Pasaron los meses y todo parecía estar finalmente en su lugar. Mi amistad con Annika había florecido de una manera que nunca esperé. Ella se había convertido en una confidente invaluable, alguien en quien podía confiar por completo. A pesar de la tristeza que había traído mi llegada, me sentía afortunada de tenerla a mi lado. Y Axel… Bueno, las cosas con él también iban bien. Aunque al principio me había mantenido reservada, con el tiempo, su amabilidad y calidez fueron derribando las barreras que había levantado.
El pequeño Alaric crecía sano y fuerte, su risa se había vuelto la banda sonora de mi día a día. Sin embargo, sus ojos, esos ojos azul eléctrico tan característicos, me recordaban constantemente a Eivor. Era un recordatorio de lo que había perdido y de lo que aún no sabía. El vacío de su ausencia seguía pesando sobre mí, aunque tratara de no pensar en ello con frecuencia. Pero mientras todo marchaba bien, comencé a sentirme inquieta. Mi vida se centraba completamente en Alaric, y aunque lo adoraba, el no hacer nada más que cuidarlo empezaba a agobiarme. Fue entonces cuando hablé con Axel, y en su acostumbrada manera de ser, no tardó en sugerir una solución. —He oído que la tienda de ropa en la plaza está buscando personal —me comentó un día mientras paseábamos por la ciudad—. Podría hablar con ellos y ver si tienen una posición para ti. De inmediato, mi primer pensamiento fue Alaric. No podía dejarlo solo. —Axel, no puedo aceptar. ¿Y Alaric? No quiero dejarlo… —empecé a decir, pero él ya parecía haberlo previsto todo. —Conozco a una chica. Tiene dieciséis años, es de confianza y una niñera excelente. Podría ayudarte cuidando de Alaric cuando estés trabajando —respondió, con esa sonrisa que me hacía difícil rechazar cualquier cosa. Después de pensarlo unos días, y con la insistencia de Annika diciéndome que me haría bien salir de casa y hacer algo para mí, finalmente acepté la oferta. Hoy era mi primer día en la tienda. Aunque estaba emocionada por volver a tener una rutina fuera de casa, la sensación de extrañar a mi bebé me golpeó mucho más fuerte de lo que esperaba. Me había acostumbrado tanto a estar con él cada segundo del día, que separarnos se sentía casi antinatural. Las horas pasaban lentamente mientras atendía a los clientes y organizaba la ropa, mi mente siempre volvía al pequeño Alaric, imaginando si estaría bien con la niñera o si me estaría extrañando tanto como yo a él. En un momento de calma, mientras doblaba algunas prendas, escuché el sonido de la puerta de la tienda. Al levantar la mirada, vi a Axel entrar. Me sonrió y caminó hacia mí con la confianza tranquila que lo caracterizaba. —¿Cómo va todo? —me preguntó, inclinándose un poco para que nuestra conversación no interrumpiera a los demás en la tienda. Intenté sonreír, pero debió haber notado la tristeza en mis ojos, porque frunció el ceño. —¿Estás bien? —preguntó, esta vez más bajo, con preocupación en la voz. Traté de contener las lágrimas que amenazaban con salir, pero no pude evitarlo. Sentía un nudo en la garganta, una mezcla de culpa por no estar con mi bebé y la presión de adaptarme a este nuevo trabajo. Las lágrimas empezaron a llenar mis ojos, y antes de que pudiera derramar la primera, Axel dio un paso hacia mí y, sin dudarlo, le dijo al encargado: —Voy a llevarme a Zharia un momento. Regresaremos pronto. Como era el Beta de la manada, nadie cuestionó su orden. Me tomó suavemente del brazo y me guió hacia la parte trasera de la tienda, donde había un pequeño patio rodeado de plantas. Allí, me soltó y me dejó espacio para respirar. Apoyé la espalda contra la pared y dejé que las lágrimas cayeran silenciosamente. —Zharia, mírame —dijo Axel con suavidad, acercándose a mí, pero dejando suficiente espacio para no hacerme sentir agobiada. Levanté la mirada y vi la preocupación en sus ojos grises. No dije nada, pero no hizo falta. De alguna manera, Axel siempre parecía entender lo que me pasaba. —Es normal que te sientas así. No estás acostumbrada a estar lejos de Alaric, pero está bien. Él está bien, y tú también lo estarás —me dijo, con un tono tranquilizador. Intenté tomar aire y calmarme, pero la cercanía de Axel, su voz, todo… me hacía sentir más vulnerable. Antes de darme cuenta, su mano estaba en mi mejilla, limpiando las lágrimas con el pulgar. Y de repente, sin decir una palabra más, sus labios rozaron los míos. El beso fue suave, casi como una pregunta en vez de una declaración. Me quedé inmóvil por un segundo, sorprendida, pero lo que me sorprendió aún más fue que, en lugar de apartarme, le respondí. Cerré los ojos y le seguí el beso, dejándome llevar por la calidez que me ofrecía. Fue un beso dulce, lleno de una mezcla de emociones que no había previsto: alivio, tristeza y una extraña sensación de consuelo. Cuando finalmente nos separamos, nos quedamos mirándonos en silencio. Mi corazón latía con fuerza, y no estaba segura de lo que acababa de suceder. Axel tampoco dijo nada de inmediato, pero su expresión era suave, sin rastro de arrepentimiento. —Lo siento… No debería haber… —empecé a decir, pero él me interrumpió. —No tienes que disculparte por nada, Zharia —dijo con calma—. No te preocupes por eso ahora. Y con esas palabras, me dejó pensando. Había pasado tanto tiempo desde que alguien me miraba con tanta comprensión, que casi había olvidado cómo se sentía. El resto del día lo pasé en una nube de pensamientos. Aún no sabía qué significaba ese beso, pero lo que sí sabía era que Axel se había convertido en alguien más importante para mí de lo que esperaba. Sin embargo, no era capaz de apartar el recuerdo de Eivor, una parte de mí aún tenía esperanzas de encontrarlo, aunque otra parte, empezaba a pensar que nunca volvería a ver esos ojos azul eléctrico.El resto del día transcurrió sin contratiempos, pero con mi mente enredada en los acontecimientos recientes. Cuando llegué a casa, sentí un alivio enorme al ver a Alaric. Lo levanté en brazos y lo abracé con ganas, como si eso pudiera despejar la confusión que había estado arrastrando desde el beso con Axel.—Se portó muy bien —me dijo Sophie con una sonrisa amable—. Aunque se notaba que en algunos momentos echaba de menos a su mamá.Le agradecí su ayuda. Sophie había demostrado ser una excelente niñera, y su tranquilidad me reconfortaba. Alaric estaba en buenas manos con ella.Por suerte, solo trabajaba media jornada y solo unos días a la semana, lo que me permitía equilibrar el trabajo y estar con mi hijo. El siguiente día fue libre, y lo pasé disfrutando de Alaric y paseando por la ciudad junto a Annika, que también tenía el día libre. Caminamos por el paseo marítimo, charlando mientras el sol doraba las olas a nuestro alrededor.Annika siempre tenía alguna historia interesante que
Cuando desperté, me di cuenta de que Axel ya no estaba en mi cama. Me incorporé lentamente, y una suave sonrisa apareció en mis labios al recordar la noche anterior. El calor de su cuerpo aún parecía estar presente, aunque la cama ahora se sentía fría y vacía. Con una ligera sacudida de la cabeza, intenté apartar esos pensamientos y me levanté para buscar a Alaric.Al salir de mi habitación, me encontré con Annika jugando con él en la sala. El pequeño Alaric reía, feliz, mientras ella hacía pequeñas muecas y le hablaba con dulzura. Al notar mi presencia, Annika levantó la vista y me sonrió.—Estabas tan agotada que decidí dejarte dormir un poco más —dijo con naturalidad—. Espero que no te importe, quería pasar tiempo con mi sobrino.Aunque no era realmente su sobrino, ella había decidido llamarlo así hacia algunos meses, y a mí me había parecido muy bonito.Le agradecí sinceramente, aliviada por poder disfrutar de ese momento tranquilo. Me acerqué a ellos y me senté en el suelo junto
Axel nos miró a ambos, su expresión llena de confusión. Por un instante, parecía que iba a decir algo, pero en su lugar asintió, bajando la cabeza ante su alfa, y se marchó sin mediar palabra. Aun así, no pude evitar notar una chispa de rabia contenida en su mirada dirigida a Eivor. Algo en su forma de irse me dejó intranquila, pero no tuve tiempo de procesarlo del todo.Cuando Axel desapareció de nuestra vista, sentí a Eivor moverse, como si estuviera a punto de pedirme explicaciones. Pero antes de que pudiera abrir la boca, una ola de furia me recorrió.—¿Con qué derecho te crees para meterte en mi vida de esta forma? —le espeté, sintiendo mi voz temblar por la ira contenida—. ¿Cómo te atreves a venir aquí, a decir que soy tuya después de haber desaparecido casi un año entero? ¡Un año, Eivor! —Mi pecho subía y bajaba rápidamente, incapaz de controlar la frustración que me ahogaba.Eivor me miró con su típico semblante serio, intentando no perder la calma.—Tú me lo pediste —respondi
Al día siguiente, Annika llegó a la casa llena de energía, ajena a todo el caos que me rodeaba. Traía algo en las manos, sonriendo de oreja a oreja.—¡Mira esto! —dijo, extendiéndome una invitación con letras doradas y un lacre impecable—. ¡Es una invitación a la boda de la hermana menor del alfa!“¿Eivor tiene una hermana?” pensé, sorprendida. Jamás había mencionado a su familia en nuestros momentos juntos. La idea de asistir a una boda en la familia de los alfas me llenó de inquietud, pero Annika estaba tan emocionada que me costaba rechazar la invitación.—Sé que no quieres estar demasiado involucrada en este tipo de eventos, pero… me dejaron llevar a un acompañante y quiero que seas tú —continuó Annika, con una sonrisa encantadora.Intenté imaginar lo que sería asistir a esa boda, sabiendo que Eivor estaría allí. No estaba segura de si era lo mejor para mí, ni para él. Pero Annika estaba tan entusiasmada que me convenció. Asentí lentamente, tratando de no mostrar mi duda.—Está bi
Siempre he sentido que mi destino estaba escrito desde el día en que nací. Como hija del Alfa de los Lobos de la Luna Plateada, cada paso que he dado ha sido guiado por las decisiones de mi padre, incluso la más importante de todas: mi compromiso con Darian, el joven Alfa de la manada aliada, los Lobos del Fuego Eterno. Conocí a Darian desde que éramos niños; nuestros padres, grandes amigos y líderes de sus respectivas manadas, soñaron con esta unión para fortalecer los lazos entre ambas familias. Y durante muchos años me sentí afortunada. Darian es amable, protector y siempre tiene una sonrisa para mí. Compartimos secretos, nos apoyamos mutuamente, y con el tiempo, lo que comenzó como una amistad floreció en algo más profundo. Al menos, eso creía yo. Pero últimamente, desde la aparición de Eivor, todo ha cambiado. Ha trastocado mi mundo y mis sentimientos de una manera que no puedo entender. ¿Cómo puedo sentirme atraída por alguien que apenas conozco, cuando Darian ha sido mi roca d
Cuando finalmente llegué a la aldea, busqué a Darian desesperadamente. Lo encontré en la gran sala de reuniones, con los ojos perdidos en el fuego. Me acerqué lentamente, sabiendo que las palabras que tenía que decir no serían fáciles.—Darian… —mi voz era apenas un susurro.Él levantó la vista, y la frialdad en su mirada me golpeó como un puñetazo.—No quiero escuchar excusas, Zharia —dijo con dureza—. Confío en ti. Siempre lo he hecho. Pero lo que vi… —hizo una pausa, y su voz se quebró por un momento—. No puedo ignorarlo.—No es lo que piensas, Darian. Te lo juro. Solo hablábamos…—¿Hablando? —interrumpió Darian, su tono lleno de incredulidad—. ¿De verdad esperas que crea que solo estaban hablando? Zharia, te vi. Vi la forma en que te miraba… y cómo lo mirabas tú.Me acerqué más a él, tratando de mantener la calma, a pesar de que el miedo empezaba a invadir mi pecho.—Darian, te prometo que no hay nada entre Eivor y yo. Apenas lo conozco. Solo… estaba tratando de entender por qué s
A la mañana siguiente, desperté con los primeros rayos del sol filtrándose por la ventana. Sentí el ardor en mis ojos hinchados, señal de que no había dormido mucho. La noche anterior me había dejado agotada, pero no era solo el cansancio físico lo que me pesaba; era el dolor en mi pecho, como si algo se hubiese roto dentro de mí y nunca pudiera arreglarse.Miré a mi alrededor, a la habitación que había compartido con Darian durante tanto tiempo. Cada rincón, cada objeto me hablaba de él, de nosotros. Las promesas susurradas en la oscuridad, las risas compartidas, los silencios llenos de complicidad. Todo eso ahora parecía tan lejano, tan ajeno. No podía quedarme aquí. No cuando cada centímetro de esta casa me recordaba lo que había perdido.Con una respiración temblorosa, me obligué a levantarme. Empecé a recoger mis cosas, intentando mantenerme ocupada para no pensar. Cada objeto que guardaba en mi bolsa era un recordatorio doloroso: las cartas que Darian me había escrito, el collar
Los días que siguieron a mi llegada a la casa de mis padres pasaron de una forma extraña, casi irreal. El tiempo parecía alargarse y encogerse al mismo tiempo, como si estuviera atrapada en una burbuja fuera del mundo. Me despertaba cada mañana esperando sentirme más fuerte, más decidida, pero el peso de lo que había sucedido me perseguía como una sombra que no podía dejar atrás. Estar lejos de Darian era más difícil de lo que había imaginado. A pesar de todo, habíamos crecido juntos; conocía cada uno de sus gestos, sus expresiones, y me costaba creer que esa cercanía se había roto de una manera tan dolorosa. Había momentos en los que la culpa me abrumaba, recordando las acusaciones que nos lanzamos, las palabras llenas de ira y frustración. Pero luego, recordaba que no había sido yo quien había dejado que el veneno de su ex se interpusiera entre nosotros. Darian había elegido no confiar en mí, había permitido que las mentiras y las dudas destruyeran lo que teníamos. Eso me devolvía