Kisa extrajo su celular de su pequeña cartera y sus dedos temblaron un poco mientras marcaba el número de emergencias. Sabía que no podía hacer más por su cuenta, pero tenía claro que no dejaría sola a esa niña ni por un segundo.
La mujer se agachó de nuevo y tomó el rostro de la pequeña entre sus manos, secándole las lágrimas con la delicadeza de quien sostiene algo frágil. La niña seguía llorando, su carita estaba roja y húmeda, y los mocos se mezclaban con sus lágrimas.
—Hiciste muy bien en pedir ayuda, eres una chica valiente —manifestó Kisa, con una voz suave y tranquilizadora, aunque su pecho aún estaba apretado por la preocupación.
La niña sollozó, pero asintió débilmente mientras Kisa seguía limpiándole la cara con cuidado.
—Ahora llamaré a alguien para que lleve a tu papá al hospital, ¿está bien? —agregó, acariciándole el cabello para calmarla un poco más.
La niña asintió de nuevo con la respiración aún temblorosa, pero empezando a regularse. Kisa finalmente marcó al número y, en cuanto tomaron la llamada, ella les explicó la situación.
—Sí, es un hombre inconsciente en un auto, está pálido y frío… Su hija pequeña está aquí conmigo… por favor, necesitamos ayuda urgente.
La operadora confirmó que una ambulancia estaba en camino y le pidió que se mantuviera en la línea por si había más información que dar.
—Está bien, pero voy a hablar con la niña un momento para tranquilizarla, ¿de acuerdo? —dijo Kisa antes de volverse hacia la pequeña, quien la miraba con ojos llenos de incertidumbre—. ¿Cómo te llamas, cariño? —preguntó con una sonrisa suave, tratando de aliviar la tensión.
—C-Coral… —respondió la niña en voz baja, limpiándose la nariz con la manga.
—Muy bien, Coral. Yo me llamo Kisa —expuso—. Ya vienen por tu papá, ¿sí? Todo va a estar bien, preciosa.
Coral dio otro asentimiento, mordiéndose el labio para contener las lágrimas, aunque una que otra seguía cayendo. Kisa volvió a hablar con la operadora hasta que la sirena de la ambulancia se hizo escuchar a lo lejos.
Cuando llegó la ambulancia, los paramédicos actuaron con rapidez. Kisa habló con uno de ellos explicándole lo que Coral le había dicho que ocurrió antes de que su padre se quedara inconsciente. Luego, se hizo a un lado y Coral se volvió a aferrar a su pierna, mientras los hombres abrían por completo la puerta del auto.
Con movimientos expertos, revisaron los signos vitales del hombre antes de sacarlo cuidadosamente. El cuerpo del hombre, prácticamente inerte y pesado, fue colocado sobre una camilla. Kisa observó con el corazón en un puño, mientras Coral miraba con ojos grandes y llenos de miedo.
—Lo van a llevar al hospital —dijo Kisa, agachándose un poco para hablar con la niña.
—¿Al hospital? —repitió Coral, con un temblor en su vocecita.
—Sí, cariño. Lo van a atender muy bien, van a cuidarlo para que se recupere.
Coral agarró la mano de Kisa con fuerza.
—Yo no quiero... quedarme sola… ¿Te... te quedarás conmigo, verdad? —preguntó. Kisa la había hecho sentir segura y protegida, y por esa razón quería seguir teniéndola cerca.
Por un momento, Kisa dudó. La entrevista… Pero, ¿qué importaba ya? La hora había pasado hacía rato, y aunque no hubiera sido así, no tenía corazón para dejar a una niña tan asustada sola. Inspiró profundamente antes de sonreírle con dulzura.
—Claro que sí, Coral. Me voy a quedar contigo. No estarás sola. Me quedaré contigo todo el tiempo que sea necesario hasta que tu papá esté mejor, o hasta que llegue alguien de tu familia, ¿de acuerdo?
Coral no respondió de inmediato, pero asintió con fuerza y se aferró más a la mano de Kisa.
—¿Sabrías el número de celular de algún tío, un hermano o alguien que podamos llamar? —le preguntó Kisa, tratando de mantener la calma para no asustar más a la niña.
Coral negó con la cabeza.
—Solo me sé el número de mi papá...
—Está bien, no te preocupes, cariño. No pasa nada, ¿de acuerdo? Todo mejorará, tranquila.
Coral respiró hondo, intentando calmarse, y se abrazó al brazo de Kisa mientras los paramédicos terminaban de asegurar al hombre en la ambulancia.
De pronto, uno de los paramédicos se acercó a ellas.
—¿Eres familiar de este hombre? —le preguntó a Kisa. —¿Sabes su nombre?
Kisa movió la cabeza de un costado a otro en señal de negación.
—No lo conozco —dijo con honestidad—, pero esta niña es su hija. Coral, cariño, ¿puedes decirle cómo se llama tu papá?
Coral levantó la cabeza con la mirada todavía cristalizada.
—Mi papá se llama Royal… —dijo con un sollozo, a lo que Kisa la cargó en brazos.
—¿No pueden mirar la identificación del hombre? —agregó ella.
El paramédico asintió.
—Lo haremos, pero si resultabas ser pariente de este hombre todo resultaría más fácil.
—Oh, ya veo —replicó Kisa.
—Ahora lo llevaremos al hospital.
Antes de que pudiera continuar, Coral lo detuvo con la voz.
—¡Quiero ir con mi papá! —dijo con urgencia, mirando al paramédico con ojos suplicantes—. ¿Puedo ir con ustedes? ¿Puedo ir con mi papá?
Antes de que el paramédico pudiera responder, Coral se giró hacia Kisa, con su vocecita llena de miedo.
—Vendrás conmigo, ¿verdad? Tienes que venir conmigo —añadió.
Kisa se quedó callada, mirando a Coral y al paramédico. No quería dejar a la niña sola y menos en una situación tan aterradora.
El paramédico finalmente habló.
—Pueden subir ambas —alegó, señalando la ambulancia—. Pero necesitamos darnos prisa.
—E-Está bien —respondió Kisa—. Vamos, cariño, todo estará bien —dijo a Coral con una sonrisa tranquilizadora, aunque su propio corazón latía con fuerza.
Dentro de la ambulancia, el ambiente era tenso. Los paramédicos hablaban entre ellos y Kisa intentó no escuchar esas palabras, concentrándose en Coral, quien estaba sentada a su lado, con los ojos llenos de preocupación.
—Van a cuidar muy bien de tu papá —le dijo Kisa, acariciándole el cabello—. Está en buenas manos.
Coral la miró con confianza, aunque su voz tembló cuando habló.
—¿De verdad va a estar bien?
Kisa no sabía la respuesta, pero no podía dejar que Coral se asustara más.
—Sí, cariño. Los médicos saben qué hacer. Lo van a ayudar, ya verás.
Los paramédicos comenzaron a trabajar en Royal con rapidez y precisión. Uno de ellos colocó un pulsioxímetro en su dedo para medir la saturación de oxígeno y la frecuencia cardíaca, mientras el otro palpaba la arteria carótida en su cuello para confirmar la presencia de pulso.—Tiene pulso, pero es extremadamente débil. No supera los 40 latidos por minuto —dijo el primero.—Respira, pero la ventilación es superficial. Vamos a colocar oxígeno.Con movimientos rápidos, ajustaron una mascarilla de oxígeno en el rostro de Royal. Mientras tanto, el otro paramédico preparaba un monitor cardíaco. Le colocaron electrodos adhesivos en el pecho, conectando los cables para obtener un electrocardiograma.—Bradicardia severa, podría entrar en paro si no se estabiliza —expuso uno de ellos.Mientras tanto, Kisa observaba todo con nerviosismo. No entendía términos médicos, pero escuchando que su pulso era débil y que podía entrar en paro, era fácil deducir que su situación no era nada buena. Por for
El equipo médico comenzó su trabajo de inmediato, pero las condiciones del paciente parecían cada vez más desconcertantes. La enfermera conectó rápidamente el monitor de signos vitales, esperando al menos ver alguna señal mínima de vida. Pero la pantalla permaneció en blanco, mostrando una línea plana, sin actividad cardíaca. El médico, un hombre experimentado con años de práctica en emergencias, se acercó al paciente con calma, pero su rostro reflejaba la seriedad del momento.—No hay signos vitales —dijo, mientras comenzaba a revisar manualmente las pulsaciones en el cuello y la muñeca del hombre, buscando alguna señal de vida en las arterias principales. Sin embargo, las dos pruebas fueron negativas. Ningún pulso detectable. Por lo tanto, procedió a la reanimación, realizando compresiones torácicas. Sin embargo, no hubo respuesta favorable.El médico suspiró, no sorprendido, pero preocupado por la inusitada rapidez con que el hombre había colapsado. Miró al equipo con una mirada de
Kisa se volvió hacia Coral, que seguía dormida en su regazo, ajena a todo lo que había sucedido. Kisa abrazó más fuerte a la niña, susurrándole palabras de consuelo mientras trataba de encontrar una forma de enfrentar lo que venía.La mujer, aún abrazando a Coral, miró al médico con un aire de incertidumbre mientras trataba de procesar la noticia. Después de un silencio incómodo, en el que solo se oían los suaves suspiros de la niña dormida, el médico habló.—Hemos revisado sus pertenencias. Está identificado, tenemos su documento de identidad y todo está en orden. El problema es que no encontramos ningún número de contacto de emergencia. Su teléfono está bloqueado, no podemos acceder a él, y no hay ningún registro que nos ayude a contactarlos.Kisa asintió, sintiendo un nudo en el estómago. El pensamiento de que el hombre estuviera allí, solo, sin que nadie supiera qué había sucedido, le causaba un profundo malestar. Además, la niña en sus brazos, tan vulnerable, no merecía pasar por
Kisa la tomó de la mano y juntas salieron del hospital, con paso lento pero decidido. Al poco tiempo, llegaron a un pequeño local de comida rápida. El lugar era cálido y era como un respiro de normalidad en medio de toda la confusión que las rodeaba.Se sentaron en una mesa y Kisa pidió un par de hamburguesas. Coral, al principio, pareció no querer comer, observando la comida con una ligera expresión de duda en su rostro. —¿Por qué no comes? ¿No te gusta la hamburguesa? —preguntó Kisa.—Sí, me encanta… pero es que no me dejan comer esto en mi casa.Kisa, sorprendida, frunció el ceño mientras tomaba un bocado de su propia comida.—¿Por qué no puedes comerte una hamburguesa?Coral miró a su alrededor, asegurándose de que nadie prestara demasiada atención, y luego susurró, como si fuera un secreto.—Bueno, la novia de mi papá no quiere que coma estas cosas. Solo quiere darme pescado y verduras que no son para nada deliciosas... —dijo, haciendo una cara de disgusto.Kisa se quedó en sile
Royal estaba atrapado en una oscuridad insondable. No era un sueño ni una pesadilla, era algo mucho más inquietante. Era consciente de sí mismo, pero al mismo tiempo estaba desconectado de su cuerpo. Sabía que tenía brazos, piernas, un torso, pero no podía moverlos. Era como si estuvieran allí, presentes, pero fuera de su alcance, como si hubieran dejado de pertenecerle.No sentía dolor, ni calor, ni frío. No sentía nada. Y esa ausencia de todo lo aterraba más que cualquier sufrimiento imaginable. Quería gritar, pedir ayuda, pero no podía. Su garganta no emitía sonido alguno.Sin embargo, su mente seguía alerta, y en medio de esa prisión oscura, comenzó a escuchar algo, voces lejanas que parecían flotar en el vacío.Al principio, eran apenas un murmullo, fragmentos de palabras que no podía distinguir. Luego, se hicieron más claras, pero aún distantes, como si se originaran en un mundo al que ya no pertenecía. Intentó concentrarse en ellas, buscar un significado en ese mar de confusión,
—Estoy... en una morgue... ¿no es así? —preguntó Royal. Le costaba hablar, aún no podía mover muy bien los labios. El forense asintió con la cabeza rápidamente, todavía incapaz de hablar.—¿Por qué... estoy aquí? —agregó Royal—. Estabas... a punto de hacerme... una autopsia, ¿verdad? ¿Acaso alguien de mi familia... lo autorizó?El forense seguía sin poder creer lo que estaba viendo, y Royal comenzó a impacientarse.—Deja de... mirarme así. Estoy vivo, realmente vivo, así que... contéstame ya —ordenó—. ¿Alguien de mi familia... autorizó la autopsia? —N-No exactamente. En casos de muerte súbita, cuando la causa no es específica, se realiza automáticamente una autopsia, sin necesitar el consentimiento de los familiares.—¿Cómo es... eso posible? ¡Estabas a punto de matarme! —se mostró irritado.—Se suponía que estabas muerto. No había signos vitales, tu cuerpo experimentó rigidez y enfriamento post mortem, no reaccionabas al RCP...—¡No pueden hacer una autopsia sin la autorización de
Royal, decidido y sacando fuerzas de donde sea, se forzó a vestirse rápidamente y salió de la habitación.—Tú conoces a esa mujer, ¿no? —preguntó Royal al médico, en lo que caminaban uno al lado del otro—. La viste y hablaste de frente con ella, lo que significa que la reconocerás con facilidad.—Sí, podré hacerlo —replicó el médico.Sin perder tiempo, ambos se dirigieron hacia la sala de espera, suponiendo que encontrarían a la mujer o habría alguna pista de ella. Pero al llegar, no había rastro de la desconocida. Tampoco estaba Coral, lo cual hizo que Royal comenzara a alterarse todavía más.—¡Mal-dita sea! ¿Dónde demonios están? ¿Cómo es posible que nadie haya preguntado quién era? ¡Dejaron a mi hija con una completa desconocida! —se quejó, a lo que el médico intentó calmarlo.—Señor Fankhauser, por favor, comprende. Nuestra prioridad era salvarte la vida. Estábamos enfocados en ti —trató de explicarle, pero Royal no quiso escuchar.—¡Solo son excusas! ¡Quiero que encuentren a mi hi
Kisa miró a Royal fijamente, todavía aturdida por todo lo que estaba sucediendo.—Su hija estaba muy preocupada por usted, debería estar celebrando su recuperación con ella...Royal giró la cabeza hacia ella, con una mirada cargada de desprecio.—Tú no tienes ningún derecho a decirme lo que debo o no hacer con mi hija. Además, sé exactamente qué clase de trucos estás usando. Te ganaste su confianza, fuiste amable y buena con ella solo para traerla aquí. Personas como tú hacen eso. Manipulan.—¿Personas como yo?—Mira este lugar —señaló, observando a su alrededor con desagrado—. Es un asco. Huele a... pobreza. Gente como tú no tiene nada que perder y mucho que ganar al involucrarse con familias como la mía.El insulto fue como un golpe para Kisa. Atónita, se quedó en silencio durante unos segundos antes de responder con firmeza, aunque su voz reflejaba la indignación que sentía.—Disculpe, señor, pero no lo conozco para nada. No voy a permitir que venga a mi casa a insultarme de esa m