¿El tipo con el que te acostaste y el hermano de Cris son el mismo? Estás bromeando, ¿no? -preguntó Alice con expresión desconcertada mientras almorzaban en un café cercano al puerto.
Estaban celebrando que a Marisa le habían confirmado una sustitución de tres semanas en una farmacia local. También existía la posibilidad de que le ofrecieran un trabajo a tiempo parcial durante las vacaciones de verano.
Increíble -añadió Alice, moviendo la cabeza.
Marisa suspiró.
Fue una tarde realmente memorable -dijo con ironía-. A la abuela de Cris sólo le faltaba echar fuego por la boca.
Un auténtico dragón, ¿no?
Oh, sí. Desde luego.
¿Y? -insistió Alice.
Marisa suspiró.
Leonidas se empeñó en llevarme a casa. En el camino paramos a tomar café y a hablar. Le conté la verdad. El me ofreció su ayuda y yo la rechacé. Luego, me fui y pedí un taxi.
No creo que ésa fuera la mejor táctica.
Me pareció que era lo mejor que podía hacer.
¿Y qué va a suceder ahora?
Espero que nada.
¿Crees que ese hombre va a pasar por alto el hecho de que lleves un heredero Kantis en tu vientre? -preguntó Alice con expresión incrédula.
Marisa consideraba que aquel bebé era su responsabilidad y, por tanto, que sus decisiones eran las únicas que contaban.
Pero ya no le quedaba más remedio que aceptar que el padre del niño también quería tomar parte activa en su vida. Lo que significaba que Leonidas Kantis se entrometería en la de ella. Algo que necesitaba tanto como un tiro en la cabeza.
¿Eres consciente de quién es Leonidas Kantis y del poder que tiene en esta ciudad? -preguntó Alice.
Marisa sintió un escalofrío. ¿Por qué tenía la sensación de estar perdiendo una batalla que ni siquiera había comenzado?
Pero todo lo que debía hacer era mantenerse firme. Aunque Leonidas poseyera algunos derechos, sin duda estos serían limitados.
Soy independiente y tengo derecho a tomar mis propias decisiones.
La herencia de sus padres había permitido a Marisa poseer una cartera de inversiones y comprar un apartamento que en aquellos momentos tenía alquilado.
En lo que se refiere a ti, sí -dijo Alice, preocupada-. Pero en lo referente al niño, Leonidas Kantis puede insistir en que se le hagan pruebas de DNA, y cuando se demuestre su paternidad, tendrá derechos legales respecto a su custodia y educación.
Marisa se puso pálida. Alice trabajaba como ayudante de varios abogados y sabía de qué hablaba.
¿Y qué sugieres que haga?
Establecer una relación cordial con Kantis .
¿Te has vuelto loca?
No sería conveniente que se convirtiera en tu enemigo.
Marisa gimió en silencio. ¿Cómo había podido ser tan tonta como para llegar a creer que tenía controlada la situación? ¿Y cómo iba a mantener una relación cordial con Leonidas Kantis ?
Pero no quería pensar en ello.
Miró su reloj.
Deberíamos ir a comprar algo antes de ir a recoger a Stavros a la escuela.
Sospecho que tratas de dejar la conversación.
Lo has captado.
Alice alzó ambas manos en señal de derrota
De acuerdo, de acuerdo.
Sabes que valoro tu opinión y tus consejos, Alice, pero preferiría no pasar el rato tratando de adivinar cuál va ser el siguiente movimiento de Leonidas Kantis .
En ese caso, disfrutemos lo posible del resto del día, ¿de acuerdo?
El teléfono de Marisa sonó unos minutos después de que salieran del café.
¿Marisa ? Soy Cris -su voz manifestó un evidente tono de diversión-. ¿Qué sucedió ayer con Leonidas y contigo?
Podrías haberme rescatado.
Me pareció que lo estabas haciendo muy bien tú solita.
Tú crees?
Si fuera heterosexual casi me habría puesto celoso por la rapidez con que actuó mi hermano. De manera que te llevó a casa y...
No hubo ningún y.
Claro que no. Pero...
Me fui y tomé un taxi.
Cris rió con suavidad.
Ninguna mujer deja plantado a Leonidas Kantis .
Pues ésta lo hizo.
Ojalá hubiera estado allí.
¿La tomaron contigo?
Desde luego -dijo Cris sin perder el buen humor-. La abuela me soltó un sermón sobre nuestra diferencia de edades, mis estudios y el honor de mi familia. Mamá añadió sus preocupaciones y Leonidas me ha sometido a una de sus escalofriantes miradas durante el desayuno. Tiene tu número de teléfono, por cierto.
¿Se lo diste? -preguntó Marisa , incrédula.
¿Te importa?
¡Claro que me importa!
Oh, lo siento. ¿Quieres que trate de quitárselo?
Marisa suspiró.
No. Ahora tengo que dejarte. Estoy de compras con Alice.
De acuerdo. Que lo pases bien.
¿Era Cris? -preguntó Alice cuando Marisa colgó. Cuando su hermana asintió, sonrió y añadió-: Creo que necesitamos una seria terapia de rebajas.
O eso, o una sobredosis de chocolate.
Eran más de las cuatro cuando regresaron a casa. Stavros estaba estudiando y Alice y Marisa estaban a punto de empezar a preparar la cena cuando llamaron al timbre.Alice fue a abrir y regresó unos momentos después con un gran ramo de rosas.Son para ti.Marisa sintió que se le encogía el estómago mientras leía la tarjeta que acompañaba a las flores. En ella sólo aparecía un nombre.Stavros.Entregó la tarjeta a su hermana a la vez que suspiraba.¿Qué te parece si nos olvidamos de preparar la cena y salimos a por unas hamburguesas? -sugirió-. Yo invito.¡Sí! -exclamó Stavros desde su cuarto.Antes termina tus deberes -dijo Alice.Mientras iban a la hamburguesería, Marisa apagó su móvil.-¿Crees que eso va a servir de algo? -preguntó Alice.-Al menos es algo que puedo controlar.El entusiasmo de Stavros por salirse de la rutina era contagioso, y su tendencia al buen humor hizo que no dejaran de reír durante el trayecto de regreso a casa.Hasta que llegaron y Marisa vio el Mercedes de L
El domingo por la mañana, el sol brillaba en un cielo totalmente despejado. Soplaba una cálida brisa mientras Leonidas maniobraba el barco para sacarlo del puerto.Guau!, había sido la exclamación de aprecio de Stavros cuando Leonidas los había llevado hasta el barco aquella mañana.Marisa estuvo de acuerdo. El barco era lo suficientemente cómodo como para que varios pasajeros deambularan cómodamente por su cubierta. Además estaba espléndidamente diseñado. Era un barco que sólo podía permitirse alguien con mucho dinero.-Podrías vivir aquí e ir a cualquier parte -dijo Stavros , que no se despegaba de Stavros.-No suelo tener oportunidad de utilizarlo a menudo. Casi siempre está alquilado para el entretenimiento privado.A un precio exorbitante, sin duda, pensó Marisa .-Stavros parece haber elegido a Leonidas como su nuevo ídolo -dijo Marisa .-No suele tener mucha oportunidad de estar con hombres.-Pues hoy está con dos -dijo Marisa mientras Cris se ocupaba del timón para que Leonida
En retrospectiva, fue un día agradable y ameno y Marisa disfrutó viendo a su hermana tan relajada mientras Stavros disfrutaba tanto. Aquello compensó sus nervios por haber pasado tantas horas en compañía de Stavros.¿Sabría éste cuanto la afectaba su presencia? Esperaba que no. Pero su innata honradez la impulsaba a reconocer que quería volver a experimentar la emoción... el éxtasis que había experimentado entre sus brazos.¿Cómo podía ser tan vulnerable? ¿Tan débil? Era ridículo.Consecuentemente, sintió un gran alivio cuando finalmente atracaron en el puerto.-¿Necesitas limpiar la sentina? -preguntó Stavros mientras desembarcaban, claramente ansioso por ayudar.Leonidas le revolvió el pelo.-De eso se ocupan los empleados del puerto. Pero, si quieres, puedes acompañarme a devolver las llaves a las oficinas mientras Cris acompaña a tu madre y a Marisa al coche.-Creo que ha pasado de ser un ídolo a un dios -murmuró Marisa cuando fueron al aparcamiento.-Stavros es un gran chico -dij
Mientras miraba en torno a la elegante galería, Marisa pensó que el principal propósito de la mayoría de los asistentes a la exposición, pertenecientes a la élite social de la ciudad, era ser vistos en acontecimientos como aquél.La galería exponía los cuadros de tres conocidos pintores del país.-Cuánto me alegro de verte por aquí, Alice.Marisa miró al hombre que había saludado a su hermana y sonrió cuando ésta hizo las presentaciones.-Te presento a Craig Mitchell, mi jefe.Marisa notó el ligero rubor que cubrió las mejillas de su hermana y alzó una ceja con expresión especulativa cuando el hombre se alejó.-No quiero comentarios -advirtió Alice en voz baja, y Marisa sonrió.-¿Algún interés oculto?-No.Y las vacas volaban, pensó Marisa mientras dedicaba a su hermana una especulativa mirada.-Es toda una reunión, ¿verdad? -dijo Alice.Marisa asintió.-Debe de estar toda la gente guapa de la ciudad con sus mejores galas.-Hablando del rey de Roma -susurró Alice-, una de las mujer
Marisa permaneció en silencio mientras centraban su atención en los cuadros ante los que estaban pasando.¿Sería consciente Leonidas de su estado emocional, del torbellino que despertaba en su interior... y en sus hormonas?-¿Qué te parece este paisaje? -preguntó él unos momentos después.Marisa se fijó en los atrevidos cofres del lienzo, que describían una ambigua escena que desataba la imaginación.-Necesitaría una habitación para él solo -dijo.La conversación derivó hacia el arte, un terreno mucho más seguro que el de las emociones, y Leonidas demostró estar muy al tanto de las características de los pintores que exponían en la galería.-Tengo entradas para asistir el jueves por la tarde a la representación de The Merry Widow -dijo cuando terminaron de ver todos los cuadros.-¿Me estás invitando a salir? -preguntó Marisa .-Sí. ¿Necesitas pensártelo?Al ver la burlona mirada de Stavros, Marisa le dedicó una brillante sonrisa.-No. Me apetece ir al teatro.En aquel momento destelló
El telón se alzó y, durante los siguientes minutos, Marisa se concentró en la magia de la acción que se desarrollaba en escena y en el canto de los actores.El descanso llegó demasiado pronto, rompiendo el embrujo.Angelie se puso en pie.-¿Salimos a tomar algo?-Yo no -dijo Marisa , y dedicó a Leonidas una sonrisa-. Pero no te quedes por mí.-¿Stavros? -dijo Angelie con un matiz de impaciencia que él prefirió ignorar.-No esperes por nosotros.Angelie se encogió imperceptiblemente de hombros y se fue.-Andarse con jueguecitos tiene un precio -dijo Stavros.-¿En serio? Angelie parece llevar un cartel en la frente que dice mío cada vez que está cerca de ti. No me digas que no lo has notado.-Es dueña de una boutique en Double Bay y nos relacionamos socialmente. Nada más.-¿De verdad?-¿Me crees?-Yo no he dicho eso.-Si hubiera estado con otra mujer, nunca se me habría ocurrido...-¿Seducirme? -concluyó Marisa por él.-Si no recuerdo mal, lo que sucedió entre nosotros aquella noche
Leonidas contempló el rostro de Marisa y sintió ganas de darle su merecido al hombre que sin duda la había hecho sufrir.-Mis orígenes son griegos aunque nací en Perth. Estudié en Sydney y luego pasé dos años en Nueva York y otros dos en Atenas. Volví a Sydney cuando mi padre y mi abuelo murieron en un accidente de coche.-No me has mencionado a las mujeres de tu vida -dijo Marisa solemnemente.Leonidas sonrió.-Seguro que esperas que diga que ha habido muchas, cuando lo cierto es que son menos de las que imaginas.-Supongo que eso depende de la interpretación de la palabra menos -Marisa terminó su té y miró su reloj-. Se está haciendo tarde.-¿Qué te parece si cenamos juntos el sábado? -preguntó Leonidas mientras regresaban.-¿Otra cita? ¿Tan pronto?-Considéralo un preparativo para la comida del domingo con Milena y Sofía.Por un momento Marisa había olvidado la reunión.-¿Estará Cris?-¿Quieres que te devuelva el favor como aliado?Marisa se quedó petrificada. Leonidas no podía sab
-¿OTRA cita con Stavros? -bromeó Stavros cuando Marisa entró en el cuarto de estar unos minutos antes de la hora a la que había quedado en pasar a recogerla Stavros.Aquella mañana había salido a hacer unas compras en las rebajas, algo que le había servido para distraerse y para poner al día su vestuario.-No es una cita. Sólo hemos quedado para hablar -replicó con una sonrisa a la vez que besaba a su sobrino en la frente.-Pues a mí me lo parece.Marisa frunció el ceño.-¿Quieres que te lleve mañana por la mañana a montar a caballo?-De acuerdo, no es una cita.-Gracias.-Dejadlo ya -los reprendió Alice, sonriente. Luego miró a su hermana de arriba abajo-. Estás fabulosa.Marisa había elegido un sencillo pero elegante vestido negro con zapatos de tacón a juego y se había maquillado lo justo.-Realmente fabulosa -añadió Stavros con expresión burlonamente admirativa.-Eres una auténtica amenaza -dijo Marisa con una sonrisa-. Que el cielo proteja a la población femenina dentro de diez