Eve estaba a punto de levantarse y salir corriendo cuando un hombre vestido de forma elegante y con el cabello demasiado largo y engominado hacía atrás, salió de la oficina.
—Muy bien, señoritas, para no perder mi tiempo y el vuestro, decidí hacer la entrevista grupal. —Todas asintieron y se colocaron en sus mejores poses. Eve curvó la espalda, sacó joroba y deseó haberse marchado antes. El hombre colocó el índice en su oreja y después habló—. ¿Qué buscan de una relación?Las candidatas fueron contestando en orden.«Amor, romanticismo, un marido atento, detalles, viajes», fueron las respuestas que una a una fue dando hasta llegar a ella.—¿Evangelina? —el hombre se dirigió a Eve al verla en silencio—. Faltas tú por responder.—¿Yo? Ah, sí, yo, por supuesto. Hum, la realidad es que no busco una relación.—¿No quieres una relación? —preguntó con incredulidad—. ¿Entonces qué te llevó a presentarte?Eve no comprendía la extraña situación, podía esperar que le preguntaran por qué debían contratarla, o por qué podría ser buena para ese puesto. Ignoró lo de la relación y contestó su verdadero motivo para estar allí.—La necesidad de dinero, ¿qué más podría ser?Escuchó una carcajada en la oficina y supo que había alguien más escuchando detrás de esa puerta.—Sinceridad ante todo, creo que acerté con mi intuición —murmuró el hombre rascándose la oreja—. De acuerdo, siguiente pregunta, si tuvieran que puntuar su fertilidad… ¿En serio tengo que decir eso? —dijo mirando a una cámara que había en el techo, después se escuchó la voz de otro hombre que gritó: «¡hazlo!»—. Está bien, como iba diciendo, hum. ¿Cuántas relaciones sexuales calculan que deberían tener para quedar embarazadas?Las candidatas al puesto se miraron unas a otras sin entender, una murmuró un: «¿Me puede repetir la pregunta?». Otras fueron contestando que todavía no se habían planteado ser madres, seguido de un no estoy segura y demás respuestas ambiguas.Eve cada vez estaba más incómoda, cuando llegó su turno de contestar no quería hacerlo. Ya no estaba segura de necesitar ese extraño puesto, pero aun así tomó aire y contestó.—Imagino que le preocupa que alguna de nosotras se embarace y no pueda atender su trabajo —susurró y lo dijo en plural para no sentirse tan observada.Eve no era capaz de mirar a ese hombre a los ojos, así que se concentró en la punta de sus zapatos.—Dígame, Evangelina, en la información que tengo sobre usted dice que tiene un hijo. —El hombre parecía igual de avergonzado que ella cuando continuó—. ¿Cu-cuántas relaciones sexuales necesitó antes de…, ya sabe, embarazarse?—Yo… Yo… —Al otro lado de la puerta se escuchó un: «¡Ya quedó claro que fue ella, dile que conteste!»—. No sabría decirle, fue rápido, mi… El padre de mi hijo era muy insistente, en el primer mes estaba embarazada —logró pronunciar—. ¡Pero ya no lo hago! Soy una mujer muy casta y no salgo con hombres. ***Rob se estaba divirtiendo con aquella entrevista. Le pidió a su primo que despidiera a las demás candidatas y se quedara solo con Evangelina.Ya tenía la decisión tomada, pero quería molestarla un poco más.—Pregúntale hace cuánto tiempo dejó de hacerlo. —Harrison miró a la cámara con expresión horrorizada y lo obedeció.—Eso… ¡Eso no es de su incumbencia! Pero ¿qué clase de entrevista es esta? —gritó ella y se levantó del asiento.—No dejes que se marche —le ordenó a su primo sin dejar de reír—. La quiero preparada a las cuatro de la tarde, ni un minuto más.Dispuesto a marcharse miró una vez más a la cámara y vio como Harrison intentaba retener a la mujer.Ese día tendría una esposa, estaba decidido. ***Eve estaba dispuesta a marcharse cuando ese hombre la retuvo.—Discúlpeme, Evangelina, pero no se vaya —le dijo y con su mirada de arrepentimiento parecía intentar calmarla—. Mi jefe nunca tiene sentido del humor, pero justo hoy decidió sacarlo. Por favor, ¿podría acompañarme a la oficina para tener más intimidad?Eve se quedó en el umbral de la puerta, con los músculos contraídos y una expresión de perplejidad.—No… No voy a acostarme con usted si eso es lo que piensa. Esto es un error, no qui-quiero ningún tipo de intimidad. —Sintió el párpado de su ojo derecho comenzar a palpitar.Estaba tan nerviosa y tenía tanto miedo en ese momento que su cuerpo se negaba a moverse del lugar. No podía dar un solo paso.—Mi nombre es Harrison Foster, aunque ahora no lo crea, soy una persona seria y Dios me libre de pedirle que se acueste conmigo. Me gustan los hombres… machos, grandes, con pelo en el pecho. Está muy segura conmigo.Eve apretó su pequeño bolso contra su pecho y se abrazó a él antes de entrar en la oficina.Cuando regresara a Attica ajustaría cuentas con su mejor amiga. En cuanto ese hombre la dejara marchar saldría corriendo de allí.—Siéntese, no tenemos mucho tiempo, le haré unas preguntas rápidas y saldremos. —La miró de arriba abajo y frunció el ceño—. Debo llevarte a una estética, conseguirte ropa decente y convertirte en… Dios, ayúdame.Eve se sentó, colocó las manos en su regazo y fijó su mirada ahí.—Señor Foster —pronunció en un susurro—. Creo que ha habido un error, mi mejor amiga me presentó a esta entrevista, pero yo no estoy segura de ser lo que está buscando. Preferiría marcharme ahora, ya no me interesa el puesto.El hombre pareció ignorar sus palabras.Abrió una carpeta y comenzó a leer.—Vives en Attica, trabajas en la única cafetería del pueblo. ¿Sigue perteneciendo al viejo Jason? Bueno, no importa, seguro es así. —Pasó a la siguiente hoja sin esperar a que ella contestara y prosiguió—: Tienes un hijo de cinco años llamado Mathew, padece autismo y según la información que dejaste en la agencia… Cito de forma literal: «Evangelina necesita un padre para su hijo, dinero para salir de este pueblo de mala muerte y un hombre sexualmente activo que le quite lo mustia».Eve entreabrió los labios con sorpresa, después, cuando asimiló lo que su amiga había puesto en su información, los unió en una fina línea y enrojeció hasta la raíz de su cabello.—Hum, todo es falso, menos lo del dinero. Eso es cierto que lo necesito, pero no a costa de venderme a mí misma —sintió su voz aflautada y unas terribles ganas de salir corriendo—. Mi hijo me tiene a mí y ni él necesita un padre ni yo un hombre. Ahora, si me disculpa, voy a retirarme.No había terminado de levantarse cuando Harrison habló.—Tendrá un millón de dólares en su cuenta bancaria con solo decir «sí, quiero». —Como Eve no contestó y solo lo miró, incrédula, Harrison subió su oferta—. Cinco millones solo para su uso personal, pero sus gastos y los de su hijo serán cubiertos aparte. Vivirá como una reina. —Ella continuó en silencio, sin entender.»¡Oh, vamos! Eres buena negociando, pero yo lo soy más. Conozco Attica como la palma de mi mano y sé que allí no hay nada, aparte de cabras y menos hay futuro. Tu hijo, Evangelina, podrá crecer con todo lo que necesite. Todo —recalcó.Eve pensó en Mathew, en todos los problemas que estaba teniendo, en las dificultades que tenía para aprender en la pequeña escuela, en todas las carencias.Continuaba sin saber para qué la querían, pero su amiga no la habría apuntado a algo malo, ¿no?Con ese pensamiento miró a Harrison y pronunció en tono de pregunta:—¿Sí, quiero? —El hombre sonrió, se apoyó en el respaldo de la silla como si un gran peso se le hubiera quitado de los hombros y dijo:—¡Perfecto!Horas después, había sido llevada por Harrison a que le hicieran un cambio radical. Por más que se negó al principio, no pudo evitarlo. El maquillaje, el arreglo en su cabello, el precioso y elegante vestido… Era como retroceder en el tiempo y volver a ser Evelyn, el ángel del Venetian. Cuando se miró al espejo se sintió fuera de su cuerpo y de su actual vida. Cerró por un momento los ojos y recordó su camerino, el sonido del piano indicando su entrada al escenario y las expresiones embelesadas del público al escucharla cantar. Su vida antes de que Gael destrozara todos sus sueños, la admiración de la gente, la confianza en el ser humano, vivir sin miedo. Eve parpadeó para ocultar las lágrimas cuando escuchó: —¿Estás lista? Nos están esperando para firmar el contrato. Ella asintió, aunque continuaba sin saber para qué puesto de trabajo era, ya no estaba tan asustada. Hacía años que nadie la trataba tan bien. Todos fueron amables con ella, incluso la adularon por el color de ojos
Eve regresó a Attica casi de la misma forma que lo hizo dos años atrás. Asustada, con el alma rota y una desesperación que le oprimía los pulmones. Todo su proceso de recuperación psicológica se había desestabilizado con ese viaje. Por si no tenía suficiente con temer que Gael la buscara, acababa de descubrir una verdad que siempre tuvo frente a ella. Su hijo no era de su expareja. No tenía el menor parecido con Gael, pero sí mucho con el hombre al que había abofeteado y del que había huido por segunda vez en su vida. Había transcurrido un mes desde su horrible viaje a Manhattan y desde que llegó no se había sincerado con Adeline. Su amistad poco a poco estaba volviendo a la normalidad, pero la primera semana solo la visitó para llevarse a su hijo de vuelta a casa y no quiso cruzar palabra con ella. Esa mañana se encontraba trabajando en la cafetería cuando Adeline entró. —Siempre las mismas caras, Eve. No entiendo por qué desaprovechaste tu viaje a Manhattan y regresaste aquí.
Rob esperó en el coche por petición de Harrison, pero la verdad era que no tenía ningún interés en bajarse. Se encontraba en Attica siguiendo los absurdos consejos de su primo. Cada día estaba más seguro de que no heredó ni un poco de la inteligencia familiar. Por segunda vez lo había liado en uno de sus planes y este le apetecía mucho menos que el anterior. Aquel lugar parecía la entrada del infierno, polvo por todos lados, rodeado de una intensa bruma de calor en el aire que impedía respirar. Era casi como viajar en el tiempo a otro siglo, los pueblerinos usaban más el caballo para trasladarse que el coche y para colmo tuvieron que dejarle paso a una vaca en un paso de peatones. Él que era un hombre de ciudad acostumbrado al estrés y la rapidez que se movía el mundo en Manhattan, ver aquello era una pesadilla. Según Harrison habían viajado para que él conociera a mujeres que no le tendrían miedo a su maldición, pero desde su boda fallida no había dejado de pensar en esa mujer y d
Eve estaba desesperada. Cuando vio aparecer a Harrison en la cafetería sintió que su mundo se le venía encima. No tuvo otro remedio que ponerse de pie y enfrentarlo. —¿Qui-quiere un café? —tartamudeó con todas sus neuronas paralizadas por el miedo. —Tú sabes que no —dijo él. Eve vio que toda la atención estaba puesta en ellos, así que le hizo una señal con la cabeza para que pasara al interior de la barra y la siguiera a la bodega. Cuando ambos se encerraron en el interior, Eve colocó ambas manos unidas frente a su pecho. —Se lo ruego, no le diga a su jefe que me ha visto. Yo solo quiero vivir tranquila. —¿Por qué se marchó? Mi jefe puede parecer intimidante, pero le aseguro que si consigue sacarlo de su caparazón no encontrará hombre más bueno que él. —No puedo explicarlo y sé que usted no me debe nada, pero prométame que no le dirá dónde estoy. Harrison alzó una ceja y la miró con suficiencia. —Tienes mi palabra de que no le diré nada, además, ¿piensas que un hombre como é
Eve corría para cruzar la calle y alejarse cuanto antes de la cafetería, de la aglomeración de mujeres y de ese hombre.Estaba a punto de adentrarse en la oscuridad del camino que la llevaría a su casa cuando Adeline la interceptó.—¡Eve! ¿Dónde vas con tanta prisa? —No le quedó otro remedio que detenerse y mirar a su amiga. Adeline frunció el ceño y le dijo—: ¿Qué te has hecho en el bigote? Bueno, qué más da, te ves mucho mejor sin él.—Tengo prisa, Adeline, estoy cansada y quiero llegar a casa —respondió de malhumor. Intentó retirarse, lo único que deseaba era internarse en la oscuridad del camino de tierra y dar por finalizado ese horrible día.—¡Pero la noche es joven! —gritó su amiga que ya se notaba que había bebido varias cervezas—. Mi señor Himalaya tiene a los niños, no vas a despertar a Mathew a esta hora. Ven, disfruta, estamos hablando de las nalgas del millonario.Eve se envaró al escuchar nombrar el bien moldeado trasero de Rob. Para su mala suerte el alcohol que ingiri
Eve no podía dejar de disfrutar del agua del lago, era refrescante y todos sus pensamientos se habían adormecido.Primero nadó hasta terminar de agotarse, pero después solo se quedó quieta, flotando boca arriba y observando el cielo.En aquellos minutos que solo se dejó envolver por el agua, había dejado de pensar en esa horrible noche y su cuerpo se había relajado tanto que ya se sentía lista para regresar a casa.De pronto, como si la calma se convirtiera en pesadilla, escuchó un ruido en la orilla y el sonido característico que hacía el agua cuando alguien se adentraba con una zambullida.Quiso gritar, pero nada salió de su garganta.Su cuerpo y su mente, que poco a poco había aprendido a vivir con calma y a no estar siempre temiendo por su vida, regresó a su yo de dos años atrás.Después de tanto tiempo volvía a tener miedo. Su cerebro comenzó a trabajar con rapidez en las varias posibilidades que existían para protegerse.Debía regresar a casa con su hijo, ningún desalmado le arr
Eve intentó resistir los avances de Rob, pero antes de que pudiera percatarse de lo que estaba por ocurrir, él había unidos sus labios con los de ella. Por un momento, se quedó impactada y no logró defenderse de aquel asalto de esa boca que se apropió de la suya hasta dejarla sin aire.No necesitó mantenerse a flote porque él la tenía agarrada de la cintura con un brazo y con la mano que le quedó libre había sostenido su nuca para hacerle imposible escapar. Eve dejó de pensar en que sus cuerpos desnudos estaban unidos y que ella debía huir a como diese lugar.Su mente entró en receso, se quedó sin una sola neurona viva que le indicara que lo correcto era que saliera huyendo y en lugar de eso, en lo único que podía pensar era en que ese momento no terminara.Para su eterna vergüenza sus brazos se enredaron de forma inconsciente en el cuello de Rob y, al hacerlo, él lo tomó como una rendición de ella para dejarlo avanzar. El abrazo de él se hizo mucho más posesivo, sus manos se tornaron
Eve se detuvo antes de que la bajada del agua descubriera su trasero desnudo y se quedó a la espera de que él fuese un poco caballeroso y tomara el primer lugar. Carraspeó y movió la cabeza en dirección a la orilla, pero él continuó detrás de ella sin moverse.Casi se dejó el cuello haciendo gestos para que él lo entendiera y no ocurrió.—¿Quieres salir del agua de una vez y dejarme vestirme tranquila? —lo enfrentó—. No quiero que me veas desnuda.—Para tu mala suerte tuve que dejar mi ropa fuera para salvarte la vida, así que estamos en igualdad de condiciones, yo tampoco quiero que me veas desnudo.—¡Ja! ¿Qué piensas que voy a abusar de ti? Ya quisieras, mejor deja de soñar despierto y compórtate como un caballero.Rob sonrió con malicia y salió lo suficiente para que pudiera ver su musculoso torso desnudo. Eve contuvo la respiración y sintió un molesto palpitar entre sus piernas.Su cuerpo se había empeñado en traicionarla y mostrarle esa noche que continuaba más vivo que nunca. Es