Un nuevo hogar

La llegada a los territorios de la manada de los Tempus Novae fue todo un shock para mí. Había oído rumores de la riqueza y el poderío de esta manada, pero nada me había preparado para la ciudad que se extendía ante mis ojos. A diferencia de otras manadas, que se ubicaban en pequeñas aldeas o asentamientos en medio de los bosques, los Tempus Novae habían creado una auténtica metrópolis a pie de playa. Las amplias avenidas estaban flanqueadas por edificios modernos, algunos de los cuales alcanzaban alturas vertiginosas. Los colores vibrantes de los muros y las ventanas reflejaban la luz del sol, creando un espectáculo de destellos y sombras. El sonido del oleaje rompiendo contra la orilla añadía un trasfondo casi musical a la bulliciosa actividad de la ciudad.

Cuando bajé del autobús, me quedé fascinada. Nunca había visto algo tan grandioso y a la vez tan hermoso. Casi podía sentir la energía del lugar pulsando a mi alrededor. Un sentimiento de mezcla entre esperanza y miedo se instaló en mi pecho. Este era un nuevo comienzo, pero también un gran salto hacia lo desconocido.

Una mujer me esperaba en la parada del autobús, sonriéndome. La reconocí de inmediato por su cabello castaño ondulado y sus ojos grises: la hermana de Elena. Tenía un porte similar, una elegancia natural que parecía innata en su familia. Se acercó y se presentó con una voz cálida.

—Hola, Zharia. Soy Annika, la hermana de Elena. Es un placer finalmente conocerte en persona —dijo mientras me ofrecía la mano.

Le estreché la mano con gratitud. La sonrisa de Annika era reconfortante, un reflejo de la calidez de su hermana.

—Gracias por recibirme. Estoy muy agradecida por todo lo que has hecho para ayudarme —respondí, tratando de contener la emoción que se asomaba en mi voz.

Annika sonrió con suavidad y me guió hacia un coche aparcado cerca. Durante el trayecto hacia mi nuevo apartamento, Annika me mostró algunos de los lugares más emblemáticos de la ciudad: el mercado central, la zona del puerto con sus embarcaciones de pesca y recreo, y el gran parque del centro, un oasis verde en medio de la urbanización. No pude evitar sentirme impresionada por la vitalidad y belleza del lugar.

Finalmente, llegamos a un complejo de apartamentos con vistas al mar. El lugar era acogedor y moderno, con amplias ventanas que dejaban entrar la luz natural. Annika me guió hasta mi nuevo hogar, un apartamento en el tercer piso.

—Aquí es donde estarás viviendo, Zharia. Espero que te guste —dijo Annika mientras abría la puerta.

Entré y de inmediato sentí una sensación de alivio. El apartamento era acogedor, con muebles sencillos pero elegantes. Annika me guió hasta la habitación que sería la mía. En el centro, había una cuna preparada, adornada con suaves mantas y juguetes para el pequeño Alaric.

—Pensé que necesitarías un espacio para el bebé, así que preparé esto para ti —explicó Annika con una sonrisa—. Espero que sea de tu agrado.

—Es perfecto, gracias —respondí, emocionada al ver que mi hijo tendría un lugar tan bonito para dormir.

Pasamos la tarde juntas, disfrutando de una deliciosa comida casera que Annika había preparado. La compañía era agradable, y me sentí un poco más en casa, aunque todavía había un pequeño nudo de nervios en mi estómago.

—Hay algo más que debemos hacer hoy —dijo Annika mientras recogíamos la mesa—. Tenemos que presentarte a los alfas de la manada. Es una formalidad, pero importante.

Asentí, sabiendo que era parte de integrarme en una nueva comunidad. Después de un breve descanso, Annika me guió a través de las calles de la ciudad hasta una gran mansión que parecía dominar la playa. La fachada era impresionante, con columnas altas y jardines cuidados que rodeaban la entrada.

Una vez dentro, nos recibió una mujer de porte elegante, con cabello oscuro recogido en un moño pulido y unos ojos penetrantes que parecían verlo todo.

—Bienvenida, Zharia. Soy Liora, la esposa del alfa. Mi esposo está indispuesto en este momento, pero me ha pedido que te dé la bienvenida en su nombre —dijo con voz firme pero amable—. Estamos encantados de tenerte a ti y a tu pequeño con nosotros.

Hice una reverencia respetuosa, sintiéndome un poco abrumada por la grandeza del lugar y la presencia de la mujer.

—Gracias, señora. Estoy agradecida por su hospitalidad —respondí con la mayor cortesía que pude reunir.

Justo cuando pensaba que la reunión terminaría ahí, la puerta se abrió y un joven entró. Era alto y atlético, con una presencia imponente. Sus ojos grises se encontraron con los míos y, por un momento, sentí una extraña familiaridad. Había algo en su mirada que me resultaba conocido, pero no lograba identificarlo.

—Oh, Zharia, déjame presentarte a Axel, el hermano pequeño del alfa y nuestro Beta —dijo Liora con una sonrisa—. Axel, esta es Zharia, la amiga de Annika y nueva residente de nuestra manada.

—Un placer conocerte, Zharia —dijo Axel, extendiendo una mano con una sonrisa cautivadora—. He oído mucho sobre ti.

Le estreché la mano, sintiendo un extraño cosquilleo en la piel. Había algo en su tono, en su mirada, que me desconcertó. Pero mantuve la compostura.

—El placer es mío, Beta Axel. Gracias por recibirme —respondí, intentando mantener un tono firme.

—¿Te gustaría que te mostrara algunas de las zonas más importantes de la ciudad? —se ofreció Axel con amabilidad—. Estoy seguro de que hay muchos lugares que podrías encontrar interesantes.

Dudé por un momento, pero la calidez en los ojos de Axel y la insistencia educada en su tono hicieron que no pudiera negarme.

—Claro, me encantaría —acepté finalmente.

Mientras seguía a Axel fuera de la mansión, un pequeño sentimiento de curiosidad y algo más se agitaba en mi interior. Este nuevo mundo que se abría ante mí estaba lleno de misterios y desafíos, pero también de nuevas oportunidades y, quizás, nuevas amistades. Y por primera vez en mucho tiempo, me permití sentir un destello de esperanza.

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