Capítulo XXV

Un sonido mezcla de sorpresa y protesta escapó de entre los labios de Marisa cuando Leonidas tomó uno de sus pies y empezó a darle un masaje con los pulgares en la planta.

Mientras iba sintiendo el mágico efecto del masaje, Marisa pensó que podría acostumbrarse fácilmente a aquello.

-¿Estás bien?

-¿Tratas de seducirme?

Leonidas sonrió.

-¿Está funcionando?

-Creo que no debería responder a eso.

-¿Te apetece contarme lo que ha pasado estos días?

-No especialmente -Marisa alzó la mirada para contemplar el rostro de Stavros. Estaba ligeramente demacrado, como si hubiera pasado por alguna situación especialmente tensa-. ¿Cuándo has dormido por última vez?

-¿Te preocupa mi bienestar, Marisa ?

Ella ignoró la pregunta.

-¿Tienes hambre?

-Menuda pregunta...

-Estoy hablando de comida.

-¿Quieres salir a comer algo’?

-Dependiendo de lo que tengas en tu nevera, podría preparar algo.

Leonidas miró a Marisa con expresión divertida.

-¿En serio?

Marisa sabía que, si seguía entre sus brazos, su resistenc
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