En retrospectiva, fue un día agradable y ameno y Marisa disfrutó viendo a su hermana tan relajada mientras Stavros disfrutaba tanto. Aquello compensó sus nervios por haber pasado tantas horas en compañía de Stavros.¿Sabría éste cuanto la afectaba su presencia? Esperaba que no. Pero su innata honradez la impulsaba a reconocer que quería volver a experimentar la emoción... el éxtasis que había experimentado entre sus brazos.¿Cómo podía ser tan vulnerable? ¿Tan débil? Era ridículo.Consecuentemente, sintió un gran alivio cuando finalmente atracaron en el puerto.-¿Necesitas limpiar la sentina? -preguntó Stavros mientras desembarcaban, claramente ansioso por ayudar.Leonidas le revolvió el pelo.-De eso se ocupan los empleados del puerto. Pero, si quieres, puedes acompañarme a devolver las llaves a las oficinas mientras Cris acompaña a tu madre y a Marisa al coche.-Creo que ha pasado de ser un ídolo a un dios -murmuró Marisa cuando fueron al aparcamiento.-Stavros es un gran chico -dij
Mientras miraba en torno a la elegante galería, Marisa pensó que el principal propósito de la mayoría de los asistentes a la exposición, pertenecientes a la élite social de la ciudad, era ser vistos en acontecimientos como aquél.La galería exponía los cuadros de tres conocidos pintores del país.-Cuánto me alegro de verte por aquí, Alice.Marisa miró al hombre que había saludado a su hermana y sonrió cuando ésta hizo las presentaciones.-Te presento a Craig Mitchell, mi jefe.Marisa notó el ligero rubor que cubrió las mejillas de su hermana y alzó una ceja con expresión especulativa cuando el hombre se alejó.-No quiero comentarios -advirtió Alice en voz baja, y Marisa sonrió.-¿Algún interés oculto?-No.Y las vacas volaban, pensó Marisa mientras dedicaba a su hermana una especulativa mirada.-Es toda una reunión, ¿verdad? -dijo Alice.Marisa asintió.-Debe de estar toda la gente guapa de la ciudad con sus mejores galas.-Hablando del rey de Roma -susurró Alice-, una de las mujer
Marisa permaneció en silencio mientras centraban su atención en los cuadros ante los que estaban pasando.¿Sería consciente Leonidas de su estado emocional, del torbellino que despertaba en su interior... y en sus hormonas?-¿Qué te parece este paisaje? -preguntó él unos momentos después.Marisa se fijó en los atrevidos cofres del lienzo, que describían una ambigua escena que desataba la imaginación.-Necesitaría una habitación para él solo -dijo.La conversación derivó hacia el arte, un terreno mucho más seguro que el de las emociones, y Leonidas demostró estar muy al tanto de las características de los pintores que exponían en la galería.-Tengo entradas para asistir el jueves por la tarde a la representación de The Merry Widow -dijo cuando terminaron de ver todos los cuadros.-¿Me estás invitando a salir? -preguntó Marisa .-Sí. ¿Necesitas pensártelo?Al ver la burlona mirada de Stavros, Marisa le dedicó una brillante sonrisa.-No. Me apetece ir al teatro.En aquel momento destelló
El telón se alzó y, durante los siguientes minutos, Marisa se concentró en la magia de la acción que se desarrollaba en escena y en el canto de los actores.El descanso llegó demasiado pronto, rompiendo el embrujo.Angelie se puso en pie.-¿Salimos a tomar algo?-Yo no -dijo Marisa , y dedicó a Leonidas una sonrisa-. Pero no te quedes por mí.-¿Stavros? -dijo Angelie con un matiz de impaciencia que él prefirió ignorar.-No esperes por nosotros.Angelie se encogió imperceptiblemente de hombros y se fue.-Andarse con jueguecitos tiene un precio -dijo Stavros.-¿En serio? Angelie parece llevar un cartel en la frente que dice mío cada vez que está cerca de ti. No me digas que no lo has notado.-Es dueña de una boutique en Double Bay y nos relacionamos socialmente. Nada más.-¿De verdad?-¿Me crees?-Yo no he dicho eso.-Si hubiera estado con otra mujer, nunca se me habría ocurrido...-¿Seducirme? -concluyó Marisa por él.-Si no recuerdo mal, lo que sucedió entre nosotros aquella noche
Leonidas contempló el rostro de Marisa y sintió ganas de darle su merecido al hombre que sin duda la había hecho sufrir.-Mis orígenes son griegos aunque nací en Perth. Estudié en Sydney y luego pasé dos años en Nueva York y otros dos en Atenas. Volví a Sydney cuando mi padre y mi abuelo murieron en un accidente de coche.-No me has mencionado a las mujeres de tu vida -dijo Marisa solemnemente.Leonidas sonrió.-Seguro que esperas que diga que ha habido muchas, cuando lo cierto es que son menos de las que imaginas.-Supongo que eso depende de la interpretación de la palabra menos -Marisa terminó su té y miró su reloj-. Se está haciendo tarde.-¿Qué te parece si cenamos juntos el sábado? -preguntó Leonidas mientras regresaban.-¿Otra cita? ¿Tan pronto?-Considéralo un preparativo para la comida del domingo con Milena y Sofía.Por un momento Marisa había olvidado la reunión.-¿Estará Cris?-¿Quieres que te devuelva el favor como aliado?Marisa se quedó petrificada. Leonidas no podía sab
-¿OTRA cita con Stavros? -bromeó Stavros cuando Marisa entró en el cuarto de estar unos minutos antes de la hora a la que había quedado en pasar a recogerla Stavros.Aquella mañana había salido a hacer unas compras en las rebajas, algo que le había servido para distraerse y para poner al día su vestuario.-No es una cita. Sólo hemos quedado para hablar -replicó con una sonrisa a la vez que besaba a su sobrino en la frente.-Pues a mí me lo parece.Marisa frunció el ceño.-¿Quieres que te lleve mañana por la mañana a montar a caballo?-De acuerdo, no es una cita.-Gracias.-Dejadlo ya -los reprendió Alice, sonriente. Luego miró a su hermana de arriba abajo-. Estás fabulosa.Marisa había elegido un sencillo pero elegante vestido negro con zapatos de tacón a juego y se había maquillado lo justo.-Realmente fabulosa -añadió Stavros con expresión burlonamente admirativa.-Eres una auténtica amenaza -dijo Marisa con una sonrisa-. Que el cielo proteja a la población femenina dentro de diez
Marisa estuvo a punto de atragantarse con el agua que estaba bebiendo.-¿Disculpa?-Casarnos. Supondría muchas ventajas en comparación con educar al niño entre dos padres con residencias distintas.-Te has vuelto loco.-¿Tú crees?-¿Basas una decisión tan importante en una noche de buen sexo?-No hay duda de que nuestra compatibilidad sexual supone una ventaja.-No.-¿No la consideras una ventaja?-No voy a casarme contigo.-¿Podrías explicarme por qué?-Siempre sabría que me lo habías propuesto porque te sentías obligado a hacerlo.-¿Estás segura de eso?-Por supuesto.-¿Y si te equivocas?-Ya he pasado por eso. Estuve comprometida durante un año. Tal y como resultaron las cosas, tuve que llegar a la conclusión de que apenas conocía al hombre con el que iba a casarme.-En ese caso, ven a vivir conmigo.-¿Disculpa?-Trasládate a mi casa, comparte mi vida y decide si casarte conmigo sería tan horrible.-No creo que sea buena idea.-¿Tienes miedo?-Claro que no -mintió Marisa . Si se ib
En el coche permaneció en silencio, contemplando el paisaje nocturno de la ciudad, las brillantes luces de neón, el tráfico.-¿No tienes nada que decir? -preguntó Leonidas al cabo de un rato.-Gracias por haber decidido con tanta rapidez que nos fuéramos.-¿Cómo te sientes?-Bien -contestó Marisa. Al menos físicamente. Emocionalmente era otra cuestión.Unos minutos después, Leonidas detenía el coche ante la casa de Alice.-Nos vemos mañana -dijo Marisa a la vez que alargaba una mano hacia la puerta.Leonidas se inclinó hacia ella y le acarició la mejilla.-Pasaré a recogerte al mediodía -deslizó el pulgar por el labio inferior de Marisa , sintió su ligero temblor y volvió a apoyarse contra el respaldo del asiento-. Que duermas bien.Marisa bajó del coche y se encaminó hacia la casa. El coche de Leonidas no se alejó hasta que hubo cerrado la puerta a sus espaldas.Marisa se levantó temprano para llevar a Stavros a su clase de montar. Cuando regresaron, y después de un agradable desayu