El pedido de Emily golpeó a Margaret como un puñetazo en el estómago, dejándola sin aliento y tambaleándose en el umbral de la sala de estar. No podía aceptarlo. La idea de llevar un hijo para su propia hermana la llenaba de repulsión y horror.
— ¿Cómo que no vas a ayudarme? — gritó Emily, ignorando a su madre que acaba de ingresar y hacer una pregunta.
— Madre, Emily pidió que sea su sustituta y yo…, yo la verdad no puedo acceder a algo como eso. — Miró a su hermana —. Lo siento, Emily, pero simplemente no puedo hacerlo.
Su voz salió temblorosa, tratando de mantener la compostura mientras luchaba contra las lágrimas que amenazaban con escapar de sus ojos.
La mirada de Emily se volvió fría y calculadora, sus labios curvándose en una sonrisa que enviaba escalofríos por la espalda de Margaret.
— Oh, claro, ¿por qué deberías hacer algo por tu propia familia, verdad, Margaret? — espetó con veneno en cada palabra —. Siempre has sido egoísta y egocéntrica.
Margaret se estremeció ante el tono malévolo de su hermana. Sabía que su relación siempre había sido tensa, pero nunca había imaginado que Emily fuera capaz de ser tan cruel.
Margaret miró a su madre, sintiendo un nudo en el estómago. Sabía que no podía ocultar la verdad por más tiempo.
— Madre, dile algo — pidió la joven, pero los ojos de su madre eran fríos con ella, como siempre lo fue.
— Margaret, esta no es una petición, es una orden — dijo con voz firme y autoritaria, haciendo que Margaret retrocediera sorprendida —. Nuestra familia está pasando por una crisis y si no lo resolvemos, nos quedaremos en la calle.
Margaret podía ver el dolor en sus ojos, la agonía de una madre que veía desmoronarse todo lo que había trabajado tan duro para construir.
— Lo siento, mamá — dijo Margaret con sinceridad —. Debe haber otra forma de arreglarlo. Puedo hablar con papá.
Pero su madre la miró con desesperación, sus ojos llenos de lágrimas.
— Margaret, por favor, entiende. Esta es nuestra única oportunidad de salvar a la familia. Acabamos de descubrir que Emily es infértil, y la condición de este matrimonio es que tu hermana le dé un heredero. Si perdemos esta alianza matrimonial, perderemos todo — dijo su madre —. Además, tú padre está muy enfermo. Si le decimos nuestros planes, puede morir.
— ¿Acaso quieres que papá se muera? — gritó su hermana mayor —. Ponte los pantalones y has algo por primera vez por tu familia.
Margaret sintió un dolor punzante en el pecho. Sabía desde el extranjero sobre las dificultades en el negocio familiar, pero no tenía idea de que fueran tan perjudiciales. También había oído hablar de los derechos matrimoniales de Emily, pero nunca imaginó que se enfrentarían a una situación tan desesperada.
A todo eso, sumemos que acaba de enterarse de que su progenitor está enfermo.
— Debes hacer esto, de lo contrario, si lo perdemos todo y a tu padre le pasa algo, será tu culpa. ¿Quieres cargar con ese peso en tus hombros? — cuestionó la madre, mirándola con profundidad.
Una sensación de impotencia la envolvió mientras miraba a su madre, luchando contra sus propias lágrimas. Sabía lo que significaba esta decisión. Sabía que, si aceptaba, estaría sacrificando su propia felicidad y libertad por el bien de su familia, además de un hijo.
Con un nudo en la garganta y un dolor en el corazón, Margaret finalmente asintió, aceptando el pedido de mala gana. Porque sabía que, en última instancia, sus responsabilidades hacia su familia superaban sus propios deseos y sueños.
Solo esperaba que valiera la pena este sacrificio. Mientras tanto, Emily y su madre, se miraron victoriosas por conseguir lo que deseaban, y ahora utilizarían el cuerpo de la escuincla y bastarda hermana. Emily siempre la odio, y logró que sus padres la mandaran al extranjero, y ahora, por más que detestara la idea de que sea ella quien tenga que acostarse con su futuro esposo, no tenía opción.
La boda de Emiliano se desvaneció en una bruma de vino y deberes. La presión del evento, mezclada con el peso de las expectativas familiares, lo empujó hacia una espiral de incertidumbre y desesperación. Aún no podía comprender por qué había aceptado unirse a la hija de los Torres y someterse a los deseos de su abuelo, incluso cuando la enfermedad de este último se había convertido en una espada pendiendo sobre su cabeza.— Odio toda esta situación — susurró para sí mismo —. Lo odio tanto.La noche caía pesadamente sobre sus hombros mientras se retiraba a su habitación, sus pasos pesados resonando en el silencio cargado. Allí, en la penumbra, apareció ella: su recién esposa, enmascarada, una figura etérea que parecía pertenecer a un sueño.Emiliano apenas alzó la mirada, agradecido por la máscara que ocultaba los rasgos de su compañera. La distancia proporcionada por el disfraz le permitió mantenerse alejado de la dolorosa realidad de su situación.Ella se acercó con gracia, llevando
El sol apenas comenzaba a filtrarse tímidamente por las cortinas cuando Margaret se despertó, sintiendo un dolor punzante en la parte inferior de su cuerpo. Un escalofrío recorrió su espalda cuando recordó los eventos de la noche anterior, y un rubor caliente subió por sus mejillas al darse cuenta de la intimidad compartida con su cuñado.Miró hacia su lado y vio a Emiliano, profundamente dormido. Era innegablemente apuesto, y el recuerdo de la pasión compartida solo intensificó la timidez que la invadía.Con cuidado, se deslizó de la cama, tratando de no despertarlo. La vergüenza pesaba en su corazón mientras vestía su ropa, consciente de la mirada de desaprobación que seguramente su hermana le lanzaría si la encontraba allí.Con un suspiro, abrió la puerta de la habitación y se encontró cara a cara con su Emily. El silencio entre ellas era ensordecedor, lleno de reproches no pronunciados y desaprobación contenida. Margaret bajó la mirada, incapaz de soportar el peso de la mirada de
Margaret se encontraba atrapada en un torbellino de emociones desde el momento en se entregó a ese hombre. Cada día, sometiéndose a la prueba de embarazo, esperaba ansiosamente el veredicto que confirmara lo que ya sabía en su corazón. Dos semanas después de aquella noche con su cuñado, el pequeño dispositivo mostró las dos líneas que anunciaban su maternidad. Un tumulto de emociones la inundó: la alegría de dar vida, pero también el peso abrumador de un compromiso que no esperaba. Con manos temblorosas, tomó su teléfono celular y marcó el número de Emily, su hermana. Justo cuando estaba a punto de revelarle la noticia, la puerta se abrió de par en par y Emily entró en la casa, seguida de cerca por su cuñado. Los ojos de Margaret se encontraron con los de Emiliano, llenos de una complicidad incómoda, e ignorante de la verdad. Se sentía mal por convertirlo en una víctima de las mentiras de su familia. Sabía que debía contarle a su hermana, pero temía la reacción que tendría. Al fin
— Amor, ¿qué haces aquí? — preguntó la joven, fingiendo dolor. Supuestamente había tenido un parto por cesárea, pues eso era una excusa más creíble. Tanto Emiliano como Margaret fruncieron el ceño ante una pregunta tan tonta. Obvio que él estaría allí presente. — Con mi hijo, Emily. — Sí, cierto. Lo siento. Es que aún estoy un poco débil. Necesito descansar, pero me encantaría ir a casa, amor. Emiliano solo asintió. Margaret sabía que su hermana, Emily, había estado ansiosa por llevarse al bebé consigo desde el momento en que descubrieron el embarazo. — Debes prepararte para quedarte conmigo — dijo Emily con una sonrisa forzada mientras se ponía la bata. Su madre le había dicho que necesitaría a su hermana durante el primer mes —. Sé que puede ser abrumador para ti, pero realmente… no me importa. Debes darle leche a este niño. Margaret asintió, tratando de ocultar su nerviosismo detrás de una expresión tranquila. También la molestia por la forma en que ignoraba a su bebé. Aún e
La salud de Margaret cada vez más iba en decadencia. La falta de vitaminas, el trabajo constante pese a que había empleadas en la mansión, la llevaron a sobrecargar su cuerpo al extremo; pues todos cuidaban de su hermana, inclusive ella; pero a Margaret nadie atendía por órdenes de su propia hermana.Una tarde, mientras intentaba calmar al bebé en la guardería, el agotamiento la alcanzó y se desplomó en el suelo. Fue entonces cuando Emiliano la encontró inconsciente y la llevó de vuelta a su habitación. Preocupado por su estado, llamó de inmediato a un médico para que la examinara.Emiliano se había hecho de tiempo para pasar a ver a su hijo en la guardería, pero no pensó que se encontraría con semejante escena.Aguardaba con impaciencia en la puerta de la guardería, emocionado por la oportunidad de ver a su hijo. La expectativa llenaba sus pensamientos, pero de repente se vieron interrumpidos por una escena alarmante. Margaret, yacía inconsciente en el suelo, pálida y frágil como una
Margaret despertó lentamente, sintiendo la suavidad de las sábanas contra su piel y el cálido resplandor de la luz del sol filtrándose por las cortinas. Parpadeó varias veces, tratando de orientarse en la habitación, cuando de repente su corazón dio un vuelco al ver a Emiliano de pie junto a su cama.Un sentimiento indescriptible se apoderó de ella en ese momento. Siempre había sentido una atracción secreta hacia el hombre, pero nunca se lo había permitido a sí misma. Él era mayor, más experimentado, y estaba ahora estaba casado con su hermana. Nunca había habido espacio para fantasías prohibidas en su vida.Emiliano la miró con intensidad, su mirada penetrante parecía buscar algo en lo profundo de su ser.— Margaret, ¿tienes un hijo? — preguntó con voz firme pero suave.El corazón de Margaret comenzó a latir con fuerza y rapidez, sintió un nudo en la garganta y se sintió acorralada. No sabía cómo responder a esa pregunta directa, pero tampoco podía mentirle a Emiliano. Así que, con u
Emiliano irrumpió en la sala de estar con una expresión de determinación tallada en su rostro. Emily y sus padres lo miraron con ansiedad, anticipando lo que estaba por venir.— Cariño… esa mujer… — Emily tartamudeaba. Se sentía temerosa y pequeña ante la mirada de su esposo.Aún estaba frustrada por las fotos que se filtraron, porque eso implicaba no solo el hecho de que perdiera la ayuda económica, sino su estatus como la señora De Lucca en la sociedad.— Quiero el divorcio — anunció Emiliano sin rodeos, enviando una ola de conmoción a través de la habitación.Emily contuvo el aliento, luchando por mantener la compostura mientras las palabras de su esposo resonaban en el aire. Los padres de Emily intercambiaron miradas preocupadas, conscientes de las implicaciones de esta declaración.— Emiliano, hijo. Creo que estás llevando muy lejos la situación — susurró la madre de Emily, intentando persuadir.El padre de la familia Torres, observaba la escena. Se sentía afligido por la situaci
Los días fueron pasando, y la cercanía entre ambos creció más. Una noche, mientras Emiliano llegaba a la casa, escuchó risas provenientes de la cocina. Le parecía extraño, pues normalmente la casa era demasiado silenciosa, pero cuando se asomó, vio como Margaret reía con Lola, la ama de llaves, mientras tenía a su en brazos.Era una imagen muy hermosa, y aquel pensamiento lo desconcertó bastante. Cuando quiso retroceder, ya su ama de llaves lo ha visto, y la seriedad en los rostros de ambos se hizo presente, sintiendo una sensación de incomodidad.¿Por qué guardaron silencio?¿Quería seguir viendo la hermosa sonrisa de Margaret?— Continúen en lo suyo — susurró, mientras se acercaba al bebé, para tomarlo en brazos y dejar un beso en su frente —. Hola hombrecito. Cada vez estás más grande.Para Margaret era escena más dulce, mientras lo veía irse con su hijo. Más tarde, ayudó a la ama de llave a preparar la mesa, para después subir por las escaleras para avisar que la cena está servida