Hace un rato que el despertador había dejado de sonar. Estaba duchado y vestido, ahora tocaba un buen desayuno. Tenía una llamada perdida de Armando, y un mensaje invitándolo a desayunar; aunque no le apetecía conducir hasta allí, sabía que el desayuno que le prepararía sería el mejor del mundo.
Después del frío de la noche, el coche estaba empapado, y ,por supuesto, el motor no tenía ganas de trabajar; tardó diez minutos en arrancar.Cuarenta y cinco minutos después entraba en una vistosa cafetería. Desde la vidriera veías a los comensales desayunando y hablando de sus vidas como si estuvieran solos en el planeta. Se sentó en la barra donde Armando terminaba de cobrar un café; antes de saludarlo ya tenía un café bien cargado y un bizcocho de zanahoria recién horneado enfrente.— ¿Un caso duro? — lo veía reflejado en sus ojeras.— Es un puzzle al que le faltan muchas piezas — mojó un trozo de bizcocho en el café y se lo llevó a la boca —. No hay ningún móvil aparente, ni pista alguna. Es muy decepcionante.— Pero eso lo hace más interesante, salir del abismo por tus medios. — Colocó unos trozos de bizcocho a un hombre que lo observaba con mucha atención.— Tengo una cita con el director del instituto en un par de horas. — El hombre del fondo parecía comerse a Armando con la mirada ¿por qué le molestaba? — ¿Tienes un club de fans?— Seguidores de redes sociales con altas expectativas — tenía una sonrisa tan perfecta que llamaba la atención de cualquier ser vivo, amansaba fiera con el brillo oscuro de sus ojos. — Mientras consuma en la cafetería, por mi bien.— El café está buenísimo — levantó la taza para que le echara más.— Yo solo trabajo con la mejor calidad — Sonrió con tanta luz que brilló hasta su calva.Un grupo de obreros ocupó una de las mesas, Armando fue a atenderlos.Se bebió su segunda taza de café y devoró el bizcocho. Dejó unas monedas sobre la barra, era el coste más la propina, sabía que Armando se enfadaría por ello, por eso aprovechó que estaba atendiendo a un grupo de amigos, que disfrutaban coqueteando.El instituto estaba al otro lado del pueblo, justo en frente de un parque infantil que finalizaba donde estaba el Ayuntamiento. Dejó el coche en la calle alcalde Rodrigo, y atajó por los jardines hasta la calle Enseñanza, donde un instituto pequeño y sencillo se alzó ante él.Subió por unas escaleras desgastadas, que necesitaban un buen mantenimiento; y, entre dos columnas, estaba el gran portón, para acceder al interior. Nada más entrar, se encontró con un hombre más bajo que él, de vaqueros y camisa blanca, tenía pegada una sonrisa que iba de oreja a oreja. No es bueno juzgar a una persona nada más verla, pero no podía evitar sospechar de él, había algo falso en esa apariencia.— Bienvenido al instituto — Abrió los brazos y giró el torso haciendo una presentación exagerada.— Supongo que usted es Óscar Vitas — No sabía si aquello era un director o un presentador de un concurso cutre.— Sí — sonrío ampliamente —, soy el director de este lugar, hacedor de mentes inquietas.— Me gustaría hablar con usted sobre dos alumnas — quería ir al grano.— Comprendo — dijo entre dientes—, sígame hasta mi despacho.Freire siguió a aquel pequeño y delgado hombre por el pasillo de la derecha, pasando el salón de actos, la enfermería y la sala de profesores; el último despacho de la izquierda era el suyo. No era un despacho demasiado grande, más bien sencillo y acogedor. Había unos cuadros de otros directores, una mesa de escritorio que pedía a gritos una jubilación y unos sofás individuales que habían pasado de moda en la época de sus padres.— ¿Qué quieres saber? — Se sentó en su sofá que misteriosamente estaba bastante alto, tanto que Freire parecía ahora más pequeño — Todo lo que sea por ayudar a mis alumnos. Estos dos fallecimientos nos tienen alterados. He llamado a una psicóloga por si alguno de nuestros alumnos necesita apoyo.— Sabrá que dos de sus alumnas fallecieron recientemente — Hasta las moscas en ese pequeño pueblo lo sabían —. Quería información sobre ellas. — intentaba ponerse cómodo en su asiento —. Por lo que tengo entendido no tenían muchos amigos.— Eran unas chicas poco sociales — se revolvió en su sillón —, el tío de una de ellas, Rodrigo, nos comunicó una situación de abuso. El centro enseguida activó el plan de acoso y se solucionó.— Quizás, cambiaron su estrategia — Otra vez las heridas se abrían —. Pasaron de lo físico a lo psicológico.— Yo también sospeché lo mismo — bebió una taza que tenía sobre el escritorio—, pero a mediados de la primera evaluación, me la encontré en el pasillo hablando cordialmente con aquellos que antes la acosaban.— ¿Podría hablar con esos chicos? — Quizás aún había esperanza.— Puedo hablar con sus padres y organizar una reunión. — Se ofreció.— Me ahorraría mucho trabajo, se lo agradecería. — otra pieza para puzzle mental.— ¿Qué podría decirme de la otra chica? Vanessa. — lo observo atento.— No la he tratado personalmente — tenía unas carpetas sobre la mesa, agarró una de ellas y se la tendió —. He recopilado toda la información que tenía de las dos, sus notas, sus trabajos, los últimos exámenes. Todo lo que pudiera necesitar.— ¿Podría hacerme una copia para que me lo lleve? — quizás hubiera alguna pieza descarriada entre esos papeles.— Esta es su copia — le señaló la carpeta que tenía entre las manos con esa falsa y amplia sonrisa. —Cómo le he dicho me preocupan todos mis alumnos, este es un Instituto tranquilo, y haré todo lo que sea necesario para que siga siéndolo.— ¿Podría hablarme un poco de ese grupo de abusones? — seguía pareciendo un presentador barato.— Aquí no nos gusta llamarles así — interrumpió —. Desde la persona más tímida a la persona más fuerte, puede tener problemas que nosotros no vemos. Si alguien comienza a agredir otra persona es por qué, quizás, hay algún problema. Intentamos ayudar hasta donde podemos.— Disculpe mi indiscreción — cierto, muchos matones son inseguros, por ello buscan en el grupo, la fuerza que les falta. Pero no todos los casos son así, hay otros que simplemente disfrutan sintiéndose poderosos, destruyendo a los demás. Lo había visto en varios casos que llevaba a sus espaldas, siempre hay alguien que quiere poder sobre otra persona.— Solíamos tener problemas con un grupo en concreto — junto las manos—. Amigos desde la infancia, algunos vienen de muy buena cuna. No hacen nada destacable que no hayan realizado otros grupos iguales. Debe disculparme — apartó las manos—, pero llevo años como director, y siempre, siempre, hay un grupo que para mostrar su poder van a por los más débiles.— Ya que sabe que esto va a ocurrir ¿Qué hace para evitar que ocurra? — Estaba despertando a la oscuridad que llevaba dentro— Por lo que me dice cuida de todos sus alumnos, pero no es mejor cuidarlos antes de que la desgracia ocurra.— Como le he dicho, sólo podemos actuar hasta cierto punto. Siempre ha habido lideres nato. — Le dio otro sorbo a su taza.— Un líder es alguien que guía. — Respira, se dijo a sí mismo —. Otra cosa muy diferente es un abusón, alguien violento, alguien que amedranta a otra persona, eso se parece más a un dictador. — apretaba los dientes —. Obtiene el poder a través del miedo, con lo cual, si nadie lo temiese no sería nadie.— Bien visto — ya no había sonrisa en aquella cara —. Me servirá mucho para nuestros debates.— Si no tiene mejores oradores que yo — se levantó de la silla—, tienen un problema.— La mayoría de mis oradores — se molestó —, no tienen su experiencia.— Detrás de un libro, uno siempre está a salvo — se dispuso a despedirse —. Gracias por toda la información, me será muy útil la copia de los expedientes.— Espero que resuelva el caso rápidamente. — volvía a tener pegada esa sonrisa falsa, ensayada en el espejo del baño.— Y yo espero esa reunión — puntualizó —. Es importante para el caso y no querría tener que llevarlos a comisaría — Sonó a amenaza, aunque esa no era su intención.— Eso los alteraría muchísimo — Se mordió el labio.— Por ello, el ofrecimiento me pareció tan oportuno. Estarán en un ambiente que conocen al lado de sus padres — Es decir, que no dirán ni la mitad de lo que saben —. Quizás podríamos evitar cualquier infortunio.— Le llamaré en cuanto tenga disponible a las familias. Se aloja en el hostal ¿verdad? — abrió más los labios, como para demostrar algo.— Veo que aquí las noticias vuelan. — Le estrechó la mano con firmeza —. Recuerde: no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.— Lo tendré en cuenta. — le sonrió mientras intentaba soportar la presión en su fina mano.Salió del instituto, dejó al director organizando la reunión con los padres y los alumnos. Había aprendido que, personas como esas, había que hacerlas trabajar, se sentían más importantes cuando colaboraran. Lo que le interesaba de la reunión era descubrir cuál de los cinco era el más débil y eso lo descubriría por el comportamiento de sus compañeros, una mirada nerviosa, un titubeo, un giño, o girar la cabeza ante un momento de duda y tendría a quien interrograr.Sintió el móvil vibrar, aparcó a un lado del arcén, debía comprarse un equipo de manos libres, pero siempre se le olvidaba. Cuando agarró el móvil, tenía varias llamadas y mensajes. El laboratorio tenía los datos y le pedían, no, le exigían, que acudiera a la comisaría de policía que se le había asignado para el caso. Al parecer el departamento antidroga quería hablar con él.Parece que las pastillas de Vanesa si eran una pista, otra pieza del puzzle.No los hizo esperar más, la comisaría de policía está cerca; en apenas diez minutos ya estaba en la sala de espera. En la recepción había dos policías uniformados.— Investigador Freire — se levantó uno de ellos—, le están esperando.Le siguió por la puerta de la derecha, justo enfrente había dos despachos, uno de ellos se lo habían asignado a él. Al fondo estaban los escritorios de los agentes y un poco más allá la puerta que llevaba a las celdas y a las salas de interrogatorio. Entró en el despacho que le habían asignado, olía a cerrado
Por la mañana, los estudiantes acudieron a clase como todos los días, dejaron sus mochilas en las taquillas pertinentes, y se fueron a sus aulas hablando como de costumbre. Dentro del aula, sus maestros, cerraron las puertas y les explicaron que no podían salir al pasillo en las próximas horas; en ese preciso instante se estaba produciendo una redada. Había policías registrando cada rincón, cada aula, y cuándo les llegara el turno, también les harían mostrar las pertenencias que tuvieran en los bolsillos y mochilas. Seguirían con las clases hasta que le llegara el turno a la clase de ser registrada.Muchos alumnos creían que era una broma, pero cuando escucharon a los agentes en los pasillos, sus rostros se tiñeron de color ceniza. Aquello parecía una película, una historia que alguien cuenta que le ocurrió a otra persona, que conoció a alguien, que dijo que. Hasta los más gamberros intentaron pasar desapercibidos, no fueran a llevarlos presos por el paquete de cigarrillos y las cervez
— ¡Vaya dos veces en un mismo día! — Armando le servía otro café — ¿Un mal día?— Más de lo que te imaginas — no solía hablar de los casos con nadie, pero Armando, era la excepción que confirma la regla.— Me apetece un café doble, bien cargado — Armando lo observó con los ojos muy abiertos. No es que quisiera un café, simplemente es que la apetecía algo más fuerte y él sabía que era.— Cúbreme — le hizo una seña a su compañero —, necesito unos minutos de descanso.— Por supuesto jefe — Le sonrío con picardía.— Ya sabes, cualquier cosa…— Me busco la vida — sonrío mientras guiñaba un ojo.— Buen chico — le respondió con el mismo guiño.Armando le hizo un gesto para que lo siguiera, no hacía falta, se conocía el camino perfectamente. No era la primera vez que estaba allí, y tampoco sería la última; aunque prefería una habitación acogedora donde no hubiera más ruido que sus gemidos, donde existiera algo más de intimidad, un lugar donde ducharse y tumbarse a descansar. Pero necesitaba al
La casa de los Álvarez era una de las que estaban más cerca del Ayuntamiento y por lo tanto del instituto. Era grande, con un enorme jardín; se notaba la diferencia de clases. Cuanto más cerca del centro, las casas eran más caras y lujosas, cuanto más alejadas, como la casa de Vanesa, más baratas y sencillas.Una mujer menuda le abrió la puerta y le indicó que la siguiera hasta el salón. Si la casa por fuera era espectacular, por dentro era increíble; acabados en mármol, tapicería lujosa, muebles a medida. Aquel lugar era una oda al dinero, al lujo y al despilfarro; había cientos de cuadros y tapices que para nada concordaban con el estilo, pero estaban expuestos para lucirlos.— Buenos días, Señora Álvarez —. La mujer hizo un gesto para qué se sentará —. Lamento avisarle con tan poco tiempo.— Comprendo que una investigación el tiempo apremia —. Arqueo las cejas.— Gracias por su comprensión — odiaba tratar con este tipo de gente — Me gustaría conocer en detalle cómo se enfermó su hij
Volvió a entrar en el instituto. A la derecha se encontraba el salón de actos, no era muy grande, pero estaba bien equipado con luces y sonido; al fondo estaba el escenario, y sobre él, unas sillas formando en círculo.Freire tuvo que pestañear dos veces, aquello era un interrogatorio no unas reuniones de alcohólicos anónimos, pero le servía para su función, al fin y al cabo, era lo que era, todo aquel teatro era para descubrir quién era el eslabón débil.— Espero que no le importe — recordaba aquella voz, y, sobre todo, aquella extraña sonrisa—, he colocado las sillas conforme me pareció más adecuado.— La colocación no está mal — Se subió al escenario y se colocó en la silla que daba la espalda al público. Era una norma en el teatro: jamás se le da la espalda al público. Pero en este caso el único público que le interesaba era el que él vería, no el que pudiera verle.— Creí que prefería sentarse aquí — le mostró la otra silla, justo la que estaba enfrente, la que se mostraba frente
Estaba sentado frente al escritorio, sobre él estaba el ordenador de Sandra y el móvil de Vanesa, desbloqueados y listos para ser profanados.Lo primero, los mensajes. Como dos buenas amigas, compañeras y amantes, no había secretos entre ellas. Hablaban sobre la vida en el instituto, de algún profesor que tenía unas tácticas muy bruscas y otro que hablaba para un público inexistente. Sin duda, su profe favorita era la de mates, decían que explicaba de forma que todos la entendían, incluso ellas. Por la conversación, pudo entender entre líneas, que las chicas tenían un concepto de sí mismas muy mediocre. Hablaban de sus planes de futuro, de los lugares que querían visitar, de cómo caminarían juntas por el espinoso camino que es la vida. Hasta sabían cómo decorarían la casa donde vivirían. Era como leer el cuento de la lechera, planes en una nube demasiado volátil para que cogieran forma.Pero había alguna pincelada en alguna conversación que era muy interesante.— La venta no sólo la ha
Pedro esperaba en la sala de interrogatorios esperando a que alguien se presentara. Del otro lado, el sargento y Freire lo observaban con desprecio, querían ir con cuidado para que confesara antes de llamar a un abogado. La estrategia era simple, ese monstruo se pasaba el día borracho, habría que esperar a que tuviera sed.Al cabo de dos horas entró un agente con un monitor, detrás llegaban Freire y el sargento. Habían acordado que Freire llevaría la voz cantante, pero no estaba seguro de que su compañero fuera capaz de permanecer callado.— Buenas tardes — Freire se sentó en la silla de la derecha, otro día sin comer.— Malditos hijos de puta — gritó fuera de sus cabales —. Me habéis hecho esperar todo el puto día. Vagos de m****a. — Tenía la ropa sucia y las ojeras marcadas, como si no hubiera pasado por casa en varios días.— Cállate — le ordenó el sargento que en seguida se había puesto rojo. Intentaba frenar su genio.— ¿Por qué estoy aquí? — intentó hinchar el pecho, acostumbrado
Entró en la morgue como si fuera un huracán. Hasta las mesitas auxiliares se apartaban a su paso, los trabajadores lo observaban con sorpresa, no sabían si veían a un ser humano o un animal a punto de cargar. Pocas veces en su vida había dejado que el monstruo saliera, esta era una de esas veces.Interrumpió dentro de la sala sin pedir permiso. El olor a productos de limpieza le golpeó la nariz, pero no lo olía, no sentía, toda su concentración estaba en su objetivo.Su buen amigo lo había visto así una vez y no le quedaban ganas de volver a enfrentarse a esa mole irracional.— ¿Dónde está Ian? — rugió.— El cadáver está aquí — le señaló una mesa metálica donde había un adolescente abierto en canal.— ¿Cómo murió? — lo vio hace unos días, en el interrogatorio masivo del instituto. Había solicitado una orden formal para llevarlo a comisaría, hoy mismo le llegaría el comunicado. Era el que llevaba el cartel de eslabón débil con letras fluorescentes.— Devorado desde el interior — el doct