Un mes había pasado desde que Margaret había vuelto a su rutina en la oficina, intentando retomar el control de su vida y sus responsabilidades. Las cosas parecían estar bajo control. Su amiga Lily pronto volvería a su casa para hacerse cargo de sus propias responsabilidades, y su hermano Armando, cada vez más absorto en sus propios asuntos, se ausentaba con mayor frecuencia. A pesar de todo, Margaret mantenía una apariencia de estabilidad, pero en su mente, la sensación de que todos lo habían olvidado no dejaba de rondar.Aquella mañana, Margaret se dirigía a la oficina del Grupo De Lucca, una visita que había estado posponiendo durante semanas. Al entrar al edificio, los empleados la saludaron con respeto y le dieron acceso directo al piso presidencial. Al adentrarse en la caja metálica del elevador, cerró los ojos por un breve momento, permitiéndose imaginar que al abrirse la puerta lo vería allí, esperándola. Pero eso no fue posible.Las puertas se abrieron y quien estaba al otro l
El día del cumpleaños de Emanuel había llegado, y aunque no era una celebración de lujo como las que los ricos suelen organizar, era lo suficientemente especial para pasarla bien. El lugar estaba decorado con motivos de una caricatura animada que al pequeño le encantaba. Los invitados eran los niños del orfanato y algunos amigos cercanos de la empresa, creando un ambiente cálido y familiar.Margaret llegó al orfanato con su bebé en brazos y su hermano Armando a su lado. La directora del orfanato los recibió con una sonrisa cálida.— Todo está listo, señorita Torres — dijo la directora, con una mezcla de gratitud y admiración en su voz.Margaret simplemente sonrió, agradecida por la oportunidad de traer un poco de alegría a los niños del orfanato.— Gracias por traer alegría a todos los niños de aquí. No todos hacen lo que tú estás haciendo — añadió la directora.Margaret sonrió nuevamente y bajó a Emanuel para que pudiera correr y jugar con los otros niños. La felicidad que irradiaba
El tiempo parecía correr a gran velocidad en la vida de Margaret. Su embarazo avanzaba rápidamente, y su barriguita ya era notoria. Pronto, estaría dando a luz. En la oficina, Armando, su hermano, estaba sentado en el sofá, observándola mientras ella revisaba unos documentos detrás del escritorio.— ¿Exactamente de cuánto estás? — preguntó Armando, rompiendo el silencio.— Treinta y cinco semanas — respondió Margaret sin levantar la vista de los papeles. En su mente rondaba la extraña forma en que la empresa de Emiliano seguía funcionando sin él. No es que le molestara, pero hasta ahora, no había conocido al nuevo director.— Explícame... — pidió su hermano, trayéndola de nuevo a la realidad.Finalmente, Margaret levantó la cabeza y lo miró.— Si todo sale bien, en cuatro semanas estará con nosotros — respondió.— ¿Y si no sale bien? — cuestionó Armando, con una mirada preocupada.— Se darán cuenta — respondió ella, dejando los documentos y recostándose en la silla —. Estoy bien, Arman
Margaret se encontraba en su habitación, preparándose para ir a la oficina. La luz de la mañana se filtraba a través de las cortinas, creando un ambiente cálido y acogedor. Se miró en el espejo, alisando su blusa con las manos mientras pensaba en la reunión importante que tenía ese día. De repente, un dolor agudo bajo el vientre la hizo doblarse de dolor.— ¡Mierda! — masculló entre dientes. Habían pasado tres semanas y media, casi cuatro, lo que significaba que su bebé ya quería estar en el mundo —. ¡Armando! — llamó, esperando que apareciera rápidamente —. ¡Armando!Su hermano apareció en la puerta, con una expresión de preocupación en su rostro.— ¿Qué sucede que gritas tan temprano? — preguntó, pero guardó silencio cuando vio a su hermana encorvada, sosteniéndose de la pared —. ¿Sucede algo?— Ya viene... — gimió Margaret, con el rostro contorsionado por el dolor —. Ya viene el bebé.Armando se alarmó y rápidamente se acercó a ella, guiándola hacia la salida de la casa. Su corazón
La nochebuena estaba en su apogeo en el acogedor departamento de Margaret. La mesa estaba bellamente adornada con velas y adornos navideños, y estaba repleta de deliciosos platillos tradicionales. Margaret, sentada en la cabecera de la mesa, miraba a su alrededor con una sonrisa nostálgica. A su lado estaban sus amigos más cercanos, Lily y Sofía, y su hermano Armando. Aunque algunos familiares habían decidido pasar las fiestas fuera de la ciudad, el cálido ambiente en su hogar era innegable.— Es una noche estupenda, Marge. Estoy feliz de pasarla con ustedes — dijo Lily, rompiendo el silencio con una sonrisa.Margaret la miró con cariño y recordó un momento del pasado.— ¿Recuerdas cuando tropecé con el pastel? — preguntó Margaret con una sonrisa traviesa.Lily rio, recordando claramente aquel día.— ¡Ese fue uno de los días más vergonzosos y felices desde que te conocí! — dijo Lily entre risas —. Su cara estaba repleta de masa con chantillí.Armando, fingiendo estar ofendido, intervi
El zumbido del avión era un eco constante en los oídos de Margaret mientras observaba cómo las nubes se deslizaban bajo las alas. Regresaba a casa después de años en el extranjero, un retorno que debería haber sido motivo de alegría, pero en cambio dejaba un sabor amargo en su boca. ¿Por qué ahora? Se preguntó, mientras el paisaje cambiaba de azul a un océano de nubes y finalmente a la tierra que conocía tan bien.Margaret nunca había sido la favorita en su familia. Siempre había sido la que se quedaba atrás, la que no encajaba en el molde que sus padres y hermanos habían creado para ella. La decisión de enviarla al extranjero, lejos de todo lo que conocía, había sido solo una confirmación más de su insignificancia en el esquema familiar.Pero ahora, de repente, la invitaban de vuelta. Una invitación para la boda de su hermana, un gesto que le había dejado perpleja. ¿Por qué ahora, después de todo este tiempo?El avión aterrizó con un suave golpe, trayéndola de vuelta a la realidad. M
El pedido de Emily golpeó a Margaret como un puñetazo en el estómago, dejándola sin aliento y tambaleándose en el umbral de la sala de estar. No podía aceptarlo. La idea de llevar un hijo para su propia hermana la llenaba de repulsión y horror.— ¿Cómo que no vas a ayudarme? — gritó Emily, ignorando a su madre que acaba de ingresar y hacer una pregunta.— Madre, Emily pidió que sea su sustituta y yo…, yo la verdad no puedo acceder a algo como eso. — Miró a su hermana —. Lo siento, Emily, pero simplemente no puedo hacerlo.Su voz salió temblorosa, tratando de mantener la compostura mientras luchaba contra las lágrimas que amenazaban con escapar de sus ojos.La mirada de Emily se volvió fría y calculadora, sus labios curvándose en una sonrisa que enviaba escalofríos por la espalda de Margaret.— Oh, claro, ¿por qué deberías hacer algo por tu propia familia, verdad, Margaret? — espetó con veneno en cada palabra —. Siempre has sido egoísta y egocéntrica.Margaret se estremeció ante el ton
La boda de Emiliano se desvaneció en una bruma de vino y deberes. La presión del evento, mezclada con el peso de las expectativas familiares, lo empujó hacia una espiral de incertidumbre y desesperación. Aún no podía comprender por qué había aceptado unirse a la hija de los Torres y someterse a los deseos de su abuelo, incluso cuando la enfermedad de este último se había convertido en una espada pendiendo sobre su cabeza.— Odio toda esta situación — susurró para sí mismo —. Lo odio tanto.La noche caía pesadamente sobre sus hombros mientras se retiraba a su habitación, sus pasos pesados resonando en el silencio cargado. Allí, en la penumbra, apareció ella: su recién esposa, enmascarada, una figura etérea que parecía pertenecer a un sueño.Emiliano apenas alzó la mirada, agradecido por la máscara que ocultaba los rasgos de su compañera. La distancia proporcionada por el disfraz le permitió mantenerse alejado de la dolorosa realidad de su situación.Ella se acercó con gracia, llevando