Sintió el móvil vibrar, aparcó a un lado del arcén, debía comprarse un equipo de manos libres, pero siempre se le olvidaba. Cuando agarró el móvil, tenía varias llamadas y mensajes. El laboratorio tenía los datos y le pedían, no, le exigían, que acudiera a la comisaría de policía que se le había asignado para el caso. Al parecer el departamento antidroga quería hablar con él.
Parece que las pastillas de Vanesa si eran una pista, otra pieza del puzzle.No los hizo esperar más, la comisaría de policía está cerca; en apenas diez minutos ya estaba en la sala de espera. En la recepción había dos policías uniformados.— Investigador Freire — se levantó uno de ellos—, le están esperando.Le siguió por la puerta de la derecha, justo enfrente había dos despachos, uno de ellos se lo habían asignado a él. Al fondo estaban los escritorios de los agentes y un poco más allá la puerta que llevaba a las celdas y a las salas de interrogatorio. Entró en el despacho que le habían asignado, olía a cerrado; lo más seguro es que lo usaran como trastero. Lo limpiaron cuando recibieron la orden de acondicionar un despacho para el agente de homicidios. Abrió la única ventana del cuarto para eliminar el olor a lejía y a productos de limpieza.Colocó sobre el escritorio la carpeta que le había dado el director del Instituto, había otras dos con la información forense y los detalles del crimen. Los tenía en los archivos de su correo, pero el papel le hacía sentir; acariciarlo, sentir su grosor, olerlo y escuchar las hojas cuando eran pasadas, era como sentir el lugar y las palabras; en una pantalla la sensación no era la misma, se perdía información.En la pared de la derecha había una enorme pizarra blanca deseando ser usada. Mientras esperaba a que los agentes antidrogas llegaran a su despacho, dibujó un esquema con las piezas del puzle que había memorizado, y por si las moscas, como no le gustaban los fisgones, se dejó alguna pieza en la mente, el lugar más seguro que conocía.— Buenas tardes — entró un hombre, sin llamar, de mediana estatura calvo y orondo, era el sargento —. Veo que ya se ha puesto cómodo.— Cuanto antes empiece, antes termino — se acordó, de que se había olvidado de comer.— Mejor — El hombre se sentó en la única silla que había en todo el despacho—. No te conozco de nada muchacho —se pasó la mano por la calva —. Este pueblo siempre fue muy tranquilo; algún alboroto, alguna pelea entre borrachos y el último homicidio fue hace diez años. Suicidios, por desgracia, algo más. Por eso este asunto nos quema tanto — lo miraba a los ojos —. Es un pueblo pequeño y la gente se asusta con facilidad. Ahora mismo son como gallinas sin cabeza sueltas por el monte. Tú solo pide lo que necesitas para cerrar el caso y yo te lo daré.— Le garantizo que nadie tiene más interés que yo en cerrar el caso. — Seguramente ya tendría otro en la pila de su despacho en la comisaría provincial —. Le garantizo que solicitaré toda la ayuda que necesite y me gusta saber que puedo contar con usted.— Llámame German como todos — se levantó de la silla —. Hace una hora recibí un aviso de antidrogas, encontraron algo en esas pastillas.— ¿Le enviaron la información del laboratorio? — Le gustaría verlo antes de hablar con antidrogas.— Me dijeron que se lo enviaron a su correo — Tenía tantas ganas de saber lo que ponía como él.Ahora que la silla estaba libre, se sentó frente al ordenador y lo encendió. Tardó unos minutos en arrancar, y otro tanto en colocar el cable a su ordenador; no le gustaba trabajar vía wifi. Accedió a la bandeja de su correo y se encontró un informe largo y extenso. Conectó la impresora, y sin pararse a leer, le dio a la tecla de imprimir, cuando finalizó grapó la información y la leyó en voz alta anotando con un rotulador fluorescente las partes más importantes.Primero la composición, el bueno de Germán no se enteraba de nada, y él, solo de algunas palabras, otras parecían salir de alguna lengua inventada. Lo que más deseaba estaba en la última hoja ¿qué efectos producía? ¿Cuáles eran los efectos secundarios? ¿Qué ocurría cuando había una sobredosis? Las tres preguntas fueron respondidas, para alarma de los dos hombres.Alguien golpeaba la puerta, Germán, que estaba más cerca, la abrió. Del otro lado aparecieron dos hombres, vestían prácticamente igual, parecían hermanos; ambos eran altos y fornidos, uno con ojos muy pequeños y otro con una boca muy grande.— Buenas tardes— habló el primero en entrar —. Somos Berto y Carlos de antidrogas. Nos dijeron que Freire estaba en este — observó a su alrededor— despacho.— Adelante — les contestó, aunque ya estaban dentro — acabamos de leer el informe.— Entonces ya saben por qué estamos aquí— respondió Berto mientras Carlos levantaba la nariz en señal de desagrado.— Desconocía que existía una sustancia como esta — Respondió Germán alterado, moviendo las manos y levantando el tono de voz. —. No creí que algo como esto pudiera estar en mi pueblo.— Ese es el mayor problema —Berto se humedeció los labios—. Algo como esto no debería de estar en este pueblo — señaló —, y en ningún otro.— No sé si son conscientes del peligro. — Los observaba—. Es una droga nueva, solo está en ciertas ciudades del mundo, y solo se mueve entre gente de negocios. No estamos hablando de una droga de diseño, no te diviertes al tomártela, no es para ir de fiesta. Es una droga con un fin concreto, y deja al sujeto que la consume como un cascarón vacío.— No comprendo cómo llegó esto a manos de una niña de quince años — Germán se masajeaba la frente.— No sé cómo llegó a manos de Vanessa, pero sé para que lo utilizó. — se acercó al informe estudiantil. — Sandra no sacaba malas notas, pero Vanesa era muy mala estudiante. En el ambiente en el que estaba creciendo y en el nivel de vida que tenía, la única manera de escapar de este pueblo sería a través de una beca, sus notas empezaron a mejorar mágicamente y de repente empezaron los olvidos.— Es estúpido que un estudiante utilice esto para alcanzar buenas notas — Berto parecía enojado, Carlos alzó una ceja —. Esta droga te expande el cerebro, te lo presiona hasta dejarte sin nada. Fueron las mafias las que empezaron a obligar a sus contables a tomar estas drogas, los estrujaron y los exprimieron para amasar su fortuna sin que la ley se diera cuenta — Apretaba los puños con fuerza —. Esta droga se localizó en varias compañías multinacionales donde el dinero se cuenta en miles de millones, cualquier fallo en una transacción o algún mal negocio puede acabar en la ruina total, y entre tanta presión muchos caen en ese abismo.— ¿Estarán buscando otra manera de comercializarla? —Su mente se alarmaba con diferentes preguntas, pero no quería decirlas en voz alta. — Los adolescentes son presas fáciles, y ansían más que nada entrar en las mejores universidades. Llegar a ser los adultos que sus padres esperan que sean, o simplemente por qué necesitan escapar de este pueblo—pensaba en Vanesa—; es un pastel demasiado jugoso.— Llevamos meses trabajando — Berto observó a Carlos—. Nuestros especialistas mostraron como posible mercado las instituciones de enseñanza, pero era uno de los muchos puntos señalados.— ¿Sabes de algún otro Instituto en el que hubiera pasado algo por el estilo? — Freire se rascaba la barba con nerviosismo.— Hasta la fecha no conocemos ningún otro — el peor de sus temores se había hecho realidad.— Me parece un buen móvil por el asesinato — estaba recuperando una pieza del puzzle, una de esas que no puso en la pizarra. Susana también era responsable de esas pastillas, quizás quiso hacer algo estúpido.— Tenemos que cortar esto antes de que se expanda — Carlos lo observó fríamente.— Sé exactamente en qué estás pensando — Germán era el único que parecía estar perdido, observaba a los tres como si hablaran por telepatía, y él, que no habia nacido con ese don, quedó excluido de la conversación.Por la mañana, los estudiantes acudieron a clase como todos los días, dejaron sus mochilas en las taquillas pertinentes, y se fueron a sus aulas hablando como de costumbre. Dentro del aula, sus maestros, cerraron las puertas y les explicaron que no podían salir al pasillo en las próximas horas; en ese preciso instante se estaba produciendo una redada. Había policías registrando cada rincón, cada aula, y cuándo les llegara el turno, también les harían mostrar las pertenencias que tuvieran en los bolsillos y mochilas. Seguirían con las clases hasta que le llegara el turno a la clase de ser registrada.Muchos alumnos creían que era una broma, pero cuando escucharon a los agentes en los pasillos, sus rostros se tiñeron de color ceniza. Aquello parecía una película, una historia que alguien cuenta que le ocurrió a otra persona, que conoció a alguien, que dijo que. Hasta los más gamberros intentaron pasar desapercibidos, no fueran a llevarlos presos por el paquete de cigarrillos y las cervez
— ¡Vaya dos veces en un mismo día! — Armando le servía otro café — ¿Un mal día?— Más de lo que te imaginas — no solía hablar de los casos con nadie, pero Armando, era la excepción que confirma la regla.— Me apetece un café doble, bien cargado — Armando lo observó con los ojos muy abiertos. No es que quisiera un café, simplemente es que la apetecía algo más fuerte y él sabía que era.— Cúbreme — le hizo una seña a su compañero —, necesito unos minutos de descanso.— Por supuesto jefe — Le sonrío con picardía.— Ya sabes, cualquier cosa…— Me busco la vida — sonrío mientras guiñaba un ojo.— Buen chico — le respondió con el mismo guiño.Armando le hizo un gesto para que lo siguiera, no hacía falta, se conocía el camino perfectamente. No era la primera vez que estaba allí, y tampoco sería la última; aunque prefería una habitación acogedora donde no hubiera más ruido que sus gemidos, donde existiera algo más de intimidad, un lugar donde ducharse y tumbarse a descansar. Pero necesitaba al
La casa de los Álvarez era una de las que estaban más cerca del Ayuntamiento y por lo tanto del instituto. Era grande, con un enorme jardín; se notaba la diferencia de clases. Cuanto más cerca del centro, las casas eran más caras y lujosas, cuanto más alejadas, como la casa de Vanesa, más baratas y sencillas.Una mujer menuda le abrió la puerta y le indicó que la siguiera hasta el salón. Si la casa por fuera era espectacular, por dentro era increíble; acabados en mármol, tapicería lujosa, muebles a medida. Aquel lugar era una oda al dinero, al lujo y al despilfarro; había cientos de cuadros y tapices que para nada concordaban con el estilo, pero estaban expuestos para lucirlos.— Buenos días, Señora Álvarez —. La mujer hizo un gesto para qué se sentará —. Lamento avisarle con tan poco tiempo.— Comprendo que una investigación el tiempo apremia —. Arqueo las cejas.— Gracias por su comprensión — odiaba tratar con este tipo de gente — Me gustaría conocer en detalle cómo se enfermó su hij
Volvió a entrar en el instituto. A la derecha se encontraba el salón de actos, no era muy grande, pero estaba bien equipado con luces y sonido; al fondo estaba el escenario, y sobre él, unas sillas formando en círculo.Freire tuvo que pestañear dos veces, aquello era un interrogatorio no unas reuniones de alcohólicos anónimos, pero le servía para su función, al fin y al cabo, era lo que era, todo aquel teatro era para descubrir quién era el eslabón débil.— Espero que no le importe — recordaba aquella voz, y, sobre todo, aquella extraña sonrisa—, he colocado las sillas conforme me pareció más adecuado.— La colocación no está mal — Se subió al escenario y se colocó en la silla que daba la espalda al público. Era una norma en el teatro: jamás se le da la espalda al público. Pero en este caso el único público que le interesaba era el que él vería, no el que pudiera verle.— Creí que prefería sentarse aquí — le mostró la otra silla, justo la que estaba enfrente, la que se mostraba frente
Estaba sentado frente al escritorio, sobre él estaba el ordenador de Sandra y el móvil de Vanesa, desbloqueados y listos para ser profanados.Lo primero, los mensajes. Como dos buenas amigas, compañeras y amantes, no había secretos entre ellas. Hablaban sobre la vida en el instituto, de algún profesor que tenía unas tácticas muy bruscas y otro que hablaba para un público inexistente. Sin duda, su profe favorita era la de mates, decían que explicaba de forma que todos la entendían, incluso ellas. Por la conversación, pudo entender entre líneas, que las chicas tenían un concepto de sí mismas muy mediocre. Hablaban de sus planes de futuro, de los lugares que querían visitar, de cómo caminarían juntas por el espinoso camino que es la vida. Hasta sabían cómo decorarían la casa donde vivirían. Era como leer el cuento de la lechera, planes en una nube demasiado volátil para que cogieran forma.Pero había alguna pincelada en alguna conversación que era muy interesante.— La venta no sólo la ha
Pedro esperaba en la sala de interrogatorios esperando a que alguien se presentara. Del otro lado, el sargento y Freire lo observaban con desprecio, querían ir con cuidado para que confesara antes de llamar a un abogado. La estrategia era simple, ese monstruo se pasaba el día borracho, habría que esperar a que tuviera sed.Al cabo de dos horas entró un agente con un monitor, detrás llegaban Freire y el sargento. Habían acordado que Freire llevaría la voz cantante, pero no estaba seguro de que su compañero fuera capaz de permanecer callado.— Buenas tardes — Freire se sentó en la silla de la derecha, otro día sin comer.— Malditos hijos de puta — gritó fuera de sus cabales —. Me habéis hecho esperar todo el puto día. Vagos de m****a. — Tenía la ropa sucia y las ojeras marcadas, como si no hubiera pasado por casa en varios días.— Cállate — le ordenó el sargento que en seguida se había puesto rojo. Intentaba frenar su genio.— ¿Por qué estoy aquí? — intentó hinchar el pecho, acostumbrado
Entró en la morgue como si fuera un huracán. Hasta las mesitas auxiliares se apartaban a su paso, los trabajadores lo observaban con sorpresa, no sabían si veían a un ser humano o un animal a punto de cargar. Pocas veces en su vida había dejado que el monstruo saliera, esta era una de esas veces.Interrumpió dentro de la sala sin pedir permiso. El olor a productos de limpieza le golpeó la nariz, pero no lo olía, no sentía, toda su concentración estaba en su objetivo.Su buen amigo lo había visto así una vez y no le quedaban ganas de volver a enfrentarse a esa mole irracional.— ¿Dónde está Ian? — rugió.— El cadáver está aquí — le señaló una mesa metálica donde había un adolescente abierto en canal.— ¿Cómo murió? — lo vio hace unos días, en el interrogatorio masivo del instituto. Había solicitado una orden formal para llevarlo a comisaría, hoy mismo le llegaría el comunicado. Era el que llevaba el cartel de eslabón débil con letras fluorescentes.— Devorado desde el interior — el doct
— Buenos días, agente Freire — había bullicio a su alrededor, la campana del recreo acababa de sonar. — Tengo que hablar con usted a solas — cerró la puerta del despacho, — últimamente está muy ocupado. — No es para menos, los padres siguen exigiendo compensaciones por lo del registro y hace un rato me acaba de llegar el aviso de la muerte de otro de nuestros muchachos — empezó a agarrar papeles sin orden, como intentando aparentar que tenía mucho trabajo. — Tengo que organizar una charla por el tema de las drogas y enviar un montón de papeleo para que nos adjudiquen más psicólogos; la que tenemos está al borde de un colapso. — Creo que la charla llega tarde — Freire no tenía prisa, se sentó en la silla y vio la expresión de alarma en la cara del director. — No me lo recuerde, cada vez que lo pienso — se sentó dándose por vencido, — siempre he presumido de buenas prácticas en mi instituto. Cuando un alumno me avisó del olor a marihuana me puse a mover a los profesores y coloqué más