Thomas Mikaelson siempre tuvo un objetivo claro: vengarse de Dalia Hiddleston, la responsable de que su padre, años atrás, se quitara la vida. Su plan parecía infalible hasta que conoció a Nina, la hija de su enemiga. Lo que comenzó como un enfoque perfecto para su venganza se convirtió en algo mucho más complicado cuando ella despertó en él emociones inesperadas. Pero el amor no tenía cabida en los planes de Thomas. Al darse cuenta de que Nina podría ser su mayor problema, su enfoque cambia. Ahora, queriendo dejar atrás lo que ella le causa a su corazón, idea algo que, sin más, se convierte en su nueva misión; así, en el proceso, sienta como sus emociones, le juegan en contra. En este juego de pasión, engaño y traición, se descubrirá poco a poco que nada es lo que parece, y el precio de cada mentira, juego y sentimientos, podría ser devastador.
Leer más— Como la primera vez, señorita Dalia… — La voz de Thomas rompió la atmósfera tranquila de la pequeña fiesta de la empresa. Se acercó lentamente, interrumpiendo la conversación de Dalia con un empresario. Dalia volteó, y en cuanto sus ojos se cruzaron con los de Thomas, el tiempo pareció retroceder. Él sostenía una copa de champaña, tan similar a la primera vez que se vieron, que la imagen trajo de vuelta un torbellino de recuerdos. Por un instante, Dalia se perdió en los ojos esmeralda de Thomas, tan oscuros y cautivadores, y en cómo la luz suave de la fiesta destacaba su silueta. Él era como una figura sacada de un cuadro renacentista, una obra de arte que la cautivaba. Su porte elegante, sus gestos contenidos… todo en él la envolvía en un inexplicable deseo de nostalgia y atracción. Al final, acercándose un poco, Dalia reaccionó. — ¿Perdón? — Su voz salió apenas como un susurro. — Que es como la primera vez… — repitió Thomas, esta vez con una sonrisa que Dalia percibió, pero que
—Mamá, ¿podemos hablar un momento, por favor? — Nina preguntó con una voz suave, pero cargada de preocupación, mientras se sentaba en el sillón frente a su madre en la sala de estar. La noche ya había caído, y la atmósfera tranquila no hacía más que intensificar la incomodidad que sentía.Dalia levantó la vista de los papeles que estaba revisando, arqueando una ceja al escuchar el tono de su hija.— Claro, podemos hablar. — Dejó los documentos a un lado, enfocando su atención completamente en su hija. — ¿De qué se trata?Nina se removió en su asiento, como si estuviera buscando las palabras adecuadas.— Es... sobre algo más personal, mamá.Dalia suspiró, asumiendo que la conversación giraría en torno a asuntos laborales.— Si es sobre Tejares Del Lago, mejor lo discutimos mañana en la oficina.— No, no se trata de la empresa.Dalia se quedó en silencio, observando a su hija con una mezcla de curiosidad y paciencia.— Entonces, ¿qué es?Nina tomó aire, mirando a su madre con cautela.—
—Siempre has sido mi guía, Virgen María — murmuró Thomas, con la voz quebrada, mientras se arrodillaba frente al altar en la iglesia de Underground, sus ojos fijos en la imagen de la Virgen. La soledad del lugar amplificaba su súplica. —Te ruego… ¿Por qué permitiste que Dalia presenciara ese maldito enfrentamiento con su chofer? — Su mandíbula se tensó. El miedo a que Dalia malinterpretara la situación lo consumía. No podía permitirse que pensara lo peor de él —Y lo que más necesito es que me liberes de Alexandra. No entiendo qué hace esa mujer en mi mente… pero no puedo dejar que siga invadiéndome. Y mucho menos quiero que Dalia crea que estoy envuelto en algo con su chofer.Una voz familiar rompió el silencio, tan inesperada como la presencia que la acompañaba.— ¿Ya llevas tan poco tiempo en esa empresa y te enredas con el chofer de la jefa? — Timothe, que a veces es impredecible, se arrodilló a su lado, sus ojos grises brillando con una mezcla de curiosidad y cierto toque de fasti
—¡Cómo se supone que me voy a calmar, si Thomas está trabajando en la empresa de esa m*****a mujer!— Pepper gritaba, su voz rasgada resonando en las paredes de la sala. Estaba de pie, su bastón golpeando el suelo con un ritmo frenético, mientras su mente se sumergía en un recuerdo doloroso de hace muchos años. *— Es que esa señora es quien nos va a volver más ricos, Tony. — La voz de la madre, cargada de desesperación, se mezclaba con el sonido de la ropa secándose en el patio. Ella recogía las prendas con manos temblorosas, como si de ese gesto pudiera depender su futuro. —Mamá, no estoy con ella por interés — respondió Tony, su tono firme, pero cargado de inquietud, mientras terminaba de lavar unos pantalones. — No la veo de esa manera. Usted sabe que yo lo quiero. —A ver, Tony, a mí lo que me interesa es que usted la amarre y le saque mucho más dinero — insistió su madre, su rostro enrojecido por la frustración. — No, mamá. Siento que ella me va a dejar… Cuando todo esto acabe.
—Bueno, ¿qué averiguaste? —La voz áspera de Pepper llenó el pequeño espacio de la cocina. Estaba sentada, sus manos temblorosas, limpiando con esmero una imagen de cera de la Virgen María. Su bastón descansaba a un lado, y su expresión, cargada de expectativa, se centró en Selena, que acababa de entrar.—Pues... estuve en la empresa donde trabaja Thomas —dijo Selena, abriendo la nevera para sacar una manzana sin pensarlo demasiado.—Bien, pero ¿qué...? ¡Por el amor de Dios, Selena! ¡Te estoy hablando! ¡Deja de comerte lo que no es tuyo y ven aquí! —Pepper levantó la voz, su paciencia evaporándose.—Ya, ya, ya voy —respondió Selena, mordiendo la manzana mientras se dirigía a la mesa, tomando asiento frente a la anciana.Pepper, sin levantar la vista de la Virgen, insistió. —A ver, dime de una vez, ¿qué averiguaste?Selena se encogió de hombros, como si el peso de la pregunta fuera insignificante.— Lo seguí hasta donde trabaja, eso sí.—Ajá, sí, pero... ¿Qué viste? ¿Qué descubriste?
— ¿Será que el nuevo empleado de la empresa es tan antipático como parece? — preguntó Nina, alias Alexandra, mientras regresaba a la oficina. Se desvió hacia la cafetería, atraída por la silueta de Thomas, su espalda perfectamente recta y su porte serio. Lo vio preparándose un café negro con poca azúcar.Se acercó, sus pasos casi inaudibles, pero la tensión en el aire era palpable.Thomas, sin mirarla, respondió en tono cortante. — Puedo ser antipático, pero al menos soy claro. No me sigas más, no vas a conseguir nada de mí. ¿Está claro? — Su voz era un susurro amenazante mientras removía lentamente el café.Nina, conocida como Alexandra para él, no pudo evitar soltar una risa suave, divertida, mordiendo ligeramente su labio inferior. Sus ojos chispeaban con una mezcla de desafío y burla. — Thomas, eres increíblemente hermoso, ¿lo sabías? Pero también eres antipático... y mentiroso.Thomas dejó de mover su café, su mirada ahora fija en ella, fría y oscura. — ¿A qué te refieres? — p
— ¿Me mandó llamar, señorita Dalia? — La voz profunda de Thomas resonó en la oficina, llena de autoridad y una pizca de insolencia. Dalia levantó la mirada lentamente desde los papeles que revisaba, y por un instante, el aire entre ellos pareció detenerse. La imagen de Thomas, con su físico imponente y su presencia magnética, la desarmó brevemente. Respiró hondo antes de hablar.— Yo... Sí, te llamé. — Se quitó los lentes de lectura y los dejó a un lado con cuidado. — Pasa, por favor. — Su voz sonaba más firme de lo que se sentía por dentro, mientras señalaba la silla frente a ella.Thomas entró en la oficina con una calma calculada. Tomó asiento en la silla giratoria frente al escritorio. Sus ojos, de un verde penetrante, no dejaban de observar cada uno de los movimientos de Dalia. Ella se tomó un momento para recuperar la compostura antes de continuar.— Thomas, no suelo meterme en la vida personal de mis empleados. Respeto su privacidad... — hizo una pausa, midiendo sus palabras —,
— ¡No, no, ¿pero qué diablos haces, Nina?! — La voz de Jess rompió el silencio al entrar en la oficina, sorprendiendo a la morena, que se encontraba asomada por la ventana. La morena estaba vigilante, asegurándose de que nadie la viera desde afuera. Jess la miraba con los brazos cruzados, la ironía brillando en sus ojos. — Ah, espera, ya entiendo… Sigues jugando al chofer de mamá, ¿no?— Cierra la boca, Jess — le respondió con irritación, lanzándole una mirada fugaz. — ¿Vas a quedarte ahí parada o vas a seguir juzgando cada cosa que hago?— Creo que me quedo con la segunda opción. — Jess se acomodó en el marco de la puerta, su expresión de burla intacta.— Por favor, deja de joder — replicó Nina, nerviosa. Su mirada regresó a la ventana. Sus ojos buscaban con ansiedad entre las sombras del exterior. Su respiración se aceleraba.— Nina, ¿Es que nunca aprendes?— No, no aprendo, joder... — De repente, cerró las persianas con un gesto brusco. — ¡Mierda! Viene para acá.— ¿Quién? — Jess a
— Qué pena, era mi hermana... — La voz de Thomas sonaba apagada, casi vacilante, mientras permanecía entre las dos mujeres en el ascensor. Sus ojos fijos en sus zapatos gastados, incapaz de enfrentarse a las miradas que sabía que le observaban. El silencio que siguió a su explicación era espeso, incómodo. El eco de las puertas cerrándose a sus espaldas era lo único que rompía la quietud. Sabía que había fallado en encontrar las palabras correctas, pero ¿qué más podía decir? La imprudencia de Selena lo había dejado expuesto, y por más que buscara una salida, las expectativas de Dalia y “Alexandra” lo asfixiaban.Dalia, de pie a su lado, simplemente negó con la cabeza, sus labios apretados en una línea de desaprobación. Sus ojos se desviaron hacia su hija, sorprendida al ver que Nina parecía encontrar algún tipo de diversión en la situación. ¿Qué estaba viendo que ella no? Pero, como si su mirada hubiera sido una advertencia, Nina desvió rápidamente los ojos de Thomas y adoptó una expre