Eso es exactamente lo que he contado en casa.
Bien.
Te adorarán. ¿Cómo no iban a hacerlo?
Marisa sonrió con esfuerzo. Le habría encantado que Cris la llevara de vuelta a casa de su hermana en aquel mismo momento, pero se contuvo. Aunque le diera pereza el esfuerzo que suponía relacionarse socialmente, Cris era amigo suyo y no quería decepcionarlo.
El barrio en que estaba la casa de Cris era uno de los más elegantes y refinados de la ciudad, y la casa ante la que detuvo el coche más habría podido considerarse una mansión que una casa. Para redondear la imagen, el último y opulento modelo creado por Mercedes se hallaba aparcado a la entrada.
-Estás impresionada - dijo Cris. Fue más una afirmación que una pregunta.
-¿Debería estarlo?
La expresión de Cris se volvió impenetrable.
-Son sólo cosas. Posesiones materiales que han pasado de una generación a otra como manifestación visual de éxito empresarial.
-Algo que odias.
-No. Simplemente prefiero no aferrarme a los faldones de la familia -Cris se quitó el cinturón de seguridad y Marisa lo imitó-. De acuerdo. Vamos allá.
Segundos después, ascendían la lujosa escalera de entrada y las puertas fueron abiertas por un mayordomo de aspecto impecable.
Buenas tardes -saludó Marisa.
Te presento a Costas -dijo Cris-. Lleva años con nosotros.
La familia está reunida en el salón -dijo el mayordomo formalmente.
Marisa y Cris lo siguieron hasta una puerta ante la que el mayordomo se detuvo.
Señora, su hijo y su invitada están aquí.
En el salón, espacioso y exquisitamente amueblado, había dos mujeres sentadas y un hombre que se hallaba de perfil junto a unas puertas correderas que daban al jardín.
Un hombre cuya altura y actitud le resultaron familiares a Marisa , aunque no le dio importancia a pesar de la aprensión que sintió al verlo.
La más joven de las dos mujeres se levantó y avanzó hacia Marisa con una sonrisa.
Cuánto me alegro de conocerte por fin, Marisa .
Mi madre, Sofía Kantis -dijo Cris-. Marisa Lannier.
Permite que te presente a mi suegra -Sofía se volvió hacia la mujer que seguía sentada-. Milena Kantis .
Marisa pensó que debía de ser difícil que a alguien con una mirada tan penetrante se le pudiera pasar algo por alto.
Marisa -se limitó a decir la anciana con un leve asentimiento de cabeza.
Mi hijo mayor, Leonidas -dijo Sofía. Al volverse, Marisa sintió que su corazón dejaba de latir.
¡No! El silencioso grito surgió de lo más profundo de su alma. No era posible...
Tenía que haber un error. ¿Cómo era posible que el hermano de Cris y el hombre con el que había pasado aquella increíble noche de sexo desenfrenado fueran la misma persona?
Sin embargo, no había duda al respecto. Sus rasgos faciales, su altura, su fuerte mandíbula, sus ojos oscuros, aquella sensual y seductora boca.., eran los mismos.
El mero recuerdo de lo sucedido entre ellos hizo que sintiera que los huesos se le empezaban a derretir. El instinto la impulsó a girar sobre sí misma para salir corriendo, pero se contuvo a base de coraje.
-Marisa .
Su nombre en los labios de aquel hombre hizo que la sangre corriera rauda por sus venas y acalorara su cuerpo. A pesar de todo, logró asentir levemente con la cabeza.
¿Habría captado su incomodidad? O peor aún, ¿la habrían captado los demás?
Se enfureció con el destino por ser tan injusto. Ya había tenido bastante con asumir que había tirado por la borda las ideas morales que había sustentado durante toda su vida de adulta y que estaba embarazada de un desconocido.
Pero aquélla era la peor pesadilla imaginable.
MlA hizo un esfuerzo sobrehumano por calmarse y conservar la compostura.Leonidas -murmuró.Leonidas era un hombre de unos treinta y cinco años de apariencia sofisticada y con aspecto de estar acostumbrado a todo tipo de sutilezas sociales.Sin embargo, Marisa había captado un destello del hombre que había tras aquella fachada... alguien que había destruido sus elaboradas defensas con una facilidad inusitada. Y lo peor era que ella le había permitido que lo hiciera.De manera que se llamaba Marisa , pensó Stavros. Era la mujer que había logrado obsesionarlo como no lo había hecho ninguna otra. Haber disfrutado de ella aquella inolvidable noche lo había vuelto loco de anhelo.¿Tendría idea de cómo se sintió al despertar y descubrir que ya no estaba a su lado?¿O de sus inútiles esfuerzos posteriores por tratar de localizarla?Había ocasiones en que se preguntaba si lo habría soñado todo, pero lo cierto era que recordaba con detalle su aroma, la delicadeza de su piel bajo sus manos bajo
Marisa habría abofeteado a Leonidas si éste no hubiera ido conduciendo.Hay una parada de taxis en Double Bay. Puedes dejarme ahí.Leonidas apretó el volante con más fuerza de la necesaria. Algo primario se agitó en su interior al pensar que había sido el primer amante de Marisa . Reprimió el deseo que surgió de inmediato. Ya no era un adolescente incapaz de controlarse. Pero aquella mujer tenía la capacidad de poner a prueba su control, cosa que lo irritaba. Los recuerdos que tenía de ella le habían impedido dormir bien muchas noches y lo habían estropeado para cualquier otra mujer con la que pudiera haberse acostado. Y había varias entre las que podía elegir.Pero el recuerdo de Marisa le había impedido disfrutar de ellas.Te llevaré a casa cuando hayamos hablado.No tenemos nada de que hablar.Leonidas se volvió hacia ella.Claro que tenemos cosas de que hablar.¿Sueles insistir en diseccionar lo sucedido con todas las mujeres con que te acuestas?El semáforo cambió y Leonidas pis
¿El tipo con el que te acostaste y el hermano de Cris son el mismo? Estás bromeando, ¿no? -preguntó Alice con expresión desconcertada mientras almorzaban en un café cercano al puerto.Estaban celebrando que a Marisa le habían confirmado una sustitución de tres semanas en una farmacia local. También existía la posibilidad de que le ofrecieran un trabajo a tiempo parcial durante las vacaciones de verano.Increíble -añadió Alice, moviendo la cabeza.Marisa suspiró.Fue una tarde realmente memorable -dijo con ironía-. A la abuela de Cris sólo le faltaba echar fuego por la boca.Un auténtico dragón, ¿no?Oh, sí. Desde luego.¿Y? -insistió Alice.Marisa suspiró.Leonidas se empeñó en llevarme a casa. En el camino paramos a tomar café y a hablar. Le conté la verdad. El me ofreció su ayuda y yo la rechacé. Luego, me fui y pedí un taxi.No creo que ésa fuera la mejor táctica.Me pareció que era lo mejor que podía hacer.¿Y qué va a suceder ahora?Espero que nada.¿Crees que ese hombre va a pas
Eran más de las cuatro cuando regresaron a casa. Stavros estaba estudiando y Alice y Marisa estaban a punto de empezar a preparar la cena cuando llamaron al timbre.Alice fue a abrir y regresó unos momentos después con un gran ramo de rosas.Son para ti.Marisa sintió que se le encogía el estómago mientras leía la tarjeta que acompañaba a las flores. En ella sólo aparecía un nombre.Stavros.Entregó la tarjeta a su hermana a la vez que suspiraba.¿Qué te parece si nos olvidamos de preparar la cena y salimos a por unas hamburguesas? -sugirió-. Yo invito.¡Sí! -exclamó Stavros desde su cuarto.Antes termina tus deberes -dijo Alice.Mientras iban a la hamburguesería, Marisa apagó su móvil.-¿Crees que eso va a servir de algo? -preguntó Alice.-Al menos es algo que puedo controlar.El entusiasmo de Stavros por salirse de la rutina era contagioso, y su tendencia al buen humor hizo que no dejaran de reír durante el trayecto de regreso a casa.Hasta que llegaron y Marisa vio el Mercedes de L
El domingo por la mañana, el sol brillaba en un cielo totalmente despejado. Soplaba una cálida brisa mientras Leonidas maniobraba el barco para sacarlo del puerto.Guau!, había sido la exclamación de aprecio de Stavros cuando Leonidas los había llevado hasta el barco aquella mañana.Marisa estuvo de acuerdo. El barco era lo suficientemente cómodo como para que varios pasajeros deambularan cómodamente por su cubierta. Además estaba espléndidamente diseñado. Era un barco que sólo podía permitirse alguien con mucho dinero.-Podrías vivir aquí e ir a cualquier parte -dijo Stavros , que no se despegaba de Stavros.-No suelo tener oportunidad de utilizarlo a menudo. Casi siempre está alquilado para el entretenimiento privado.A un precio exorbitante, sin duda, pensó Marisa .-Stavros parece haber elegido a Leonidas como su nuevo ídolo -dijo Marisa .-No suele tener mucha oportunidad de estar con hombres.-Pues hoy está con dos -dijo Marisa mientras Cris se ocupaba del timón para que Leonida
En retrospectiva, fue un día agradable y ameno y Marisa disfrutó viendo a su hermana tan relajada mientras Stavros disfrutaba tanto. Aquello compensó sus nervios por haber pasado tantas horas en compañía de Stavros.¿Sabría éste cuanto la afectaba su presencia? Esperaba que no. Pero su innata honradez la impulsaba a reconocer que quería volver a experimentar la emoción... el éxtasis que había experimentado entre sus brazos.¿Cómo podía ser tan vulnerable? ¿Tan débil? Era ridículo.Consecuentemente, sintió un gran alivio cuando finalmente atracaron en el puerto.-¿Necesitas limpiar la sentina? -preguntó Stavros mientras desembarcaban, claramente ansioso por ayudar.Leonidas le revolvió el pelo.-De eso se ocupan los empleados del puerto. Pero, si quieres, puedes acompañarme a devolver las llaves a las oficinas mientras Cris acompaña a tu madre y a Marisa al coche.-Creo que ha pasado de ser un ídolo a un dios -murmuró Marisa cuando fueron al aparcamiento.-Stavros es un gran chico -dij
Mientras miraba en torno a la elegante galería, Marisa pensó que el principal propósito de la mayoría de los asistentes a la exposición, pertenecientes a la élite social de la ciudad, era ser vistos en acontecimientos como aquél.La galería exponía los cuadros de tres conocidos pintores del país.-Cuánto me alegro de verte por aquí, Alice.Marisa miró al hombre que había saludado a su hermana y sonrió cuando ésta hizo las presentaciones.-Te presento a Craig Mitchell, mi jefe.Marisa notó el ligero rubor que cubrió las mejillas de su hermana y alzó una ceja con expresión especulativa cuando el hombre se alejó.-No quiero comentarios -advirtió Alice en voz baja, y Marisa sonrió.-¿Algún interés oculto?-No.Y las vacas volaban, pensó Marisa mientras dedicaba a su hermana una especulativa mirada.-Es toda una reunión, ¿verdad? -dijo Alice.Marisa asintió.-Debe de estar toda la gente guapa de la ciudad con sus mejores galas.-Hablando del rey de Roma -susurró Alice-, una de las mujer
Marisa permaneció en silencio mientras centraban su atención en los cuadros ante los que estaban pasando.¿Sería consciente Leonidas de su estado emocional, del torbellino que despertaba en su interior... y en sus hormonas?-¿Qué te parece este paisaje? -preguntó él unos momentos después.Marisa se fijó en los atrevidos cofres del lienzo, que describían una ambigua escena que desataba la imaginación.-Necesitaría una habitación para él solo -dijo.La conversación derivó hacia el arte, un terreno mucho más seguro que el de las emociones, y Leonidas demostró estar muy al tanto de las características de los pintores que exponían en la galería.-Tengo entradas para asistir el jueves por la tarde a la representación de The Merry Widow -dijo cuando terminaron de ver todos los cuadros.-¿Me estás invitando a salir? -preguntó Marisa .-Sí. ¿Necesitas pensártelo?Al ver la burlona mirada de Stavros, Marisa le dedicó una brillante sonrisa.-No. Me apetece ir al teatro.En aquel momento destelló