Capítulo X

En retrospectiva, fue un día agradable y ameno y Marisa disfrutó viendo a su hermana tan relajada mientras Stavros disfrutaba tanto. Aquello compensó sus nervios por haber pasado tantas horas en compañía de Stavros.

¿Sabría éste cuanto la afectaba su presencia? Esperaba que no. Pero su innata honradez la impulsaba a reconocer que quería volver a experimentar la emoción... el éxtasis que había experimentado entre sus brazos.

¿Cómo podía ser tan vulnerable? ¿Tan débil? Era ridículo.

Consecuentemente, sintió un gran alivio cuando finalmente atracaron en el puerto.

-¿Necesitas limpiar la sentina? -preguntó Stavros mientras desembarcaban, claramente ansioso por ayudar.

Leonidas le revolvió el pelo.

-De eso se ocupan los empleados del puerto. Pero, si quieres, puedes acompañarme a devolver las llaves a las oficinas mientras Cris acompaña a tu madre y a Marisa al coche.

-Creo que ha pasado de ser un ídolo a un dios -murmuró Marisa cuando fueron al aparcamiento.

-Stavros es un gran chico -dij
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