El sol caía a plomo sobre el árido paisaje de Anatolia, dos hermosas chicas se encontraban en el aeropuerto de Mardìn.La emoción teñía sus rostros mientras se aventuraban en un viaje a lo desconocido: el pueblo de Diyat, un lugar del que Zeynep solo había escuchado en las historias de su tía.Después de un rato, por fin pudieron tomar un taxi, cuando iban a abordar, un prepotente hombre las hizo a un lado para abordarlo, una de las chicas lo enfrentó molesta.—Eres un majadero, las damas son primero. —Gritó furiosa, el hombre se detuvo por un momento, se dio vuelta, bajó un poco sus gafas oscuras, se le quedó viendo fijamente, la chica sintió escalofríos al encontrarse con su mirada penetrante, tenía los ojos más negros que había visto.—No en mi país. —Dijo con una ronca voz, la chica pudo notar un extraño acento, después el hombre subió al auto azotando la puerta.—Planta de majadero, no sé qué es lo que se ha creído. —Exclamó mientras veía como el vehículo se alejaba.—Cálmate ami
Zeynep caminaba como un autómata, siguiendo a su amiga y a la mujer que las guiaba con prisa. Al salir de la casa, un grupo de personas los esperaba. El sonido de tambores y otros instrumentos resonó en el aire, llenando el ambiente de una energía frenética. La mujer le indicó a Zeynep que debía montar un hermoso caballo que allí estaba, sin comprender lo que estaba sucediendo, obedeció sin rechistar. Se sentía atrapada en una vorágine de locura, rodeada por una multitud de desconocidos.Su primo, el mismo que la había amenazado en la habitación, la guió sobre el caballo. Sara caminaba a su lado, tan confundida como ella. Los hombres que los acompañaban lanzaban gritos guturales, intensificando el caos.Llegaron a otra casa aún más grande que la anterior. Un hombre vestido de traje los recibió en la entrada. Cuando él volteó a verla, Zeynep se quedó helada, era el barbaján del aeropuerto. Su primo le entregó la rienda del caballo y el hombre extendió su mano para ayudarla a bajar.
El hombre comenzó a subir las escaleras, Zeynep no pudo evitar admirar su porte imponente. Era joven y de una belleza casi salvaje. Su cabello y ojos negros como la noche contrastaban con la incipiente barba que le daba un aire de rudeza. Su complexión atlética, producto de una evidente dedicación al ejercicio, su apariencia intimidaba.Era considerablemente más alto que ella, superando sin duda el metro noventa. Zeynep, por su parte, era bajita, de apenas un metro sesenta.Su rostro, era pequeño, de proporciones delicadas, estaba enmarcado por un espeso flequillo que resaltaba sus ojos color avellana.Su largo cabello castaño llegaba abajo de su cintura, y su cuerpo bien proporcionado, era fruto de horas interminables en el gimnasio.Zeynep se maldijo internamente por haberse fijado en el físico de aquel hombre. Subieron al tercer piso, donde una sala central separaba dos enormes terrazas. Los coloridos tapetes que adornaban el suelo le recordaban la riqueza y el lujo de la famili
Kerem salió de la habitación con el ceño fruncido. Se dirigió a la entrada de la casa para recibir a sus padres, imaginando que la amiga de Zeynep los acompañaría. Sabía que sus padres y hermanos ya se habrían encargado de "ponerle las cosas claras" a la norteamericana.En su interior, un rencor sordo crecía contra las personas de esa nacionalidad. Su amargura se originaba en uno de ellos, un recuerdo que jamás olvidaría. Cinco años atrás, lo habían dejado plantado en el altar, convirtiéndolo en la burla del pueblo. Desde entonces, había buscado afanosamente por varios países a los culpables de su humillación.Su mente se llenó de imágenes del pasado: la alegría de los preparativos, la ilusión del día de la boda, la crueldad del abandono. Un puño de ira se cerró en su pecho, endureciendo su corazón.Desde aquel fatídico día, Kerem se había convertido en un hombre resentido, amargado.Una sombra de rencor teñía cada uno de sus actos, alejando a cualquier mujer que intentara acercarse
Un torrente de furia recorrió las venas de Zeynep. Apretó los labios con fuerza, conteniendo las palabras que pugnaban por salir de su boca. Estaba a punto de descargar toda su ira sobre la nefasta mujer que la atormentaba, pero un recuerdo la detuvo en seco. Las palabras de Kerem resonaron en su mente: si rompía las reglas, la azotarían en la plaza del pueblo. La humillación pública sería un precio demasiado alto.Tragando su coraje con amargura, Zeynep dio media vuelta y se dirigió hacia su habitación. Ignoró las órdenes de su suegra, que la llamaba a gritos para que regresara.—Zeynep, ¡regresa aquí de inmediato! ¡Te estoy hablando! —gritaba la mujer, furiosa por la desobediencia de su nuera.Zeynep continuó su camino, una sonrisa victoriosa se dibujaba en sus labios, disfrutaba del tormento que infligía a su suegra. Al llegar a la puerta de la habitación, una mano la detuvo con fuerza tomandola por la muñeca.—Ni se te ocurra hacerlo. —La voz de Kerem, áspera y dominante, la de
La noche fue la más larga de su vida, Kerem sentía la necesidad de hacerla suya, se recriminaba duramente, no podía creer que le estuviera sucediendo aquello, siempre había sido capaz de controlar sus deseos.Había estudiado en Estambul, todos los hijos de los jefes de los diferentes clanes lo hacían, tenían que prepararse muy bien por si era necesario que algún día tuvieran que estar al frente de su familia.En la gran ciudad como la llamaban, tuvo que vencer muchas tentaciones, en ese tiempo estaba comprometido, además de enamorado profundamente.Asya era una mujer muy bella, desde que lo plantó frente al altar su vida se había convertido en un infierno, le parecía verla en cada mujer que tenía algo parecido a ella, su cabello ondulado, sus ojos color café claro, no entendía porque lo había abandonado.Él la había tratado como si fuera la flor más preciada y delicada de su jardín, Kerem no estaba de acuerdo con ciertas costumbres de la tribu, por eso cuando su hermano murió y le fue
Al regresar, la madre de Kerem se les quedó viendo al notar que entraban juntos y que por primera vez no estaban peleando.Eso le agradó mucho, ya era hora que esa chica entendiera que su hijo era quien mandaba, su deber como esposa era solo obedecer, obedecer sin cuestionar.Zeynep saludó rápidamente para después dirigirse a su habitación, Kerem se quedó con su madre.—Veo que las cosas entre ustedes van muy bien, eso es bueno, así se acabarán los problemas, que con los que tienes con los miembros de la tribu, ya son suficientes.Kerem no contestó, con sus cosas personales era muy reservado, en cuanto a los problemas del clan, no podía comentarlos.Después de cenar, subió a su habitación, Zeynep había pedido que le llevaran la cena a la habitación, se había quedado dormida sobre la cama.Kerem la cubrió con una manta, después se acostó a su lado, la noche para él fue muy larga, sentía la calidez del cuerpo que tenía junto a él, le dio la espalda a la chica, se resistía a cometer una
Diyat era uno de los pocos pueblos donde no existía ningún avance en cuanto a la autonomía de las mujeres, era solo ahí y en en los pueblos vecinos, en otras partes, las mujeres empezaban a hacer rebeliones para exigir los derechos que se les negaban.Cualquier hombre podía matar, violar, y sentirse dueño de cualquier mujer a la que le tocara la mala suerte de ser su esposa, muchas de las veces en matrimonios obligados, incluso menores de edad eran obligadas a casarse con hombres mayores.Zeynep se arrepentía una y mil veces de haber viajado a un lugar como ese, pensaba que sí no hubiera ido, la habrían buscado e intentado llevar a la fuerza, pero al estar en Estados Unidos, donde hay leyes que protegen a las mujeres, tal vez hubiera podido salvarse.Kerem la soltó de la mano en cuanto dieron la vuelta a la sala, ya que la chica no podía verlos.—Me debes una, te salve de tu enamorada.—No te debo nada. —Parecía que su mal humor había regresado.—Perdón, se me olvidaba que eres el gra