— Mira, mamá, ahora no estoy de humor para uno de tus sermones, así que ahórratelos, por favor. — Entrando al despacho de su madre en el tercer piso, la morena declaró mientras se acercaba a ella. Su madre estaba sentada en una silla giratoria de color negro, detrás de un escritorio de madera de cedro. Estaba tomando un café y habló.
— Bueno, pero ¿qué te pasa? Yo solo… — No, mamá, Jess y yo estamos buscando un nuevo patrocinio. — ¿Me estás escuchando? —le preguntó su madre. — Cálmate, no te voy a dar ningún sermón. Por otro lado, ya sabía lo del patrocinio. —¿Ah, sí?—preguntó, apoyando sus manos en el escritorio. — Sí. — Qué cosas… ¿Y tú, desde cuándo sabes cosas de mi vida o qué? — Siempre me ha interesado tu vida, aunque no lo creas o te parezca gracioso. — No, no es gracioso, es… sorprendente, más que todo. — Corrigió y se hizo un silencio entre ambas mientras su madre la miraba entreceñida. Un silencio que quedó atrás cuando la mujer, de mirada lapislázuli y apariencia muy similar a la de su hija, pero un poco más envejecida y con el cabello negro, lo rompió. Quitó sus lentes dorados bruscamente de sus ojos y le dijo: — A veces no estoy de acuerdo con lo que haces, eso pasa… — Ah, ya veo, ya viene el sermón, te habías tardado, ¿no? — Se dio la vuelta y caminó un poco hacia el fondo del despacho, escuchando la voz de su madre. — No es ningún sermón. — La mujer se levantó de la silla y la siguió hasta salir al balcón del despacho. — ¿Te parece que esto es un sermón? Solo quiero saber qué tienes planeado para tu vida, ¿acaso eso es un sermón? — Mira, mamá, sé que esta situación es un tanto inusual; hace tiempo que no estábamos todos juntos, pero esto es temporal. Y eso no te otorga el derecho de controlarme como si tuviera 15 años. — No te estoy controlando. No me interesa para nada ejercer control sobre ti. Mi interés radica en que tomes decisiones serias. — Le aclaró, y la morena solo guardó silencio, observando la vista verde frente a ella durante unos segundos. — ¿Hace cuánto obtuviste tu diploma? ¿Hace cuánto te graduaste? No has buscado un departamento y todo esto por estar encima de… — Una moto, mamá. — Sí, encima de una moto. ¿Qué hago yo en este caso? No es que desprecie lo que te gusta, lo que te entusiasma. Pero, francamente, no visualizo un futuro para ti encima de una moto. — Pero, ¿quién podrá ver un futuro para mí, mamá, con ese grupo de incompetentes que tengo como equipo, por Dios? — Bien, bien. —rió brevemente. — De acuerdo, echemos la culpa al equipo hoy; mañana podrás echarle la culpa a quien quieras, incluso a ti misma, o a la gasolina que no funciona… — Suspiró. — Nina, lo que quiero que comprendas es que tienes una empresa que es tuya, que te ofrece oportunidades, y estás desperdiciando el tiempo… La morena la miró frunciendo el ceño y le dijo: — A ver… Mamá, en esa empresa, en tu empresa, sería vista como la hija de la dueña. Una empleada VIP. ¿A quién le importará lo que yo pueda hacer? Su madre le respondió con otra pregunta. —¿No será que aún no has demostrado lo que puedes hacer? Hubo un silencio entre ambas mientras se miraban, hasta que la morena volvió a hablar. —¿Entonces lo que quieres es ponerme a prueba, es eso? — Pues… Eso es lo que la gente hace cuando trabaja, ¿sabes? Si deseas demostrar que puedes lograr grandes cosas, eso sería un buen punto de partida. — Perfecto… Entonces entrégame Tejares Del Lago. El rostro de su madre cambió drásticamente. — ¿Tú sabes lo que es Tejares Del Lago? Ese proyecto lo manejo yo directamente con Castellano. — Uh… Con Castellano, claro … ¿Tú para qué te desgastas tanto, mamá? Sí, las dos sabemos que en mí no confías, ¿entonces? — Nina, me estás pidiendo que te entregue el proyecto más importante en este momento. — Sí… Y sí… Entonces, ¿cuál es tu temor, mamá? ¿Qué no te dé la talla o qué? El rostro de su madre se ensombreció y, de no ser porque se oyó la voz del patriarca de la casa, le hubiera dicho lo que se le cruzó por su mente ante su altanería. — Harrison y Jess los están esperando abajo… — Fresca… —dijo la morena, palmeando el brazo de su madre con una sonrisa breve en el rostro. Después, sin más preámbulos, se encaminó hacia la salida del despacho. Sin embargo, antes de llegar a la puerta… — Es tuyo —su madre habló, y ella se volvió para mirarla. — Tejares Del Lago es tuyo. ¿Quieres demostrar que estás dispuesta a hacer cosas grandes, que deseas un lugar en la empresa? Muy bien, tómalo. Encárgate de ese proyecto. La morena miró a su madre con alegría en los ojos y se acercó a su padre, depositando un beso en su mejilla antes de salir del despacho con estas palabras: — Los espero abajo. — ¿Acaso me he vuelto completamente loca, has escuchado? — La mujer habló una vez que su hija ya no estaba y su esposo se acercó, acariciando su mejilla con ternura. — No, en absoluto, cariño. Solo le estás dando una oportunidad. Sabes que es capaz. — Sí, sé que es capaz. Lo que no sé es si está comprometida… — Dalia… — El hombre negó con la cabeza y su esposa le miró con una sonrisa. Ambos compartieron una mirada cómplice y se dieron un beso en la mejilla. — Vamos con los demás, ¿de acuerdo? — Claro, vamos con los demás. Dicho esto, salieron del balcón y descendieron al primer piso. ---------------------------------- La luz del sol hizo su presencia, marcando el fin de la noche y el comienzo de una nueva mañana, que podría resultar larga o breve. En ese momento, en la amplia cocina, se encontraba una joven morena disfrutando de un vaso de jugo de naranja. En ese instante, una mujer de mediana edad, con canas asomándose en su cabello, a juego con la tonalidad de su piel, entró en la estancia. Vestía de manera informal, ya que era la empleada de confianza de los propietarios de la casa. La mujer se acercó a la morena con una sonrisa en el rostro y le planteó una pregunta: —¿Estás usando ese vestido ceñido de color azul? — Sí… ¿Por qué? — respondió la joven, con una sonrisa, mientras daba un sorbo a su jugo de naranja. — Es que tienes el collar al revés. Permíteme arreglarlo. — La mujer respondió con una sonrisa y se ocupó de ajustar el collar de plata, que tenía una pequeña pieza ovalada, ligeramente desplazada a un lado de su pecho, revelando que estaba mal colocado. — Ahí está, listo. — Gracias, Kenia. — De nada. — Kenia le devolvió la sonrisa. — Debo admitir que es una sorpresa verte con un vestido, señorita. — Ni me lo digas. — Rieron. — Tuve que pedirle a Jess que me ayudara con eso y más en encontrar un vestido que no deje ver mis… particularidades, como así le llama mi madre. — ¿Se refiere a sus tatuajes? — Ya lo has entendido. — Le respondió con un guiño. Kenia rió un poco. — Pero no se ve tan mal. Por lo menos, las mangas largas del vestido y lo ceñido del mismo le quedan muy bien. A usted, con su rostro natural, poco maquillaje y su pelo un tanto castaño tirando a rojo, le sientan muy bien. — Le decía, y la contraria sonrió ante sus halagos. — Me sonrojas, Kenia. — Es mi trabajo, señorita. — Rieron un poco. — Al menos pude cubrir los tatuajes de mis brazos y gran parte de mis piernas, así mi madre no tendrá un infarto cuando me vea. — No creo, se ve hermosa. — Nuevamente, gracias por hacerme sentir lo que ya sé, Kenia. Volvieron a reír, y en ese momento cierto hombre canoso, vestido con una bata azul de dormir, entró a la cocina con una sonrisa. — ¿No será demasiado? —le preguntó a la mujer, y ésta solo rió un poco. — Buenos días, Kenia. — Le dijo antes de que la mujer se dispusiera a terminar el desayuno. Volvió a ver a su hija, quien habló mientras él le acomodaba un poco las mangas de su vestido. — Pero bueno, ¿qué te puedo decir? Aquí está nuestra Kenia ganándose la confianza. — A ver… Dejando de lado lo de "nuestra Kenia", ya que ella es más mía que tuya. — Miró a la susodicha con fingidos celos; rieron y volvió a ver a su hija. — ¿Qué tiene que ver un collar con la confianza? — Pues, que me voy a aparecer más a esas tipas aterrizadas, esas ejecutivas importantes con las que siempre trabaja mi mamá. ―Ay, cariño… ― Sus dedos rozaron su mejilla derecha. ― No todo lo que dice tu madre es para hacerte sentir incómoda. Debes aprender a ser un poco menos… ― Prevenida, lo sé, ya me lo han dicho. ― Dalia, más que nadie, sabe de lo que eres capaz, hija. Solo necesitas demostrarle que realmente te interesa la empresa, ¿de acuerdo? ― De acuerdo. — Le dedicó una sonrisa y él hizo lo mismo antes de dejarle un beso en la frente y otro en la mejilla. ― Debes irte, o llegarás tarde. ― Está bien, padre. ― Te quiero mucho. ― Y yo a ti, papá. El hombre sonrió y se alejó, no sin antes decirle a Kenia que se iba a bañar, a lo que ella respondió que ya le llevaría el desayuno, asintiendo. ― Buenos días, Alexandra. ― Buenos días, señor Jackson. ―Le devolvió el saludo al patriarca de la casa antes de que saliera por completo de la cocina. Alexandra desempeñaba el papel de chofer de la familia, especialmente del señor Jackson y su hija. Ella entró vestida de forma elegante pero conservando un toque femenino, que era su distintivo, y se acercó a la morena sosteniendo unos documentos. ― Vaya, tenemos un collar de plata. ― ¿Qué te parece? ― Pues bien… será. ― Claro, ya lo sé, pero, ¿qué pasa si comienzas a burlarte de él? Te amenazaré con ahorcarte con ese collar. ―Palmeó su hombro derecho. ―No, no, no se preocupe, señorita Nina, le queda muy bien, y estoy segura de que Tejares Del Lago, en sus manos, será todo un éxito. ― Anda ya, pero, como todos estamos al tanto de lo que sucede en esta casa, ¿verdad? ― Preguntó mientras tomaba nuevamente el jugo de naranja. Kenia, mientras cortaba algunas frutas, respondió: ―Yo no tengo nada que ver con eso, la chismosa es ella. ― No me ayudes mucho, Kenia. — Dijo Alexandra con cinismo y volvió a mirar a la morena. ― ¿Quieres que te lleve? ― No, Alexandra. — Le respondió, quitándose el collar que de alguna manera le incomodaba y dejándolo en la encimera. ―La idea es llegar rápido a la empresa y, con tu conducción,… complicado. Nos vemos, adiós. Dicho eso, salió de la cocina, dejando a la trigueña con la palabra en la boca.Salió de su casa, ataviado con una elegancia que desprendía sofisticación. Su look, que había conseguido con los magros ahorros que tenía a su disposición, lo convertía, sobre todo, en un auténtico londinense. En ese momento, se sentía como un modelo a seguir, al menos en lo que respectaba a su estilo al dirigirse a la empresa. Llevaba un abrigo de lana o tweed, liso y de un profundo color café oscuro, hecho de cashmere de alta calidad. Por lo general, una vestimenta de este tipo se componía de tres piezas, destacando un chaleco del mismo tejido, que también lucía en ese instante. Este chaleco se ajustaba perfectamente a su torso, revelando su esbelta y tonificada figura.Bajo el chaleco, vestía una camisa de cuello corto de color blanco, ligeramente más redondeado, un estilo conocido como "club collar". Esta camisa combinaba a la perfección con los pantalones de la misma tela, un tanto holgados. Completando su atuendo, llevaba unos zapatos negros estilo bota, que realzaban su eleganc
En la colina del barrio The Underground, se erigía una pequeña casa algo dejada, cuyo interior parecía tan olvidado como sus habitantes. Timothe, de tez un tanto morena, estaba terminando de arreglarse para su trabajo como enfermero, un empleo que le exigía mucho más de lo que el salario reflejaba. Mientras ajustaba su uniforme, se oyó el familiar crujido de la puerta de entrada: Selena había llegado. Ella, como siempre, se sentó sin pedir permiso en la mesa opaca de madera de la cocina, comiéndose un plátano con la misma confianza de quien está en su propia casa. —Timothe, usted me está mintiendo a mí. Dime la verdad, pues. ¿Él tiene otra o no? —exigió Selena, señalándolo con un dedo acusador. Sus ojos brillaban con una mezcla de frustración y desesperación, buscando respuestas. Timothe respiró hondo, preparándose para responder, pero la voz firme de Pepper resonó desde el fondo de la casa, cortando el aire como un cuchillo. —¿Quién llegó? Ah… la muerta de hambre de Selena, ¿no? —
—Nunca me dijiste que venías buscando a la doctora Hiddleston —la voz de la morena, suave, pero firme, rompió el silencio mientras se apoyaba en uno de los pilares cercanos.El pelinieve, al verla, soltó otro suspiro, esta vez de fastidio, y respondió:—¿Por qué tengo que decirte lo que hago o dejo de hacer?—Porque si fueras un poco más amable, podría haberte ayudado —contestó ella, su tono cargado de una mezcla de burla y desafío.El pelinieve giró hacia ella, su mirada fría:—No me interesa.Se puso de pie y dio un paso, pero la morena no se rindió.—Debe ser algo muy importante —dijo, sus palabras llenas de curiosidad.—¿Qué cosa? —respondió él, con desdén.—Lo que te trae aquí buscando a la doctora Hiddleston. Además, soportando las miradas juzgonas de Justin tanto tiempo.—Mis razones tendré y no son asunto tuyo —replicó él, dándose la vuelta para enfrentarla directamente.—Qué lástima, porque la doctora Hiddleston y yo somos muy cercanas, casi como si fuéramos familia. Si yo le
La noche había caído sobre la ciudad, envolviendo el edificio de Hiddleston Constructores en un aura de calma y luces titilantes. Dentro de la oficina, la morena Nina Hiddleston, aún sumida en sus tareas, hablaba por teléfono con Castellano, el atractivo ejecutivo principal de la compañía."—¿Así tal cual, mi mamá le quería presentar la propuesta a Holguín? —preguntó, su voz reflejando preocupación.—Nina... Tu mamá hizo el proyecto tal cual cree que debemos presentarlo —respondió Castellano, su voz suave y segura a través del auricular.—Ya… Oye… ¿A ti no te parece que estamos siendo un poco generosos con los porcentajes de participación? Tejares Del Lago es el proyecto más importante de la empresa y no vamos a sacarle el provecho que deberíamos.—Mira, para tu mamá lo más relevante es enganchar a Holguín. Ya después… Vendrán otros proyectos para compensar, así que ahora el marco de ganancias no sea tan bueno.—Okay, Castellano, gracias.—De nada."Nina colgó y se levantó de su silla
El pelineve estaba de pie bajo la tenue luz de la tarde, que comenzaba a fundirse con la noche, esperando que algún taxi o autobús apareciera en el horizonte. El día había sido fructífero, sí, pero no en la forma en que otros podrían imaginar. Para el pelinieve, cada pequeño paso hacia su objetivo lo acercaba más a la venganza que había anhelado por tanto tiempo. Sus pensamientos eran un remolino de recuerdos dolorosos y una determinación sombría. El aire se sentía denso, cargado de un calor húmedo que hacía que su camisa se pegara incómodamente a su espalda. Estaba inmerso en este malestar cuando un auto negro, elegante y reluciente, se detuvo frente a él con un suave ronroneo de motor. La puerta se abrió, y de ella emergió una mujer morena que Thomas reconoció al instante.Ella salió con la gracia de alguien que sabe que está siendo observada, su cabello oscuro, enmarcando un rostro que irradiaba confianza y cierta frialdad. Apoyándose con naturalidad en la entrada del auto, sus ojo
— ¿Cómo te fue con la doctora Hiddleston? — preguntó la morena, estando al volante, con una mezcla de curiosidad y tono juguetón en su voz. Sus ojos azules se mantenían fijos en la carretera, pero de vez en cuando lanzaba una mirada de soslayo al pelinieve sentado a su lado.El de mirar esmeralda, con el ceño fruncido, miró por la ventana, observando cómo las luces de la ciudad se deslizaban perezosamente a través del cristal. No tenía ganas de hablar, y su expresión lo dejaba en claro. — Ahorita, no tengo ganas de hablar — respondió, casi en un susurro, su voz cargada de una leve irritación.La morena arqueó una ceja, sin dejar de manejar. — ¿Y eso es que te fue bien o mal?El pelinieve suspiró, resignado. — Bien, bien, me fue bien. Mañana empiezo a trabajar en la empresa.—Oye… qué bien — dijo la morena, con una sonrisa que intentaba contagiar su entusiasmo. — O sea que vamos a ser compañeros.El pelinieve giró la cabeza lentamente hacia ella; su mirada era penetrante, casi inqui
La morena se encontraba dentro de su auto, esperando pacientemente a que el semáforo cambiara a verde. Delante de ella, un hombre hacía malabares en medio de la carretera, su actuación tan efímera como la luz del semáforo que amenazaba con cambiar en cualquier momento. Mientras observaba sin realmente ver, su mente vagó hasta aquel instante en que conoció al intrigante pelinieve. Desde el momento en que lo vio por primera vez en el ascensor, su presencia había quedado grabada en su memoria, como una melodía repetitiva que no podía dejar de tararear.Había algo en él, una especie de atracción magnética, que la había seguido incluso después de que lo dejó frente a esa modesta casa. Era irónico, hermoso, atractivo… Y envuelto en un halo de oscuridad que ella no sabía cómo descifrar. Respiró hondo, tratando de sacarlo de su mente, pero el recuerdo persistía, latente, en el borde de sus pensamientos.Finalmente, después de unos momentos, volvió a la realidad. Miró a su alrededor, sintiéndo
— ¿Qué tal, señorita? — Todo muy bien, Alexandra. —respondió la morena con una sonrisa, aunque su mirada captó el rastro de curiosidad que Alexandra trataba de ocultar.— Me alegro. ¿Encontraste fácil el camino?— Sí, Alexandra, gracias. — Respondió, sus palabras cortas, su mente todavía absorta en los pensamientos que había dejado atrás en Underground.Alexandra sonrió, pero había una tensión en sus ojos que no se desvanecía.— Qué bueno. Pero, me quedé pensando, ¿es que acaso hay algún proyecto nuevo de la empresa por allá en el Underground?La morena se detuvo, la pregunta la tomó por sorpresa. Bajó la vista, como si el suelo pudiera darle una respuesta.— Estaba llevando a alguien…— ¿Ah, sí? — La curiosidad de Alexandra se intensificó.— Sí, estaba llevando a un nuevo empleado de la empresa.Alexandra alzó una ceja, un gesto que insinuaba que no creía del todo en la respuesta.— Ah, ¿un empleado nuevo?— Exacto… — La morena trató de sonar casual, pero la sombra de algo más profu