El equipo médico comenzó su trabajo de inmediato, pero las condiciones del paciente parecían cada vez más desconcertantes. La enfermera conectó rápidamente el monitor de signos vitales, esperando al menos ver alguna señal mínima de vida. Pero la pantalla permaneció en blanco, mostrando una línea plana, sin actividad cardíaca. El médico, un hombre experimentado con años de práctica en emergencias, se acercó al paciente con calma, pero su rostro reflejaba la seriedad del momento.
—No hay signos vitales —dijo, mientras comenzaba a revisar manualmente las pulsaciones en el cuello y la muñeca del hombre, buscando alguna señal de vida en las arterias principales. Sin embargo, las dos pruebas fueron negativas. Ningún pulso detectable. Por lo tanto, procedió a la reanimación, realizando compresiones torácicas. Sin embargo, no hubo respuesta favorable.
El médico suspiró, no sorprendido, pero preocupado por la inusitada rapidez con que el hombre había colapsado. Miró al equipo con una mirada de confirmación y luego continuó revisando al paciente.
—Temperatura corporal extremadamente baja —comentó el médico, al ver la lectura del termómetro. El número que apareció en la pantalla era bajo, peligrosamente bajo. Eso indicaba una hipotermia grave, lo cual era compatible con un enfriamiento post mortem. Es decir, este hombre, identificado como Royal Fankhauser, ya había muerto.
La rigidez muscular del paciente era notable. Sus músculos, como si fueran de piedra, no cedían al tacto. El aspecto general del paciente, su rigidez, y el hecho de que el cuerpo ya había comenzado a enfriarse le indicaban que la muerte había ocurrido hace un tiempo.
A medida que los segundos pasaban, y tras varias comprobaciones más, el médico observó con más detenimiento. No hubo cambio en la temperatura ni en la rigidez. Las compresiones torácicas no habían logrado restaurar los signos vitales.
El médico se giró hacia su equipo y comenzó a hablar en voz baja, para asegurarse de que todos estuvieran al tanto de la situación.
—Este paciente no responde a la reanimación, la temperatura corporal es peligrosamente baja y la rigidez muscular indica que ha estado muerto por un tiempo. No muestra signos de actividad cardíaca.
Uno de los enfermeros, aún dudoso, intentó hacer un último esfuerzo y quiso usar el desfibrilador, pero el médico detuvo la acción con un gesto firme.
—Ya hemos intentado todo lo que se puede. La línea plana en el monitor es definitiva. No hay pulso, no hay respiración. Ya hemos llegado al punto en el que no hay retorno. Si estuviera vivo, deberíamos haber detectado algún cambio en los signos vitales tras la RCP.
El médico bajó la cabeza mientras registraba la hora de la muerte.
—Hora de la muerte: 13:42 PM —dijo en voz baja, mientras los enfermeros comenzaban a preparar el cuerpo para el traslado a la morgue. No había señales de vida y el enfriamiento del cuerpo confirmaba que la muerte había ocurrido tiempo atrás. Era necesario realizar una autopsia, ya que fue muerte súbita en una persona joven, aparentemente saludable, sin una causa evidente.
Uno de los enfermeros miró al doctor y preguntó con cautela.
—¿Está seguro de que no hay ninguna posibilidad de reanimarlo?
El médico, sin levantar la mirada de los papeles que estaba llenando, respondió de manera tajante.
—No hay signos vitales. Si hubiera algún tipo de actividad remanente, lo habríamos detectado. Lo llevaremos a la morgue para la autopsia. Este caso es demasiado extraño para dejarlo pasar sin investigar más a fondo.
El equipo se apresuró a cubrir el cuerpo y trasladarlo a la morgue. En ese momento, la enfermera recogió el formulario de la hora de la muerte y lo envió a los registros del hospital.
*****
Kisa seguía abrazando a Coral en la sala de espera y la niña estaba ahora más tranquila, quien se había quedado dormida en brazos de la mujer. La situación era confusa y el tiempo pareció haberse detenido desde que llegó junto con los paramédicos.
Fue entonces cuando el médico salió por la puerta del área de urgencias con una expresión difícil de descifrar. Se acercó a Kisa, quien lo miró, esperando una buena noticia. El médico la observó por un instante, luego sus ojos pasaron de Coral, que descansaba en su regazo, a Kisa nuevamente.
Coral, agotada por la tensión de todo lo ocurrido, siguió durmiendo. Su pequeña cabeza descansaba suavemente en el brazo de Kisa y su respiración era ligera, ajena a la gravedad de lo que estaba sucediendo.
—Lo siento mucho —dijo el médico en un tono suave, pero firme—. En el estado en que llegó, no pudimos hacer nada —hizo una breve pausa, como si buscara las palabras correctas—. El señor Royal ha fallecido, y me temo que cuando lo subieron a la ambulancia, ya no tenía pulso.
Kisa sintió un nudo en el estómago. El golpe de esas palabras fue como una bofetada, pero mantuvo la calma, consciente de la niña que aún estaba en sus brazos. No quería que Coral escuchara aquello, no quería que la pequeña entendiera lo que significaba. Ella ya había pasado por demasiada angustia.
Por fortuna, Coral no escuchó, pues estaba sumida en sueños.
—Dios mío... —articuló apenas, impactada por lo que acababa de escuchar. Sin embargo, segundos después de analizar las palabras del médico, frunció el ceño—. Aguarde un segundo. ¿Dijo que llegó aquí... sin vida? Eso no puede ser, los paramédicos le han puesto oxigeno y en la pantalla de la máquina que usaron se podía ver que su corazón aún latía. Yo misma escuché lo que decían.
El médico hizo una mueca de desacuerdo.
—Probablemente haya sido un error. El cuerpo del señor Royal estaba empezando a experimentar enfriamiento y rigidez post mortem, lo que significa que ya había fallecido hacía un par de horas.
—Un par de... ¿qué? —simplemente no podía creerlo, considerando todo lo que los paramédicos habían hecho para mantener a Royal estable.
"Tiene pulso, pero es débil..."
"Respira, pero es superficial..."
Kisa recordó las palabras de los paramédicos. ¿Cómo puede el médico decir que ya estaba muerto hacía un par de horas, después de todo lo que había visto y oído?
Aunque... también recordó cómo encontró a Royal, y era verdad que estaba frío y casi sin color.
—Es... difícil de creer. ¿Cómo es posible que se haya cometido un error de esta magnitud? Nada de esto tiene sentido, aquí hay algo raro...
—Tiene razón. Es por ello que será llevado a la morgue para ser examinado. Dado que es un hombre joven y la muerte fue súbita con causa desconocida, se realizará una autopsia de manera automática, por procedimiento. También hablaré con los paramédicos para averiguar qué sucedió en la ambulancia.
—Pero... ¿no necesitan el consentimiento de sus familiares para realizar una autopsia? ¿Han logrado contactar con ellos?
—En casos raros como estos, no es necesario el consentimiento de la familia, ya que se considera una muerte inesperada y sin causa clara.
Kisa asintió en silencio, procesando la información. Cuando finalmente cayó en cuenta que el padre de Coral había fallecido, sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas, pero las contuvo. Necesitaba ser fuerte, por la niña.
El médico se quedó un momento en silencio, y luego, con una expresión que reflejaba respeto, habló.
—Lamento mucho su pérdida. Si hay algo más que necesiten, por favor, no duden en avisarnos.
Kisa se volvió hacia Coral, que seguía dormida en su regazo, ajena a todo lo que había sucedido. Kisa abrazó más fuerte a la niña, susurrándole palabras de consuelo mientras trataba de encontrar una forma de enfrentar lo que venía.La mujer, aún abrazando a Coral, miró al médico con un aire de incertidumbre mientras trataba de procesar la noticia. Después de un silencio incómodo, en el que solo se oían los suaves suspiros de la niña dormida, el médico habló.—Hemos revisado sus pertenencias. Está identificado, tenemos su documento de identidad y todo está en orden. El problema es que no encontramos ningún número de contacto de emergencia. Su teléfono está bloqueado, no podemos acceder a él, y no hay ningún registro que nos ayude a contactarlos.Kisa asintió, sintiendo un nudo en el estómago. El pensamiento de que el hombre estuviera allí, solo, sin que nadie supiera qué había sucedido, le causaba un profundo malestar. Además, la niña en sus brazos, tan vulnerable, no merecía pasar por
Kisa la tomó de la mano y juntas salieron del hospital, con paso lento pero decidido. Al poco tiempo, llegaron a un pequeño local de comida rápida. El lugar era cálido y era como un respiro de normalidad en medio de toda la confusión que las rodeaba.Se sentaron en una mesa y Kisa pidió un par de hamburguesas. Coral, al principio, pareció no querer comer, observando la comida con una ligera expresión de duda en su rostro. —¿Por qué no comes? ¿No te gusta la hamburguesa? —preguntó Kisa.—Sí, me encanta… pero es que no me dejan comer esto en mi casa.Kisa, sorprendida, frunció el ceño mientras tomaba un bocado de su propia comida.—¿Por qué no puedes comerte una hamburguesa?Coral miró a su alrededor, asegurándose de que nadie prestara demasiada atención, y luego susurró, como si fuera un secreto.—Bueno, la novia de mi papá no quiere que coma estas cosas. Solo quiere darme pescado y verduras que no son para nada deliciosas... —dijo, haciendo una cara de disgusto.Kisa se quedó en sile
Royal estaba atrapado en una oscuridad insondable. No era un sueño ni una pesadilla, era algo mucho más inquietante. Era consciente de sí mismo, pero al mismo tiempo estaba desconectado de su cuerpo. Sabía que tenía brazos, piernas, un torso, pero no podía moverlos. Era como si estuvieran allí, presentes, pero fuera de su alcance, como si hubieran dejado de pertenecerle.No sentía dolor, ni calor, ni frío. No sentía nada. Y esa ausencia de todo lo aterraba más que cualquier sufrimiento imaginable. Quería gritar, pedir ayuda, pero no podía. Su garganta no emitía sonido alguno.Sin embargo, su mente seguía alerta, y en medio de esa prisión oscura, comenzó a escuchar algo, voces lejanas que parecían flotar en el vacío.Al principio, eran apenas un murmullo, fragmentos de palabras que no podía distinguir. Luego, se hicieron más claras, pero aún distantes, como si se originaran en un mundo al que ya no pertenecía. Intentó concentrarse en ellas, buscar un significado en ese mar de confusión,
—Estoy... en una morgue... ¿no es así? —preguntó Royal. Le costaba hablar, aún no podía mover muy bien los labios. El forense asintió con la cabeza rápidamente, todavía incapaz de hablar.—¿Por qué... estoy aquí? —agregó Royal—. Estabas... a punto de hacerme... una autopsia, ¿verdad? ¿Acaso alguien de mi familia... lo autorizó?El forense seguía sin poder creer lo que estaba viendo, y Royal comenzó a impacientarse.—Deja de... mirarme así. Estoy vivo, realmente vivo, así que... contéstame ya —ordenó—. ¿Alguien de mi familia... autorizó la autopsia? —N-No exactamente. En casos de muerte súbita, cuando la causa no es específica, se realiza automáticamente una autopsia, sin necesitar el consentimiento de los familiares.—¿Cómo es... eso posible? ¡Estabas a punto de matarme! —se mostró irritado.—Se suponía que estabas muerto. No había signos vitales, tu cuerpo experimentó rigidez y enfriamento post mortem, no reaccionabas al RCP...—¡No pueden hacer una autopsia sin la autorización de
Royal, decidido y sacando fuerzas de donde sea, se forzó a vestirse rápidamente y salió de la habitación.—Tú conoces a esa mujer, ¿no? —preguntó Royal al médico, en lo que caminaban uno al lado del otro—. La viste y hablaste de frente con ella, lo que significa que la reconocerás con facilidad.—Sí, podré hacerlo —replicó el médico.Sin perder tiempo, ambos se dirigieron hacia la sala de espera, suponiendo que encontrarían a la mujer o habría alguna pista de ella. Pero al llegar, no había rastro de la desconocida. Tampoco estaba Coral, lo cual hizo que Royal comenzara a alterarse todavía más.—¡Mal-dita sea! ¿Dónde demonios están? ¿Cómo es posible que nadie haya preguntado quién era? ¡Dejaron a mi hija con una completa desconocida! —se quejó, a lo que el médico intentó calmarlo.—Señor Fankhauser, por favor, comprende. Nuestra prioridad era salvarte la vida. Estábamos enfocados en ti —trató de explicarle, pero Royal no quiso escuchar.—¡Solo son excusas! ¡Quiero que encuentren a mi hi
Kisa miró a Royal fijamente, todavía aturdida por todo lo que estaba sucediendo.—Su hija estaba muy preocupada por usted, debería estar celebrando su recuperación con ella...Royal giró la cabeza hacia ella, con una mirada cargada de desprecio.—Tú no tienes ningún derecho a decirme lo que debo o no hacer con mi hija. Además, sé exactamente qué clase de trucos estás usando. Te ganaste su confianza, fuiste amable y buena con ella solo para traerla aquí. Personas como tú hacen eso. Manipulan.—¿Personas como yo?—Mira este lugar —señaló, observando a su alrededor con desagrado—. Es un asco. Huele a... pobreza. Gente como tú no tiene nada que perder y mucho que ganar al involucrarse con familias como la mía.El insulto fue como un golpe para Kisa. Atónita, se quedó en silencio durante unos segundos antes de responder con firmeza, aunque su voz reflejaba la indignación que sentía.—Disculpe, señor, pero no lo conozco para nada. No voy a permitir que venga a mi casa a insultarme de esa m
—Pero... ¿porqué? —insistió Coral—. Kisa es linda, es buena...—No, hija, no es buena —respondió, controlando su tono para no asustarla—. Se aprovechó de la situación. Te llevó sin mi permiso, y eso está mal, muy mal. Tenía malas intenciones, quería alejarte de mí.—¿D-De verdad? —preguntó Coral, con la voz quebrada por la sorpresa, sin entender completamente.—Sí, pequeña, ella quería llevarte lejos. Pero no volverás a verla, lo prometo. Ella trató de usarte para sus propios fines, pero ya he tomado medidas para que no vuelva a acercarse.Coral lo miró, todavía desconcertada, como si algo no encajara en todo lo que acababa de escuchar.—Pero... papá... —murmuró, buscando las palabras—. No me hizo daño... Ella fue... amable.Royal la miró fijamente, pero su tono fue tajante.—Yo sé lo que te estoy diciendo, hija. Será difícil que lo entiendas, pero sé lo que pasó, y sé lo que es mejor para ti. Confía en mí. Ella no volverá a cruzarse contigo.Coral solo permaneció en silencio, jugando
Cuando Royal vio los moretones oscuros en el torso y la espalda de la niña, su corazón se detuvo. Sus ojos se abrieron de par en par y un frío recorrió su cuerpo.—Coral... —susurró de repente.Coral giró sobresaltada, cubriéndose el torso con sus brazos.—¡Papá! ¿Porqué volviste a entrar? —gritó, con la voz temblorosa y cargada de vergüenza y miedo.Royal se acercó rápidamente, cayendo de cuclillas frente a ella, buscando nivelarse con su pequeña. Sus ojos exploraban cada rincón de su cuerpo, cada marca, cada sombra. Era como si el aire lo asfixiara.—¿Qué te pasó? —preguntó con urgencia, tratando de tomar sus manos, pero Coral las apartó.—Nada, nada... solo me lastimé jugando en la escuela —dijo rápidamente, pero su voz carecía de convicción.Royal frunció el ceño y, con suavidad pero con firmeza, tomó sus pequeños brazos para apartarlos del torso que trataba de proteger.—Coral, estos moretones no son de jugar —un fuego se encendió en su interior mientras intentaba mantener la cal