Axel me guió a través de las calles de la ciudad con una mezcla de cortesía y entusiasmo. Yo llevaba a Alaric en un fular atado al pecho, sintiendo su pequeño cuerpo cálido y seguro contra el mío. A medida que Axel me mostraba los lugares más emblemáticos, iba señalando con interés, explicando la historia detrás de cada rincón.
—Este es el mercado central —me dijo, señalando un edificio amplio de piedra con un techo de cristal—. Es uno de los sitios más concurridos de la ciudad, donde la gente viene a comprar productos frescos y disfrutar de la gastronomía local. Asentí, observando cómo las personas se movían con energía dentro del mercado, sus voces creando un bullicio agradable. Me sorprendía lo viva que era la ciudad, tan diferente a cualquier otro lugar que hubiera visto antes. —Y justo más adelante está la plaza del puerto —continuó Axel, caminando a mi lado—. Es el lugar perfecto para ver la puesta de sol. Muchas personas vienen aquí después del trabajo para relajarse y disfrutar de la vista. Caminábamos por las calles empedradas mientras él me mostraba el parque central, un lugar lleno de árboles y flores coloridas que contrastaban con el moderno paisaje urbano. La charla era amena, y cada tanto Axel me regalaba una de esas sonrisas suyas que parecían iluminar todo a su alrededor. No podía negar que era agradable estar en su compañía, y me sentía un poco más ligera, como si un peso que había estado cargando durante meses comenzara a disiparse. Finalmente, llegamos a un mirador que daba directamente al océano. El sol comenzaba a bajar, tiñendo el cielo de tonos rosados y dorados, y el sonido de las olas rompiendo contra las rocas creaba un ambiente sereno. —Gracias por mostrarme todo esto, Beta Axel. Realmente es un lugar hermoso —dije, sinceramente agradecida por el pequeño “tour”. —Llámame solo Axel —respondió él, con su característica sonrisa—. Quizás, si te apetece, podríamos quedar algún día a tomar algo. Podría pedirle a Annika que cuide de Alaric, así puedes relajarte un poco. Dudé por un momento, no del todo segura de sus intenciones. No podía negar que me sentía atraída por su amabilidad, pero también había un ligero recelo en mi interior. Sin embargo, sabía que no podía permitirme rechazar la oportunidad de establecer lazos en esta nueva manada. Además, tener amigos en este nuevo entorno no podía ser malo. Así que, después de unos segundos, asentí. —Claro, eso suena bien —respondí finalmente—. Me gustaría conocer más sobre la ciudad y… sobre ti. Axel sonrió de nuevo, una sonrisa que parecía llenar el aire con una calidez reconfortante. —Entonces, es una cita —dijo con un guiño, antes de guiarme de regreso hacia mi nuevo hogar. Cuando volví al apartamento de Annika, me sentía algo más aliviada, como si una parte de la carga que había estado llevando se hubiera desvanecido un poco. Más tarde, mientras me relajaba en el sofá, mi móvil sonó. Era Elena. Sentí una oleada de emoción al ver su nombre en la pantalla y respondí rápidamente. —¿Elena? —dije, intentando contener la emoción en mi voz. —¡Zharia! ¿Cómo estás? —respondió Elena con su tono cálido de siempre. —Estoy bien, solo… adaptándome —dije, echando un vistazo alrededor del apartamento. Elena me contó que las cosas en su manada seguían igual. Mencionó que había tenido que explicarle a mi hermano la razón por la que me había marchado, cómo había tenido que dejar todo atrás. Mi corazón dio un vuelco al escuchar sobre Alaric, mi hermano. Sabía que no habría sido fácil para él aceptar mi partida, pero Elena me aseguró que, aunque estaba preocupado, finalmente había comprendido mi decisión. —Me alegra saber que lo entendió… —dije suavemente, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza. —Sí, pero está preocupado por ti. Me pidió que te cuidara bien y que le mantuviera informado —dijo Elena con una risa suave—. Sabes cómo es, siempre el protector. Sonreí ante el recuerdo de mi hermano, siempre dispuesto a cuidarme a toda costa. —¿Y has sabido algo de Eivor? —pregunté con cautela, intentando mantener la esperanza de tener noticias de él. Elena guardó silencio por un momento, y mi corazón se encogió. —No, Zharia… No hemos tenido ninguna noticia suya desde que se marchó. Lo siento. Suspiré, tratando de mantener la compostura. Había esperado, quizás ingenuamente, que hubiera algún rastro, alguna señal de él. Pero no había nada. —Está bien, Elena. Gracias por todo. De verdad, no sé qué haría sin ti —dije, intentando sonar más animada de lo que me sentía. —Siempre estaré aquí para ti, Zharia. No lo olvides —respondió ella, y pude sentir su calidez a través del teléfono. Después de colgar, me quedé mirando por la ventana hacia el mar, con el pequeño Alaric dormido en mi regazo. Tenía un nuevo hogar, una nueva vida por delante. Y aunque los fantasmas del pasado seguían acechándome, sabía que debía seguir adelante, por mí y por mi hijo. Axel parecía amigable y dispuesto a ayudarme a adaptarme, y Annika había sido una bendición desde que llegué. Quizás aquí, en la manada de los Tempus Novae, finalmente podría encontrar la paz que tanto buscaba.Pasaron los meses y todo parecía estar finalmente en su lugar. Mi amistad con Annika había florecido de una manera que nunca esperé. Ella se había convertido en una confidente invaluable, alguien en quien podía confiar por completo. A pesar de la tristeza que había traído mi llegada, me sentía afortunada de tenerla a mi lado. Y Axel… Bueno, las cosas con él también iban bien. Aunque al principio me había mantenido reservada, con el tiempo, su amabilidad y calidez fueron derribando las barreras que había levantado.El pequeño Alaric crecía sano y fuerte, su risa se había vuelto la banda sonora de mi día a día. Sin embargo, sus ojos, esos ojos azul eléctrico tan característicos, me recordaban constantemente a Eivor. Era un recordatorio de lo que había perdido y de lo que aún no sabía. El vacío de su ausencia seguía pesando sobre mí, aunque tratara de no pensar en ello con frecuencia.Pero mientras todo marchaba bien, comencé a sentirme inquieta. Mi vida se centraba completamente en Alar
El resto del día transcurrió sin contratiempos, pero con mi mente enredada en los acontecimientos recientes. Cuando llegué a casa, sentí un alivio enorme al ver a Alaric. Lo levanté en brazos y lo abracé con ganas, como si eso pudiera despejar la confusión que había estado arrastrando desde el beso con Axel.—Se portó muy bien —me dijo Sophie con una sonrisa amable—. Aunque se notaba que en algunos momentos echaba de menos a su mamá.Le agradecí su ayuda. Sophie había demostrado ser una excelente niñera, y su tranquilidad me reconfortaba. Alaric estaba en buenas manos con ella.Por suerte, solo trabajaba media jornada y solo unos días a la semana, lo que me permitía equilibrar el trabajo y estar con mi hijo. El siguiente día fue libre, y lo pasé disfrutando de Alaric y paseando por la ciudad junto a Annika, que también tenía el día libre. Caminamos por el paseo marítimo, charlando mientras el sol doraba las olas a nuestro alrededor.Annika siempre tenía alguna historia interesante que
Cuando desperté, me di cuenta de que Axel ya no estaba en mi cama. Me incorporé lentamente, y una suave sonrisa apareció en mis labios al recordar la noche anterior. El calor de su cuerpo aún parecía estar presente, aunque la cama ahora se sentía fría y vacía. Con una ligera sacudida de la cabeza, intenté apartar esos pensamientos y me levanté para buscar a Alaric.Al salir de mi habitación, me encontré con Annika jugando con él en la sala. El pequeño Alaric reía, feliz, mientras ella hacía pequeñas muecas y le hablaba con dulzura. Al notar mi presencia, Annika levantó la vista y me sonrió.—Estabas tan agotada que decidí dejarte dormir un poco más —dijo con naturalidad—. Espero que no te importe, quería pasar tiempo con mi sobrino.Aunque no era realmente su sobrino, ella había decidido llamarlo así hacia algunos meses, y a mí me había parecido muy bonito.Le agradecí sinceramente, aliviada por poder disfrutar de ese momento tranquilo. Me acerqué a ellos y me senté en el suelo junto
Axel nos miró a ambos, su expresión llena de confusión. Por un instante, parecía que iba a decir algo, pero en su lugar asintió, bajando la cabeza ante su alfa, y se marchó sin mediar palabra. Aun así, no pude evitar notar una chispa de rabia contenida en su mirada dirigida a Eivor. Algo en su forma de irse me dejó intranquila, pero no tuve tiempo de procesarlo del todo.Cuando Axel desapareció de nuestra vista, sentí a Eivor moverse, como si estuviera a punto de pedirme explicaciones. Pero antes de que pudiera abrir la boca, una ola de furia me recorrió.—¿Con qué derecho te crees para meterte en mi vida de esta forma? —le espeté, sintiendo mi voz temblar por la ira contenida—. ¿Cómo te atreves a venir aquí, a decir que soy tuya después de haber desaparecido casi un año entero? ¡Un año, Eivor! —Mi pecho subía y bajaba rápidamente, incapaz de controlar la frustración que me ahogaba.Eivor me miró con su típico semblante serio, intentando no perder la calma.—Tú me lo pediste —respondi
Al día siguiente, Annika llegó a la casa llena de energía, ajena a todo el caos que me rodeaba. Traía algo en las manos, sonriendo de oreja a oreja.—¡Mira esto! —dijo, extendiéndome una invitación con letras doradas y un lacre impecable—. ¡Es una invitación a la boda de la hermana menor del alfa!“¿Eivor tiene una hermana?” pensé, sorprendida. Jamás había mencionado a su familia en nuestros momentos juntos. La idea de asistir a una boda en la familia de los alfas me llenó de inquietud, pero Annika estaba tan emocionada que me costaba rechazar la invitación.—Sé que no quieres estar demasiado involucrada en este tipo de eventos, pero… me dejaron llevar a un acompañante y quiero que seas tú —continuó Annika, con una sonrisa encantadora.Intenté imaginar lo que sería asistir a esa boda, sabiendo que Eivor estaría allí. No estaba segura de si era lo mejor para mí, ni para él. Pero Annika estaba tan entusiasmada que me convenció. Asentí lentamente, tratando de no mostrar mi duda.—Está bi
Siempre he sentido que mi destino estaba escrito desde el día en que nací. Como hija del Alfa de los Lobos de la Luna Plateada, cada paso que he dado ha sido guiado por las decisiones de mi padre, incluso la más importante de todas: mi compromiso con Darian, el joven Alfa de la manada aliada, los Lobos del Fuego Eterno. Conocí a Darian desde que éramos niños; nuestros padres, grandes amigos y líderes de sus respectivas manadas, soñaron con esta unión para fortalecer los lazos entre ambas familias. Y durante muchos años me sentí afortunada. Darian es amable, protector y siempre tiene una sonrisa para mí. Compartimos secretos, nos apoyamos mutuamente, y con el tiempo, lo que comenzó como una amistad floreció en algo más profundo. Al menos, eso creía yo. Pero últimamente, desde la aparición de Eivor, todo ha cambiado. Ha trastocado mi mundo y mis sentimientos de una manera que no puedo entender. ¿Cómo puedo sentirme atraída por alguien que apenas conozco, cuando Darian ha sido mi roca d
Cuando finalmente llegué a la aldea, busqué a Darian desesperadamente. Lo encontré en la gran sala de reuniones, con los ojos perdidos en el fuego. Me acerqué lentamente, sabiendo que las palabras que tenía que decir no serían fáciles.—Darian… —mi voz era apenas un susurro.Él levantó la vista, y la frialdad en su mirada me golpeó como un puñetazo.—No quiero escuchar excusas, Zharia —dijo con dureza—. Confío en ti. Siempre lo he hecho. Pero lo que vi… —hizo una pausa, y su voz se quebró por un momento—. No puedo ignorarlo.—No es lo que piensas, Darian. Te lo juro. Solo hablábamos…—¿Hablando? —interrumpió Darian, su tono lleno de incredulidad—. ¿De verdad esperas que crea que solo estaban hablando? Zharia, te vi. Vi la forma en que te miraba… y cómo lo mirabas tú.Me acerqué más a él, tratando de mantener la calma, a pesar de que el miedo empezaba a invadir mi pecho.—Darian, te prometo que no hay nada entre Eivor y yo. Apenas lo conozco. Solo… estaba tratando de entender por qué s
A la mañana siguiente, desperté con los primeros rayos del sol filtrándose por la ventana. Sentí el ardor en mis ojos hinchados, señal de que no había dormido mucho. La noche anterior me había dejado agotada, pero no era solo el cansancio físico lo que me pesaba; era el dolor en mi pecho, como si algo se hubiese roto dentro de mí y nunca pudiera arreglarse.Miré a mi alrededor, a la habitación que había compartido con Darian durante tanto tiempo. Cada rincón, cada objeto me hablaba de él, de nosotros. Las promesas susurradas en la oscuridad, las risas compartidas, los silencios llenos de complicidad. Todo eso ahora parecía tan lejano, tan ajeno. No podía quedarme aquí. No cuando cada centímetro de esta casa me recordaba lo que había perdido.Con una respiración temblorosa, me obligué a levantarme. Empecé a recoger mis cosas, intentando mantenerme ocupada para no pensar. Cada objeto que guardaba en mi bolsa era un recordatorio doloroso: las cartas que Darian me había escrito, el collar