Capítulo VII

¿El tipo con el que te acostaste y el hermano de Cris son el mismo? Estás bromeando, ¿no? -preguntó Alice con expresión desconcertada mientras almorzaban en un café cercano al puerto.

Estaban celebrando que a Marisa le habían confirmado una sustitución de tres semanas en una farmacia local. También existía la posibilidad de que le ofrecieran un trabajo a tiempo parcial durante las vacaciones de verano.

Increíble -añadió Alice, moviendo la cabeza.

Marisa suspiró.

Fue una tarde realmente memorable -dijo con ironía-. A la abuela de Cris sólo le faltaba echar fuego por la boca.

Un auténtico dragón, ¿no?

Oh, sí. Desde luego.

¿Y? -insistió Alice.

Marisa suspiró.

Leonidas se empeñó en llevarme a casa. En el camino paramos a tomar café y a hablar. Le conté la verdad. El me ofreció su ayuda y yo la rechacé. Luego, me fui y pedí un taxi.

No creo que ésa fuera la mejor táctica.

Me pareció que era lo mejor que podía hacer.

¿Y qué va a suceder ahora?

Espero que nada.

¿Crees que ese hombre va a pasar por alto el hecho de que lleves un heredero Kantis en tu vientre? -preguntó Alice con expresión incrédula.

Marisa consideraba que aquel bebé era su responsabilidad y, por tanto, que sus decisiones eran las únicas que contaban.

Pero ya no le quedaba más remedio que aceptar que el padre del niño también quería tomar parte activa en su vida. Lo que significaba que Leonidas Kantis se entrometería en la de ella. Algo que necesitaba tanto como un tiro en la cabeza.

¿Eres consciente de quién es Leonidas Kantis y del poder que tiene en esta ciudad? -preguntó Alice.

Marisa sintió un escalofrío. ¿Por qué tenía la sensación de estar perdiendo una batalla que ni siquiera había comenzado?

Pero todo lo que debía hacer era mantenerse firme. Aunque Leonidas poseyera algunos derechos, sin duda estos serían limitados.

Soy independiente y tengo derecho a tomar mis propias decisiones.

La herencia de sus padres había permitido a Marisa poseer una cartera de inversiones y comprar un apartamento que en aquellos momentos tenía alquilado.

En lo que se refiere a ti, sí -dijo Alice, preocupada-. Pero en lo referente al niño, Leonidas Kantis puede insistir en que se le hagan pruebas de DNA, y cuando se demuestre su paternidad, tendrá derechos legales respecto a su custodia y educación.

Marisa se puso pálida. Alice trabajaba como ayudante de varios abogados y sabía de qué hablaba.

¿Y qué sugieres que haga?

Establecer una relación cordial con Kantis .

¿Te has vuelto loca?

No sería conveniente que se convirtiera en tu enemigo.

Marisa gimió en silencio. ¿Cómo había podido ser tan tonta como para llegar a creer que tenía controlada la situación? ¿Y cómo iba a mantener una relación cordial con Leonidas Kantis ?

Pero no quería pensar en ello.

Miró su reloj.

Deberíamos ir a comprar algo antes de ir a recoger a Stavros a la escuela.

Sospecho que tratas de dejar la conversación.

Lo has captado.

Alice alzó ambas manos en señal de derrota

De acuerdo, de acuerdo.

Sabes que valoro tu opinión y tus consejos, Alice, pero preferiría no pasar el rato tratando de adivinar cuál va ser el siguiente movimiento de Leonidas Kantis .

En ese caso, disfrutemos lo posible del resto del día, ¿de acuerdo?

El teléfono de Marisa sonó unos minutos después de que salieran del café.

¿Marisa ? Soy Cris -su voz manifestó un evidente tono de diversión-. ¿Qué sucedió ayer con Leonidas y contigo?

Podrías haberme rescatado.

Me pareció que lo estabas haciendo muy bien tú solita.

Tú crees?

Si fuera heterosexual casi me habría puesto celoso por la rapidez con que actuó mi hermano. De manera que te llevó a casa y...

No hubo ningún y.

Claro que no. Pero...

Me fui y tomé un taxi.

Cris rió con suavidad.

Ninguna mujer deja plantado a Leonidas Kantis .

Pues ésta lo hizo.

Ojalá hubiera estado allí.

¿La tomaron contigo?

Desde luego -dijo Cris sin perder el buen humor-. La abuela me soltó un sermón sobre nuestra diferencia de edades, mis estudios y el honor de mi familia. Mamá añadió sus preocupaciones y Leonidas me ha sometido a una de sus escalofriantes miradas durante el desayuno. Tiene tu número de teléfono, por cierto.

¿Se lo diste? -preguntó Marisa , incrédula.

¿Te importa?

¡Claro que me importa!

Oh, lo siento. ¿Quieres que trate de quitárselo?

Marisa suspiró.

No. Ahora tengo que dejarte. Estoy de compras con Alice.

De acuerdo. Que lo pases bien.

¿Era Cris? -preguntó Alice cuando Marisa colgó. Cuando su hermana asintió, sonrió y añadió-: Creo que necesitamos una seria terapia de rebajas.

O eso, o una sobredosis de chocolate.

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