Puede dejar su comenario acerca de la novela. Gracias por su lectura
Los días siguieron pasando, hasta que el momento por el cual se había estado preparando por fin llegó. En esa tarde había sido preparada por Gregory con un largo vestido negro, cuya cola se amontonaba en el piso; tenía una abertura en la pierna derecha y la manga diestra era transparente, al contrario de la izquierda, que era oscura. Además, le habían colocado unos tacones de aguja con punta triangular. En el cabello castaño, oscuro, tenía una pinza dorada con el diseño de su característico animal, una mariposa.—Una reina en todo el sentido de la palabra —dijo Gregory, que traía a Hellen por la mano, en compañía de Marie y las ayudantes.La señora Radne moldeó una sonrisa fingida. No imagina que su sucia sobrina pudiera verse así de bien. Apretó los dientes con molestia y enojo reprimidos. Era más, hasta podría verse más hermosa que ella misma en tan solo estos días. No soportaba la idea de que Hellen fuera así de hermosa. En definitiva, el cliente debía romperla y traumarla para sie
Hellen, por algún motivo, se sentía más tranquila y relajada, como si pudiera dialogar con él, ya que se mostraba receptivo y accesible. No como lo había imaginado, como un monstruo con el cual no iba a poder comunicarse, como si fuera un ser de otra especie, con el que no compartía el mismo lenguaje. Sin mencionar que él parecía desubicado, como si no supiera nada de lo que estaba pasando allí. ¿Qué estaba sucediendo? También se había confundido.—Entiendo —respondió él, con voz seca y ronca. Se expresaba cortante.Hadriel había confirmado su teoría; Arthur Walker y Dylan West habían contratado a una dama de compañía para él, y había contado con la ayuda de Jareth Davies su secretario y mano derecha, para armar un complot en su contra. Tensó la mandíbula al ser traicionado de esta manera tan planeada. Era claro que cualquier cosa que hiciera podría afectarlo de manera negativa en su imagen y hasta podría perder el liderazgo de Sísifo, su compañía minera. Miró con frialdad a la mujer
—No es necesario —dijo Hadriel, ya que no deseaba usar de los servicios que le habían sido comprados a ella por parte de Arthur Walker.—Insisto, es mi trabajo —dijo ella, con cortesía—. ¿Qué necesita?Hellen sabía que había propiciado una fuerte discusión, pero él se había mantenido sin contestarle luego de haberlo enfrentado. Agradecía eso, ya que en estas circunstancias era él el que tenía todas las de ganar y ella las de perder. La vida de su madre estaba en manos de ese desconocido, y no podía arriesgarse a enfadarlo. Estaba seguro de que era muy afortunada de haber coincidido con él, y no con otro. Se mantendría la margen y controlaría sus emociones.—Quisiera una copa de vino, por favor —contestó Hadriel, con tono neutro, pues no quería causar más polémica entre los dos, y tampoco era su enemigo o su rival. Al contrario, solo había querido solucionar el asunto lo antes posible para no darle larga a la reunión. Pero todo había salido mal.Hadriel dejó que se encargara. Además, q
Hellen extendió su mano hacia aquel sujeto con la que había logrado llevarse mejor de lo que siquiera pudo llegar a imaginar. Era más, ahora que caía en cuenta era la primera vez que estaba sola con un hombre en cuarto, con la insinuación de tener intimidad. En su niñez y en su adolescencia no había tenido un novio, aunque sí había estado enamorada de algún chico en secreto y también se había sentido atraída por uno que otro. Pero nunca había concretado, ni vivido, una experiencia romántica como la que ocurre en las películas o en los libros. O más bien, no había compartido una noche especial con su media naranja. Se sonrojó por un instante y se halló intranquila al sentir el esbelto palmar de él. Además, esos ojos azul marino la veían de forma directa y atenta. ¿Qué era lo que había pasado? ¿Por qué se había puesto así de nerviosa de repente? Podía notar las firmes facciones del rostro de ese extraño y no podía dejar de pensar, que era alguien muy atractivo. ¿Con quién estaba tratando
—Ya le he dicho que no hagas algo que no desees —comentó Hadriel, pero sin sonar brusco o como si la estuviera exhortando. Ya había tenido suficiente.—¿Y si lo quiero? —dijo Hellen, respondiendo con rapidez y certeza—. Al principio le expresé que no deseaba hacerlo. Pero, ¿y si en el poco tiempo que ha pasado hubiera cambiado de parecer? Yo, al igual que usted, no tengo experiencia en el amor o en nada de esto. No somos tan diferentes en ese aspecto. Pertenecemos a mundos diferentes y cuando sean las siete, lo más seguro es que no volvamos a vernos nunca más en esta vida.Hadriel había sido sorprendido por segunda vez en esa misma madrugada y más de lo que había llegado a serlo en sus veinticuatro años. No sabía por qué, pero ya no veía con desagrado esa opción. Al contrario, justo como comentaba ella, en estos pocos minutos había modificado sus ideales. Además, que, por fin, pudo descansar de su interminable persecución de los recuerdos con el encuentro con la mujer doliente a la qu
—¿Podemos sentarnos? —preguntó Hellen, un poco cansada por estar de pie. Además, que usar tacones no era algo que había usado con frecuencia, solo desde la semana pasada—. Tengo otra idea —comentó—. Usted primero.—Claro —contestó Hadriel, que accedería a cualquier cosa que ella estuviera por sugerir.Hellen fue la que lo guio al sillón y le indicó que se sentara en el mueble. Recogió su vestido y se acomodó ahorcajadas en el firme regazo de aquel hombre. Estaba abierta de piernas a ese extraño, que la aseguró de nuevo por la espalda. Entonces, de nuevo retomaron su intensa sesión de besos, en la que en cada ocasión iba sintiendo más gusto. Sus cabezas se movían en un lento vaivén y sus labios se acoplaban, como si tuvieran vida propia. Un calor nació en su cuerpo; estaba ardiendo y su razonamiento cada vez se iba nublando. Entonces, tuvo la iniciativa al quitarle la camisa y la corbata. Las dejó caer en el suelo y continuó en su nuevo apasionante descubrimiento.Hadriel sobaba la esp
Hadriel creyó que se había arrepentido, pero solo que no quería ser vista allí, en ese lugar. Lo comprendía y lo respetaba—Entiendo. Eres libre de detenerlo cuando ya no estés segura de seguir —dijo él, con tranquilidad—. En cualquier momento.Hadriel se levantó y se quitó la ropa que le faltaba, así como los zapatos y la medias. No imaginó que era él quien le estaba dando un espectáculo a la que se suponía debía atenderlo esa cita. Si saberlo, los papales de comprado y acompañante se había invertido. Era más, ya no había ningún rol en ese sentido, solo dos personas que había accedido a pasarla bien juntos, con un límite y con total consentimiento de las partes.Las cosas, sin duda alguna, no habían salido como esperaban. Uno había ido solo para cancelar cualquier servicio que hubieran contratado y la otra había deseado que él jamás llegara. No obstante, ahora los dos no aguantaban las ganas de seguir descubriendo ese pasional mundo que se había abierto ante ellos.Hellen, tumbada en
Hadriel adoptó un semblante inexpresivo e inmutable. Eso nunca le había importado. Si era algo que todos pensaban que era imposible de hacer, entonces estaba en lo correcto, porque nadie elegía sus actos, ni sus decisiones. Era libre de hacer lo que quisiera y con quien lo dispusiera. Su voluntad no era controlada por nadie, ni siquiera por su propio padre, que era a la persona que más respetaba.Hellen se aferró en la musculosa espalda de su compañero, mientras él le retiraba la braga con cuidado; lo hizo sin desviar la mirada de ella; lo cual le pareció muy atento y caballeroso de parte de él. Debido a cuando lo detuvo para que no la viera allí abajo, se había mantenido discreto y comprensivo. Estaba nerviosa y asustada, pero con cada acto y gesto que él le dedicaba, iba tomando más seguridad de su decisión de entregarse a él. Su respiración era intermitente y pesada. Estaba siendo ensanchada en su intimidad. La firme virtud se hacía paso de manera lenta en su interior. Rasguñó con