Ha-na, una mujer coreana cuyos padres emigraron a América, enfrenta una pesadilla en lo que debería ser el día más feliz de su vida, cuando su prometido la deja plantada en el altar. En medio de su desesperación aparece Heinz Dietrich, un magnate arrogante, quien le roba un beso ante la multitud y se la lleva en brazos. Ahora, a pesar de su diferencia de edad, Ha-na debe cumplir con un contrato olvidado: darle un beso diario, antes de medianoche. ¿Mantendrá su resentimiento hacia el amor o se rendirá a nuevos sentimientos por Heinz?
Leer másHeinz y Ha-na se unieron y se besaron. Toda su aventura había empezado solo por besos de aquel contrato que habían hecho y, ¿en qué se había convertido? Ahora eran amantes que se entregaban al placer, incluso en el despacho, en su lugar de trabajo.Ha-na sabía que no había declaraciones de amor, ni palabras dulces, porque él siempre había sido posesivo con ella. Desde el día que él había aparecido en salón de eventos y se la había llevado, luego del desplante de su prometido. Quiso odiar a los hombres, pero ¿quién había estado con ella desde ese día? Sí, Heinz Dietrich, al que el principio odiaba por haberla obligado a darle un beso diario o debía pagarle con dinero. ¿A qué habían trascendido los ósculos? A su intimidada y ferviente pasión.El silencio envolvía la oficina, un espacio ahora cargado de emociones intensas que contrastaban con la formalidad del ambiente corporativo. Heinz y Ha-na estaban abrazados, sus cuerpos aún cálidos por el encuentro reciente. La luz tenue que se fil
Los dos estaban atrapados en un equilibrio entre lo profesional y lo personal, entre la necesidad de mantener su compostura y el deseo de rendirse por completo al fervor. Sus expresiones lo decían todo. Heinz, con su ceño apenas fruncido y sus labios apretados en una línea fina, mostraba una intensidad que Ha-na igualaba con su mirada profunda; sus ojos oscuros brillaban en sumisión y rendición.Afuera, el mundo seguía; los empleados almorzaban, los teléfonos sonaban, pero dentro de esas cuatro paredes solo existían ellos dos. La seriedad de sus rostros contrastaba con la pasión que se percibía en el ambiente, como si incluso el aire cargado en la habitación reconociera la gravedad del momento.En un instante que se sintió suspendido entre el pasado y el futuro, Heinz se inclinó ligeramente hacia ella, su mano se detuvo por un momento sobre su espalda, como si buscara anclarla a él. Ha-na levantó la vista, y por un segundo sus miradas se encontraron de lleno, el hielo de sus ojos azul
Ha-na rodeó el mueble y se puso al costado, al otro lado del escritorio. Heinz se movió hacia adelante, apoyando los codos en la superficie y entrelazando los dedos; con su postura relajada, contrastaba con la intensidad de su mirada.—¿En qué requiere mi ayuda? —preguntó Ha-na con complicidad.—Aquí —dijo Heinz con naturalidad—. Revise esta parte del escrito.Heinz vio la figura esbelta de Ha-na, mientras se inclinaba en el escritorio. Su falda, medias y su camisa ahora se notaban más sugerentes. Extendió su brazo y colocó su mano en la parte inferior de la pierna izquierda. Empezó a acariciarla, percibiendo la tela en su tacto. Luego subió hacia las virtudes de Ha-na. La frotaba con suavidad y la apretaba, sin que ella se opusiera.—¿En esta parte? —preguntó Ha-na, en doble sentido.—Sí, necesito inspeccionar esta zona —respondió él, siguiendo el tono de la lasciva conversación.—Hay algo que no me cuadra en este documento —dijo él, señalando una hoja. Pero en sus ojos estaba claro
Ha-na preparó los documentos en su escritorio. Fua al baño a retocar su maquille, labial y su perfume. Ya era la hora del almuerzo, por lo que sus compañeros habían ido al comedor de la empresa. Solo ella estaba ahí por ser la “menos afortunada”, por ser la secretaria del CEO, Heinz Dietrich.Heinz había bajado las persianas de su ventana, haciendo que fuera imposible ver hacia adentro.Ha-na entró con los documentos y cerró la puerta con seguro. Se miraron en la distancia. Ambos sabían lo que estaba por pasar. Quedarse solo era peligroso para ellos por todo lo que podía suceder. Se quedaron viendo con anhelo, como amantes secretos. Todo había comenzado por un beso, un contrato y, ahora, eso había trascendido hasta convertirse en amantes secretos.Ha-na cerró la puerta detrás de ella, sosteniendo los documentos contra su pecho como un escudo. El silencio en la oficina de Heinz Dietrich era casi absoluto, solo roto por el suave zumbido del aire acondicionado. La atmósfera estaba cargad
Al día siguiente, ambos se levantaron temprano, listos para enfrentar un nuevo día en la empresa. Él, un hombre de porte elegante, con una presencia imponente que reflejaba su posición como CEO, se acercó a Ha-na con una sonrisa cálida. Ella, su hermosa secretaria asiática, irradiaba una gracia natural que no pasaba desapercibida.Ella se acercó con una camisa recién planchada en las manos.—Déjame ayudarte —dijo Ha-na con suavidad.Mientras él se giró hacia ella y dejó que sus manos delicadas colocaran la camisa sobre sus hombros, abotonándola con cuidado. Cada gesto suyo era meticuloso, como si quisiera asegurarse de que Heinz estuviera perfecto para el día que tenían por delante. Ajustó su corbata con precisión y ternura.Luego fue su turno. Él tomó un vestido oscuro que sabía que era uno de los favoritos de ella y se lo ofreció. Ella sonrió con confianza, mientras él la ayudaba a colocárselo. Sus dedos rozaron su piel por un instante, y ambos compartieron una mirada cómplice.Al te
Al llevarla, Heinz solo contemplaba como si el mundo entero se redujera al peso ligero de Ha-na en sus brazos. No era solo su cuerpo lo que sostenía, sino todo lo que ella representaba para él. Los pasos que daba hacia el dormitorio estaban llenos de una lasciva anticipación. Ese recorrido marcaba la consagración de su relación de amantes y furtiva. Ya no había manera de detener lo que ambos sentían; era algo que los superaba en todos los aspectos, físicos, psicológicos y de cualquiera otra índole. Sus sentimientos se habían apoderado de su razón.Al adentrarse en el dormitorio, su mente estaba nublada por la intensidad del momento. No podía apartar los ojos del rostro de Heinz. Su expresión era seria y voraz, con un deseo evidente de comerla. Había una pasión controlada en sus ojos, una intensidad que hablaba de un deseo profundo y arraigado. Ella temblaba de la magnitud de lo que compartían, de lo que estaban a punto de vivir nuevamente y que había comenzado a experimentar desde hace
Ha-na percibía como cada fibra de su ser se encontraba al borde del frenesí. El calor que irradiaba Heinz se sentía como un incendio que abrazaba. Sin embargo, por eso estaba loca, porque no deseaba huir de esas llamas. Por el contrario, quería hundirse más en ellas, sentirlas consumir cualquier atisbo de duda o resistencia que pudiera quedar en su interior y que la llenaran con dureza y lava en su interior.La textura de él le resultó extrañamente reconfortante. Sus ojos azules profundos que tantas veces la habían mirado con una intensidad que rozaba la posesión, ahora estaban cerrados, vulnerables, entregados a lo que ella le ofrecía.El silencio entre ambos era elocuente. Se dio cuenta de que estaba temblando, pero no era de nerviosismo. Era de una mezcla de anticipación y reconocimiento por querer estar con ese hombre maravilloso que desde que había pasado aquel suceso, la había estado acompañando en su vida cotidiana, como su arrogante jefe, y al que debía pagar su deuda de besos.
Heinz quedó embelesado con el rostro que tenía frente a él, aquella que siempre había considerado única, etérea, pero que ahora era una realidad tangible a su tacto. Los ojos de Ha-na, rasgados y profundos, lo observaban con una mezcla de deseo y fervor, como si lo llamara, nada más con esas perlas negras. Eran de un tono marrón oscuro, como la tierra mojada después de la lluvia, y reflejaban un sinfín de emociones que lo atrapaban en su intensidad. Su nariz delicada, perfectamente equilibrada en el centro de su rostro, acentuaba la armonía de sus rasgos asiáticos.Y esos labios que había imaginado tantas veces, pero ahora estaban allí, tan cerca, entreabiertos y suaves, como si aguardaran un beso que él estaba dispuesto a dar. La forma en que la luz tenue de la sala jugaba con su piel impecable, tan tersa y suave bajo sus dedos, lo hacía perderse aún más en ella. Sus pómulos altos y definidos le daban un aire de fortaleza, pero también un toque de fragilidad que lo hacía querer proteg
Desde aquel día, al anochecer, la rutina entre Heinz y Ha-na se transformó en algo más íntimo y apasionado. Ya no se limitaban a un simple beso por contrato. Heinz, con mirada ardiente, comenzaba a desnudar lentamente el torso de Ha-na, revelando su piel pálida y suave. Sus labios encontraban sus pechos, chupando y mordiendo con una mezcla de ternura y voracidad que la hacía estremecer ante el acto devorador de su joven jefe, su amante y su salvador, quien había sido su soporte en esta instancia de su vida.Ha-na, siempre impecable con sus faldas ajustadas, medias veladas y tacones altos, parecía haber aceptado un acuerdo tácito: su vestimenta no solo era elegante, sino también funcional, facilitando esos encuentros furtivos que los consumían en la privacidad de la oficina ejecutiva del respetado CEO de la empresa.Heinz la empinaba contra el escritorio. Sus manos firmes agarraban sus caderas, mientras la empujaba con fuerza. El sonido de sus cuerpos chocando, húmedo y rítmico, producí