Capítulo XXVII

Al notar que se acercaban al barrio en que estaba el apartamento de Stavros, se volvió hacia él.

-No es justo -dijo.

-¿Que haya decidido venir directamente aquí? -preguntó él.

-Has dado por sentado que estaba de acuerdo.

-¿Y no lo estás?

Marisa permaneció en silencio. ¿A qué estás esperando?, susurró una vocecita en su interior. Seguiste tus instintos hace tres meses... ¿por qué no ahora?

Además, su cuerpo sentía un anhelo que sólo Leonidas podía calmar. Le consumía la necesidad de sentir sus caricias, su calor...

-Sí -murmuró.

Una vez en el apartamento, los nervios le atenazaron el estómago. Se volvió hacia Stavros, indecisa, mientras él recorría la distancia que los separaba.

Sin una palabra, la tomó con delicadeza por la barbilla y la besó en los labios con infinita ternura.

Marisa se sintió como si por fin hubiera llegado a su hogar. Aquél era el lugar al que pertenecía, decidió mientras abría la boca para él, aturdida por las sensaciones que evocaba en ella.

Cerró los ojos y se e
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