Thomas Mikaelson siempre tuvo un objetivo claro: vengarse de Dalia Hiddleston, la responsable de que su padre, años atrás, se quitara la vida. Su plan parecía infalible hasta que conoció a Nina, la hija de su enemiga. Lo que comenzó como un enfoque perfecto para su venganza se convirtió en algo mucho más complicado cuando ella despertó en él emociones inesperadas. Pero el amor no tenía cabida en los planes de Thomas. Al darse cuenta de que Nina podría ser su mayor problema, su enfoque cambia. Ahora, queriendo dejar atrás lo que ella le causa a su corazón, idea algo que, sin más, se convierte en su nueva misión; así, en el proceso, sienta como sus emociones, le juegan en contra. En este juego de pasión, engaño y traición, se descubrirá poco a poco que nada es lo que parece, y el precio de cada mentira, juego y sentimientos, podría ser devastador.
Leer más—Parece que alguien no puede dormir.Nina alzó la vista de las galletas de soda que apenas estaba mordisqueando, con una expresión cansada que no pudo disimular.—No empieces, Alexandra. No estoy de humor. —Su tono era bajo, como si cada palabra le pesara más de lo habitual.Estaba sentada en un taburete alto junto a la isla de la cocina, con las piernas cruzadas y los hombros tensos. A pesar de la calidez del espacio —los tonos tierra y la luz tenue que se filtraba por la ventana—, había algo en su postura que parecía fuera de lugar, como si no pudiera relajarse del todo.Alexandra entró descalza, su cabello castaño cayendo despreocupado sobre sus hombros. Se sentó frente a Nina, apoyando un codo en la mesa y mirándola con una mezcla de curiosidad y diversión.—No empiezo nada, señorita Nina. —Le dedicó una sonrisa sarcástica antes de añadir—: Solo que te noto... distraída. Pensativa desde que llegaste del trabajo.—Tuve un día pesado, Alexandra. Eso es todo. —Nina tomó otra galleta
—¿Podemos hablar un momento, por favor? —La voz de Nina rompió el aire tenso mientras se acercaba a Thomas, quien estaba apoyado contra la entrada de la sala de juntas, sosteniendo una copa de vino como si fuera su ancla para evitar mirarla.Él no respondió de inmediato. En lugar de eso, sus ojos la recorrieron, deteniéndose en cada detalle como si estuviera memorizándola. El vestido negro que llevaba abrazaba sus curvas a la perfección, su cintura acentuada de manera impecable. Su cabello recogido dejaba al descubierto su rostro, hermoso en su simplicidad, aunque sus ojos azules, usualmente vivos, parecían más apagados esta vez. Thomas sabía por qué, o al menos quería convencerse de que sabía.Ella estaba deslumbrante. Coqueta y seductora. Y eso lo desarmaba por completo.Días atrás, habría podido justificar su resistencia recordando a Dalia, pero ahora, con el cambio en los acontecimientos, cualquier excusa se sentía hueca. Todo en Nina lo atraía, lo envolvía, y resistirse se volvía
—Parece que a alguien no le sentó nada bien la noticia de que la señora Dalia y el señor Jackson se van de vacaciones juntos. —La voz de Selena rompió el silencio desde detrás de Thomas, quien permanecía de pie junto a un pilar, lejos del centro de la sala de juntas. Desde allí, podía observar cómo Dalia y Jackson se despedían del resto de los empleados con sonrisas que parecían más un espectáculo que una emoción genuina.Thomas giró ligeramente la cabeza hacia Selena, dejando que su irritación se reflejara apenas en su expresión.—Cierra la boca, Selena. Mejor sigue con tu actuación de que arreglas tuberías por aquí.Selena sonrió con suficiencia, tomando una copa de vino que había dejado sobre una mesa cercana. Dio un sorbo pausado antes de responder, como si disfrutara del poder que tenía para provocarlo.—No es una actuación, Thomas. Sé lo que hago, al igual que sé que tus planes se fueron directo al infierno con la señora Dalia escapándose con su marido. ¿Quién sabe para dónde es
— Antes de que se vaya, necesito hablar con usted, muchachito. — La voz de Pepper resonó en la cocina. Sentada en la vieja silla de madera junto a la mesa, su bastón golpeaba suavemente el suelo. A pesar de su ceguera, había notado la presencia del joven.Thomas se detuvo junto a la puerta, con un pie fuera de la casa y el otro aún en el interior. — ¿Qué quiere? Estoy tarde para el trabajo.— Esto no tomará más de un minuto. — Su tono era tranquilo, pero había algo firme, casi autoritario, en él.Con un suspiro exasperado, Thomas volvió a entrar. — Muy bien. ¿Qué quiere decirme?Pepper inclinó la cabeza ligeramente, como si pudiera verlo, a pesar de la oscuridad perpetua de sus ojos. — Thomas… — Empezó, golpeando ligeramente el suelo con el bastón. — ¿Leyó el mensaje que le dejé ayer?— Sí, lo leí. — Thomas cruzó los brazos, incómodo. — Pero no entiendo por qué ese cambio tan drástico en el plan.— Es sencillo. — Pepper sonrió de manera inquietante, sus dedos aferrándose al bastón.
La luz suave del sol de la mañana entraba por los amplios ventanales de la sala de estar, iluminando los muebles de tonos cálidos y el tapiz beige del sofá donde Nina y Jess estaban sentadas. El desayuno sobre la mesa, aunque preparado con esmero, parecía más un pretexto que un verdadero alimento. Nina sostenía un tenedor con un trozo de fruta mientras su mirada vagaba, perdida en pensamientos que la atormentaban.—Ayer me encontré con Harrison, Nina. —La voz de Jess rompió el silencio, cargada con una mezcla de pesar y precaución.Nina levantó la vista lentamente, sus ojos azules apagados reflejaban su cansancio emocional. Con un hilo de voz, apenas susurró:—¿Ah, sí?—Sí. —Jess tomó un sorbo de su café antes de continuar—. Lo encontré en el aeropuerto. Me pidió que lo acompañara antes de su vuelo. Estaba muy mal. —El silencio que siguió se hizo pesado, cargado de emociones no dichas. Nina dejó el tenedor en el plato y suspiró profundamente. —Nina, lamento lo que pasó con Harrison. —
—¿Se puede saber qué haces? —la voz de Nina cortó el silencio, resonando con una mezcla de incredulidad y angustia. Había llegado apenas de la oficina, aun con la mente revuelta tras el encuentro con Thomas, y lo último que esperaba encontrar era a Harrison bajando las escaleras con una maleta en mano.Harrison se detuvo a mitad del descenso. Su mirada castaña estaba cargada de emociones reprimidas, pero el brillo de lágrimas contenidas lo traicionaba. Durante un instante, pareció buscar las palabras adecuadas, pero al final solo carraspeó y habló.—Pensé que estabas en la constructora.—No, no estaba. —Nina frunció el ceño, ignorando su nerviosismo. Dio un paso al frente, decidida a aclarar las cosas—. Harrison, tenemos que hablar. Sobre todo lo que pasó, hoy… no pude llegar a tiempo a tu celebración de ascenso, pero te juro que quería.Harrison apretó los labios, evitando su mirada.—No hay nada de qué hablar.—Sí, lo hay. Mucho. —insistió, su voz teñida de desesperación—. Me quedé
—¿Qué quieres ahora?La voz de Thomas era cortante, casi un susurro lleno de frustración.—Esas no son maneras de hablarle a la hija de la dueña de la empresa, eh, Thomas. —La morena sonrió, esa sonrisa que siempre parecía un desafío disfrazado de dulzura.Estaban de pie frente al ascensor, el mismo que se abrió con un timbre suave. Nina presionó el botón del primer piso y ambos entraron. Thomas se adelantó, tomando posición al fondo del ascensor, tan lejos de ella como el espacio lo permitía.—Deja de molestar y dime qué quieres.—Creo que Justin ya te lo dijo —respondió ella con un tono inocente que no encajaba con la chispa traviesa en sus ojos—. Buscar unos documentos y sacar unas copias.—Para eso está la fotocopiadora del piso.—Está en mantenimiento.Thomas suspiró con impaciencia, cruzándose de brazos. El movimiento dejó expuestos sus bíceps, tensos bajo la tela de su camisa. Nina no pudo evitar fijarse. Mordió su labio inferior, un gesto que traicionaba el control que intent
—¡Eres una maldita, Pepper!Thomas irrumpió en la sala con una furia contenida, la puerta se cerró detrás de él con un golpe seco, y el eco de su grito llenó el aire pesado de la habitación. Pepper no se inmutó. Ella estaba sentada en el viejo sofá, sus ojos ciegos, fijos en la radio antigua que crujía a su lado, intentando atrapar las palabras dispersas de las noticias. Pero algo en la voz de Thomas la hizo levantar la mirada.—Bueno, ¿ahora yo qué hice? —preguntó Pepper, sin apartar la vista de la radio; su tono algo indiferente, como si estuviera acostumbrada a recibir acusaciones de todo tipo.Thomas, al escucharla, dio un paso hacia adelante, su mirada llena de desdén.— Eres una maldita. ¿Fuiste tú?—A mí me respeta que soy su abuela.—respondió Pepper, su voz cargada de sarcasmo. Se recostó un poco más contra el sofá, sin mostrar signos de arrepentimiento.— ¿De qué diablos me hablas? —La confusión en su voz era más una táctica para ganar tiempo que una verdadera ignorancia.— Ha
—No puedo creer que estuvieras anoche a solas con Thomas, aquí, en la oficina, ¡y no pasara nada! —exclamó Jess desde la entrada de la oficina de la morena. Su voz cortaba el aire como una acusación, mientras los rayos dorados del sol de la mañana se filtraban por las cortinas, iluminando el ambiente. Jess se apoyó en el marco de la puerta, observando a su amiga con una mezcla de incredulidad y curiosidad. Nina suspiró, girando lentamente en la silla tras el escritorio. Su cabello oscuro se movió en un delicado vaivén. —Jess, te juro que fue así. —Su tono era una mezcla de frustración y resignación. —Intenté todo, pero… nada funcionó. Jess arqueó una ceja, cruzando los brazos. —¿Entonces? —Entonces nada. —Nina dejó caer las manos sobre el escritorio, con un gesto impotente. —Quise hablar con él, ser honesta, contarle lo que siento cuando lo tengo cerca, pero… —¿Pero qué? —La impaciencia de Jess era palpable. —Pero nada. Hablar con Thomas es como hablar con una pared. —Ni