3: Cerca.

— Mira, mamá, ahora no estoy de humor para uno de tus sermones, así que ahórratelos, por favor. — Entrando al despacho de su madre en el tercer piso, la morena declaró mientras se acercaba a ella. Su madre estaba sentada en una silla giratoria de color negro, detrás de un escritorio de madera de cedro. Estaba tomando un café y habló.

— Bueno, pero ¿qué te pasa? Yo solo…

— No, mamá, Jess y yo estamos buscando un nuevo patrocinio.

— ¿Me estás escuchando? —le preguntó su madre. — Cálmate, no te voy a dar ningún sermón. Por otro lado, ya sabía lo del patrocinio.

—¿Ah, sí?—preguntó, apoyando sus manos en el escritorio.

— Sí.

— Qué cosas… ¿Y tú, desde cuándo sabes cosas de mi vida o qué?

— Siempre me ha interesado tu vida, aunque no lo creas o te parezca gracioso.

— No, no es gracioso, es… sorprendente, más que todo. — Corrigió y se hizo un silencio entre ambas mientras su madre la miraba entreceñida.

Un silencio que quedó atrás cuando la mujer, de mirada lapislázuli y apariencia muy similar a la de su hija, pero un poco más envejecida y con el cabello negro, lo rompió. Quitó sus lentes dorados bruscamente de sus ojos y le dijo:

— A veces no estoy de acuerdo con lo que haces, eso pasa…

— Ah, ya veo, ya viene el sermón, te habías tardado, ¿no? — Se dio la vuelta y caminó un poco hacia el fondo del despacho, escuchando la voz de su madre.

— No es ningún sermón. — La mujer se levantó de la silla y la siguió hasta salir al balcón del despacho. — ¿Te parece que esto es un sermón? Solo quiero saber qué tienes planeado para tu vida, ¿acaso eso es un sermón?

— Mira, mamá, sé que esta situación es un tanto inusual; hace tiempo que no estábamos todos juntos, pero esto es temporal. Y eso no te otorga el derecho de controlarme como si tuviera 15 años.

— No te estoy controlando. No me interesa para nada ejercer control sobre ti. Mi interés radica en que tomes decisiones serias. — Le aclaró, y la morena solo guardó silencio, observando la vista verde frente a ella durante unos segundos. — ¿Hace cuánto obtuviste tu diploma? ¿Hace cuánto te graduaste? No has buscado un departamento y todo esto por estar encima de…

— Una moto, mamá.

— Sí, encima de una moto. ¿Qué hago yo en este caso? No es que desprecie lo que te gusta, lo que te entusiasma. Pero, francamente, no visualizo un futuro para ti encima de una moto.

— Pero, ¿quién podrá ver un futuro para mí, mamá, con ese grupo de incompetentes que tengo como equipo, por Dios?

— Bien, bien. —rió brevemente. — De acuerdo, echemos la culpa al equipo hoy; mañana podrás echarle la culpa a quien quieras, incluso a ti misma, o a la gasolina que no funciona… — Suspiró. — Nina, lo que quiero que comprendas es que tienes una empresa que es tuya, que te ofrece oportunidades, y estás desperdiciando el tiempo…

La morena la miró frunciendo el ceño y le dijo:

— A ver… Mamá, en esa empresa, en tu empresa, sería vista como la hija de la dueña. Una empleada VIP. ¿A quién le importará lo que yo pueda hacer?

Su madre le respondió con otra pregunta.

—¿No será que aún no has demostrado lo que puedes hacer?

Hubo un silencio entre ambas mientras se miraban, hasta que la morena volvió a hablar.

—¿Entonces lo que quieres es ponerme a prueba, es eso?

— Pues… Eso es lo que la gente hace cuando trabaja, ¿sabes? Si deseas demostrar que puedes lograr grandes cosas, eso sería un buen punto de partida.

— Perfecto… Entonces entrégame Tejares Del Lago.

El rostro de su madre cambió drásticamente.

— ¿Tú sabes lo que es Tejares Del Lago? Ese proyecto lo manejo yo directamente con Castellano.

— Uh… Con Castellano, claro … ¿Tú para qué te desgastas tanto, mamá? Sí, las dos sabemos que en mí no confías, ¿entonces?

— Nina, me estás pidiendo que te entregue el proyecto más importante en este momento.

— Sí… Y sí… Entonces, ¿cuál es tu temor, mamá? ¿Qué no te dé la talla o qué?

El rostro de su madre se ensombreció y, de no ser porque se oyó la voz del patriarca de la casa, le hubiera dicho lo que se le cruzó por su mente ante su altanería.

— Harrison y Jess los están esperando abajo…

— Fresca… —dijo la morena, palmeando el brazo de su madre con una sonrisa breve en el rostro. Después, sin más preámbulos, se encaminó hacia la salida del despacho. Sin embargo, antes de llegar a la puerta…

— Es tuyo —su madre habló, y ella se volvió para mirarla. — Tejares Del Lago es tuyo. ¿Quieres demostrar que estás dispuesta a hacer cosas grandes, que deseas un lugar en la empresa? Muy bien, tómalo. Encárgate de ese proyecto.

La morena miró a su madre con alegría en los ojos y se acercó a su padre, depositando un beso en su mejilla antes de salir del despacho con estas palabras:

— Los espero abajo.

— ¿Acaso me he vuelto completamente loca, has escuchado? — La mujer habló una vez que su hija ya no estaba y su esposo se acercó, acariciando su mejilla con ternura.

— No, en absoluto, cariño. Solo le estás dando una oportunidad. Sabes que es capaz.

— Sí, sé que es capaz. Lo que no sé es si está comprometida…

— Dalia… — El hombre negó con la cabeza y su esposa le miró con una sonrisa. Ambos compartieron una mirada cómplice y se dieron un beso en la mejilla.

— Vamos con los demás, ¿de acuerdo?

— Claro, vamos con los demás.

Dicho esto, salieron del balcón y descendieron al primer piso.

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La luz del sol hizo su presencia, marcando el fin de la noche y el comienzo de una nueva mañana, que podría resultar larga o breve. En ese momento, en la amplia cocina, se encontraba una joven morena disfrutando de un vaso de jugo de naranja. En ese instante, una mujer de mediana edad, con canas asomándose en su cabello, a juego con la tonalidad de su piel, entró en la estancia. Vestía de manera informal, ya que era la empleada de confianza de los propietarios de la casa. La mujer se acercó a la morena con una sonrisa en el rostro y le planteó una pregunta:

—¿Estás usando ese vestido ceñido de color azul?

— Sí… ¿Por qué? — respondió la joven, con una sonrisa, mientras daba un sorbo a su jugo de naranja.

— Es que tienes el collar al revés. Permíteme arreglarlo. — La mujer respondió con una sonrisa y se ocupó de ajustar el collar de plata, que tenía una pequeña pieza ovalada, ligeramente desplazada a un lado de su pecho, revelando que estaba mal colocado. — Ahí está, listo.

— Gracias, Kenia.

— De nada. — Kenia le devolvió la sonrisa. — Debo admitir que es una sorpresa verte con un vestido, señorita.

— Ni me lo digas. — Rieron. — Tuve que pedirle a Jess que me ayudara con eso y más en encontrar un vestido que no deje ver mis… particularidades, como así le llama mi madre.

— ¿Se refiere a sus tatuajes?

— Ya lo has entendido. — Le respondió con un guiño. Kenia rió un poco.

— Pero no se ve tan mal. Por lo menos, las mangas largas del vestido y lo ceñido del mismo le quedan muy bien. A usted, con su rostro natural, poco maquillaje y su pelo un tanto castaño tirando a rojo, le sientan muy bien. — Le decía, y la contraria sonrió ante sus halagos.

— Me sonrojas, Kenia.

— Es mi trabajo, señorita. — Rieron un poco.

— Al menos pude cubrir los tatuajes de mis brazos y gran parte de mis piernas, así mi madre no tendrá un infarto cuando me vea.

— No creo, se ve hermosa.

— Nuevamente, gracias por hacerme sentir lo que ya sé, Kenia.

Volvieron a reír, y en ese momento cierto hombre canoso, vestido con una bata azul de dormir, entró a la cocina con una sonrisa.

— ¿No será demasiado? —le preguntó a la mujer, y ésta solo rió un poco. — Buenos días, Kenia. — Le dijo antes de que la mujer se dispusiera a terminar el desayuno. Volvió a ver a su hija, quien habló mientras él le acomodaba un poco las mangas de su vestido.

— Pero bueno, ¿qué te puedo decir? Aquí está nuestra Kenia ganándose la confianza.

— A ver… Dejando de lado lo de "nuestra Kenia", ya que ella es más mía que tuya. — Miró a la susodicha con fingidos celos; rieron y volvió a ver a su hija. — ¿Qué tiene que ver un collar con la confianza?

— Pues, que me voy a aparecer más a esas tipas aterrizadas, esas ejecutivas importantes con las que siempre trabaja mi mamá.

―Ay, cariño… ― Sus dedos rozaron su mejilla derecha. ― No todo lo que dice tu madre es para hacerte sentir incómoda. Debes aprender a ser un poco menos…

― Prevenida, lo sé, ya me lo han dicho.

― Dalia, más que nadie, sabe de lo que eres capaz, hija. Solo necesitas demostrarle que realmente te interesa la empresa, ¿de acuerdo?

― De acuerdo. — Le dedicó una sonrisa y él hizo lo mismo antes de dejarle un beso en la frente y otro en la mejilla.

― Debes irte, o llegarás tarde.

― Está bien, padre.

― Te quiero mucho.

― Y yo a ti, papá.

El hombre sonrió y se alejó, no sin antes decirle a Kenia que se iba a bañar, a lo que ella respondió que ya le llevaría el desayuno, asintiendo.

― Buenos días, Alexandra.

― Buenos días, señor Jackson. ―Le devolvió el saludo al patriarca de la casa antes de que saliera por completo de la cocina. Alexandra desempeñaba el papel de chofer de la familia, especialmente del señor Jackson y su hija. Ella entró vestida de forma elegante pero conservando un toque femenino, que era su distintivo, y se acercó a la morena sosteniendo unos documentos. ― Vaya, tenemos un collar de plata.

― ¿Qué te parece?

― Pues bien… será.

― Claro, ya lo sé, pero, ¿qué pasa si comienzas a burlarte de él? Te amenazaré con ahorcarte con ese collar. ―Palmeó su hombro derecho.

―No, no, no se preocupe, señorita Nina, le queda muy bien, y estoy segura de que Tejares Del Lago, en sus manos, será todo un éxito.

― Anda ya, pero, como todos estamos al tanto de lo que sucede en esta casa, ¿verdad? ― Preguntó mientras tomaba nuevamente el jugo de naranja.

Kenia, mientras cortaba algunas frutas, respondió:

―Yo no tengo nada que ver con eso, la chismosa es ella.

― No me ayudes mucho, Kenia. — Dijo Alexandra con cinismo y volvió a mirar a la morena. ― ¿Quieres que te lleve?

― No, Alexandra. — Le respondió, quitándose el collar que de alguna manera le incomodaba y dejándolo en la encimera. ―La idea es llegar rápido a la empresa y, con tu conducción,… complicado. Nos vemos, adiós.

Dicho eso, salió de la cocina, dejando a la trigueña con la palabra en la boca.

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