Después de años en el extranjero, Margaret vuelve a casa para la boda de su hermana Emily, solo para enfrentar una fría recepción por parte de su familia. Cuando Emily le pide desesperadamente que la ayude a concebir un hijo para su futuro esposo, Margaret se niega, incapaz de aceptar tal petición. Pero la revelación de la infertilidad de Emily y la presión de su madre por preservar la estabilidad familiar la obligan a aceptar, sacrificando su propia felicidad. Atrapada en una red de secretos y deseos prohibidos, Margaret oculta su , y una vez que da a luz, oculta la verdadera identidad de su hijo mientras reside en la casa de su hermana y su esposo. Sin embargo, un encuentro con su cuñado desencadena una serie de eventos que revelan una verdad: su cuñado, Emiliano, sospecha sobre su maternidad. Mientras lucha por mantener su mundo aparentemente perfecto, Margaret se enfrenta a la infidelidad de su hermana expuesta en los medios, desatando un torbellino de emociones y problemas, que pueden llevarla a alejarla de su hijo.
Leer másLa nochebuena estaba en su apogeo en el acogedor departamento de Margaret. La mesa estaba bellamente adornada con velas y adornos navideños, y estaba repleta de deliciosos platillos tradicionales. Margaret, sentada en la cabecera de la mesa, miraba a su alrededor con una sonrisa nostálgica. A su lado estaban sus amigos más cercanos, Lily y Sofía, y su hermano Armando. Aunque algunos familiares habían decidido pasar las fiestas fuera de la ciudad, el cálido ambiente en su hogar era innegable.— Es una noche estupenda, Marge. Estoy feliz de pasarla con ustedes — dijo Lily, rompiendo el silencio con una sonrisa.Margaret la miró con cariño y recordó un momento del pasado.— ¿Recuerdas cuando tropecé con el pastel? — preguntó Margaret con una sonrisa traviesa.Lily rio, recordando claramente aquel día.— ¡Ese fue uno de los días más vergonzosos y felices desde que te conocí! — dijo Lily entre risas —. Su cara estaba repleta de masa con chantillí.Armando, fingiendo estar ofendido, intervi
Margaret se encontraba en su habitación, preparándose para ir a la oficina. La luz de la mañana se filtraba a través de las cortinas, creando un ambiente cálido y acogedor. Se miró en el espejo, alisando su blusa con las manos mientras pensaba en la reunión importante que tenía ese día. De repente, un dolor agudo bajo el vientre la hizo doblarse de dolor.— ¡Mierda! — masculló entre dientes. Habían pasado tres semanas y media, casi cuatro, lo que significaba que su bebé ya quería estar en el mundo —. ¡Armando! — llamó, esperando que apareciera rápidamente —. ¡Armando!Su hermano apareció en la puerta, con una expresión de preocupación en su rostro.— ¿Qué sucede que gritas tan temprano? — preguntó, pero guardó silencio cuando vio a su hermana encorvada, sosteniéndose de la pared —. ¿Sucede algo?— Ya viene... — gimió Margaret, con el rostro contorsionado por el dolor —. Ya viene el bebé.Armando se alarmó y rápidamente se acercó a ella, guiándola hacia la salida de la casa. Su corazón
El tiempo parecía correr a gran velocidad en la vida de Margaret. Su embarazo avanzaba rápidamente, y su barriguita ya era notoria. Pronto, estaría dando a luz. En la oficina, Armando, su hermano, estaba sentado en el sofá, observándola mientras ella revisaba unos documentos detrás del escritorio.— ¿Exactamente de cuánto estás? — preguntó Armando, rompiendo el silencio.— Treinta y cinco semanas — respondió Margaret sin levantar la vista de los papeles. En su mente rondaba la extraña forma en que la empresa de Emiliano seguía funcionando sin él. No es que le molestara, pero hasta ahora, no había conocido al nuevo director.— Explícame... — pidió su hermano, trayéndola de nuevo a la realidad.Finalmente, Margaret levantó la cabeza y lo miró.— Si todo sale bien, en cuatro semanas estará con nosotros — respondió.— ¿Y si no sale bien? — cuestionó Armando, con una mirada preocupada.— Se darán cuenta — respondió ella, dejando los documentos y recostándose en la silla —. Estoy bien, Arman
El día del cumpleaños de Emanuel había llegado, y aunque no era una celebración de lujo como las que los ricos suelen organizar, era lo suficientemente especial para pasarla bien. El lugar estaba decorado con motivos de una caricatura animada que al pequeño le encantaba. Los invitados eran los niños del orfanato y algunos amigos cercanos de la empresa, creando un ambiente cálido y familiar.Margaret llegó al orfanato con su bebé en brazos y su hermano Armando a su lado. La directora del orfanato los recibió con una sonrisa cálida.— Todo está listo, señorita Torres — dijo la directora, con una mezcla de gratitud y admiración en su voz.Margaret simplemente sonrió, agradecida por la oportunidad de traer un poco de alegría a los niños del orfanato.— Gracias por traer alegría a todos los niños de aquí. No todos hacen lo que tú estás haciendo — añadió la directora.Margaret sonrió nuevamente y bajó a Emanuel para que pudiera correr y jugar con los otros niños. La felicidad que irradiaba
Un mes había pasado desde que Margaret había vuelto a su rutina en la oficina, intentando retomar el control de su vida y sus responsabilidades. Las cosas parecían estar bajo control. Su amiga Lily pronto volvería a su casa para hacerse cargo de sus propias responsabilidades, y su hermano Armando, cada vez más absorto en sus propios asuntos, se ausentaba con mayor frecuencia. A pesar de todo, Margaret mantenía una apariencia de estabilidad, pero en su mente, la sensación de que todos lo habían olvidado no dejaba de rondar.Aquella mañana, Margaret se dirigía a la oficina del Grupo De Lucca, una visita que había estado posponiendo durante semanas. Al entrar al edificio, los empleados la saludaron con respeto y le dieron acceso directo al piso presidencial. Al adentrarse en la caja metálica del elevador, cerró los ojos por un breve momento, permitiéndose imaginar que al abrirse la puerta lo vería allí, esperándola. Pero eso no fue posible.Las puertas se abrieron y quien estaba al otro l
Margaret estaba sentada en una de las frías sillas de la sala de espera de la clínica. El ambiente a su alrededor era tranquilo, pero en su interior, una tormenta de emociones rugía. A su lado, Armando caminaba de un lado a otro, incapaz de quedarse quieto. La emoción burbujeaba en su ser, recordándole la primera vez que se enteró de que iba a ser tío. Pero esta vez, la tensión palpable en el aire le hacía sentir algo diferente.— Así que, ¿esto es lo que se siente? — cuestionó, con los ojos llenos de un brillo que ni siquiera Margaret tenía en ese momento.— ¿Sentir qué? — preguntó Margaret, mientras Lily, sentada a su lado, contenía las ganas de carcajearse del hombre más temido que conocían.— La tensión de saber si estás o no… ya sabes —dijo Armando, buscando las palabras adecuadas.— ¿Embarazada? — completó Margaret, con una mirada inquisitiva. Armando asintió, con una sonrisa que iluminaba su rostro —. Es la misma emoción de siempre.Esa respuesta no es la que esperaba, aunque n
Con el tiempo, Margaret comenzó a dar pequeños pasos hacia la recuperación. Su hijo necesitaba a su madre, y ella sabía que tenía que ser fuerte por él. Aunque el dolor nunca desapareciera por completo, sabía que Emiliano querría que siguiera adelante.La vida continuaba, aunque nada volvería a ser igual. Margaret llevaba el recuerdo de Emiliano en su corazón, y cada día era un esfuerzo por honrar su memoria. La pérdida era inmensa, pero el amor que compartieron era aún más fuerte.El sol apenas comenzaba a asomarse cuando Margaret abrió los ojos. Durante meses, había permanecido en su habitación, sumida en una profunda tristeza. Pero hoy, algo en su interior le decía que era el momento de hacer un cambio. Se levantó de la cama con determinación y se dirigió al baño para prepararse. Se miró en el espejo, viendo el reflejo de una mujer que había pasado por un infierno, pero también una mujer que estaba lista para enfrentarlo.Después de vestirse, salió de su habitación y se encontró co
Margaret se encontró en una pequeña habitación del hospital, el aire pesado y lleno de un silencio sepulcral. El cuerpo de Emiliano yacía sobre una camilla, cubierto hasta el pecho con una sábana blanca. El rostro del amor de su vida estaba sereno, casi como si estuviera en paz, pero para ella, esa paz era insoportable. Se acercó lentamente, sus pasos resonando en el suelo de linóleo, cada uno más pesado que el anterior.Cuando finalmente estuvo a su lado, extendió una mano temblorosa y tocó su mejilla fría. El contraste entre la calidez de su piel y la frialdad de él le provocó un nudo en el estómago. Las lágrimas comenzaron a caer sin control, y su cuerpo se sacudió con sollozos.— Te amo, Emiliano — susurró, la voz quebrada —. Siempre te amaré.El tiempo se detuvo para Margaret. No podía apartar la vista de él, no podía aceptar que ese sería el último momento que compartiría con él. Pero entonces, sintió una mano firme en su hombro. Era su hermano Armando, quien la miraba con ojos
El peso del cuerpo de Emiliano sobre ella se volvía insoportable. Margaret, con la cinta aún pegada a sus labios, sintió que algo no estaba bien. Palpó su cuerpo con manos temblorosas y notó la humedad. Su corazón se detuvo por un instante cuando comprendió lo que eso significaba: era sangre.— ¡Emiliano! ¡Emiliano! — exclamó apenas, su voz sofocada por la cinta.Con un esfuerzo sobrehumano, apartó el cuerpo de Emiliano un poco de ella y lo miró. Él tenía una sonrisa sutil en los labios, una expresión tan fuera de lugar en medio de tanto caos. Margaret lo acomodó sobre sus piernas, sus manos temblando mientras lo hacía. La vida de Emiliano estaba en peligro, y cada segundo contaba.Intentó sacarse las cuerdas de las muñecas, pero la desesperación la hacía torpe. Sus dedos resbalaban sobre los nudos, y las lágrimas nublaban su visión. Sentía que el tiempo se acababa y la impotencia la invadía.— No te vayas... ¡No te vayas! Por favor... ¡Auxilio! — gritó con la voz quebrada, la desesper