Rob Ellison es considerado uno de los hombres más poderosos del país. Su vida sería un sueño, pero una terrible maldición pesa sobre el apellido familiar. Desesperado por encontrar una esposa que le dé herederos y que no tenga miedo de su maldición, accede a viajar a un pequeño pueblito de Kansas para tener una cita a ciegas con todas las mujeres del lugar. Evelyn dejó atrás todo su mundo el día en que aceptó la propuesta de matrimonio de Gael. Sin pensar en las consecuencias, dejó su país con la idea de vivir su amor soñado. Esos sueños se truncan cuando descubre que su nuevo marido esconde muchos secretos y termina en una relación de abusos y malos tratos. Para salvar su vida, una noche consigue escapar junto a su hijo y logra ser rescatada por la patrulla fronteriza. Tras lo ocurrido, con una nueva identidad y siendo resguardada por protección de testigos, Evelyn comienza una nueva vida en un pequeño pueblito de Kansas, donde la población masculina es casi inexistente y cree que nadie perturbará su paz. Una mujer que oculta su pasado para salvar su vida. Un hombre que no quiere enamorarse por miedo a la maldición que pesa sobre él. A ambos les persigue el mismo destino, pero ninguno será capaz de librarse de las garras del amor. ¿Podrán liberarse de sus propios fantasmas y volver a ser felices?
Leer más***Parte que faltaba del capítulo anterior*** —¡Cárguenlo, rápido! —escuchó que decía una voz que Eve desconocía. Alguien le quitó el peso de su marido de encima y descubrió que era Billy. El vaquero agarró a Rob, su esposo tenía los ojos cerrados y parecía estar inconsciente. No quería pensar en que no estuviera con vida. Él la había cubierto todo el tiempo, su ropa estaba desgarrada y en su espalda había mucha sangre. Billy no parecía mejor, pero al menos estaba consciente. Adeline cojeó hacia ella y, a pesar de estar herida al igual que el vaquero, se esforzó por ayudarla a levantarse. Era la primera vez que la veía tan seria. —Si soy un espíritu, no me lo digas, Eve. Quiero regresar para ver a mi marido y a mi hija —susurró, pero ella era incapaz de decir nada—. Me hizo falta morirme para darme cuenta de que no deseo estar casada con nadie más que con él. Pudo sacarla de dudas, pero en ese momento hasta ella sentía que podía estar muerta. Eve se cubrió la boca para evitar un
La noche caía sobre la sierra de Sinaloa y un manto oscuro cubría la tierra ayudándolos a ocultarse. Rob, Adeline, Billy y Harrison habían llegado hasta allí junto a los otros cinco soldados que se habían unido para rescatar a Eve.La comunicación con Martín había sido intermitente porque si el hombre se dejaba atrapar aquel plan llegaría a su fin. Aunque Rob esperaba como lluvia de mayo las pocas ocasiones en que el hombre se comunicaba y más cuando lograba escuchar a Eve con vida.Martín había logrado mantener un hilo de comunicación a pesar de los riesgos que eso implicaba y había proporcionado información que no podrían haber obtenido de otro modo para planificar el rescate.El narcotraficante les explicó que había preparado una bebida para drogar a los que se encontraban en el rancho, pero no podía controlar si todos la tomaban.El grupo se había convertido en una mezcla peculiar de cinco militares de élite y cuatro civiles decididos a hacer lo que fuera necesario para rescatar a
Horas después seguía con vida y por más que sus condiciones fueran mucho peor que la última vez que estuvo en aquel rancho, Eve pudo sentirse tocada por la mano de Dios cuando Gael le pidió a Martín que la metiera en «la sala donde atendían a los invitados» porque en ese momento tenía que ocuparse de otros asuntos.Por la sonrisa macabra que le dedicó, Eve sabía que no sería una habitación espaciosa, ni un saloncito para tomar el té y tener reuniones sociales, pero no esperó que la llevara al lugar que ella siempre tuvo prohibido pisar.Ese lugar era donde ajusticiaba a los traidores.Una celda sucia y sin ventanas fue lo que su exmarido tenía preparado para ella. El estómago se le descompuso en cuanto entró, olía a humedad, a suciedad humana y a sangre.—Siento tener que dejarte aquí, Eve —le dijo Martín—. Y más siento no haber podido vengar a mi hermana en todo este tiempo y haberte librado de ese hombre —susurró.El hombre la miró con tristeza y estaba a punto de sentarla en una si
Rob se encontraba en el interior de un coche patrulla mientras un policía conducía a toda velocidad por las calles. Su mente estaba llena de pensamientos horribles y de emociones difíciles de digerir, pero predominaba la sensación de desesperación y la culpa.Escuchar a Eve gritando y saber que estaba en manos de Gael le hizo sentir como si el mundo se derrumbara a su alrededor. Lo peor era el no saber el paradero de su hijo, Eve era fuerte, ella podría aguantar hasta que la rescataran. Tenía que ser así porque en ese momento si pensaba otra cosa se hundiría. Pero su hijo solo era un niño pequeño, no podía estar de nuevo en manos de ese infeliz.La conducción era rápida y temeraria, como si cada segundo fuera crucial. Cada semáforo en rojo, cada coche lento en su camino, provocaba que Rob quisiera hacer desaparecer a la humanidad a su alrededor.—¡Acelere, maldita sea! —exclamó Rob, incapaz de contener su ansiedad.El policía asintió sin molestarse por la forma en que lo pidió y acele
Billy comenzó a correr con su hijo en brazos y ella se quedó de pie intentando guardar en su memoria la última imagen que tendría de su hijo.Apenas los vio desaparecer, comenzó a buscar su teléfono. Una nueva ráfaga de disparos resonó en el aire cuando consiguió agarrarlo y se le cayó de las manos.—Tienes que controlar el miedo —se ordenó a sí misma en voz alta.—¡Señora, nos están atacando! —gritó una de las empleadas.—¡Vayan a esconderse, corran! ¡No se queden aquí no sean tontas! —No tenía suficiente con el miedo de que Gael atrapara a su hijo y a Billy, que ahora debía ponerse a pensar en que Gael no se encontrara con las pobres mujeres.En el mejor de los casos les daría una muerte rápida, en el peor se las llevaría con él y eso no se lo deseaba a nadie. Las explosiones y los disparos continuaban en el exterior, sabía que no tenía mucho tiempo antes de que dieran con ella.Con rapidez marcó el número de emergencias. Cuando una voz en el otro extremo de la línea respondió, su v
Hacía unos veinte minutos que Rob se había marchado y Eve no podía dejar de temblar. Billy pidió que le preparan una tila y la empleada lo miró como si estuviera viendo la octava maravilla del mundo. La mujer se había quedado estática y para colmo con la boca abierta.Su amigo gruñó al ver la reacción de la empleada.—¿Dónde está la cocina? Ya lo hago yo —respondió frustrado al notar que la mujer estaba más pendiente del apuesto hombre que de lo que le había pedido.—No… No, por supuesto ahora mismo la traigo. Perdón, me distraje —dijo y se dio la vuelta para comenzar a caminar rápido. Billy regresó a su lado, con la expresión malhumorada, pero la cambió en cuanto ella lo miró.—Todo saldrá bien, Eve. Ese señoritingo insoportable regresará en un rato y tu pesadilla se habrá acabado. Después lo mandaré al hospital.—¡No! No quiero que le pase nada, ni se te ocurra golpearlo —lo interrumpió con la voz aflautada, estaba a punto de entrar en pánico—. En este momento solo quiero olvidarme
Rob miraba por el retrovisor con angustia al ver aparecer varios coches detrás de ellos. Los narcotraficantes parecían no tener miedo de la seguridad que llevaban y la persecución se tornó cada vez más compleja.Los seguían a toda velocidad por las calles de la ciudad, y a pesar de los esfuerzos que hacía el policía que iba al volante por poner distancia, varios disparos comenzaron a chocar contra la carrocería. El coche estaba blindado, pero la insistencia de los disparos eran cada vez más fuerte. Podía verlo en las expresiones de preocupación de los policías que lo acompañaban.A su lado, la mujer que se hacía pasar por su esposa le gritaba que acelerara a su compañero, parecía incluso más nerviosa que él. La escolta que los seguía hacía lo posible por mantener a raya a los perseguidores, pero la situación era peligrosa. La prioridad era alejarlos del perímetro de la ciudad para evitar pérdidas de vidas inocentes, pero cada vez se les estaba haciendo más complicado.El conductor gir
—¿Está preparado? —le dijo la mujer que estaba caracterizando a Eve.¿Preparado? No, para nada. Quería volver dentro y no dejar a su Eve sola con ese vaquero seductor.No podía morir ese día o ese desgraciado aprovecharía para quedarse con su esposa ahora que estaba viudo. Además, no podía con la expresión de dolor de Eve antes de marcharse. ¿Qué sería lo que quería decirle?Seguro era alguna excusa para que no se marchara, pero solo por esa curiosidad la maldición debería darle un respiro ese día y permitirle volver con ella para escuchar lo que tuviera que decir.Apenas había dado unos pasos al exterior y ya la estaba extrañando. Después de semanas por fin le había permitido que la volviera a besar, lo había estado volviendo loco con su actitud fría y distante.Llegó a creer que nunca lo perdonaría, pero al ver la desesperación con la que intentaba retenerlo, una pequeña luz de esperanza se había prendido en su corazón.—¿Se puede estar preparado para algo así? —rumió y la mujer le
Aquello comenzaba a tornarse como una despedida y no podía soportarlo, si él no hablara, si discutían, tal vez Rob en lugar de decir algo que le llegara hasta el alma, le diría algo hiriente de lo que agarrarse si ocurría algo horrible.—No quiero escuchar nada, tú, estúpido hombre, dejarás que la policía haga su trabajo y no me dejarás sola. Porque si me dejas sola aquí y te vas, te juro que no te voy a perdonar nunca. —Para ese momento, ya las lágrimas corrían libremente por sus mejillas.Rob se las limpió con los pulgares y la miró con tanto amor que solo provocó que las ganas de llorar fueran mayores.—Quiero que sepas que nunca fue mi intención dañarte, lo único que quería era que pudieras dejar de vivir sin miedo y cometí el error de no preguntar si era lo que querías. Ahora no puedo cambiar el pasado, pero sí puedo hacer todo lo que esté en mi mano para que te veas libre.—Pueden disfrazar a un policía de ti.Los labios de Rob se apoderaron de los suyos con tanto impulso que pa