El asesinato de una adolescente en un tranquilo pueblo, levantará una humareda de suicidios, drogas y misteriosas muertes.La oscuridad reclama venganza y el pez negro ha despertado.Las pastillas lo llevan a la venta ilegal en el instituto donde varios jóvenes empezaron a tener muy buenas notas pero con efectos secundarios irreversibles. La investigación apunta a un grupo de jóvenes como los autores de la distribución de la mercancía. Una muerte violenta empieza a llevarse a cada uno de ellos, señalando una leyenda del lugar: El pez negro.
Leer másLa vida volvió a su cauce. La falta de muertes en el río hizo que el interés bajara y los medios de comunicación se enfocaron en otras cosas. Por supuesto hubo ascensos, incluso Freire aparecía en el listado de ellos, pero a él le gustaba hacer lo que hacía, no quería pasarse el día encerrado en un despacho supervisando a agentes noveles. Él quería estar fuera, en la acción. Disfrutaba con ello.Llegó a casa después de un largo día revisando casos que se habían acumulado sobre su escritorio. Ahora le apetecía algo menos complicado, algo más fácil, un culpable obvio, de esos que aparecen al abrir la carpeta.Abrió la puerta, ya escuchaba el ruido de su nuevo compañero de piso. Lo había pensado mucho y muy detenidamente, hasta que al final tomó la decisión correcta. Aunque sería complicado cuando tuviera que irse de casa, pero lo tenía bien gestionado para que nunca estuviera solo.— Hola Boby — saludó a su perro cuando este se agarró a su pierna moviendo la cola con locura. Era la mejo
Llegó a la comisaría y el ambiente estaba cargado. La cara de los agentes era de fatalidad, de horror, de un desastre apocalíptico.—¿Qué pasó? — Freire se dirigió al sargento.— Una gran putada — desató la lengua —. La acusada pidió un vaso de agua, antes de que se la llevaran.— Mierda — gritó Freiré.— Se asfixió — siguió hablando sin darse cuenta del rostro desencajado de Freire —. Los agentes intentaron ayudarla, pero le salía sangre por la boca. Fue muy traumático, tengo a los pobres de baja — señaló los dos escritorios vacíos.— Se suicidó — aclaró Freire.— No llevaba nada encima — el sargento lo observaba.— No le hizo falta — se mordió los labios —, sólo necesitaba agua.Se fue a su despacho y empezó a recoger su ordenador, todas las pruebas, anotaciones del caso y las grabaciones de los sospechosos e interrogatorios fueron introducidas en cajas selladas, para ir derechos al archivador.Era un caso cerrado, que llamó la atención de los medios de comunicación. Era mejor irse
Freire apareció en la cafetería a unas horas en las que Armando no estaba acostumbrado. Vio a su amigo con sorpresa y entusiasmo ya que había una sonrisa en su rostro. El peso del cansancio lo hacía más pequeño de lo que era y la mala alimentación le pasaba factura, ya que sus bonitos pantalones se movían de forma holgada y rara alrededor de su cintura.— Bienvenido — sonreía con vitalidad, esa que le faltaba a Freire— ¿Veo una sonrisa en tus labios?— La tenemos — movió la cabeza y sonrió tanto que la sonrisa de Armando sintió celos.— ¿Tenéis al culpable? — Armando se quedó paralizado en la barra con la cafetera caliente en la mano.— A la culpable — tuvo que frenar para no agarrarlo y empotrarlo allí mismo delante de todo el mundo. Y por la mirada de Armando el deseo era mutuo.— ¿Quieres un café? — Sabía la respuesta, pero había al menos tres personas allí.— Uno bien cargado — le sonrió.— En diez minutos llega mi ayudante — le guiño él ojo —, mientras empieza por este y un trozo
Candela empezó a respirar con fuerza, se hiperventilaba, pero no porqué estuviera en pleno ataque de ansiedad, más bien quería aparentarlo.— Si le da una crisis de ansiedad — dijo Freiré con frialdad —, no voy a avisar a una ambulancia.— Simplemente saldremos, nos fumamos un cigarrillo y volveremos en media hora — miró el reloj — lo suficiente para que finalice el teatro.— ¿Quieres hacer una declaración ahora? — Freire sigue observándola con aire frío, como una coraza sin vida.— No pienso hablar — cruzó las manos y se quedó paralizada en la silla. Los labios le temblaban, al igual que su pulso. Observaba las baldosas del suelo mientras se decía a sí misma que ella era la lista, simplemente había que darle la vuelta a la situación; encontraría la manera.— No hace falta que diga nada — Berto se levantó de su asiento —, está detenida.Dos agentes entraron con unas esposas, Candela se puso en pie respirando con profundidad intentando ahogar las lágrimas, su mandíbula temblaba tanto qu
Sandra bajaba por el camino hacia el río, tenía el móvil en modo grabación, sospechaba que sus fotos no eran buenas, así que decidió hacer un vídeo. La pantalla se mueve y se escuchan gritos, fue el momento en que los cinco la atraparon, el móvil cayó al suelo y siguió grabando en un ángulo retorcido, pero claro.Aparece Eli hablando y amenazando a los demás; le lanza algún puntapié a Sandra cada vez que hablaba. Era su manera de acallar su razón, era como el pepito grillo toca narices que decía verdades como puños. Pero los muchachos obedecían a Eli y acabarón abandonando a Sandra en mitad de la noche. La muchacha gritaba, lloraba y suplicab. Era una imagen sacada de alguna película de terror.Se movieron unas hojas del fondo, algo se acercaba. Sandra gritó de horror, su mente, al igual que la de cualquiera que viera el vídeo, imaginaba que se acercaba un animal grande y horrible. Pero no era así, era Candela, aparecía como un ángel de la guarda.Sandra suspiró y sonrió aliviada, aho
El reloj giraba mientras esperaba a que llegara el resultado de la última prueba, ésta era tan irrefutable que no habría juez que la pudiera negar, y tampoco era seguro que existiera, sólo era una corazonada, una plegaria para que tantas muertes encontraran su descanso.Un agente llamó a la puerta y le entregó el móvil que el viejo había encontrado en el fondo del río y un usb con todo el contenido que habían salvado. Lo introdujo en su ordenador y ahí estaba, la prueba absoluta, la plegaria que llevaba en sus labios había sido escuchada. Ya estaba preparado.Hoy no había nadie en los calabozos. El último en ocuparlos fue el tío de Rafa, por lo que sabía, estaba preso por venta de drogas, aún no se había producido el juicio, pero era un reincidente, así que permanecerá entre rejas mucho tiempo.Entró en la sala de interrogatorios. Candela lo observó con ojos tiernos y dulces, tirando a la súplica, como si no comprendiera que estaba pasando. Cuando Berto entró, sus ojos dejaron de ser t
— ¿Por qué me detiene? — Gritaba a los dos oficiales que la esposaban en la enfermería del instituto — Esto es un abuso de la autoridad.— Señora , en la comisaría se lo explicarán todo — el agente era joven e inexperto.— Quiero hablar con el inspector Freire, — exigió — es amigo mío.— Él es quien la está esperando — la mujer quedó muda y su rostro era cera derretida.Se hizo el silencio, no comentó nada más. La mujer no opuso resistencia, simplemente se subió al coche. Observó hacia al exterior de la ventanilla, mientras repasaba el mapa mental que tanto había cuidado y limpiado. Estaba segura de que no había ninguna fisura, no había nada en su contra; estaba segura de que no había dejado ningún cabo suelto.Sonrió para sus adentros, de todos los detectives mediocres con los que se había encontrado, Freire había sido el único que tenía huevos para enviarla a comisaría. Eso lo hacía más atractivo, más interesante. Como una buena cazadora le gustaba buscar presas difíciles, y encont
Se sentó en el despacho y empezó a buscar información de algo que le gritaba su mente, un detalle, pequeño y minúsculo que estaba desencajando las piezas del tablero, algo que había dejado pasar. Tenía que volver a reformularlo todo con otra perspectiva; introducir las piezas en una bolsa de terciopelo negro y lanzarlas sobre el tablero.— Buenos días — Llamó un agente—. Tengo los objetos que pidió.En dos bolsas separadas llegaban las últimas pruebas, las de Eli; por un lado, estaba su móvil, uno de los objetos más importantes, y por el otro, dos cuadernos negros. Ella no solo vendía, sino que manejaba las ventas de todo el grupo, información que tenía en una libreta aparte.Se encerró toda la tarde en su despacho. Había mucho que ver y analizar. Pidió que le trajeran la comida al despacho; no fue para gusto de muchos, ya que el olor a fritanga apestaba toda la comisaría. No tenían tiempo para levantarse de la silla, solo lo hizo dos veces y fue para orinar. Había enlazado todo el ca
Se presentó en el instituto con un buen dolor de cabeza. Dos botellines de cerveza le dejaron el cuerpo hecho un despojo; antaño sus riñones se bañaban en alcohol y ni se inmutaban. Ahora, solo con el olor ya se ahogaban, y la culpa, le devolvía recuerdos que prefería olvidar.No avisó de su visita, no había tiempo. Se acercó al despacho y llamó, no había nadie, no se imaginó que el director no se encontrara en las horas lectivas. Las clases habían comenzado, se escuchaba el eco de las voces de los muchachos a través de los pasillos y algún grito de algún profesor. Salió por la puerta trasera hacia el campo de fútbol y la zona de recreo. Vio a Martin, el profesor de gimnasia, haciendo que unos muchachos corrieran agotados mientras él los observaba, su único ejercicio era visual. Giró hacia la izquierda, no seguía ningún recorrido en concreto, sólo su instinto le guiaba. Se quedó paralizado cuando vio la ventana del baño de las chicas. Observó los barrotes y una sombra que se movía cont