Hellen Harper es una mujer de treinta y dos años, que al tener a su madre enferma de cáncer y viendo imposible pagar el costoso tratamiento, decide aceptar la propuesta de su madrina; de convertirse en dama de compañía por una sola noche para complacer a un hombre adinerado, con la condición que nadie se enterara de quién es ella y así poder obtener el dinero que necesita. Hadriel Drews es un joven multimillonario de veintitrés años y el más poderoso en su círculo social. Sus amigos, para celebrar su graduación, le dicen que le tienen preparado una sorpresa, por lo que lo invitan a una penthouse, con la condición de que llevara puesta una máscara dorada. Allí se encuentra a una mujer, cuyo rostro es tapado por un antifaz de encaje negro. El destino los hará volver a encontrarse de nuevo, luego de su idilio de amor. Esta vez sin máscaras. ¿Podrán superar su experiencia o los fantasmas de su pasado le impedirán ser felices?
Leer másEl lugar estaba lleno de vida. Era una vida suave, cálida, que envolvía los corazones con la certeza de que allí, entre esas paredes, todo estaba bien. Hellen había estado preparando la sorpresa durante semanas, coordinando cada detalle con paciencia y cariño. Desde que Hadriel se había convertido en parte de su vida, y luego en el padre de sus hijos, todo lo que ella había soñado se había hecho realidad. No solo porque ahora tenía una familia hermosa, sino porque en cada gesto de Hadriel, en cada sonrisa, ella veía reflejada la promesa de un futuro lleno de amor.La mañana de la sorpresa llegó con un aire de complicidad entre Hellen y los gemelos. Sus pequeños, tan llenos de energía y alegría, no podían contener la emoción por lo que estaba por suceder. Estaban vestidos con sus mejores ropas, correteando por la sala con risas nerviosas. Howard, siempre el más curioso, tenía una sonrisa traviesa en los labios mientras observaba a sus hermanos, sabiendo bien que él también era parte de
Mientras ayudaba a atender a los clientes, rodeada por las sonrisas de sus gemelos, la calidez de la tienda y la energía de la multitud, Hellen se sintió más viva que nunca. Cada rincón de la dulcería estaba impregnado de sus esfuerzos, de su dedicación, y eso la llenaba de un orgullo indescriptible. Este no solo era su negocio, era una manifestación tangible de todo lo que había luchado para alcanzar, de todo lo que había superado. Ver a las personas disfrutando de los helados, chocolates, pasteles y bebidas que con tanto amor había creado era la recompensa más dulce.Hadriel estaba a su lado, con una sonrisa que le iluminaba el rostro, y en ese momento, Hellen sintió que todo había valido la pena. No era solo la dulcería, no era solo el éxito del negocio, era el hecho de que había encontrado la felicidad verdadera, una felicidad que no creía posible después de todo lo que había vivido. Hadriel había sido su apoyo, su roca, su guía, y ahora, mientras observaba cómo interactuaba con l
Hadriel, Hellen y los gemelos viajaron a Alemania para visitar la tumba de su padre. El cielo gris de Alemania estaba cubierto por un manto de nubes bajas que anunciaban la llegada de una llovizna suave. Hadriel caminaba lentamente por el camino de grava que conducía a la tumba de su padre, sus pasos pesados reflejaban el peso de las emociones que lo invadían. A su lado, Hellen avanzaba con la misma reverencia, sosteniendo la mano de uno de los gemelos, mientras el otro se aferraba a la mano de su padre. Era un momento solemne, cargado de significado y recuerdos.Al llegar al lugar, Hadriel se detuvo frente a la tumba de su padre. La lápida, sobria y elegante, estaba rodeada de flores marchitas que habían sido colocadas durante su última visita. Con un suspiro profundo, se agachó para quitar las flores viejas y hacer espacio para las frescas que habían traído. Las manos de Hadriel temblaban ligeramente mientras arreglaba las flores, su mente inundada por una oleada de sentimientos e
El despacho era un espacio íntimo, con las paredes cubiertas de estanterías llenas de libros y una gran ventana que permitía que la luz suave de la mañana iluminara el lugar. El ambiente olía a papel antiguo y cuero, y el escritorio de roble macizo en el centro de la habitación era el punto focal, imponente y lleno de carácter, como el hombre que lo utilizaba. Hadriel cerró la puerta detrás de ellos con un suave clic, sellando el mundo exterior en un gesto casi simbólico. Entre esas cuatro paredes, no existía nada más que ellos dos, su deseo y el ineludible poder de la pasión que los consumía.Hellen, aún ligeramente sonrojada por la urgencia con la que habían dejado la cocina, no pudo evitar morderse el labio al sentir la presencia de Hadriel tan cerca. Su mirada la devoraba, y el calor que emanaba de su cuerpo era suficiente para hacerla temblar de anticipación. No había duda alguna en su mente de lo que vendría, y en ese momento, lo único que deseaba era rendirse completamente a él
Hadriel dejó que sus manos exploraran su cuerpo una vez más, deteniéndose en las nuevas curvas de su vientre y sus pechos, admirando cómo la maternidad solo había aumentado su belleza. Acarició su abdomen con suavidad, una reverencia tácita hacia la vida que crecía dentro de ella, antes de inclinarse para besarla de nuevo, esta vez con más pasión.Se movió con destreza, inclinando el cuerpo de Hellen de lado, sus piernas entrelazándose mientras él la penetraba lentamente, disfrutando de cada sensación, de cada pequeño estremecimiento que ella dejaba escapar. Los gemidos de Hellen eran suaves al principio, pero se intensificaron rápidamente cuando Hadriel aumentó el ritmo, sus cuerpos moviéndose en perfecta sincronía. El sonido de sus respiraciones aceleradas llenaba la habitación, junto con los suaves crujidos del colchón y el leve roce de las sábanas.Hellen se aferraba a Hadriel con fuerza, sus dedos enredándose en su cabello oscuro, sus labios entreabiertos mientras su cuerpo se mo
Sin apartar la mirada de ella, Hadriel dejó caer la toalla que lo cubría, y volvió a acercarse, su cuerpo irradiando calor y deseo. Sabía que no habían terminado, que su reencuentro, tan esperado, no podía terminar sin más. Hellen se incorporó lentamente, sus manos buscando el cuerpo de Hadriel, explorando sus músculos tensos bajo la piel aún húmeda. Había algo diferente en el ambiente, un aire de urgencia, como si ambos supieran que este momento era el clímax de todo lo que habían contenido durante años.Hellen lo atrajo hacia ella, sus labios buscando los suyos en un beso profundo y hambriento, mientras su cuerpo se deslizaba bajo el de Hadriel con una fluidez que parecía natural, inevitable. El peso de Hadriel sobre ella era reconfortante y excitante a la vez, y sus manos recorrieron la espalda de él con una desesperación que los conectaba en cada centímetro de piel.—Hadriel... —susurró ella, apenas un murmullo entre sus jadeos, mientras sus caderas se arqueaban para recibirlo, el
Sin apartar la vista de ella, Hadriel la llevó hacia el baño, sus pasos resonando en el suelo de mármol. La mansión estaba en completo silencio, pero dentro de él, todo era caos. Cada fibra de su ser la deseaba, la necesitaba de una forma que casi dolía. El eco de sus pies marcaba el ritmo de sus pensamientos. Cada paso que daba le recordaba aquella vez, cuatro años atrás, cuando también la había llevado en el penthouse.El agua de la ducha comenzó a correr con un susurro suave cuando la dejó de pie, justo frente a él. Hellen lo miró, su pecho subiendo y bajando con la respiración agitada, y dejó que el vapor comenzara a envolver sus cuerpos. La luz era tenue, casi irreal, como si el mundo entero se hubiera reducido a ese pequeño espacio, solo para ellos dos.Sin apartar los ojos de ella, Hadriel la atrajo hacia sí, sus manos deslizándose por su cintura, sintiendo el calor de su piel húmeda bajo sus dedos. El agua caliente caía sobre ellos, cubriéndolos como una manta de sensaciones.
Hadriel observaba a Hellen, su piel resplandeciente y su respiración aún agitada, mientras se acomodaba a su lado en la cama. No podía apartar los ojos de ella. La sensación de tenerla nuevamente en sus brazos lo llenaba de un deseo profundo, uno que había sido contenido durante demasiados años. Su cabello marrón oscuro se desparramaba sobre la almohada, enmarcando su rostro con esa belleza serena que lo hacía perder la razón.—No puedo creer que seas tú —murmuró Hadriel, su voz grave y cargada de emoción.Hellen lo miró, sus ojos celestes llenos de algo indescriptible, una mezcla de sorpresa y pasión. Sonrió débilmente, pero esa sonrisa fue suficiente para hacer que el fuego dentro de él se avivara una vez más.—Lo soy y me alegro, mi amor—contestó ella en un susurro, acercándose más a él.Sin pensarlo, Hadriel se inclinó y rozó sus labios con los de ella, primero con suavidad, pero el deseo que sentía se intensificó rápidamente. La besó con más fuerza, profundizando el contacto, mie
Hellen era la primera persona que le había robado el corazón, y esa realización lo golpeaba con una fuerza abrumadora. Se sentía expuesto, pero al mismo tiempo, inexplicablemente lleno. Sus lágrimas caían silenciosamente. Aunque no podía decirlo en voz alta, no todavía, su abrazo decía lo que su voz no podía: que también la amaba, que ella era todo para él. La emoción lo desbordaba, una mezcla de felicidad, miedo y asombro ante lo que estaban compartiendo. Era la primera vez que su corazón pertenecía a alguien más, y aunque esa idea lo aterraba, también lo hacía sentir más vivo que nunca.Hadriel se encontraba en un estado de absoluta plenitud. Mientras caminaba junto a Hellen, observando cómo la luz del amanecer iluminaba su rostro, una ola de emociones lo invadía. Era como si todo lo que había deseado, lo que había anhelado en silencio, finalmente se hubiera materializado de la manera más sorprendente y perfecta posible. Sentía una paz profunda, una satisfacción que iba más allá de