Alice se inclinó hacia delante en la mesa y apoyó una mano sobre la de su hermana.
¿Qué pasó?
La evidente preocupación de Alice casi hizo llorar a Marisa, que vivía hacía unas semanas en una especie de montaña rusa emocional. Un minuto estaba bien y al siguiente se desmoronaba.
Supongo que el responsable será guapísimo, ¿no? -añadió Alice con una sonrisa traviesa. Sobre todo teniendo en cuenta que ha logrado persuadirte para que dejes atrás tus convicciones respecto a las relaciones sexuales antes del matrimonio.
Su imagen surgió de pronto en la mente de Marisa, haciéndole recordar la excitación, el éxtasis que había compartido con él... y su afán por volver a experimentarlo una y otra vez. Había sido una alumna totalmente dispuesta.
Es increíble -dijo, consciente del rubor que cubrió sus mejillas.
Alice la miró con curiosidad.
A pesar de que hablamos casi todas las semanas, no me habías dicho que estabas saliendo con alguien.
No estoy saliendo con nadie.
Alice entrecerró los ojos.
Si no me lo cuentas todo, ¡voy a verme forzada a entrar en acción!
Marisa logró sonreír.
¿No te conformas con la versión corta?
¡Ni se te ocurra pensarlo!
Marisa comprendió que no le quedaba más remedio que empezar por el principio.
Se suponía que había quedado con una amiga para ir a una fiesta -le hacía falta un poco de diversión después de varias semanas de duro estudio. Aquello también le dio la oportunidad de vestirse un poco y olvidar por un rato los típicos vaqueros y las camisetas de siempre-. Pero cuando ya estaba allí mi amiga me envió un mensaje por el móvil diciendo que tenía gripe. No conocía a nadie más allí y estaba a punto de irme cuando me fijé en un tipo que estaba solo en un extremo del salón.
Un hombre cuya magnética presencia había hecho que todo y todos los que la rodeaban se volvieran insignificantes.
Incluso de lejos tuvo un efecto alarmante sobre su equilibrio. Inquietante, perturbador, letal. Marisa supo en aquel instante que su vida emocional estaba a punto de verse alterada.
Pero jamás habría podido imaginar cómo acabaría la noche ni sus consecuencias.
Y jamás habría creído posible caer tan fácil y rápidamente bajo el embrujo de un hombre.
No pasaba un día, una hora, en la que no se cuestionara su salud mental por haber cedido tan fácilmente a la tentación. Sin embargo había sido totalmente consciente de sus actos y la honradez exigía que reconociera que había participado voluntaria y anhelantemente en lo sucedido.
¿Quedaste con él?
No exactamente.
La expresión de Alice se endureció.
¿Qué quieres decir con eso? -preguntó, y a continuación abrió los ojos de par en par-. ¿Te acostaste con él esa misma noche? -al ver que su hermana no decía nada, murmuró-: ¡Cielo santo, Marisa! ¿En qué estabas pensando?
Marisa cerró los ojos, angustiada.
Ese es el problema. No pensé en nada.
Alice entrecerró los ojos.
Supongo que fue de mutuo acuerdo, ¿no?
Oh, sí -la mente de Marisa se llenó de imágenes de aquella noche. Todo lo sucedido había quedado indeleblemente grabado en ella.
Alice movió la cabeza.
¿Te acostaste con un hombre al que no conocías? -preguntó, incrédula-. ¿Tú, que eres tan celosa de tu cuerpo que te negaste a acostarte con el hombre que quería casarse contigo?
Marisa no sabía cómo explicar que había bastado una mirada para sentir que se le derretían los huesos.
Alguien debió echarte algo en la bebida -dijo Alice, que no lograba encontrar otra explicación.
No bebí nada.
¿Le has dicho que estás embarazada?
¿Cómo iba a habérselo dicho si ni siquiera sabía cómo se llamaba ni dónde vivía?
El silencio de Marisa fue suficiente respuesta para Ah.
¿Está casado?
No lo sé.
¿Y mantuviste relaciones con él sin utilizar protección? ¿Te has vuelto loca?
Uno de los preservativos se rompió.
Alice abrió los ojos de par en par.
¿Uno de los preservativos? -repitió-. Oh, cielo santo...
El sexo había sido increíble para Marisa. ¿Le habría sucedido lo mismo a él? Después no dijo nada al respecto, pero ella tampoco... sobre todo porque no habría sido capaz de pronunciar palabra.
¿No sabes cómo se llama? ¿No sabes nada de él?
Parecía una locura admitir que ni siquiera se habían dicho el nombre. En aquellos momentos, no había parecido importante.
-Me fui mientras aún estaba dormido -confesó Marisa tras un agónico silencio, sin mencionar el bochorno que sintió ni el sigilo con que salió de la habitación del hotel.
¿Cómo fue capaz de tirar por la borda la moralidad que había defendido toda su vida por pasar una noche con un hombre al que nunca había visto y al que nunca volvería a ver?
Y ni siquiera podía alegar que se había comportado así a causa del alcohol.
¿Te has planteado abortar?
Marisa sintió que se le encogía el corazón. Quería tener al niño. Tanto que no podía soportar la idea de abortar. Formaba parte de ella..., de él. Era el recuerdo más vívido de lo que habían compartido.
¿Crees que no me he devanado los sesos a diario pensando en eso?
-¿Y?
Dadas las circunstancias, abortar sería lo más prudente, pero no me siento capaz de hacerlo -Marisa alzó una mano y apartó un mechón de pelo de su frente.
A pesar de la confianza que sentía con su hermana, no se animaba a admitir que lo que inicialmente había achacado a un momento de lujuria incontrolable había sido algo mucho más profundo que la mera necesidad de una liberación física. Su corazón y su alma también se habían visto afectados a un nivel que jamás habría considerado posible.
El niño que llevaba dentro representaba parte de aquello.
¿No vas a echarme una reprimenda por querer traer un niño al mundo para criarlo como madre soltera? -preguntó.
Cuando miro a Stavros, sé que mi vida no valdría nada sin él -dijo Alice-. Es mi luz, mi risa, mi alegría. Supongo que debería reconocer que emocionalmente sería más fácil compartir la responsabilidad con un compañero, pero si lo que quieres es que te confirme que una madre sola puede salir adelante, te lo confirmo sin dudarlo.Lo sé.Alice tomó las manos de su hermana entre las suyas.Estoy segura de que, tomes la decisión que tomes, será la correcta.¿Para mí o para el bebé?, se preguntó Marisa. Aquello era algo que la había mantenido en vela varias noches. Sabía que debía tomar una decisión... y pronto.Si te estás planteando llevar adelante el embarazo, podrías venir a vivir conmigo y seguir con tus estudios en una universidad de por aquí.Los ojos de Marisa se llenaron de lágrimas. El amor incondicional de su hermana no tenía precio.Gracias.¿Pero...?Si elijo seguir adelante, la responsabilidad será sólo mía.Suponía que dirías algo así -Alice tomó distraídamente un poco de té
Eso es exactamente lo que he contado en casa.Bien.Te adorarán. ¿Cómo no iban a hacerlo?Marisa sonrió con esfuerzo. Le habría encantado que Cris la llevara de vuelta a casa de su hermana en aquel mismo momento, pero se contuvo. Aunque le diera pereza el esfuerzo que suponía relacionarse socialmente, Cris era amigo suyo y no quería decepcionarlo.El barrio en que estaba la casa de Cris era uno de los más elegantes y refinados de la ciudad, y la casa ante la que detuvo el coche más habría podido considerarse una mansión que una casa. Para redondear la imagen, el último y opulento modelo creado por Mercedes se hallaba aparcado a la entrada.-Estás impresionada - dijo Cris. Fue más una afirmación que una pregunta.-¿Debería estarlo?La expresión de Cris se volvió impenetrable.-Son sólo cosas. Posesiones materiales que han pasado de una generación a otra como manifestación visual de éxito empresarial.-Algo que odias.-No. Simplemente prefiero no aferrarme a los faldones de la familia -
MlA hizo un esfuerzo sobrehumano por calmarse y conservar la compostura.Leonidas -murmuró.Leonidas era un hombre de unos treinta y cinco años de apariencia sofisticada y con aspecto de estar acostumbrado a todo tipo de sutilezas sociales.Sin embargo, Marisa había captado un destello del hombre que había tras aquella fachada... alguien que había destruido sus elaboradas defensas con una facilidad inusitada. Y lo peor era que ella le había permitido que lo hiciera.De manera que se llamaba Marisa , pensó Stavros. Era la mujer que había logrado obsesionarlo como no lo había hecho ninguna otra. Haber disfrutado de ella aquella inolvidable noche lo había vuelto loco de anhelo.¿Tendría idea de cómo se sintió al despertar y descubrir que ya no estaba a su lado?¿O de sus inútiles esfuerzos posteriores por tratar de localizarla?Había ocasiones en que se preguntaba si lo habría soñado todo, pero lo cierto era que recordaba con detalle su aroma, la delicadeza de su piel bajo sus manos bajo
Marisa habría abofeteado a Leonidas si éste no hubiera ido conduciendo.Hay una parada de taxis en Double Bay. Puedes dejarme ahí.Leonidas apretó el volante con más fuerza de la necesaria. Algo primario se agitó en su interior al pensar que había sido el primer amante de Marisa . Reprimió el deseo que surgió de inmediato. Ya no era un adolescente incapaz de controlarse. Pero aquella mujer tenía la capacidad de poner a prueba su control, cosa que lo irritaba. Los recuerdos que tenía de ella le habían impedido dormir bien muchas noches y lo habían estropeado para cualquier otra mujer con la que pudiera haberse acostado. Y había varias entre las que podía elegir.Pero el recuerdo de Marisa le había impedido disfrutar de ellas.Te llevaré a casa cuando hayamos hablado.No tenemos nada de que hablar.Leonidas se volvió hacia ella.Claro que tenemos cosas de que hablar.¿Sueles insistir en diseccionar lo sucedido con todas las mujeres con que te acuestas?El semáforo cambió y Leonidas pis
¿El tipo con el que te acostaste y el hermano de Cris son el mismo? Estás bromeando, ¿no? -preguntó Alice con expresión desconcertada mientras almorzaban en un café cercano al puerto.Estaban celebrando que a Marisa le habían confirmado una sustitución de tres semanas en una farmacia local. También existía la posibilidad de que le ofrecieran un trabajo a tiempo parcial durante las vacaciones de verano.Increíble -añadió Alice, moviendo la cabeza.Marisa suspiró.Fue una tarde realmente memorable -dijo con ironía-. A la abuela de Cris sólo le faltaba echar fuego por la boca.Un auténtico dragón, ¿no?Oh, sí. Desde luego.¿Y? -insistió Alice.Marisa suspiró.Leonidas se empeñó en llevarme a casa. En el camino paramos a tomar café y a hablar. Le conté la verdad. El me ofreció su ayuda y yo la rechacé. Luego, me fui y pedí un taxi.No creo que ésa fuera la mejor táctica.Me pareció que era lo mejor que podía hacer.¿Y qué va a suceder ahora?Espero que nada.¿Crees que ese hombre va a pas
Eran más de las cuatro cuando regresaron a casa. Stavros estaba estudiando y Alice y Marisa estaban a punto de empezar a preparar la cena cuando llamaron al timbre.Alice fue a abrir y regresó unos momentos después con un gran ramo de rosas.Son para ti.Marisa sintió que se le encogía el estómago mientras leía la tarjeta que acompañaba a las flores. En ella sólo aparecía un nombre.Stavros.Entregó la tarjeta a su hermana a la vez que suspiraba.¿Qué te parece si nos olvidamos de preparar la cena y salimos a por unas hamburguesas? -sugirió-. Yo invito.¡Sí! -exclamó Stavros desde su cuarto.Antes termina tus deberes -dijo Alice.Mientras iban a la hamburguesería, Marisa apagó su móvil.-¿Crees que eso va a servir de algo? -preguntó Alice.-Al menos es algo que puedo controlar.El entusiasmo de Stavros por salirse de la rutina era contagioso, y su tendencia al buen humor hizo que no dejaran de reír durante el trayecto de regreso a casa.Hasta que llegaron y Marisa vio el Mercedes de L
El domingo por la mañana, el sol brillaba en un cielo totalmente despejado. Soplaba una cálida brisa mientras Leonidas maniobraba el barco para sacarlo del puerto.Guau!, había sido la exclamación de aprecio de Stavros cuando Leonidas los había llevado hasta el barco aquella mañana.Marisa estuvo de acuerdo. El barco era lo suficientemente cómodo como para que varios pasajeros deambularan cómodamente por su cubierta. Además estaba espléndidamente diseñado. Era un barco que sólo podía permitirse alguien con mucho dinero.-Podrías vivir aquí e ir a cualquier parte -dijo Stavros , que no se despegaba de Stavros.-No suelo tener oportunidad de utilizarlo a menudo. Casi siempre está alquilado para el entretenimiento privado.A un precio exorbitante, sin duda, pensó Marisa .-Stavros parece haber elegido a Leonidas como su nuevo ídolo -dijo Marisa .-No suele tener mucha oportunidad de estar con hombres.-Pues hoy está con dos -dijo Marisa mientras Cris se ocupaba del timón para que Leonida
En retrospectiva, fue un día agradable y ameno y Marisa disfrutó viendo a su hermana tan relajada mientras Stavros disfrutaba tanto. Aquello compensó sus nervios por haber pasado tantas horas en compañía de Stavros.¿Sabría éste cuanto la afectaba su presencia? Esperaba que no. Pero su innata honradez la impulsaba a reconocer que quería volver a experimentar la emoción... el éxtasis que había experimentado entre sus brazos.¿Cómo podía ser tan vulnerable? ¿Tan débil? Era ridículo.Consecuentemente, sintió un gran alivio cuando finalmente atracaron en el puerto.-¿Necesitas limpiar la sentina? -preguntó Stavros mientras desembarcaban, claramente ansioso por ayudar.Leonidas le revolvió el pelo.-De eso se ocupan los empleados del puerto. Pero, si quieres, puedes acompañarme a devolver las llaves a las oficinas mientras Cris acompaña a tu madre y a Marisa al coche.-Creo que ha pasado de ser un ídolo a un dios -murmuró Marisa cuando fueron al aparcamiento.-Stavros es un gran chico -dij