Capítulo XXXI

Leonidas entró en la habitación y miró a Marisa con expresión divertida. Aquella mujer era excepcional. Terrenal, leal, sincera, amorosa, sexy, sensual.., suya. Estaba seguro de que reaccionaría como una leona si alguien cuestionara la integridad de alguno de sus seres amados. Vestida con vaqueros, camiseta de algodón, el pelo sujeto en una cola de caballo y sin maquillaje, no parecía tener más de dieciséis años. Adoraba el sonido de su voz, su risa, el modo en que alzaba barbilla cuando estaba a punto de discutir. Y adoraba su modo de amar.

-¿A qué venía todo eso? -preguntó cuando Marisa colgó.

-Craig ha invitado a Alice a salir.

Leonidas pasó un brazo por sus hombros y la atrajo hacia sí.

-¿Y eso te disgusta?

-Lo que me disgusta es que Alice no se atreve a aceptar.

-¿Y qué piensas hacer al respecto?

-¿Te importaría que Stavros viniera aquí a pasar una noche?

-Claro que no. ¿Cuándo?

-Esta semana. Si logro persuadir a Alice para que acepte la invitación, por supuesto.

Leonidas inclinó
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