C2: Vendrás conmigo, ¿verdad?

Kisa extrajo su celular de su pequeña cartera y sus dedos temblaron un poco mientras marcaba el número de emergencias. Sabía que no podía hacer más por su cuenta, pero tenía claro que no dejaría sola a esa niña ni por un segundo.

La mujer se agachó de nuevo y tomó el rostro de la pequeña entre sus manos, secándole las lágrimas con la delicadeza de quien sostiene algo frágil. La niña seguía llorando, su carita estaba roja y húmeda, y los mocos se mezclaban con sus lágrimas.

—Hiciste muy bien en pedir ayuda, eres una chica valiente —manifestó Kisa, con una voz suave y tranquilizadora, aunque su pecho aún estaba apretado por la preocupación.

La niña sollozó, pero asintió débilmente mientras Kisa seguía limpiándole la cara con cuidado.

—Ahora llamaré a alguien para que lleve a tu papá al hospital, ¿está bien? —agregó, acariciándole el cabello para calmarla un poco más.

La niña asintió de nuevo con la respiración aún temblorosa, pero empezando a regularse. Kisa finalmente marcó al número y, en cuanto tomaron la llamada, ella les explicó la situación.

—Sí, es un hombre inconsciente en un auto, está pálido y frío… Su hija pequeña está aquí conmigo… por favor, necesitamos ayuda urgente.

La operadora confirmó que una ambulancia estaba en camino y le pidió que se mantuviera en la línea por si había más información que dar.

—Está bien, pero voy a hablar con la niña un momento para tranquilizarla, ¿de acuerdo? —dijo Kisa antes de volverse hacia la pequeña, quien la miraba con ojos llenos de incertidumbre—. ¿Cómo te llamas, cariño? —preguntó con una sonrisa suave, tratando de aliviar la tensión.

—C-Coral… —respondió la niña en voz baja, limpiándose la nariz con la manga.

—Muy bien, Coral. Yo me llamo Kisa —expuso—. Ya vienen por tu papá, ¿sí? Todo va a estar bien, preciosa.

Coral dio otro asentimiento, mordiéndose el labio para contener las lágrimas, aunque una que otra seguía cayendo. Kisa volvió a hablar con la operadora hasta que la sirena de la ambulancia se hizo escuchar a lo lejos.

Cuando llegó la ambulancia, los paramédicos actuaron con rapidez. Kisa habló con uno de ellos explicándole lo que Coral le había dicho que ocurrió antes de que su padre se quedara inconsciente. Luego, se hizo a un lado y Coral se volvió a aferrar a su pierna, mientras los hombres abrían por completo la puerta del auto.

Con movimientos expertos, revisaron los signos vitales del hombre antes de sacarlo cuidadosamente. El cuerpo del hombre, prácticamente inerte y pesado, fue colocado sobre una camilla. Kisa observó con el corazón en un puño, mientras Coral miraba con ojos grandes y llenos de miedo.

—Lo van a llevar al hospital —dijo Kisa, agachándose un poco para hablar con la niña.

—¿Al hospital? —repitió Coral, con un temblor en su vocecita.

—Sí, cariño. Lo van a atender muy bien, van a cuidarlo para que se recupere.

Coral agarró la mano de Kisa con fuerza.

—Yo no quiero... quedarme sola… ¿Te... te quedarás conmigo, verdad? —preguntó. Kisa la había hecho sentir segura y protegida, y por esa razón quería seguir teniéndola cerca.

Por un momento, Kisa dudó. La entrevista… Pero, ¿qué importaba ya? La hora había pasado hacía rato, y aunque no hubiera sido así, no tenía corazón para dejar a una niña tan asustada sola. Inspiró profundamente antes de sonreírle con dulzura.

—Claro que sí, Coral. Me voy a quedar contigo. No estarás sola. Me quedaré contigo todo el tiempo que sea necesario hasta que tu papá esté mejor, o hasta que llegue alguien de tu familia, ¿de acuerdo?

Coral no respondió de inmediato, pero asintió con fuerza y se aferró más a la mano de Kisa.

—¿Sabrías el número de celular de algún tío, un hermano o alguien que podamos llamar? —le preguntó Kisa, tratando de mantener la calma para no asustar más a la niña.

Coral negó con la cabeza.

—Solo me sé el número de mi papá...

—Está bien, no te preocupes, cariño. No pasa nada, ¿de acuerdo? Todo mejorará, tranquila.

Coral respiró hondo, intentando calmarse, y se abrazó al brazo de Kisa mientras los paramédicos terminaban de asegurar al hombre en la ambulancia. 

De pronto, uno de los paramédicos se acercó a ellas.

—¿Eres familiar de este hombre? —le preguntó a Kisa. —¿Sabes su nombre?

Kisa movió la cabeza de un costado a otro en señal de negación.

—No lo conozco —dijo con honestidad—, pero esta niña es su hija. Coral, cariño, ¿puedes decirle cómo se llama tu papá?

Coral levantó la cabeza con la mirada todavía cristalizada.

—Mi papá se llama Royal… —dijo con un sollozo, a lo que Kisa la cargó en brazos.

—¿No pueden mirar la identificación del hombre? —agregó ella.

El paramédico asintió.

—Lo haremos, pero si resultabas ser pariente de este hombre todo resultaría más fácil. 

—Oh, ya veo —replicó Kisa.

—Ahora lo llevaremos al hospital.

Antes de que pudiera continuar, Coral lo detuvo con la voz.

—¡Quiero ir con mi papá! —dijo con urgencia, mirando al paramédico con ojos suplicantes—. ¿Puedo ir con ustedes? ¿Puedo ir con mi papá?

Antes de que el paramédico pudiera responder, Coral se giró hacia Kisa, con su vocecita llena de miedo.

—Vendrás conmigo, ¿verdad? Tienes que venir conmigo —añadió.

Kisa se quedó callada, mirando a Coral y al paramédico. No quería dejar a la niña sola y menos en una situación tan aterradora.

El paramédico finalmente habló.

—Pueden subir ambas —alegó, señalando la ambulancia—. Pero necesitamos darnos prisa.

—E-Está bien —respondió Kisa—. Vamos, cariño, todo estará bien —dijo a Coral con una sonrisa tranquilizadora, aunque su propio corazón latía con fuerza.

Dentro de la ambulancia, el ambiente era tenso. Los paramédicos hablaban entre ellos y Kisa intentó no escuchar esas palabras, concentrándose en Coral, quien estaba sentada a su lado, con los ojos llenos de preocupación.

—Van a cuidar muy bien de tu papá —le dijo Kisa, acariciándole el cabello—. Está en buenas manos.

Coral la miró con confianza, aunque su voz tembló cuando habló.

—¿De verdad va a estar bien?

Kisa no sabía la respuesta, pero no podía dejar que Coral se asustara más.

—Sí, cariño. Los médicos saben qué hacer. Lo van a ayudar, ya verás.

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