Un momento de respiro

El resto del día transcurrió sin contratiempos, pero con mi mente enredada en los acontecimientos recientes. Cuando llegué a casa, sentí un alivio enorme al ver a Alaric. Lo levanté en brazos y lo abracé con ganas, como si eso pudiera despejar la confusión que había estado arrastrando desde el beso con Axel.

—Se portó muy bien —me dijo Sophie con una sonrisa amable—. Aunque se notaba que en algunos momentos echaba de menos a su mamá.

Le agradecí su ayuda. Sophie había demostrado ser una excelente niñera, y su tranquilidad me reconfortaba. Alaric estaba en buenas manos con ella.

Por suerte, solo trabajaba media jornada y solo unos días a la semana, lo que me permitía equilibrar el trabajo y estar con mi hijo. El siguiente día fue libre, y lo pasé disfrutando de Alaric y paseando por la ciudad junto a Annika, que también tenía el día libre. Caminamos por el paseo marítimo, charlando mientras el sol doraba las olas a nuestro alrededor.

Annika siempre tenía alguna historia interesante que contar sobre la manada, y ese día no fue la excepción.

—¿Sabías que hubo rumores de que el alfa desapareció durante varios meses el año pasado? —me dijo, bajando la voz ligeramente como si contara un secreto importante—. Dicen que su esposa estaba destrozada, pero nadie supo qué pasó realmente. Un día, de repente, el alfa regresó y todo pareció volver a la normalidad como si nada.

—¿Y qué dicen los demás? —pregunté, intrigada por la historia.

—No mucho, son muy herméticos. Nadie sabe lo que realmente ocurrió. Solo es uno de esos misterios que circulan en las manadas de tanto en tanto.

Esa noche, mientras me preparaba para dormir, no pude evitar preguntarme por Axel. No había sabido nada de él desde lo ocurrido en el patio, lo que me desconcertaba. No era típico de él desaparecer sin más, especialmente después de lo que había pasado entre nosotros. Mi mente seguía debatiéndose entre lo que sentía por Eivor y lo que había comenzado a surgir con Axel. Me costaba conciliar el sueño con todas esas emociones encontradas.

El día siguiente, después de despedirme de Alaric con besos y dejarlo al cuidado de Sophie, me dirigí a la tienda para otra jornada de trabajo. Todo parecía transcurrir normalmente, hasta que al final de la jornada, al salir por la puerta, lo vi. Axel estaba allí, esperándome. Mi corazón dio un vuelco. No sabía cómo sentirme exactamente, pero su presencia me atrapó de inmediato.

—¿Tienes hambre? —me preguntó con una sonrisa.

Accedí, sin poder ocultar la sorpresa en mi rostro. Fuimos a cenar juntos, pero ninguno de los dos mencionó lo ocurrido en el patio. La conversación fue ligera, casi como si ambos intentáramos evitar el tema que realmente flotaba entre nosotros. Sin embargo, la tensión no desaparecía, estaba ahí, subyacente en cada palabra, en cada mirada.

Axel me acompañó de vuelta a casa de Annika. Cuando llegamos a la puerta, algo cambió en el aire entre nosotros. Nos quedamos de pie en silencio, mirándonos a los ojos, y de repente, como si ambos hubiéramos alcanzado un límite invisible, nos lanzamos el uno hacia el otro.

Nuestros labios se encontraron en un beso cargado de pasión, más intenso de lo que había imaginado. Sentí cómo sus manos me levantaban, sosteniéndome firmemente por los muslos, y sin dejar de besarme, me empujó contra la pared, nuestros cuerpos conectando con una urgencia que no podíamos contener. El deseo latía entre nosotros, incontrolable, como una tormenta que había estado esperando estallar.

Finalmente, nos separamos, respirando agitadamente. Mi mente era un torbellino, y antes de decir nada, subí apresuradamente a casa, aún tratando de procesar lo que acababa de pasar. Sophie me sonrió tranquilamente, sin notar mi estado, y tras agradecerle por cuidar de Alaric, me encontré sola en la casa, con mi pequeño profundamente dormido en la cuna.

Pensaba acostarme, cuando un leve golpe en la puerta llamó mi atención. Al abrirla, ahí estaba Axel, sus ojos grises iluminados con una intensidad que no había visto antes. No hubo palabras. Cerré la puerta tras de mí, y de inmediato me empujó suavemente contra la madera, sus labios encontraron los míos de nuevo, pero esta vez con más determinación, sus manos recorriendo mi cuerpo con una confianza y habilidad que me desarmaron por completo.

Cada caricia encendía una chispa en mi piel, y cuando me levantó en brazos, llevándome hasta la cama, supe que había cruzado una línea que cambiaría todo. Las dudas que me habían atormentado se desvanecieron en ese momento, sustituido por la intensidad del deseo que ambos compartíamos.

Lo que sucedió después fue una conexión que nunca había sentido antes, una mezcla de emociones y pasión que me dejó completamente vulnerable y, al mismo tiempo, más viva de lo que había estado en mucho tiempo.

Sus manos recorrían ágilmente cada parte de mi cuerpo. Cada roce de sus manos sobre mi piel me hacía suspirar. Casi sin darme cuenta, nos encontrábamos sin ropa, sintiendo su piel desnuda rozando la mía. Su cuerpo atlético apretado contra el mío, sus labios acariciando suavemente los míos mientras nuestras lenguas danzaban juntas dentro de nuestras bocas, me me mordió suavemente el labio inferior y se apartó levemente, para mirarme a los ojos en el momento que su cuerpo se unía al mío y ver mi cara de placer a la vez que se me escapaba mi primer gemido. Él sonrió, como si estuviese satisfecho con mi reacción.

—Buena chica —dijo con autoridad, como si hubiese cumplido una orden suya.

Yo solo pude soltar un leve suspiro justo antes de que arremetiese con más fuerza.

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