—¡No! ¡Te lo advierto! ¡Aléjate de él! Valentina Fernández, es una madre soltera y de escasos recursos, que decide dejar Venezuela para emigrar a Inglaterra, buscando un futuro mejor para su madre y su hija. Sin embargo, durante su travesía, cae en manos de unos traficantes de mujeres. Afortunadamente, su suerte cambia cuando es rescatada por un grupo de militares de élite, y se siente cautivada por uno de ellos, a quien idealiza como su "príncipe". Más adelante, la vida de Valentina da un giro inesperado al casarse con Ethan, un ciudadano inglés que le ofrece la oportunidad de legalizar su estatus en el país. Cuando Ethan la lleva a conocer a su familia, ella se encuentra con su "príncipe", que resulta ser el duque Maxwell Spencer, hermano de Ethan; un hombre de temperamento desconfiado y rudo. Atrapada en un matrimonio por conveniencia, Valentina debe enfrentar las dificultades de adaptarse a un país diferente. ¿Podrá Valentina resistir la tentación de su amor prohibido? ¿Sucumbirá el Gran Duque a los encantos de esta mujer latina? ¿Descubrirá el duque las verdaderas razones detrás del matrimonio entre su hermano y Valentina?
Leer másLa vida había cambiado drásticamente para todos.Después de su desastroso accidente, en el que no solo perdió el dinero que le quitó a Benjamín, sino también su belleza, quedando prácticamente desfigurada, Amalia, en su desesperación por redimirse, había buscado a Benjamín incansablemente, solo para ser rechazada una y otra vez. Ahora, enferma y sin dinero, pagaba el precio de sus errores.«Yo no puedo acabar así», murmuraba en sus solitarias noches, esperando algún día volver a ser la mujer que fue.Benjamín, por su parte, había encontrado un nuevo propósito en la rehabilitación. Ayudaba a otros como él, convirtiéndose en un pilar de esperanza y fortaleza. Y en medio de su redención, encontró el amor verdadero, alguien que lo aceptaba por quien era, con todas sus cicatrices y logros.Aurora, consumida por su ira y resentimiento, languidecía en prisión. Condenada por maltrato infantil e intento de asesinato, perdió no solo su libertad, sino también a su hija. Cada día era una lucha, y
Vestida de novia, Valentina caminaba de un lado a otro a la orilla de la carretera bajo el sol abrasador, su vestido blanco ahora estaba manchado por el polvo del camino. Y aunque el sudor perlaba su frente, sus ojos no dejaban de buscar a lo lejos, esperando ansiosamente a que Miguel apareciera.Mientras tanto, Maxwell la observaba desde su auto a una distancia prudente y no apartaba la mirada de ella, sintiendo su corazón desbocado ante la incertidumbre de lo que estaba por suceder. El silencio en el auto era palpable hasta que Benjamin lo rompió, con voz baja y urgente.—Te dije que vi el auto de Aurora. No tiene sentido que ese hombre tenga ese auto.Maxwell asintió, con sus ojos aún fijos en Valentina, mientras su mente trabajaba febrilmente para encontrar una solución.—Esos dos son dos demonios. Dios los crea y el mismo diablo los junta —masculló, sintiendo un inesperado agradecimiento hacia Benjamin por su ayuda.Era un momento extraño para redescubrir la camaradería con su
Vestido con su ropaje de duque, Maxwell, se detuvo en la puerta de la habitación de su amada para admirar lo hermosa que se veía vestida de novia. El corazón le latía con fuerza; la visión de Valentina en aquel vestido blanco le parecía un sueño hecho realidad. Ella, al percibir su presencia, se giró ligeramente y lo vio a través del espejo. Con nerviosismo y alegría, se cubrió la cara con ambas manos.—Deja de verme así, me haces sentir tonta. Es la primera vez que me pongo un vestido como este y te aseguro que siempre pensé que nunca me lo pondría —dijo con voz temblorosa, pero con una sonrisa que iluminaba todo. Maxwell se acercó lentamente, sin cerrar la puerta tras de sí, mientras sus ojos brillaban de amor y admiración.—Estoy enamorado de ti, mi pequeña Latina. Creo que soy el hombre más afortunado; no tendré una duquesa simple y aburrida —comentó Maxwell, sin dejar de reír, cortando la distancia entre ellos con una intensa necesidad de besarla.En ese instante, Ethan llegó
Con el cabello desaliñado y la ropa descuidada, Aurora lanzó la revista al suelo con furia y la pisoteó, desgarrando las páginas con sus tacones. Pues la noticia de que Maxwell y Valentina habían anunciado su ceremonia oficial la llenó de una rabia indescriptible. Mientras ellos prosperaban, ella se hundía más en la ruina y la desesperación, cada día más sola y sin recursos.Con manos temblorosas, se acercó a su minibar en decadencia. Apenas le quedaba media botella de tequila, la cual llevaba abierta más de dos días. Se bebió el contenido de un solo trago largo, tosiendo violentamente al final, casi ahogándose. Cuando pudo recomponerse, se dirigió al teléfono enchufado y marcó un número.—No permitas que hoy sea un día feliz. Te di todo lo que me quedaba, ahora espero que me devuelvas el favor. Haz que Maxwell Spencer se arrepienta de no haberme elegido. Quiero que quede como el duque ridículo que convirtió a una zorra en su duquesa. Necesito que sea un trabajo impecable y ambos s
Con los ojos nublados por el alcohol y la ira, Aurora, apretaba la muñeca de su bebé con fuerza desmedida. Provocando que la niña llorara inconsolable, y que su llanto desgarrador hiciera eco en el silencio de la noche.—¡Cállate de una vez! —gritó Aurora, soltándola bruscamente.La niñera, despavorida, se apresuró a tomar a la pequeña en sus brazos. A la vez que le acariciaba la cabeza, en su afán por calmarla mientras corría a la habitación, lejos de la influencia destructiva de Aurora.—Ya, pequeña… ya pasó. Todo estará bien, lo prometo —le susurraba angustiada, con la voz temblorosa. Miraba el moretón en el bracito de la niña con horror y tristeza, sintiendo como su corazón se rompía por el sufrimiento de ese ser inocente.La niñera recordaba cómo, desde su primer día de trabajo, había visto el desprecio de Aurora hacia la bebé. Sabía que Aurora era una mujer perversa, pero jamás había creído que pudiera llegar a lastimar físicamente a su hija.—Ojalá tu papá venga pronto por t
El fuego crepitaba en la chimenea, llenando la habitación de una cálida pero inquietante luz. Mientras Maxwell desde su imponente despacho, clavaba los ojos en su hermano, quien normalmente altivo, ahora estaba arrodillado ante él, con las palmas unidas en un ruego desesperado.—Maxwell, por favor… —suplicaba Benjamin con voz temblorosa y ojos rojos de tanto llorar.Maxwell negó con la cabeza, sintiendo repulsión y compasión. Odiaba ver a su hermano reducido a esa patética imagen. Aunque detestaba su arrogancia, prefería esa versión a esta deplorable súplica por dinero.«Odio darle dinero a delincuentes», pensó con furia contenida, deseando poder negarse rotundamente, pero sabía que sus manos estaban atadas. No podía lidiar con el problema de Benjamin de la manera directa que lo había hecho antes. Puesto que su superior le había advertido sobre el abuso de poder y las consecuencias de no seguir el debido proceso.—Hermano, por favor… —volvió a rogar Benjamin, quebrado por la desespe
El rey hizo su entrada con una presencia imponente. Se aproximó a Valentina y, con un gesto refinado, le tomó las manos para saludarla.—Es un placer conocerte, Valentina —expresó, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.Acto seguido, le extendió su brazo, y ella, incierta de cómo proceder, lo aceptó.—Tu padre jamás osó desafiar mi autoridad —le reprochó el rey a Maxwell en un murmullo, al tomar asiento en el área VIP designada para él.A su alrededor, la curiosidad se pintaba en los rostros de los presentes, que no alcanzaban a comprender la situación.—Lo lamento, s
Aurora hizo su entrada a la fiesta apoyada en el brazo de su hermano, exudando una confianza que casi se podía tocar.Su vestido de seda verde esmeralda acariciaba el suelo, y cada paso estaba perfectamente medido, reflejando la gracia y elegancia que ella sabía manejar tan bien, mientras sus ojos, se deslizaban de un duque a otro, lanzando miradas coquetas que prometían mucho.No obstante, cada duque estaba acompañado de su duquesa, y lamentaba por qué únicamente Maxwell era su opción, y con el odio que sabía que este le tenía era difícil reconquistarlo.«Me siento una estúpida, estoy sufriendo por
Valentina se sentía desubicada en la habitación de Maxwell. Observaba su entorno, tratando de adaptarse a su nueva realidad. Todo había sucedido tan deprisa que acostumbrarse a ser la esposa de Maxwell no sería tarea sencilla.—Preferías el apartamento, ¿verdad, amor? —le preguntó a Oliver, quien reposaba en sus brazos.De improviso, unos brazos la envolvieron por la cintura desde atrás, y un aliento cálido le erizó la piel del cuello.—¿Aún estás molesta? —murmuró Maxwell en su oído.—Y lo estaré durante mucho tiemp