Rob miraba por el retrovisor con angustia al ver aparecer varios coches detrás de ellos. Los narcotraficantes parecían no tener miedo de la seguridad que llevaban y la persecución se tornó cada vez más compleja.Los seguían a toda velocidad por las calles de la ciudad, y a pesar de los esfuerzos que hacía el policía que iba al volante por poner distancia, varios disparos comenzaron a chocar contra la carrocería. El coche estaba blindado, pero la insistencia de los disparos eran cada vez más fuerte. Podía verlo en las expresiones de preocupación de los policías que lo acompañaban.A su lado, la mujer que se hacía pasar por su esposa le gritaba que acelerara a su compañero, parecía incluso más nerviosa que él. La escolta que los seguía hacía lo posible por mantener a raya a los perseguidores, pero la situación era peligrosa. La prioridad era alejarlos del perímetro de la ciudad para evitar pérdidas de vidas inocentes, pero cada vez se les estaba haciendo más complicado.El conductor gir
Hacía unos veinte minutos que Rob se había marchado y Eve no podía dejar de temblar. Billy pidió que le preparan una tila y la empleada lo miró como si estuviera viendo la octava maravilla del mundo. La mujer se había quedado estática y para colmo con la boca abierta.Su amigo gruñó al ver la reacción de la empleada.—¿Dónde está la cocina? Ya lo hago yo —respondió frustrado al notar que la mujer estaba más pendiente del apuesto hombre que de lo que le había pedido.—No… No, por supuesto ahora mismo la traigo. Perdón, me distraje —dijo y se dio la vuelta para comenzar a caminar rápido. Billy regresó a su lado, con la expresión malhumorada, pero la cambió en cuanto ella lo miró.—Todo saldrá bien, Eve. Ese señoritingo insoportable regresará en un rato y tu pesadilla se habrá acabado. Después lo mandaré al hospital.—¡No! No quiero que le pase nada, ni se te ocurra golpearlo —lo interrumpió con la voz aflautada, estaba a punto de entrar en pánico—. En este momento solo quiero olvidarme
Billy comenzó a correr con su hijo en brazos y ella se quedó de pie intentando guardar en su memoria la última imagen que tendría de su hijo.Apenas los vio desaparecer, comenzó a buscar su teléfono. Una nueva ráfaga de disparos resonó en el aire cuando consiguió agarrarlo y se le cayó de las manos.—Tienes que controlar el miedo —se ordenó a sí misma en voz alta.—¡Señora, nos están atacando! —gritó una de las empleadas.—¡Vayan a esconderse, corran! ¡No se queden aquí no sean tontas! —No tenía suficiente con el miedo de que Gael atrapara a su hijo y a Billy, que ahora debía ponerse a pensar en que Gael no se encontrara con las pobres mujeres.En el mejor de los casos les daría una muerte rápida, en el peor se las llevaría con él y eso no se lo deseaba a nadie. Las explosiones y los disparos continuaban en el exterior, sabía que no tenía mucho tiempo antes de que dieran con ella.Con rapidez marcó el número de emergencias. Cuando una voz en el otro extremo de la línea respondió, su v
Rob se encontraba en el interior de un coche patrulla mientras un policía conducía a toda velocidad por las calles. Su mente estaba llena de pensamientos horribles y de emociones difíciles de digerir, pero predominaba la sensación de desesperación y la culpa.Escuchar a Eve gritando y saber que estaba en manos de Gael le hizo sentir como si el mundo se derrumbara a su alrededor. Lo peor era el no saber el paradero de su hijo, Eve era fuerte, ella podría aguantar hasta que la rescataran. Tenía que ser así porque en ese momento si pensaba otra cosa se hundiría. Pero su hijo solo era un niño pequeño, no podía estar de nuevo en manos de ese infeliz.La conducción era rápida y temeraria, como si cada segundo fuera crucial. Cada semáforo en rojo, cada coche lento en su camino, provocaba que Rob quisiera hacer desaparecer a la humanidad a su alrededor.—¡Acelere, maldita sea! —exclamó Rob, incapaz de contener su ansiedad.El policía asintió sin molestarse por la forma en que lo pidió y acele
Horas después seguía con vida y por más que sus condiciones fueran mucho peor que la última vez que estuvo en aquel rancho, Eve pudo sentirse tocada por la mano de Dios cuando Gael le pidió a Martín que la metiera en «la sala donde atendían a los invitados» porque en ese momento tenía que ocuparse de otros asuntos.Por la sonrisa macabra que le dedicó, Eve sabía que no sería una habitación espaciosa, ni un saloncito para tomar el té y tener reuniones sociales, pero no esperó que la llevara al lugar que ella siempre tuvo prohibido pisar.Ese lugar era donde ajusticiaba a los traidores.Una celda sucia y sin ventanas fue lo que su exmarido tenía preparado para ella. El estómago se le descompuso en cuanto entró, olía a humedad, a suciedad humana y a sangre.—Siento tener que dejarte aquí, Eve —le dijo Martín—. Y más siento no haber podido vengar a mi hermana en todo este tiempo y haberte librado de ese hombre —susurró.El hombre la miró con tristeza y estaba a punto de sentarla en una si
La noche caía sobre la sierra de Sinaloa y un manto oscuro cubría la tierra ayudándolos a ocultarse. Rob, Adeline, Billy y Harrison habían llegado hasta allí junto a los otros cinco soldados que se habían unido para rescatar a Eve.La comunicación con Martín había sido intermitente porque si el hombre se dejaba atrapar aquel plan llegaría a su fin. Aunque Rob esperaba como lluvia de mayo las pocas ocasiones en que el hombre se comunicaba y más cuando lograba escuchar a Eve con vida.Martín había logrado mantener un hilo de comunicación a pesar de los riesgos que eso implicaba y había proporcionado información que no podrían haber obtenido de otro modo para planificar el rescate.El narcotraficante les explicó que había preparado una bebida para drogar a los que se encontraban en el rancho, pero no podía controlar si todos la tomaban.El grupo se había convertido en una mezcla peculiar de cinco militares de élite y cuatro civiles decididos a hacer lo que fuera necesario para rescatar a
***Parte que faltaba del capítulo anterior*** —¡Cárguenlo, rápido! —escuchó que decía una voz que Eve desconocía. Alguien le quitó el peso de su marido de encima y descubrió que era Billy. El vaquero agarró a Rob, su esposo tenía los ojos cerrados y parecía estar inconsciente. No quería pensar en que no estuviera con vida. Él la había cubierto todo el tiempo, su ropa estaba desgarrada y en su espalda había mucha sangre. Billy no parecía mejor, pero al menos estaba consciente. Adeline cojeó hacia ella y, a pesar de estar herida al igual que el vaquero, se esforzó por ayudarla a levantarse. Era la primera vez que la veía tan seria. —Si soy un espíritu, no me lo digas, Eve. Quiero regresar para ver a mi marido y a mi hija —susurró, pero ella era incapaz de decir nada—. Me hizo falta morirme para darme cuenta de que no deseo estar casada con nadie más que con él. Pudo sacarla de dudas, pero en ese momento hasta ella sentía que podía estar muerta. Eve se cubrió la boca para evitar un
Eve escuchó desde su habitación cuando Gael entró a la parte trasera del rancho con sus hombres.Sintió un escalofrío al saber lo que vendría después. Con suerte se emborracharía con ellos y se quedaría dormido sin molestarla.Su pequeño de tres años se encontraba descansando a su lado. Se levantó con rapidez para apagar la luz y cerrar la ventana para que el escándalo que harían no perturbara el sueño de su hijo.Su pareja la había engañado, se hizo pasar por alguien que no era y cuando la tuvo en sus manos le quitó toda su documentación y la secuestró. Llevaba más de cuatro años sufriendo un martirio, se mantenía viva por su pequeño, pero en la última paliza que le dio acabó en el hospital.Gael se había empeñado en que Mathew no era su hijo y cada día que pasaba los malos tratos eran cada vez peores. Se mantenía en pie a fuerza de voluntad y amor por su pequeño, pero cada día que pasaba sobrevivir a aquel lugar era cada vez más difícil.Eve estaba por quedarse dormida, cuando los gr