6. Mundos opuestos

Al día siguiente, Hellen dejó todo preparado desde la mañana en la casa, para poder ir a donde vivía su tía, aunque le gustaba que la llamaran madrina. Advirtió a sus hermanos, que podría demorarse. Utilizó el servicio del bus, porque los taxis cobraban muy caro. Al final, tuvo que caminar, porque no llegaba hacia el sitio donde iba. El sol intenso la acaloraba. Los pies, ya la ardían, por el asfalto caliente. Sin embargo, el propósito que la motiva a seguir avanzando, era mucho más fuerte, que cualquier malestar que pudiera sentir. La seguridad de la casa se notaba, con el número cuerpo de vigilantes, custodiaban la bella arquitectura.

—Buenos días —dijo Hellen, saludando al corpulento e intimidante vigilante que estaba en la caseta de gran tamaño.

Hellen sabía que a su madrina le gustaba exhibir su riqueza desde lo menos vistoso, hasta lo más importante que tenía. Era por eso que su mansión resaltaba a la vista.

—Buen día. ¿Necesita algo? —interrogó el guardia, con una voz ronca y á
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