Alessa Sinclair es una creadora problemas; tan experta en caos pero tan inocente en asuntos del corazón. A Leonardo Gold, el playboy multimillonario, sí que le gustan los problemas... y la dulce inocencia.
Leer más—Mamá... Ella refunfuñó, retorciéndose entre las sábanas. Todo era tan cómodo. Tan suave. —¿Mamá? Alessa abrió un ojo de mala gana. —¿Mami, me escuchas? ¿Estás despierta? Tía Sophia quiere que me vaya a dormir temprano, pero le dije que me dejaste hasta un poquito más tarde para compartir. La voz de un niño pelinegro y de ojos café (de unos cinco años) provenía de un lugar no muy lejano: la puerta de su habitación en la mansión. Alessa parpadeó adormilada ante la imagen delante de ella solo para medio asimilar lo que sucedía. El niño estaba señalando con uno de sus diminutos dedos a una mujer rubia muy ceñuda agarrando la mano de una mujer pelinegra muy elegante. —Es muy tarde para que estés despierto, chiquillo —aseveró Sophia. La mujer pelinegra muy elegante habló con un fuerte acento alemán: —No seas tan ruda con él, Soph. Sabes que se emociona cada vez que todos nos reunimos en la mansión. —La señora Humble, cuyo nombre era Rowena, le sonrió al niño—. Ve a darle un beso a
Después de un lardo día y un viaje silencioso, Alessa cayó dormida en el asiento del copiloto.Cuando llegó a la mansión, Leonardo la llevó a su dormitorio.La cargó en sus brazos con suavidad y recibió ayuda de Carla para abrir la puerta.La colocó en la cama, evitando despertarla. Carla se retiró luego de despedirse y cerró la puerta para dejarlo a solas con su esposa. Se dio cuenta de que estaba bañada en sudor y tuvo la iniciativa de quitarle ese conjunto deportivo. Fue un poco complicado, porque era ajustado y le limitaba el hecho de que estaba más dormida que Ross viendo un partido de fútbol.Llenó un tazón de agua y consiguió una toalla en el baño. Regresó y se hizo un hueco junto a ella en la orilla de la cama después de humedecer la toalla. Paciente, fue limpiando el sudor de su piel. Sus movimientos eran sutiles para no asustarla en su sueño, desde sus muslos hasta su rostro.Leonardo no pudo evitar observar sus facciones. Alessa era hermosa y para él era más que eso. Mirarl
Era la sexta vez que Leonardo refunfuñaba y se pasaba las manos por la cara.Sexta vez que Alessa no le contestaba las llamadas.—Leo, tienes que tranquilizarte. —Ross estaba en una silla de la barra de la cocina mientras el moreno ocupaba otra y se veía más inquieto de lo normal.—Alessa ha pasado por muchas cosas, debe necesitar un momento a solas para pensar —explicó Sophia un tanto incómoda. Lo que sabía pesaba mucho sobre sus hombros a estas alturas—. Ya ves, así somos las mujeres.Carla, quien vino de visita por insistencia de la pelirroja, bebía un refresco, apoyada en la encimera. Ella y Ross finalmente formalizaron su relación. Los dos pasaban más tiempo en Europa, pero habían viajado hasta aquí juntos, sin pensarlo demasiado.—Y así es Alessa, toda impredecible —comentó ella.—¡Debería contestar al menos una vez! Estoy preocupado. —Leo no se tranquilizó—. Reynolds solo me dijo que la acompañaría a dar un paseo.—Se sabe cuidar, Leo. Reynolds también es un experto en su traba
Se pasó toda la noche abrazando a su esposo. Sabía que Leonardo la había priorizado, ante todo, arriesgándose a cualquier escándalo por rechazar la invitación de Fedrick y Le Roux, pero debía morderse la lengua y no decir nada del embarazo. A pesar de que su consciencia picara y le dijera que en algún momento tendría que abrir la boca.Aunque con el pasar de los días él empezó a notarla extraña. No era estúpido y mucho menos despistado. Sus diferencias iban menguando y su consciencia bajaba la guardia, era lo que ayudaba a estar más pendiente de lo que sucedía con su esposa.—Estás muy rara.Ella dejó de devorar una hamburguesa antes de voltear a verlo.Estaban juntos en el sofá, en la mansión. Ella había dicho que tenía hambre y él sólo quería pasar una noche de películas acurrucándola en su pecho y robándole besos.—¿Yo? ¿Rara? —dijo después de tragar—. Siempre lo he sido.—Ahora lo estás más. —Leonardo achicó los ojos sobre ella, estudiándola intensamente.—Ando muy... estresada. —
Alessa recordaba muy bien el momento en el que todo pasó; eran seis semanas de atraso, así que todo se reducía a un encuentro específico.Se acordaba perfectamente. Fue una noche, fría y bastante hermosa; fue la noche que ella llegó tarde de una cena con Sophia y estaba durmiendo profundamente a muy temprana hora, mientras él estaba en su taller terminando unos ajustes a su Lambo.Recordaba muy bien haber sentido la presencia de Leonardo en la cama y luego muy cerca de ella. Se había removido, pero eso a él no le impidió besarle el hombro y acariciarle el brazo.—¿Mm? —No estaba del todo despierta, pero poco a poco se iba despertando por los besos del moreno.Había abierto los ojos y sonreído al instante. A través de la oscuridad, no tardó en reconocer los brillantes ojos de su amado.—Leonardo, me despertaste —susurró, pero no molesta, sino traviesa y ya un poco caliente.Él le robó un beso y le mordió un poco la mandíbula, tan sensual y pícaro, que la hizo reír y suspirar.—Era la i
Cuando Alessa despertó por segunda vez, lo hizo de golpe y en una camilla del mismo hospital en el que previamente estaba.Su reacción agresiva causó que el personal médico la cogiera enseguida de los brazos y la obligara a recostarse, porque al verla de ese modo, alterada y jadeante, temieron lo peor.—¡Señora Gold, por favor, es mejor que se calme!—¿Dónde...? —La pelirroja los miró, parpadeando e intentando zafarse. Una leve punzada en el cerebro le recordó lo fuerte que le afectó la ansiedad.—Mire la luz. Necesito que enfoque su vista —ordenó uno de ellos, quien le puso una pequeña linterna enfrente y le alzó un párpado—. Señora, siga la luz.Alessa lo hizo sólo un segundo, pues apartó las manos del que parecía doctor y estaba dejándola ciega.—¿Cuánto llevo... inconsciente? —exigió saber.—Siete horas aproximadamente.Alessa no estaba lo suficientemente estable para considerar aquello una exageración de tiempo. ¿Siete horas, por un ataque de ansiedad? Ahora entendió por qué su h
—¿Cuántas veces tengo que decírtelo? ¡Estoy de maravilla!—¿Estás de maravilla? —Las cejas de Sophia parecía a punto de salir volando—. ¡Casi te volcaste en un auto por orgullosa!—No tienes que recordármelo, ¿okey? El espanto lo sufrí yo —se quejó, secándose el pelo con una toalla.Después de lo que había sucedido en la carretera, Alessa llamó a la única persona que se le ocurrió, después de Leonardo y Carla. Solo fueron unos minutos para decirle a Sophia que había sucedido un pequeño problema y necesitaba que alguien la acompañara en ese momento. Sin decir nada, Sophia le colgó. Quince minutos más tarde, Alessa reconoció el auto de la mujer rubia estacionándose delante de su Benz. Recibió un mensaje: “Sígueme”. Así lo hizo. Alessa condujo detrás del coche de Sophia, imitando su límite de velocidad.Cuando estuvieron cerca del bloque de apartamentos, Alessa le pidió que fueran a su casa de soltera.—La idea fue tuya —la reprendió Sophia—. Te dijimos que te quedaras en la mansión.—Es
Unos días más tarde, Leonardo y el jefe Reynolds se reunieron en el taller, conversando como un par de compadres acerca de la vida. Alessa había bajado a buscarlos después de casi una hora, ya que tenían una fiesta allí en la mansión y se habían tardado mucho poniéndose a charlar.Mientras los dos hombres se reían a carcajadas, la pelirroja se les acercó con las cejas arqueadas y las manos en la cintura.—¿Ya terminaron de cuchichear, par de ancianos? —preguntó divertida.Leonardo se quejó con un “hey” y Reynolds frunció el ceño.—¿Cuál es esa falta de respeto a tus mayores, señora Gold? —bromeó su esposo—. Estamos hablando de la mujer que aquí nuestro Reynolds llevará al altar.Los ojos de Alessa brillaron.—Oye, Reynoldsito, no me habías contado que estabas saliendo con alguien. ¡Eso es traición!—Es bastante reciente —se defendió el jefe Reynolds con una mueca avergonzada—. Todavía está en proceso.—Hombre, es romance, no una operación de máxima seguridad —dijo Leo.—Entonces, no p
Lo que creyó que sería un viaje eterno, terminó siendo un viaje de sueños vívidos e imágenes extrañas. Sí, se atrasaron un poco, hubo turbulencia. Alessa tenía ganas de dormir, no de contar los minutos para llegar. Sophia dijo que era una perezosa irremediable. Reynolds le dijo que aprovechara descansar.¡Qué personajes tan opuestos!Lo que pasó fue que dormir le dio más ansiedad que permanecer despierta. El terapeuta la había ayudado a coinciliar el sueño a menudo, pero esas últimas semanas era casi seguro meterse en... asuntos complicados.Siempre comenzó con rostros que conocía muy bien; su madre, su padre, sus hermanas, Leonardo, su hermano pequeño.Entonces, Charlie estaba en sus brazos, riendo y tirando mechones de su pelo, hasta que su paciencia se agotó. Sin embargo, Alessa se dio cuenta de que no podía devolver el bebé a su madre, porque Charlie ya no era su hermano. El niño en sus brazos era diferente y muy familiar a la vez. Sus facciones cambiaron, sus características físi