Vanessa es la más pequeña de las Coldwell, se verá obligada a seguir el camino para el que fue educada, su familia no es una familia cualquiera, en su mayoría son mujeres, solo pertenece a ella un hombre, el hermano de Vanessa, Darius. Las mujeres de la familia Coldwell son entrenadas para ser excelentes amantes, y poder así enloquecer a los hombres, hombres que son elegidos cuidadosamente debido a diferentes razones, a las chicas les son entregadas diferentes misiones, pronto será el debut de Vane, su primer objetivo es alguien muy importante, un poderoso empresario, Dante Damasco, un atractivo hombre que pertenece a una familia de mafiosos italianos, radicados en Estados Unidos, ella tendrá que conquistarlo, enloquecerlo de amor y luego botarlo, así él pagará por todo lo que ha hecho en el pasado, ¿Podrá Vane lograrlo? Su prueba más fuerte será no enamorarse, y menos debe hacerlo en su primer trabajo, en está historia se tejerán una serie de intrigas en torno a ellos, nuestros protagonistas se verán inmersos en romanticismo, amor, odio, y mucha pasión, que no solo los involucraran a ellos, también a los otros integrantes de las familias Coldwell, y Damasco.
Leer másDarius llegó ya casi al amanecer, con Andrea a su lado, sintió un nudo en el pecho al ver a Dina y Tanya. Sus abrazos, su dolor compartido, le recordaban lo que él nunca tuvo.Andrea no se despegaba de él. Su mano apretaba la suya, como si temiera que se rompiera, Darius bajó la mirada, no volteó a verla, no podía.El funeral de Dionisio Damasco comenzó al mediodía, los hermanos Damasco cargaron el ataúd. Claire lloraba en silencio, sostenida por Donatello.Dina sollozaba, aferrada a Tanya, su dolor era inmenso, nadie podía consolarla.Al otro lado del cementerio, el funeral de Vitto Santori también se llevaba a cabo, los Santori, tampoco quisieron esperar, así que movieron sus contactos, pagaron sobornos. El cuerpo de Vitto fue liberado rápido, como el de Dionisio.Dos familias, dos ataúdes, dos duelos, cuando los sepelios terminaron, los Damasco y los Santori se cruzaron en la salida. El aire se volvió denso.Arien Santori, con los ojos rojos de furia, caminaba al frente. Su madre,
Donatello se arrodilló junto a su padre, lo abrazó con fuerza, mientras las lágrimas mojaban su rostro, siempre fue el hijo rebelde, el que peleaba con Dionisio. El que se iba por meses, huyendo de reglas.Ahora, con su padre inmóvil, lo entendió, la familia era todo. Lo demás no valía nada, su odio por Dante, su obsesión con Vanessa, todo parecía inútil ante esta pérdida.Dionisio siempre quiso unirlos. “La sangre es lo primero”, decía. Donatello apretó los dientes, arrepentido, recordó una tarde con su padre, pescando en el muelle. Dionisio le enseñó a ser paciente, él no escuchó.Claire lloraba, aferrada a la mano de Dionisio. De pronto, sus ojos se cerraron, se desmayó.Los guardias corrieron a ayudarla, alguien gritó que llamarán a un médico. Donatello no se movió, perdido, los paramédicos llegaron rápido, revisaron a Dionisio. Confirmaron lo peor, estaba muerto.Claire fue llevada a una habitación, aún inconsciente. Donatello se quedó solo, rodeado de aquel caos.Intentó llamar
Vitto Santori voló a Sicilia, estaba decidido a enfrentarse a Dionisio Damasco, el padre de Dante, y exigirle que su hijo devolviera a Vanessa sana y salva. No le importaba si tenía que gritar, amenazar o disparar. Su hija era lo primero, y ningún Damasco lo detendría. En el avión, Vitto apretaba los puños, recordando el momento en que supo que Vanessa y Darius eran sus hijos. Había perdido años con ellos, y ahora, saber que Vanessa estaba con Dante lo ponía enfermo.Donatello también tomó un vuelo a Sicilia, consumido por la furia. La boda arruinada fue una humillación pública, sus socios murmuraban, los medios no paraban de hablar. Buscaría en Sicilia, si no los encontraba viajaría a Procida, sus hombres buscaban cualquier pista. Donatello no solo quería recuperar a Vanessa; quería destruir a Dante, en el avión, miraba por la ventana, planeando cada movimiento con frialdad.En la mansión Coldwell, el ambiente era un caos, Greta Coldwell, Celine, Constanza y Caroline estaban pegada
Donatello recorría la ciudad como un toro furioso. Sus guardias patrullaban cada esquina, cada callejón, la humillación le quemaba. Sus socios, los medios, todos hablaban del desastre, no descansaría hasta encontrar a Vanessa y hacer pagar a su hermano.En un bar, se encontró con Vitto Santori, el hombre estaba igual de furioso, con los puños apretados, Vitto lo enfrentó sin dudar.—¡Eres un inútil! —gritó— ¡No pudiste mantener a mi hija a salvo! La encontraré yo, y te juro que la alejaré de ti y de cualquier Damasco.Donatello se le quedó viendo con desprecio. —Haz lo que quieras, pero Vanessa es mía, y más vale que no te metas en mi camino.Vitto dio un paso adelante, pero sus hombres lo detuvieron. Donatello se fue, dejando a Vitto con la rabia bullendo. No confiaba en él, pero sabía que ambos querían lo mismo: encontrar a Vanessa. Mientras tanto, en la isla de Procida, en Sicilia, el ambiente era un caos. Dante y sus hermanos: Diego, Daniel y David, habían llevado a Vanessa, Sar
La boda de Vanessa y Donatello estaba a pocos días. Donatello quería una ceremonia grandiosa, llena de lujo, con medios de comunicación y cientos de invitados. Quería que todos hablaran de su boda, que su nombre resonara en los círculos de poder. Vanessa, en cambio, sólo quería algo sencillo, un trámite civil que no la atara aún más a una decisión que la atormentaba. Pero Donatello fue inflexible, insistió en una boda religiosa, con una iglesia adornada y un vestido que deslumbrara. Vanessa se sentía como una marioneta, atrapada en un espectáculo que no deseaba.En la mansión Coldwell, las primas de Vanessa: Sarah, Katrina y Marianne, se reunían en secreto. Sabían que asistir a la boda las pondría en problemas con la abuela Greta y sus tías. Cuando Tanya se casó, su boda fue pequeña, discreta, y Greta no se enteró de su asistencia.Pero esta vez era diferente, los medios estarían presentes, las fotos aparecerían en las notas sociales, y Greta lo sabría de inmediato. Las chicas no dud
Vitto Santori estaba parado frente al edificio de la empresa Coldwell, con las manos en los bolsillos de su abrigo, el rechazo de Darius le quemaba el pecho. Había intentado acercarse a su hijo esa mañana, entrando al corporativo con la esperanza de hablar, de explicarse. Pero Darius, con los ojos llenos de furia, lo había echado sin miramientos. “No te quiero aquí. Vete”, le había dicho, antes de cerrar la puerta de su oficina en su cara. Vitto no sabía cómo llegar a sus hijos, pero no se rendiría. Quería recuperarlos, protegerlos, especialmente a Vanessa.Decidió cambiar de táctica. Si Darius no lo escuchaba, iría tras Vanessa. Su investigador le había confirmado que vivía en la mansión de Donatello Damasco, un hecho que lo ponía enfermo de rabia. Los Damasco eran sus enemigos, y la idea de su hija bajo el mismo techo que uno de ellos era insoportable. Vitto comenzó a rondar la mansión, observando desde la distancia. Estacionaba su auto a unas calles, caminaba por las aceras, memor
Vanessa se quedó inmóvil, con los ojos fijos en Darius.Era imposible, su madre siempre les había dicho que su padre estaba muerto desde antes que ellos nacieran. — ¿Qué dijiste? —preguntó Vanessa, esperando que Darius se retractara, que dijera que era una broma cruel.Darius suspiró, sus manos apretaron las de ella con fuerza.—Lo que escuchas, Vane. Nuestro padre está vivo, se llama Vitto Santori. Vino a la mansión hoy, exigiendo verte a ti y a mí.Vanessa parpadeó, su mente se tambaleó. —¿Vitto Santori? —repitió, como si pronunciar el nombre pudiera darle sentido a la locura. Su corazón dio un vuelco cuando una imagen cruzó su mente: Arien, el hombre que tanto despreciaba, el hijo de Vitto Santori. —¿El padre de Arien? ¿Ese Vitto Santori es nuestro padre?Darius asintió lentamente, con pesar. —Sí, Vane, Arien es nuestro medio hermano.Vanessa se llevó las manos a la cabeza, como si así pudiera contener el torbellino de emociones que la atravesaba. — ¿Cómo se atreve? —siseó, su
Darius retrocedió, su mente luchaba por procesar la información que acababa de recibir. Las palabras de Vito resonaban en sus oídos: "Soy tu padre". Cada fibra de su ser quería negarlo, rechazarlo, pero una parte de él, una parte que siempre había anhelado conocer a su padre, se aferraba a esas palabras.— No —murmuró Darius, sacudiendo la cabeza— Esto no puede ser cierto.Vito dio un paso hacia él, con su mano extendida.— Darius, hijo mío —dijo suavemente— Sé que es difícil de creer, pero es la verdad. Eres mi hijo, y he esperado tanto tiempo para conocerte.Darius retrocedió aún más, su espalda chocó contra la pared. Su mente era un torbellino de emociones y pensamientos contradictorios. De repente, la realidad lo golpeó fuertemente.— Espera —dijo, con voz temblorosa— Si eres mi padre, eso significa que... ¿Arien es mi hermano?Vito asintió lentamente, su rostro mostró una mezcla de culpa y resignación.— Sí, Arien es tu medio hermano —confirmó— Pero tú y Vanessa son diferentes. Us
El mayordomo de los Coldwell, Jenkins, se acercó nerviosamente a la sala donde Celine se encontraba revisando algunos documentos.— Disculpe, señora —dijo con voz temblorosa— Hay un caballero en la puerta que insiste en verla. Dice que es urgente.Celine levantó la vista de sus papeles, frunciendo el ceño.— ¿Quién es, Jenkins?El mayordomo tragó saliva antes de responder.— Dice llamarse Vito Santori, señora.El color abandonó el rostro de Celine en un instante. Sus manos comenzaron a temblar, y los documentos que sostenía cayeron al suelo.— No —susurró, su voz apenas audible— No puede ser él.Se puso de pie abruptamente, su silla cayó hacia atrás con un estruendo.— Jenkins, escúcheme bien —dijo, agarrando al mayordomo por los hombros— Ese hombre no puede entrar en esta casa bajo ninguna circunstancia, ¿Me entiende? Dígale que se vaya, que no estoy, lo que sea, pero no puede pasar.Jenkins asintió, aunque la preocupación era evidente en su rostro.— Sí, señora, haré lo que pueda.E