Compañeros predestinados

El ambiente del baile estaba cargado de una energía festiva, con luces centelleantes y música vibrante que hacía imposible no moverse al compás. Intenté concentrarme en la música, en el ritmo, en las risas de Elena, pero mi mirada seguía volviendo, casi sin querer, hacia un punto en particular. O, mejor dicho, hacia una persona en particular. Eivor.

Había intentado no buscarlo en la multitud. Había intentado ignorar ese tirón magnético que siempre parecía llevarme de vuelta a él, como si una fuerza invisible me arrastrara hacia su presencia. Pero ahí estaba él, en un rincón del salón, con su postura relajada, sus ojos de un azul eléctrico que parecían brillar incluso en la penumbra. Y lo peor de todo es que él me estaba mirando también.

—¿Por qué no vas a hablar con él? —Elena, que estaba a mi lado, me dio un codazo juguetón—. No puedo dejar de notar que no apartas la vista de ese lobo.

—¿De qué hablas? —mentí, intentando sonar despreocupada. Pero no era fácil—. Yo no lo estaba mirando.

Elena rió, divertida.

—Claro que no. Y yo soy un águila en lugar de una loba. Vamos, Zharia. Sigue tu corazón. No puedes ignorar el vínculo de un compañero predestinado.

—¿Un compañero predestinado? —repetí, tratando de sonar escéptica, aunque en el fondo esas palabras hacían eco de algo profundo, algo que no quería reconocer.

—Sí —continuó Elena con un tono soñador en su voz—. Es algo tan especial. No todas las lobas encuentran a su compañero predestinado, Zharia. Yo tuve la suerte de encontrar ese vínculo con tu hermano. Hay algo increíble en sentir las emociones del otro cuando son muy intensas, en saber que siempre hay alguien que te entiende, te siente, incluso cuando estás lejos. Es una unión tan única… y hermosa.

Asentí lentamente, aunque mi mente estaba lejos de sus palabras. Me decía que no debía, que no podía, pero mis ojos, mi cuerpo, mi misma esencia parecían tener una voluntad propia. Y entonces, en un segundo que pareció eterno, lo vi. Eivor, ahora hablando con una chica pelirroja. Una chica muy hermosa. Se inclinaba hacia él con una sonrisa coqueta, y algo dentro de mí se retorció.

Sentí una oleada de celos recorrerme como una llamarada. ¿Quién era ella? ¿Qué estaba diciendo que hacía que Eivor sonriera de esa manera? La mezcla de las copas que había tomado y el enojo que empezaba a burbujear en mi interior formaban un cóctel peligroso. Antes de que pudiera pensarlo dos veces, giré sobre mis talones y me dirigí hacia la salida del salón, ignorando las llamadas preocupadas de Elena.

El aire fresco de la noche golpeó mi rostro, despejando solo un poco el calor que sentía. Mi mente era un torbellino de pensamientos. ¿Por qué me importaba tanto con quién hablaba él? No debería sentirme así, tan fuera de control, tan… perdida.

Pero no había dado ni dos pasos cuando sentí su presencia detrás de mí. Eivor. El vínculo que Elena mencionaba, el que había tratado de negar, estaba más vivo que nunca. Sentí su frustración, su necesidad de acercarse, de entender.

—Zharia —su voz sonó grave y profunda en la quietud de la noche—. ¿Por qué te vas?

Me detuve, pero no me giré. No quería que me viera así, vulnerable. Pero tampoco podía evitarlo.

—¿Por qué me sigues, Eivor? —pregunté, tratando de mantener mi voz firme, aunque fallando miserablemente—. Tienes compañía adentro. No quiero interrumpir tu… diversión.

—¿Compañía? —repitió, dando un paso más cerca. Podía sentir el calor de su cuerpo a mi espalda, podía oír la confusión en su voz—. ¿De qué estás hablando?

—¡De esa chica con la que estabas! —exploté, girándome bruscamente—. Vi cómo la mirabas, cómo te sonreía. Y tú… tú solo estabas ahí, disfrutando.

Eivor me miró fijamente, sus ojos brillando con una intensidad que me hizo estremecer.

—¿Eso te importa? —preguntó, su voz suave, pero cargada de algo más profundo.

Tragué saliva, luchando contra las lágrimas que amenazaban con caer.

—No, no me importa —mentí descaradamente, aunque ambos sabíamos la verdad—. No debería importarme.

—Pero te importa —dijo, dando otro paso adelante, hasta que casi no había espacio entre nosotros—. Lo siento en ti, Zharia. Siento tu confusión, tu dolor… tus celos.

—¡No sabes lo que siento! —protesté, aunque en el fondo sabía que lo hacía. Lo sentía todo—. No deberías… no deberías sentir nada. Yo no debería…

—¿No deberías qué? —su voz era baja, peligrosa, cargada de emociones que me rodeaban, haciéndome perder el control—. ¿No deberías sentir nada por mí? ¿No deberías quererme?

Las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas, crudas y sinceras, impulsadas por la mezcla de emociones y el alcohol.

—¡Sí! ¡No debería quererte! ¡Porque tú solo complicas todo, porque yo… porque yo no quiero esto!

Eivor no dijo nada, pero vi algo cambiar en sus ojos, algo que brilló con una intensidad que casi me asustó. Y luego, sin previo aviso, acortó la distancia entre nosotros y me besó.

Fue como si el mundo se detuviera. Su boca contra la mía era un choque de emociones, de necesidad, de todo lo que había estado reprimiendo desde que lo conocí. El beso era voraz, desesperado, como si ambos estuviéramos tratando de encontrar algo en el otro, algo que nos completara.

Mi cuerpo respondió antes de que mi mente pudiera alcanzar la lógica. Me aferré a él, perdiéndome en el sabor de su boca, en el calor de su piel. Sentí sus manos recorrer mi espalda, atrayéndome más cerca, eliminando cualquier espacio entre nosotros.

Sin romper el beso, Eivor me levantó con facilidad, mis piernas rodeando su cintura mientras sus labios se movían desde mi boca hasta mi cuello, descendiendo con una devoción que me dejó sin aliento.

Entonces sentí que volví en sí, “esto no puede pasar”. Convencí a mi mente de apartar mi boca de la suya, volví a posar los pies en el suelo y abrí la boca para decir algo, pero las palabras no brotaron de mi garganta, simplemente, no encontraba las palabras, todas las emociones me habían superado. Así que, me marché, sin mediar palabra, dejando a Eivor allí plantado y confundido.

A la mañana siguiente, me desperté en la soledad de mi habitación, aun podía sentir el calor de las manos de Eivor recorriendo mi cuerpo, no podía quitarme su olor de mi recuerdo.

Pero ese momento de tranquilidad se desvaneció rápidamente cuando miré mi móvil y vi varios mensajes de Darian. Mi corazón dio un vuelco al ver su nombre en la pantalla.

“Necesito hablar contigo.”

“Es el momento de aclarar las cosas.”

“Por favor, Zharia, hablemos.”

La culpa me golpeó como una ola fría. No debería haber hecho esto. Todo lo que había ocurrido entre Eivor y yo… no podía evitar sentir que había traicionado a Darian de alguna manera.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo