Capítulo XXIV

Marisa tuvo que parpadear para alejar las lágrimas que afloraron a sus ojos.

-Estoy bien -murmuró, aunque sentía que se estaba derritiendo por dentro.

Leonidas deslizó un dedo por su labio inferior, sintió cómo temblaba y se inclinó para besarla en el cuello. Quería desesperadamente lo que sabía que no debería tomar... y se dijo que le bastaba con abrazarla y besarla. De momento.

La besó con delicadeza en los labios y se apartó de ella.

Cuando había llegado a su apartamento había encontrado una copia del informe del hospital al que había acudido Marisa y otra de la denuncia presentada ante la policía que Cris le había enviado por fax. Entre ambas detallaban una narración que lo dejó helado y que hizo que aumentaran ciertas sospechas que contemplaba hacía un tiempo.

Si estaba en lo cierto...

Pero sólo un tonto actuaría antes de tener suficientes pruebas, y él no era ningún tonto.

No le llevaría mucho tiempo. Días.., tal vez una semana. Entonces se enfrentaría al asunto.

Entretanto se a
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