En el coche permaneció en silencio, contemplando el paisaje nocturno de la ciudad, las brillantes luces de neón, el tráfico.-¿No tienes nada que decir? -preguntó Leonidas al cabo de un rato.-Gracias por haber decidido con tanta rapidez que nos fuéramos.-¿Cómo te sientes?-Bien -contestó Marisa. Al menos físicamente. Emocionalmente era otra cuestión.Unos minutos después, Leonidas detenía el coche ante la casa de Alice.-Nos vemos mañana -dijo Marisa a la vez que alargaba una mano hacia la puerta.Leonidas se inclinó hacia ella y le acarició la mejilla.-Pasaré a recogerte al mediodía -deslizó el pulgar por el labio inferior de Marisa , sintió su ligero temblor y volvió a apoyarse contra el respaldo del asiento-. Que duermas bien.Marisa bajó del coche y se encaminó hacia la casa. El coche de Leonidas no se alejó hasta que hubo cerrado la puerta a sus espaldas.Marisa se levantó temprano para llevar a Stavros a su clase de montar. Cuando regresaron, y después de un agradable desayu
Marisa contuvo el aliento un momento antes de hablar.-No creo que el matrimonio sea un requisito imprescindible para tener o criar hijos.-Somos Marisa y yo los que tenemos que tomar la decisión, abuela -dijo Leonidas con delicadeza.La temperatura del cuarto de estar pareció bajar varios grados mientras Milena se esforzaba por mantener la compostura.-Encontraría totalmente inaceptable que un Kantis naciera fuera del matrimonio.Marisa se sintió de pronto trasladada al siglo XIX.-No tengo intención de negar a mi hijo su lugar en la familia Kantis -dijo con calma-, pero no pienso dejarme coaccionar para aceptar un matrimonio que no quiero.-¿Eres consciente de la importancia que tiene el apellido Kantis en este país?Marisa alzó ligeramente la barbilla.-¿Tiene más importancia que la futura felicidad de un niño nacido en un matrimonio de conveniencia en el que ambos padres se sienten atrapados?-Mi nieto es un hombre generoso y con una gran fortuna. Llevarás una vida plenamente sati
Eran casi las diez cuando Leonidas detuvo el coche ante la casa de Alice y tomó a Marisa entre sus brazos para darle un beso cargado de anhelo y pasión que amenazó con desmoronar por completo el frágil control que ya apenas lograba ejercer sobre sí misma.Fue Leonidas el que se apartó finalmente de ella.-Vete -dijo con voz ronca-. O te llevo a mi apartamento. Tú eliges.-No puedo -susurró Marisa , y supo que mentía. Habría sido tan fácil irse con él, tan fácil...-En ese caso, vete ya.Marisa salió del coche y entró en casa de su hermana sin mirar atrás. Una vez en su dormitorio, se apoyó contra la puerta con los ojos cerrados y permaneció allí hasta que su respiración se sosegó.Luego, se puso el pijama, se desmaquilló y se metió en la cama, donde permaneció largo rato mirando al techo hasta que el sueño se apoderó de ella.EL primer día de trabajo en la farmacia resultó muy agradable. El farmacéutico era un hombre cortés y amable, al igual que el otro dependiente que trabajaba cara
-¿Qué te parece si organizamos una barbacoa el domingo? -preguntó Alice a la mañana siguiente-. Sólo para algunos amigos cercanos. Invita a Leonidas cuando te llame.-Me parece buena idea -dijo Marisa, que estaba a punto de salir a trabajar.Cuando salió, contempló unos momentos el elegante y sólido Mercedes todo terreno que seguía donde lo había dejado Stavros, admiró su diseño.., y pasó junto a él sin detenerse.Hacía un magnífico día para pasear. Su testarudez no tenía nada que ver con su decisión de no utilizarlo, se dijo... y supo que estaba mintiendo.La mañana pasó rápidamente y al mediodía decidió acudir a un parque que había junto a la farmacia para comer un sándwich.Estaba ojeando tranquilamente una revista mientras comía sentada en un banco arrullada por el canto de los pájaros cuando notó que alguien se detenía junto a ella.-¿Disfrutando de tu almuerzo?Al alzar la mirada vio con sorpresa que se trataba de Angelie.Que la modelo apareciera allí precisamente a la hora de
Tras telefonear al taller más cercano, Marisa fue caminando a la farmacia.Cuando a media mañana, llamó al taller para ver cómo habían ido las cosas, le dijeron que las dos ruedas habían sido pinchadas intencionadamente y que no había más remedio que cambiarlas por unas nuevas.Durante el almuerzo llamó a Alice para ponerla al tanto, pero respondió su jefe, Craig Mitchell.-Soy Marisa , la hermana de Alice.-Te recuerdo. Nos conocimos la semana pasada en la exposición. Alice acaba de salir a buscar unos archivos. ¿Quieres que le diga que te llame?-Dile que me llame al móvil, por favor -siguiendo un repentino impulso, Marisa añadió-: ¿Estás libre el domingo al mediodía? Alice y yo vamos a organizar una barbacoa para unos amigos. Será una reunión informal y nos gustaría que asistieras.-Muchas gracias. ¿Puedo contribuir llevando algo?-Con que vayas tú bastará. ¿Tienes las señas?-Sí.-En ese caso, hasta el domingo.Mientras terminaba su almuerzo, Marisa se dijo que no estaba haciendo
Un ligero ruido llamó su atención mientras caminaba y, al instante, sintió que alguien la sujetaba por los hombros y trataban de tirarla al suelo.Marisa se dejó llevar por el impulso y acabó en el suelo junto con su atacante. Este lanzó una patada que la alcanzó en las costillas, con lo que ganó unos segundos para ponerse en pie.Era joven y delgado, pero llevaba un pasamontañas cubriéndole el rostro. Señaló el bolso de Marisa y al ver que ella no se lo entregaba trató de llevárselo.Cualquiera con un poco de sangre fría se lo habría entregado, pero Marisa estaba muy enfadada. Unió ambas manos y lanzó un duró golpe hacia arriba contra la mandíbula del joven. Este dio un grito de dolor y a continuación salió corriendo.Marisa se alegró más que nunca de su entrenamiento en artes marciales. Aún conservaba su bolso y su dignidad y, excepto por la patada en las costillas, estaba bien.Un joven en una bicicleta se acercó a ella.-¿Se encuentra bien, señorita? He visto al tipo. ¿Quiere que
Marisa lo hizo así y, cuando terminó, oyó que Leonidas mascullaba una maldición.-Es evidente que decidiste no ir en coche al trabajo.-El coche tenía dos ruedas pinchadas. Ya me he ocupado de que las sustituyan.Se produjo un momentáneo silencio al otro lado de la línea.-¿Por qué tengo la sensación de que no me lo estás contando todo? -al ver que Marisa no decía nada, Leonidas añadió-: Supongo que has denunciado lo sucedido a la policía, ¿no?-Aún no.-Haré que Cris se ocupe de eso. Voy a tomar el próximo vuelo de regreso.-¿Bromeas?-Te llamaré mañana -dijo Stavros.Marisa sintió de pronto que ya había tenido suficiente.-No hace ninguna falta -dijo, y colgó antes de que Leonidas pudiera responder.Cuando el teléfono sonó diez minutos después, Marisa miró a Alice.-Sí es Leonidas dije que no quiero volver a hablar con él esta noche.Pero era Cris.-Veo que las noticias vuelan -dijo Marisa cuando se puso, y oyó que Cris reía.-¿Cómo estás?-Bien. En serio.-Me alegra oír eso. Pero h
Marisa tuvo que parpadear para alejar las lágrimas que afloraron a sus ojos.-Estoy bien -murmuró, aunque sentía que se estaba derritiendo por dentro.Leonidas deslizó un dedo por su labio inferior, sintió cómo temblaba y se inclinó para besarla en el cuello. Quería desesperadamente lo que sabía que no debería tomar... y se dijo que le bastaba con abrazarla y besarla. De momento.La besó con delicadeza en los labios y se apartó de ella.Cuando había llegado a su apartamento había encontrado una copia del informe del hospital al que había acudido Marisa y otra de la denuncia presentada ante la policía que Cris le había enviado por fax. Entre ambas detallaban una narración que lo dejó helado y que hizo que aumentaran ciertas sospechas que contemplaba hacía un tiempo.Si estaba en lo cierto...Pero sólo un tonto actuaría antes de tener suficientes pruebas, y él no era ningún tonto.No le llevaría mucho tiempo. Días.., tal vez una semana. Entonces se enfrentaría al asunto.Entretanto se a