Zeynep es obligada a casarse con un hombre al que no conoce, se encuentra en un país extraño al que llegó mediante engaños, en un pueblo con costumbres arraigadas que ella no entiende ni desea seguir, poco a poco ese hombre al que cree odiar va despertando en ella una pasión que jamás creyó sentir, la invaden sentimientos encontrados, se siente dividida, lucha entre quedarse a su lado o regresar al país del que jamás debió salir. Kerem es un hombre fuerte, apasionado, odia a Zeynep, fue obligado por sus padres a casarse con ella, siente un gran resentimiento, odia que las mujeres intenten acercarse a él desde que su antigua prometida escapó con un turista norteamericano el día de su boda, tiene sobre sus hombros la responsabilidad que su padre ha puesto sobre él, ser el próximo jefe del clan Ozturk, jefe de todos los clanes, después de un tiempo se da cuenta de que lo que siente por Zeynep no es lo que él creía. Juntos tendrán que luchar por su amor, además de intentar mantenerse a salvo después de quedar en medio de la lucha entre clanes por conservar el poder.
Leer másHabían pasado poco más de dos años desde que las reformas de Kerem habían comenzado a transformar Diyat. Una tarde soleada, Kerem y Zeynep paseaban tomados del brazo por los huertos comunitarios con su hijo Noah, correteando a su alrededor.— ¡Mira mamá! —exclamó el pequeño señalando el follaje— ¡Las mujeres están cosechando las frutas que tanto nos gusta comer! — Así es, mi niño —respondió Zeynep sonriéndole enternecida— gracias a la libertad que ahora tienen, ellas pueden trabajar y proveernos de manjares deliciosos.— Sé cuánto has luchado por esa libertad, Zeynep —Kerem la miró con amor— y me siento honrado de ser tu esposo y ver los frutos que estás logrando. — Oh Kerem —Zeynep se ruborizó complacida y besó su mejilla— es tuyo también este logro, por creer en mí y en nuestras mujeres.Noah los observó enternecido y se acercó dando saltitos.— ¡Yo quiero verlas trabajar de cerca! Corrió a donde las mujeres trabajaban, ajeno a las sonrisas repletas de adoración que sus padre
Las siguientes semanas transcurrieron en relativa calma aparente, Kerem y los ancianos trabajaron sin descanso para diseñar y sancionar las nuevas leyes que instituirían el cambio en las costumbres y estilo de vida de la gente de Diyat.En su mayoría, eran normas de carácter moderado, destinadas a ir erosionando poco a poco el sistema obsoleto de castas y tradiciones arcaicas. No podían arriesgarse a cambiar las cosas drásticamente para evitar mayor turbulencia social.— Sé que para algunos parecerán simples reformas sin sentido alguno —se disculpó Kerem ante sus más allegados una tarde— pero es mejor progresar poco a poco y con equilibrio, aún no estamos listos para una revolución total.— Lo comprendemos, hijo —lo tranquilizó İzmir con severidad— un pueblo que ha apegado totalmente a las viejas tradiciones durante generaciones no puede cambiar su rumbo de la noche a la mañana, procede con cautela y sabiduría. — Además, estas nuevas leyes ya comienzan a acarrear ciertos beneficios
Un silencio gélido como un suspiro de muerte se extendió entre los presentes. Mehmet ya no se burló ni reaccionó más, simplemente permaneció inmóvil procesando la sentencia. Kerem se adelantó y posó una mano en su hombro, con la mirada ensombrecida. — Lo siento, Mehmet —murmuró con voz ronca—. Ojalá todo hubiera sido diferente, quizás así nos hubiéramos ahorrado este trágico final...Ante la sorpresa y el desconcierto de todos, Mehmet se echó a reír entonces. Pero esta vez no era una risa burlona o desquiciada, sino una carcajada lúgubre, cargada de hiel y amargura, como si finalmente la derrota hubiera terminado por enloquecerlo.— ¿Diferente, dices? —preguntó a Kerem sin dejar de reír— ¿Acaso imaginabas que tendríamos un "final feliz" como en tus ridículos sueños? ¡No, hermano, este desenlace estaba predestinado. ¡Has cavado tu propia tumba y la de todos estos cobardes, te lo juro!Entonces, como si ya nada más le importara, Mehmet se puso de pie desafiante y avanzó hacia Kerem, a
Al ser conducida ante los bandidos fuera de la tienda, Neylan caminó con la frente en alto, aparentando una seguridad y arrogancia que estaba muy lejos de sentir realmente. Su semblante estaba demacrado y amoratado por los abusos, pero sus ojos ardían con determinación, era casi una llama de locura nacida de la desesperación.Cuando la llevaron ante uno de los cabecillas, un hombre de rostro brutal y mirada codiciosa, ella se detuvo y lo encaró con una sonrisa desdeñosa que desconcertó a todos.— ¿Así que tú eres el más grande de estas bestias? —Le escupió con desprecio— pensé que serías más imponente al mandar sobre tanto esclavo obediente.El hombre se puso en pie y la abofeteó con fuerza, haciéndola trastabillar. Sin embargo, Neylan se reincorporó enseguida, riendo a carcajadas como una posesa.— ¿Eso es todo? ¡Vaya decepción! —Se burló mirándolo desafiante— pensé que los hombres de verdad podrían inspirar más temor en una dama, no lloriqueos como bebés malcriados.Una exclamación
Caminaron sin detenerse ni hacer pausas para turnarse de descanso alguno, Neylan conducía la marcha con obstinación, ansiosa por dejar atrás los territorios de Diyat cuanto antes. Asya la seguía de cerca, siempre recelosa pero disciplinada, Elif en cambio parecía a punto de desfallecer a cada paso, sin poder evitar esporádicos quejidos y lloriqueos que irritaban a sus compañeros.— ¡Ya cállate de una maldita vez! —estalló finalmente Halik en una de las tantas veces que Elif comenzó a gemir— ¡Nunca en mi vida había escuchado a una mujer tan irritante y quejumbrosa! ¿Es que nunca aprendiste el valor del silencio? —Gritó, incapaz de soportar a su propia hija.— ¡No me hables así, padre! —Elif se volvió hacia él con ojos encendidos— ¿Crees que es fácil para mí arrastrar estos pies delicados por interminables...?— ¡Basta los dos! —la voz de Neylan se escuchó cortante como un cuchillo, silenciándolos— ni un sonido más o seremos presa fácil de algún grupo rebelde, necesitamos conservar fu
Mientras tanto, Asya, Halik Gazi, Elif y Neylan avanzaban con pasos sigilosos, observando escondidos mientras los guardias se retiraban del calabozo.— ¡Es nuestra oportunidad! —dijo Neylan con ansiedad— debemos liberar a Mehmet antes de que Kerem reafirme más su poder y lo haga ejecutar.— ¿Y si ya no es posible salvarlo? —la voz quebradiza de Asya se dejó escuchar temerosa.— Eso jamás —contestó Halik— los auténticos hombres no nos dejamos doblegar por simples palabras. Y Mehmet es nuestro líder.— Bien dicho, Halik —contestó Neylan.Sin Mehmet a la cabeza, no tendremos ninguna oportunidad contra Kerem y sus rebeldes —continuó Asya con voz gélida.— Entonces andando —los apremió Neylan con resolución— Conozco estos calabozos como la palma de mi mano, encontraremos un modo de liberar a mi hijo.Con sigilo de serpientes, se deslizaron hacia la entrada del calabozo, atentos a cualquier ruido que delatara la presencia de guardias. Para su alivio, la zona parecía desierta por el momento.
Después de la pelea con Mehmet, Kerem se negaba a recibir atención médica, deseoso de seguir luchando contra los partidarios de su hermano que aún quedaban en Diyat.— ¡No pienso quedarme aquí mientras esos fanáticos siembran más caos! —dijo con terquedad mientras Zeynep insistía en que lo revisara un médico.— Pero Kerem, necesitas que te revise un médico—ella señaló su rostro amoratado y las manchas de sangre seca que lo cubrían— ¡Podrías tener heridas graves que empeoren si no las atiendes!— Son un par de rasguños sin importancia —contestó él tratando de que Zeynep no insistiera en que se quedará.Sin embargo, Zeynep estaba decidida a no ceder en esto, sí había recuperado a su esposo con vida, no iba a arriesgarse a perderlo de nuevo por su obstinación.Tomando una decisión, salió y llamó al médico principal que atendía a la familia Ozturk.— Sea lo que sea que Kerem diga, atiéndalo de inmediato —le pidió con los ojos llorosos— perdón por recurrir a ello contra su voluntad, pero e
En las afueras de Diyat, Kerem se preparaba para la inminente batalla que se avecinaba. Había reunido a un ejército de hombres leales, decididos a derrocar a Mehmet y restaurar el orden. —¡En marcha! —ordenó Kerem con voz potente— ¡Esta noche pondremos fin al reinado de terror de mi hermano!Un clamor ensordecedor de vítores y gritos de guerra resonó entre los hombres que conformaban su recién formado ejército rebelde, listos para la inminente batalla.— ¡Por la libertad de nuestro pueblo! —exclamaron algunos, alzando sus puños.— ¡Por la justicia y el honor de nuestras familias! —corearon otros, con los ojos brillantes, decididos.Kerem asintió con seriedad, su rostro reflejaba la tormenta de emociones que lo embargaba, miedo, ira, determinación, todo se mezclaba en un torbellino dentro de su pecho. Pero por sobre todas las cosas, estaba la necesidad desesperada de rescatar a su amada Zeynep de las garras de aquel monstruo que una vez llamó hermano.— ¡Por Zeynep! —rugió, mientras m
Mientras Mehmet se regodeaba en su aparente victoria al tener a Zeynep y Ayse bajo su control, Kerem se encontraba al otro lado de Diyat, reuniéndose con los sabios ancianos de la tribu y los líderes de las principales familias en una reunión importante.A pesar de las heridas y golpes que cubrían su cuerpo por la brutal golpiza propinada por los guardias de Mehmet, sabía que había llegado el momento decisivo de tomar medidas drásticas para poner fin, de una vez por todas, al reinado de terror, los abusos y la locura destructiva de su propio hermano menor.La reunión se llevó a cabo en el interior de una enorme tienda de campaña en las afueras de Diyat, donde los ancianos y los jefes de familia se sentaron formando un círculo solemne. Kerem, aunque visiblemente lastimado con el rostro amoratado y algunas costillas posiblemente rotas por los brutales golpes, se irguió con gallardía y orgullo frente a ellos, imponiendo respeto y admiración con su sola presencia. —Hoy los he convocado