludó Marfil con una voz suave.Él no respondió el saludo. Ni siquiera le preguntó qué hacía allí ni por qué había decidido aparecerse en medio de la noche. No hubo espacio para el asombro ni para las explicaciones. Lo único que brotó de su boca fue una orden seca, tajante, cargada de agotamiento.—Vete a tu casa, Marfil.Se incorporó de inmediato y se levantó de la cama con el rostro endurecido por la molestia. Ni siquiera se calzó. Sin mucha ceremonia, la tomó del brazo con intención de sacarla de su habitación. No quería ve
Marfil no podía sacarse de la cabeza la conversación que había tenido con Vanya. Desde el momento en que su amiga se marchó, se quedó sumida en sus pensamientos que no le daban tregua. Intentaba convencerse de que Lucas reaccionaría, que su silencio solo era parte de una rabia momentánea, que en cualquier instante le llegaría un mensaje o recibiría una llamada, una petición de encuentro para hablar. Se imaginaba una y otra vez cómo él la buscaría, cómo le diría que necesitaba verla, que quería aclararlo todo. Pero ese momento nunca llegó.Las horas pasaban con una lentitud exasperante, y con cada minuto que transcurría sin noticias de Lucas, la inquietud crecía en su pecho. Ya entrada la noche, seguía sin saber nada de él. Empezó a morderse las uñas con impaciencia y a caminar de un lado a otro dentro de su habitación, como si moverse pudiera ahuyentar la ansiedad que la invadía. Intentaba distraerse y obligarse a pensar que todo estaba bien, pero ni siquiera eso lograba aliviar el nu
—Pero ahora me doy cuenta de que nunca tendré una oportunidad contigo —agregó Marissa—. Porque tú no estás dispuesto a soltarla. Aunque digas que no volverás a verla porque estás enojado por lo que descubriste, sé que es solo cuestión de tiempo. En cuanto se te pase ese enojo, esa rabia, volverás con ella. Vas a volver a sus brazos como siempre.Ella se incorporó un poco más, clavando los ojos en los suyos.—Seguirás creyendo que lo de ustedes es amor verdadero... cuando en realidad es un amor enfermizo, obsesivo. Y yo me enamoré de un Lucas distinto. De ese hombre amable, honesto, con metas. De ese que soñaba con ser exitoso, que se esforzaba por ser mejor.Suspiró con pesar.—Pero ya entendí que todas esas metas te las propusiste por ella. Marfil fue tu musa, tu inspiración. Y nadie puede sacarla de tu corazón, ni siquiera tú. Estás encadenado a ella... a su sombra. Y la verdad, Lucas... ya no me gusta quién eres ahora. No quiero seguir enamorada de alguien como tú. Un hombre que se
Lucas la sostuvo de la muñeca, sin fuerza bruta, pero con esa obstinación típica suya que se resistía a dejar ir. Marissa se detuvo, sin mirarlo directamente, con la tensión trepándole por el cuello y haciendo que su mandíbula se apretara.—¿A dónde vas? —preguntó él, con un tono más bajo, más vulnerable.—Ya debo irme —respondió Marissa con frialdad—. Ya es tarde.—¿Sigues molesta conmigo?Ella suspiró con resignación, pero sin apartar su brazo aún atrapado.—No vale la pena estresarse por esta situación —dijo con cierta amargura—. El ciclo se repetirá siempre que tengas dudas.Lucas arqueó las cejas, confundido.—¿De qué ciclo hablas?—Terminar y volver, Lucas —dijo ella, al fin mirándolo con firmeza—. Es exactamente lo que esa chica y tú han estado haciendo hasta ahora. Se alejan, regresan, se lastiman, y luego otra vez lo mismo. No hay un fin real, solo pausas.Lucas negó con la cabeza, molesto, dolido.—No quiero volver...—Ya he escuchado eso antes. Incluso ahora, mientras me ha
—Se lo pregunté una vez, directamente —continuó Lucas—. Si pensaba en él de esa manera. Pero no me respondió ni que sí ni que no. Quise creer que no pasaría nada, que todo era solo paranoia mía. Pero en el fondo… lo sabía. Lo sentía. Y aun así, hice un trato con ella: le dije que me esforzaría por nosotros, que haría lo que fuera por fortalecer lo que teníamos, con una sola condición: que fuera solo mía. Que no mirara a nadie más. Que me eligiera a mí.Dejó el vaso en la mesita de noche que se hallaba al lado de su cama y se frotó el rostro con las manos, como si intentara arrancarse el cansancio y la frustración.—Pero nada de eso sirvió. No conseguí nada. Por más que me esfuerce, no soy suficiente para ella. Y sé que quizás no debería estar diciéndote todo esto, que son cosas que solo nos conciernen a ella y a mí… pero la verdad es que ya no puedo más. Todo esto me está volviendo loco, Marissa. Me está rompiendo por dentro.Ella lo miró en silencio por unos segundos, sin emitir juic
Marissa soltó un suspiro, cansada, pero no sorprendida.—Por supuesto que lo sabías, Lucas. Te expusiste al peligro por tu propia voluntad. ¿Qué esperabas? ¿Un final feliz? No lo tendrás con una mujer así… como ella.—Ya, ya… no quiero escuchar más —articuló él, cerrando los ojos con fuerza, como si así pudiera callar el mundo.—Qué testarudo eres —soltó Marissa, sacudiendo ligeramente la cabeza.Luego miró hacia él… y lo vio finalmente en paz. Lucas se había quedado dormido, recostando la cabeza contra el cristal de la ventana. Sus párpados temblaban un poco, como si incluso en sueños siguiera luchando contra algo que no podía vencer. Marissa lo observó en silencio, sin decir nada más. Solo dejó que el taxi los llevara lejos del desastre que él había dejado en aquel bar, con la esperanza de que, al menos por esa noche, pudiera descansar del peso que llevaba por dentro.Marissa lo llevó de vuelta a la mansión. No era tan tarde, las once de la noche apenas rozaban la medianoche, pero e