Un sonido mezcla de sorpresa y protesta escapó de entre los labios de Marisa cuando Leonidas tomó uno de sus pies y empezó a darle un masaje con los pulgares en la planta.Mientras iba sintiendo el mágico efecto del masaje, Marisa pensó que podría acostumbrarse fácilmente a aquello.-¿Estás bien?-¿Tratas de seducirme?Leonidas sonrió.-¿Está funcionando?-Creo que no debería responder a eso.-¿Te apetece contarme lo que ha pasado estos días?-No especialmente -Marisa alzó la mirada para contemplar el rostro de Stavros. Estaba ligeramente demacrado, como si hubiera pasado por alguna situación especialmente tensa-. ¿Cuándo has dormido por última vez?-¿Te preocupa mi bienestar, Marisa ?Ella ignoró la pregunta.-¿Tienes hambre?-Menuda pregunta...-Estoy hablando de comida.-¿Quieres salir a comer algo’?-Dependiendo de lo que tengas en tu nevera, podría preparar algo.Leonidas miró a Marisa con expresión divertida.-¿En serio?Marisa sabía que, si seguía entre sus brazos, su resistenc
Una cálida oleada de sensaciones recorrió el cuerpo de Marisa . Durante unos instantes fue incapaz de pronunciar palabra, pues su mente se había llenado de imágenes de la noche que pasaron juntos... y de la promesa que había en la sugerente mirada de Stavros.-¿Tienes dudas? -murmuró él.Marisa cerró los ojos y volvió a abrirlos. La tentación de volver a estar con él, de disfrutar una vez más de la intimidad que compartieron era muy fuerte.¿Llegaría a comprender alguna vez Leonidas cuánto deseaba estar con él?-Sí -dijo sinceramente-, porque nunca sería una sola noche.-¿Y eso qué tendría de malo?Marisa no respondió. No podía.-Stavros...El corazón de Marisa se encogió al oír el ya familiar ronroneo de la voz de Angelie junto a ellos.Como de costumbre, llevaba un vestido que realzaba sus exuberantes formas. El de aquel día hacia especialmente evidentes sus generosos pechos.-Qué alegría encontrarte aquí, querido. ¿Qué tal te ha ido por Nueva York?Leonidas no soltó la mano de Mar
Al notar que se acercaban al barrio en que estaba el apartamento de Stavros, se volvió hacia él.-No es justo -dijo.-¿Que haya decidido venir directamente aquí? -preguntó él.-Has dado por sentado que estaba de acuerdo.-¿Y no lo estás?Marisa permaneció en silencio. ¿A qué estás esperando?, susurró una vocecita en su interior. Seguiste tus instintos hace tres meses... ¿por qué no ahora?Además, su cuerpo sentía un anhelo que sólo Leonidas podía calmar. Le consumía la necesidad de sentir sus caricias, su calor...-Sí -murmuró.Una vez en el apartamento, los nervios le atenazaron el estómago. Se volvió hacia Stavros, indecisa, mientras él recorría la distancia que los separaba.Sin una palabra, la tomó con delicadeza por la barbilla y la besó en los labios con infinita ternura.Marisa se sintió como si por fin hubiera llegado a su hogar. Aquél era el lugar al que pertenecía, decidió mientras abría la boca para él, aturdida por las sensaciones que evocaba en ella.Cerró los ojos y se e
Leonidas se preguntó si Marisa tendría idea de lo preciosa que era, del placer que le producía tenerla desnuda en su cama. Quería abrazarla y retenerla contra sí durante el resto de su vida.Inclinó la cabeza para besarla en los pechos y luego en la boca.-Tú no has llegado orgasmo - susurro Marisa .Leonidas sonrió.-Tenemos toda la noche por delante, cariño mío.-Ahora me toca a mí darte placer -murmuró Marisa , que a continuación se irguió y se sentó a horcajadas sobre él.Adoraba el sabor de Stavros, la textura de su piel, y disfrutó besándolo, lamiéndolo, torturándolo con sus íntimas caricias.¿Podían mejorar aún más las cosas?, se preguntó largo rato después. Lo que habían compartido no había sido mero sexo. Había sido algo más. Mucho más. Al menos para ella...Se durmieron abrazados, pero a lo largo de la noche volvieron a hacer el amor semidormidos.Al amanecer compartieron una larga ducha en la que los juegos dieron paso a otra cosa. Marisa encontró intensamente excitante hac
STAVROS salió corriendo de la casa en cuanto oyó llegar el coche de Stavros.-¡Hola!Marisa salió del coche y abrazó a su sobrino.-¿Cuándo llegan tus amigos?-Dentro de una hora. Mamá me ha comprado un juego nuevo para la PlayStation -Stavros sonrió cuando Leonidas se acercó a ellos-. Me alegro de verte.-Lo mismo digo. ¿Qué juegos tienes para la PlayStation?-Os dejo charlando -dijo Marisa -. Yo voy a ayudar a Alice.Cuando fue a la cocina, encontró a Alice dando los últimos toques a un postre de aspecto delicioso.-Siento no haber estado aquí para echarte una mano.-¿Por qué? A fin de cuentas, lo mejor que puedes hacer es pasar todo el tiempo posible con él.-¿Tú crees?-Desde luego.-No me dirás que te parece una relación normal...-Ya tuviste una relación normal. Y yo. Y mira cómo nos fue.-Me ha pedido que me vaya a vivir con él.-Espero que hayas dicho que sí.-¿Acaso tratas de librarte de mí? -preguntó Marisa con una sonrisa.-Quiero lo mejor para ti.Marisa miró las ensaladas
Sin embargo, el hecho de trasladarse al apartamento de Leonidas suponía toda una declaración. Tómate las cosas con calma, se dijo al sentir cómo se aceleraban los latidos de su corazón. El hecho de que se fuera a vivir con él no significaba que fueran a casarse. Sería libre para irse cuando quisiera.-¿Necesitas ayuda?Marisa se volvió con una sonrisa hacia su hermana.-Ya he terminado. He dejado algunas cosas en el armario y en el tocador.-Este siempre será tu cuarto -dijo Alice, y Marisa la abrazó.-Eres la mejor de las hermanas.-Lo mismo digo.-Te llamaré mañana por la tarde -Marisa sonrió traviesamente al añadir-: Así podrás ponerme al tanto de lo que ha pasado con Craig.-Sí, claro. ¿Acaso crees que va a pasar repentinamente de ser mi jefe a mi mejor amigo?-No lo subestimes.Salieron del cuarto cada una con una bolsa y Leonidas se hizo cargo de ambas cuando entraron al cuarto de estar.Había sido un día estupendo y así se lo hizo saber Marisa a Alice cuando ésta los acompañó a
Leonidas entró en la habitación y miró a Marisa con expresión divertida. Aquella mujer era excepcional. Terrenal, leal, sincera, amorosa, sexy, sensual.., suya. Estaba seguro de que reaccionaría como una leona si alguien cuestionara la integridad de alguno de sus seres amados. Vestida con vaqueros, camiseta de algodón, el pelo sujeto en una cola de caballo y sin maquillaje, no parecía tener más de dieciséis años. Adoraba el sonido de su voz, su risa, el modo en que alzaba barbilla cuando estaba a punto de discutir. Y adoraba su modo de amar.-¿A qué venía todo eso? -preguntó cuando Marisa colgó.-Craig ha invitado a Alice a salir.Leonidas pasó un brazo por sus hombros y la atrajo hacia sí.-¿Y eso te disgusta?-Lo que me disgusta es que Alice no se atreve a aceptar.-¿Y qué piensas hacer al respecto?-¿Te importaría que Stavros viniera aquí a pasar una noche?-Claro que no. ¿Cuándo?-Esta semana. Si logro persuadir a Alice para que acepte la invitación, por supuesto.Leonidas inclinó
Durante el descanso del almuerzo comprobó que tenía dos mensajes en el móvil. Uno era de Stavros, diciendo que había surgido una reunión inesperada y que no volvería a casa hasta las siete. El otro de Alice. Quería saber si Stavros podía ir a quedarse con ella el miércoles por la noche.¡Lo había hecho! Conociendo a Alice como la conocía, Marisa supo que debía haber tenido que armarse de valor para aceptar la invitación de Craig. Sólo esperaba que el jefe de su hermana supiera ser paciente.El resto del día transcurrió agradablemente, pero a hacia las cinco de la tarde el corazón de Marisa se encogió al ver que Angelie entraba en la farmacia.Aquello no podía ser buena señal. ¿Qué podía querer aquella mujer excepto crear problemas?Al principio, Angelie pareció interesarse por la sección de productos de higiene personal. Luego, se detuvo en el mostrador de los preservativos, seleccionó varias cajas distintas y se acercó al mostrador.Una de las dependientas se había ido temprano y la